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Cultura lambayeque



Lambayeque —también denominado como Sicán— es una cultura arqueológica del Antiguo Perú que se manifestó entre los siglos VIII y XIV d. C. en el territorio costeño que corresponde al departamento de Lambayeque, llegando a su apogeo entre los siglos X y XI. Esta cultura se formó tras el declive de la cultura moche, asimilando gran parte del conocimiento y tradiciones culturales de esta.

En su desarrollo se distinguen tres fases o etapas:

Destacaron en arquitectura, e incluso llegaron a ser grandes navegantes. Si los moche asombraron con la belleza de sus joyas y su ingeniería hidráulica, los lambayeque sorprenden aún más con sus aleaciones, sus finos acabados y sus enormes sistemas de irrigación. Aunque no lograron el tamaño de los moche, ni su complejidad política, no cabe duda de que en estas artes fueron sus discípulos predilectos.

Ejemplares emblemáticos del arte lambayeque son el tumi o cuchillo ceremonial de oro y la máscara funeraria de oro. Es de destacar también la tumba fastuosa del llamado Señor de Sicán, descubierta en la Huaca del Loro, en Batán Grande, y la tumba de la sacerdotisa de Chornancap, descubierta en la huaca del mismo nombre. En textilería realizaron las técnicas típicas como bordado, tejido, teñido y estampado; a las que se le agregó la técnica de la pluma. Al mismo tiempo, utilizaron materiales que aún representan a Perú como la lana y el algodón.

La cultura lambayeque tuvo su núcleo de desarrollo entre los valles de Motupe por el norte y Jequetepeque por el sur, entre el 700 y 1350. Si bien su centro cultural abarcaba principalmente el actual departamento de Lambayeque, su influencia se extendió en toda el área comprendida desde Sullana al norte (departamento de Piura), hasta cerca de Trujillo al sur (departamento de La Libertad).

Lambayeque nació de las cenizas de la cultura moche, cuando esta decayó, posiblemente, por un devastador fenómeno climatológico de El Niño. Fue por ello heredera privilegiada de esa gran cultura costeña. Pero sobre esta herencia recibiría una serie de nuevas influencias.

En efecto, habiendo nacido cuando la cultura wari se hallaba en plena expansión y Tiahuanaco gozaba de enorme fama, Lambayeque añadió a su herencia moche los tesoros culturales de ambas civilizaciones. Por su ubicación geográfica, también recibió influencia cultural de la cultura cajamarca. Una cuarta influencia provino de los Chimú. Pese a que Lambayeque era un poco más antigua, ambos descendían de los moche, solo que Lambayeque surgió en el norte, mientras que Chimú, en el sur. Casi todo el desenvolvimiento de Lambayeque transcurrió paralelo al de Chimú y por ello hubo una influencia recíproca entre ambas culturas.

Una leyenda, transmitida por el cronista español Miguel Cabello Valboa, relata que un gran rey de nombre Naylamp, Naymlap o Ñañlap, llegó por mar desde el sur, en medio de una gran flota de balsas y acompañado de una lujosa corte de funcionarios, versados en diferentes artes y oficios. Desembarcó en la boca del río Faquisllanga (río Lambayeque) y se adentró unos 2 km tierra adentro, instalándose en un lugar donde edificó una huaca a la que llamó Chot, que probablemente es la que se conoce actualmente como Huaca Chotuna. El rey trajo un ídolo de piedra verde (esmeralda o jade) llamado "Yampallec" (del que deriva el nombre de Lambayeque), que era una representación de su propia imagen, la misma que guardó en la huaca de Chot.

Naylamp inauguró un largo período de paz y prosperidad en la región. Tuvo hijos en su esposa y 40 concubinas y murió en avanzada edad. La nobleza le enterró en su palacio, pero deseosos de hacer creer en su inmortalidad, anunciaron que, hastiado de la vida terrena, había empleado su poder para hacerse crecer alas y se había remontado en vuelo al cielo. Así fue convertido en divinidad.

Naylamp inauguró una dinastía de varios soberanos, doce en total, incluyendo a él; el último de ellos, el rey Fempallec, quiso trasladar el ídolo Yampallec a otro lugar, provocando la ira de los dioses. En ese trance, un demonio en forma de mujer se le apareció a Fempallec y lo tentó a tener relaciones carnales. El pecado del rey ocasionó una serie de desgracias para la nación lambayeque: lluvias, sequías, hambruna. El castigo se completó cuando posteriormente llegó de los reinos del sur un tirano poderoso, el Chimo Cápac o Chimú Cápac, que se adueñó de las ricas tierras de Lambayeque.

Esta leyenda explicaría cómo una dinastía de reyes exitosos dominó la región basándose en un culto religioso, y que finalmente la falta de atención en el gobierno por el último de ellos terminó con la dinastía, mientras que el pueblo fue conquistado por un tirano del sur. Se sabe que ese tirano era un rey chimú, que conquistó Lambayeque. Los sacerdotes, desesperados, habrían buscado explicaciones a su desdicha. Por eso el mito termina sugiriendo una ofensa a los dioses y el consecuente castigo que éstos supieron propinar.

El arqueólogo japonés Izumi Shimada, que estudió esta cultura durante varios años, ha dividido la historia de Lambayeque (o "Sicán" como prefiere denominarla) en tres etapas:

Es una etapa poco conocida, porque los objetos arqueológicos (cerámica, textiles, arquitectura) son escasos. Está asociada a la fase final de la cultura moche y a la gran influencia de Wari. Estas evidencias indican que Lambayeque estaba todavía en plena formación y muy susceptible a las influencias externas.

En esta etapa Lambayeque se unificó y fue adquiriendo una identidad cultural propia. Se estableció una capital en el complejo Batán Grande, liderada por reyes-sacerdotes (teocracia) que difundieron el culto al dios Sicán (Luna). La leyenda de Naylamp explicaría esta etapa. Es un período de apogeo, de donde provienen los suntuosos enterramientos de gente rica que has sido develados por los arqueólogos, como la tumba del Señor de Sicán (hallado en la huaca del Oro), cuando se desarrolla el comercio y construye el sistema de irrigación que conectó los valles lambayecanos.

Es la etapa de decadencia y final. Batán Grande sufrió un gran incendio que coincidió con un periodo de sequías; los pobladores, hartos de tributar a los reyes-sacerdotes, se trasladarían a la ciudad de Túcume, renegando del culto al dios Naylamp. Finalmente serían conquistados por el rey chimú (Chimú Cápac), quien los convirtió en provincia de su reino (1375). La parte final de la leyenda de Naylamp trataría de explicar esta última etapa.

Fue gobernada por el rey-sacerdote (teocracia), que vivía en un palacio rodeado de una fastuosa corte. Cuando moría se le enterraba en una tumba con ricas ofrendas, como se puede apreciar en la del llamado Señor de Sicán, descubierta en la Huaca del Oro (perteneciente a la zona arqueológica de Batán Grande) en 1991.

Fue una sociedad clasista. Los Lambayeque tuvieron una rígida estratificación social.

La economía estuvo basada en la agricultura intensiva y por irrigación.

Los lambayeque heredaron parte de los sistemas de irrigación construidos por los moche; pero sus obras fueron más colosales porque los espacios que lograron irrigar fueron mucho mayores. Tienen la autoría de casi toda la red de canales, bocatomas y reservorios, que articuló los valles de Reque, Lambayeque, La Leche y Saña. Destacan los canales denominados Taymi Antiguo, Collique y Raca Rumi.

El resultado fue una agricultura próspera, con cultivos de pallares, frijoles, camote, calabaza, zapallo loche, maíz y algodón. Ello convirtió a la costa norte peruana en la zona más rica y productiva del Antiguo Perú.

Articular tantos valles y estar en una zona estratégica (fácil de vincularse con las distintas regiones), les permitió destacar también en el comercio.

De esta cultura se conservó por vía oral el ya mencionado mito o leyenda de Naylamp,

La divinidad principal de los lambayeques era el mismo Naylamp, hombre de ojos alados, que está representado en cuchillos ceremoniales (Tumis), en las máscaras funerarias y en otros trabajos de orfebrería, así como en los ceramios.

Los lambayeque construyeron grandes complejos monumentales en donde residían los reyes-sacerdotes, se dirigía el culto religioso y se administraba la economía. Por el tamaño y la inexistencia de barrios populares, algunos estudiosos prefieren considerarlos centros ceremoniales y no ciudades (el pueblo vivía en su inmediaciones y solo ingresaba para pagar tributos u ofrendar a los dioses).

Eran complejos con varias pirámides hechas de ladrillos de adobe, todas truncas (sin vértice ni punta, igual que las de los moches). Debido a las lluvias torrenciales, que caen de tiempo en tiempo, y a la acción de los inescrupulosos huaqueros (ladrones de tumbas antiguas), muestran poco de su antigua imponencia arquitectónica (están muy deterioradas). Las principales pirámides o huacas se hallan en Batán Grande, Túcume y Apurlec.

Cerca de Batán Grande se halla otro conjunto importante, acaso más antiguo, conocido con el nombre de Pampa Grande. Otro monumento digno de mencionar es la Huaca Chotuna, a 6 km de Lambayeque, que tiene como monumento principal una pirámide de 15 m de altura, con decoraciones semejantes a la Huaca del Dragón, cercana a Chan Chan (de los chimúes). Cercana a Chotuna se halla la Huaca Chornancap, que destaca por sus murales policromados con iconografía Lambayeque y por ser sede de entierros, siendo el más notable el de la llamada sacerdotisa de Chornancap.

Se la considera la capital de Lambayeque durante la etapa de Sicán Medio. Está integrado por 20 pirámides, superiores a los 30 m. de altura, entre las cuales destacan: la Huaca del Oro (o del Loro), Huaca Las Ventanas, Huaca La Merced, Huaca Botija, Huaca Corte, Huaca Ingeniero, Huaca Rodillona, etc. No solo sirvió de lugar de culto religioso, adonde afluyeron miles de peregrinos por su prestigio como centro ceremonial, sino también de importante centro administrativo, que permitió a los reyes-sacerdotes afianzar su poder.

En la huaca del Oro, el arqueólogo Izumi Shimada desenterró la tumba de un personaje lleno de ornamentos de oro al que denominó como el Señor de Sicán, que vivió entre los siglos XI y XII

Capital de Lambayeque durante la etapa Sicán Tardío, al igual que en el caso anterior, cumplió una importante función administrativa, aparte de la religiosa. Se encuentra a 10 km al sudoeste de Batán Grande, en un lugar estratégico, por estar ubicado en la confluencia de dos ríos, Lambayeque y La Leche, decisivos para la economía agrícola del reino.

Este complejo es considerado uno de los más grandes del antiguo Perú y el que más puede aproximarse a la categoría de ciudad. Es notable por sus pirámides, depósitos y extensas calles, así como por sus canales y campos de cultivo en áreas anexas, lo cual indica que fue un importante centro de producción y distribución agrícola (más que ceremonial, como lo fueron los dos anteriores).

En muchos monumentos arquitectónicos se pueden apreciar pinturas murales. Lamentablemente, muchas de estas pinturas están deterioradas por los estragos del clima y la acción destructora humana. No obstante, en la huaca Chornancap, en Lambayeque, encontramos paredes que reflejan temas relacionados con la agricultura y las cabezas trofeo. También en la Huaca del Oro, del complejo Batán Grande, se descubrieron en 1953 restos de un relieve pintado de rojo, amarillo y azul. Igualmente en Túcume, en su sector noreste, se desenterraron relieves planos con pintura que representan aves estilizadas. En la Huaca Chotuna también se pueden ver decoración en relieve que representan a aves marinas volando o en picada. En 1983 Walter Alva y Susana Alva descubrieron un mural en Úcupe, en el valle de Saña.

El empleo de metales provenía de la tradición moche, que en Lambayeque se perfeccionó con un mayor dominio técnico y nuevos estilos. Cubrieron todo el proceso metalúrgico, desde la extracción del metal (de las minas) hasta la preparación de aleaciones, y en esto último, precisamente, superaron a sus antecesores moches.

Todo el proceso de trabajo de los metales empieza con la obtención del mineral en las minas. Existe evidencia de martillos e instrumentos de piedra especiales para sacar los trozos de mineral de sus metalurgia. El mineral era molido con pesados martillos de piedra y colocado en hornos para su fundición. Los hornos eran pequeños agujeros hechos en el suelo, que vistos desde arriba tienen forma de pera. Miden aproximadamente 30 × 25 cm y alcanzan profundidades de 20 a 25 cm. Interiormente llevan un recubrimiento resistente al calor.

En orfebrería, es decir, en el arte de hacer joyas, fueron verdaderos maestros. Y eso porque las técnicas anteriores fueron dominadas ampliamente, además de crearse otras nuevas para obtener brillos excepcionales e inventarse utensilios para moldear formas caprichosas. Dichas técnicas avanzadas son el vaciado, el laminado, cera perdida, soldaduras, repujado, planchado, aleaciones y dorado. Con el añadido decorativo de piedras preciosas (esmeraldas, turquesas, amatistas, cuarzo rosado, cristal de roca) y de perlas (blancas, rosadas y negras), hicieron máscaras, tumis (cuchillos ceremoniales), cetros, vasos, brazaletes, orejeras y collares, muchos de ellos con la imagen de Naylamp (el mítico ser que provenía del mar).

Destaca especialmente el tumi lambayeque, cuchillo ceremonial considerado como el “rey de la metalurgia precolombina”, el cual que consta de dos partes: el mango, que probablemente representa al dios Naylamp, y la hoja, que tiene forma de medialuna. Otro ejemplar destacable es la máscara funeraria de oro, también con rasgos de Naylamp u de otra divinidad con atributos marinos.

La cerámica lambayeque tiene un estilo propio, sencillo y bello. A diferencia de la moche, se caracteriza por utilizar colores sobrios u oscuros, como el negro y gris, con un acabado similar al metal; aunque también hay colores "apastelados", como crema y naranja. Se encuentra con frecuencia la imagen de Naylamp, que también vemos en la orfebrería, así como un pequeño adorno: la escultura de un "simio agazapado".

Los trabajos se caracterizan por tener base en forma de pedestal (es decir, una base alta y circular), un cuerpo globular, picos largos y cónicos y asa en forma de puente. La forma más conocida es el llamado Huaco Rey, de forma globular con pedestal y con un solo pico largo.

En 1985, Shimada caracterizó cronológicamente a esta cerámica en tres períodos:



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