El marfil (del árabe ‘aẓm alfíl 'hueso de elefante'), en anatomía denominado dentina, es un material duro, compacto y blanco que forma parte de los dientes de los vertebrados, que puede ser usado para tallas artísticas u otros objetos, siendo el más conocido el procedente de los colmillos de los elefantes. En la corona de los dientes el marfil está cubierto por el esmalte y en las raíces por cemento.
Presenta un aspecto bandeado, con finas bandas de diferentes tonos de blanco alternantes, correspondientes a líneas de crecimiento.
Para la producción de objetos tallados se ha usado marfil procedente de muy diversos animales, como mamuts, morsas, hipopótamos, etc.
Antes de la aparición del plástico era muy usado como material de las teclas de los pianos y bolas de billar, botones y artículos ornamentales de joyería.
Su tonalidad llega a tornarse más amarillenta con los años. La densidad del marfil oscila entre 1,75 y 1,90 g/cm³.
Se emplea marfil para adorno de muebles y en la construcción de multitud de objetos tales como cepillos, peines, puños de bastón o cajas. Existen restricciones a la exportación e importación de marfil por la matanza de animales que producen este material, pero también existe el comercio ilícito con este material o productos derivados.
Su principal característica es el color amarillo pálido que adquiere con el tiempo, lo cual le ha dado el nombre de color marfil (el cual también es llamado color crema debido a la similitud del mismo con el color de la porción lipídica de la leche de vaca).
Tanto los griegos como los hebreos y los egipcios emplearon el marfil como adorno en la decoración de salas, muebles y templos. La Biblia afirma que Salomón tenía un trono de marfil incrustado de oro y en los museos arqueológicos se admiran gran número de objetos hechos con este material pertenecientes a las más remotas civilizaciones. Fidias hizo las famosas estatuas crisoelefantinas (de marfil y oro) de Atenea en el Partenón y de Zeus en Olimpia, las cuales medían 12 y 19 metros de altura respectivamente. En estas esculturas se empleaba el marfil para representar aquellas partes del cuerpo que no cubrían los vestidos. Los romanos emplearon también este material para la escultura y la decoración. Asimismo, el arte bizantino hizo mucho uso del marfil. Por ejemplo, las puertas del templo de Santa Sofía en Constantinopla estaban adornadas con bajorrelieves de este material. Los antiguos utilizaron el marfil para sus escritos.
Para la escultura en marfil y oro véase criselefantino
La eboraria es el arte específico de tallar el marfil.
Desde su origen los humanos han utilizado el marfil (así como dientes y otros huesos de otros animales, y partes duras como los cuernos) para la producción del arte prehistórico. Desde el Holoceno, la no presencia de elefantes fuera de África y el sur de Asia convirtió el marfil en un producto de lujo objeto de comercio a larga distancia. Al contrario que los metales preciosos o las piedras preciosas tiene difícil reciclado o uso monetario, lo que facilita su conservación como pieza original. También ha ayudado su naturaleza más robusta que la de las pinturas. Las obras sobre marfil siempre se han valorado, y su tasa de supervivencia y portabilidad ha sido muy importante en la transmisión del estilo artístico.
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