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Díptico consular



Díptico consular es una tipología particular de piezas artísticas en forma de díptico que se usaron en la Antigüedad Tardía. Su material era generalmente marfil, madera o metal, y se decoraban con ricos relieves. Se encargaban por los cónsules romanos (consul ordinarius) para conmemorar su acceso al cargo, y se repartían como regalo a los que habían apoyado su candidatura o aquellos con los que querían congraciarse para el futuro.[1]

Desde el siglo I d. C., algunas cartas formales de nombramiento para el cargo eran conocidas como codicilli ("codicilos", pequeños códices o libros), y tenían la forma de dos o más planchas, usualmente de madera, unidas por broches (clasps), cubiertas de cera, sobre la que se escribía el texto del nombramiento. Posteriormente, el documento se escribía en papiro y se presentaba sin las cubiertas. No obstante, a finales del siglo IV, comenzaron a incluirse entre los regalos que publicitaban los juegos públicos (una de los principales competencias de los cónsules), dípticos especialmente encargados para la ocasión.[2]​ Tales dípticos se hacían en marfil, grabados en relieves elegidos por el donante en su parte exterior, con un aspecto superficial similar a los codicilli, pero sin contener escritura ni estatus oficial.[3]

La distribución rutinaria de tales dípticos en Oriente vino marcada por una decisión de Teodosio I en 384 que limitaba los gastos en los juegos de Constantinopla, reservando los dípticos de marfil y los regalos de oro únicamente a los cónsules.[4]​ En el Imperio de Occidente fueron una parte usual de los regalos ofrecidos por los grandes aristócratas. Quinto Aurelio Símaco, por ejemplo, distribuyó algunos para conmemorar los juegos cuestoriales y los juegos pretoriales que presidió su hijo en 393 y 401 respectivamente. Casi todos representan los juegos, y en tres ocasiones distintas Símaco vincula la presentación de tales dípticos con la terminación de los juegos.[5]​ Su final vino determinado por la desaparición del consulado con Justiniano en 541.

El más antiguo díptico que puede propiamente denominarse díptico consular se conserva en el tesoro catedralicio de Aosta, es el de Anicio Petronio Probo, cónsul en el Imperio de Occidente en 406; no solo es único por su extrema antigüedad sino por ser el único que lleva el retrato del emperador Honorio, a quien se dedica el díptico en una inscripción llena de humildad, en la cual Probo se denomina a sí mismo famulus, es decir, esclavo del emperador, en vez de cónsul.

Posteriormente, los dípticos consulares sistemáticamente llevaron, o bien un retrato más o menos elaborado del cónsul (en los ejemplos más ricamente decorados), o bien una inscripción dedicatoria con una filigrana geométrica y vegetal (en los ejemplos más sencillos). Los más sencillos se producían probablemente en serie, con modelos preparados con anterioridad, mientras que los más sofisticados (y por tanto más caros) se reservaban para los círculos más selectos de la aristocracia romana. Los talleres responsables de su producción se hallaban en las dos capitales del Imperio: Roma y Constantinopla, pero la caída del Imperio romano de Occidente en 476 hizo desaparecer la producción en Roma, con lo que a partir de entonces todos los ejemplos corresponden a Constantinopla. El motivo más común durante el siglo VI en los dípticos consulares de Constantinopla muestra al cónsul, de pie, presidiendo los juegos consulares que marcan su entrada en el cargo.

Por su propia naturaleza, los dípticos consulares son un testimonio valioso para la prosopografía del Bajo Imperio, así como para el estudio del arte del periodo. Un buen número de ellos se conservan, en algunos casos gracias a su reutilización como cubiertas de libros medievales. Algunos se usaban en las iglesias como soporte para listas de obispos o registros similares.[6]​ El Marfil Barberini es un díptico imperial mucho más raro, probablemente de Justiniano.

En orden cronológico de producción (de algunos se muestra el único panel conservado):

Díptico de Anicio Petronio Probo, cónsul en 406 (el ejemplo más antiguo que se conserva)

Díptico de Constancio III, producido para su consulado en 413 o 417.

Díptico de Félix, cónsul en 428

Díptico de Manlio Noecio, cónsul en 487

Díptico de Rufio Aquilio Sividio, cónsul en 488

Díptico de Areobindo Dagalaifo Areobindo, cónsul en 506

Díptico de Areobindo, cónsul en 506

Díptico de Anastasio, cónsul en 517

Díptico de Anastasio, cónsul en 517

Díptico de Justiniano, cónsul en 521

Díptico de Teodoro Filoxeno, cónsul en 525

Díptico de Teodoro Filoxeno, cónsul en 525

Díptico de Justino, cónsul en 540 (último ejemplo que se conserva)



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