Darío I (en persa antiguo: Dārayawuš, "aquel que apoya firmemente el Bien"; en persa moderno: داریوش Dâriûsh; en griego clásico; Δαρεῖος Dareîos) (549-486 a. C.) fue el tercer rey de la dinastía aqueménida de Persia desde el año 521 al 486 a. C.. Heredó el Imperio persa en su cenit, incluidos los territorios iranios, Elam, Mesopotamia, Siria, Egipto, el norte de la India y las colonias griegas de Asia Menor. Según algunos autores, el declive del Imperio persa comenzaría con el reinado de su hijo, Jerjes I.
Según el relato tradicional, basado en el historiador griego Heródoto, Darío ascendió al trono tras asesinar al usurpador Gaumata, o falso Esmerdis, con la ayuda de otros seis aristócratas persas, siendo coronado a la mañana siguiente. La inscripción de Behistún, mandada a realizar por Darío, confirma su participación en la captura y muerte del usurpador, un miembro de la tribu de los magos, de origen medo según ambas fuentes, pero no coincide completamente con el relato griego. El nuevo soberano tuvo que hacer frente a numerosas revueltas desde el comienzo su reinado, sofocándolas con la ayuda de la nobleza aqueménida. También, amplió las fronteras del imperio conquistando Tracia y Macedonia, e invadiendo las tierras de los saces, una tribu escita que había luchado con los medos y eran considerados responsables de la muerte de Ciro II el Grande. Dirigió asimismo una expedición punitiva contra Atenas por la ayuda brindada por esta a los griegos de Asia Menor durante la revuelta jónica.
Entre sus logros se destaca la reforma administrativa y financiera del Estado; dividió el territorio conquistado en satrapías, asignando su gestión a un poderoso gobernador, con amplios poderes, el sátrapa. Implantó un sistema monetario unificado, organizó los códigos legales tradicionales de Egipto, por lo que Diodoro Sículo le llamó "el último legislador de Egipto" e hizo del arameo el idioma administrativo de las regiones occidentales del imperio. También impulsó proyectos de construcción, en especial en Susa, Pasargada, Persépolis, Babilonia y Egipto. Entre los documentos primarios de su reinado se destaca la ya mencionada inscripción de Behistún, una autobiografía de gran valor para la historia y para el desciframiento de la escritura cuneiforme.
Darío dejó un relieve monumental trilingüe en el monte Behistún escrito en elamita, persa antiguo y acadio en algún momento entre su coronación y su muerte. La inscripción ofrece en primer lugar una breve autobiografía de Darío donde se menciona su ascendencia y su linaje. Para explicar su ascendencia, Darío ofrece una serie de sucesos que ocurrieron tras la muerte de Ciro II el Grande, justificando su legitimidad por la gracia de Ahura Mazda, el dios zoroástrico. También se han hallado otros textos y monumentos en Persépolis, Susa, Babilonia o Egipto; un fragmento de inscripción en persa antiguo procedente de Gherla (Rumania); y una carta de Darío a Gadates, preservada en un texto en griego de época romana.
Fue hijo de Histaspes, gobernador de Partia bajo los reyes persas Ciro II y Cambises II. Su padre provenía de la dinastía Aqueménida persa, la misma a la que pertenecían Ciro II y Cambises II, quienes sin embargo no se tenían por tales, pues en los orígenes persas se la consideraba una alianza de tribus
Nació hacia el 549 a. C. y recibió una educación cortesana, como todos los hijos príncipes. Cambises II lo elevó a "portador de la lanza" personal, función en la que lo acompañó a su campaña contra los egipcios. Allí, hacia el año 522 a. C. Cambises II debió de recibir la noticia de la revuelta y alzamiento de su hermano, Esmerdis (en persa, Bardill) contra él en la capital Ecbatana, asentamiento originario persa.
Lo que había sucedido sigue siendo objeto de discusión. Se considera que Esmerdis había sido asesinado en secreto ya un año antes, con lo que Cambises sabía que un mago, Gaumata, habilitado como sustituto por él, estaba usurpando el poder. Pero según otras fuentes, fue Esmerdis quien realmente se levantó contra su hermano el rey.
En cualquier caso, Cambises partió inmediatamente de Egipto para sofocar la sublevación, pero murió en el camino, posiblemente en un accidente. Heródoto señala también la posibilidad de que se produjera un asesinato.
La reconstrucción de los hechos lleva mucho tiempo discutiéndose. La versión “oficial”, según Heródoto y el informe de los hechos de Darío es la siguiente. Darío decidió, según sus propias palabras, vengar a Cambises. Así que regresó a Persia y se ganó el apoyo de seis viejos amigos, colegas de educación cortesana, para preparar la caída del supuesto “falso Esmerdis”, que se llamaba Gaumata, hermano del gobernador de Oropastes.
En el fuerte de Sikayawautish, situado a las cercanías de Ecbatana lo encontró y lo asesinó. A continuación regresó con sus conspiradores a Persia, donde en Pasargada, la capital ceremonial del reino, se hizo coronar emperador como supuesto último descendiente de la línea aqueménida junto a su padre Histaspes y su abuelo Arsames, quienes abdicaron. Darío se consideró legítimo sucesor de Cambises. Sin embargo esta proclamación se encontró con la resistencia de una parte de la corte imperial, pues Gaumata había pertenecido a la clase noble superior y el pueblo lo apreciaba mucho por su generosa política fiscal.
Para continuar la legitimación de su poder se casó con la primogénita de Ciro, Atosa (en persa ‘‘Hutausa’’) y viuda de Cambises y de Gaumata. Quizá esperara que le alumbrara un varón, para regular las futuras pretensiones sucesorias. Ya tenía un hijo, pero de una mujer de ascendencia no aqueménida, la hija de Gobrias.
Hasta aquí la versión a grandes rasgos, presentada por Darío personalmente en la inscripción de Behistún. Mientras tanto, se han reforzado las dudas de los historiadores contemporáneos sobre el “Esmerdis falso”, cuestionado desde la antigüedad. Así hoy día se parte de que esta historia se divulgó en el campamento de Darío para legitimar las circunstancias de su ascenso al trono. Probablemente de esa manera es también como la conoció y recontó Heródoto. Especialmente llamativo resulta que nadie parezca haberse enterado del fallecimiento del "auténtico Esmerdis". Esto resulta inverosímil, ya que Ciro le había asignado el gobierno de toda la parte oriental del Imperio.
Darío afirma en la inscripción de Behistún que Gaumata mantuvo engañado a su entorno durante meses, incluyendo a la propia esposa. Siendo escépticos con los poderes mágicos, resulta poco verosímil que alguien parecido a Esmerdis y que hablara como él fuera en realidad el tal Gaumata.
La mayoría de los investigadores creen unánimemente hoy que Darío solo era pariente lejano de Ciro II y Cambises II. Ciro se consideraba descendiente de Teispes y como tal se denominaba, no como aqueménida. Las posteriores modificaciones genealógicas con las que Darío lo convirtió en fundador dinástico aqueménida sirivieron evidentemente para consolidar sus propias pretensiones reales. Una supuesta inscripción de Ciro en Pasargada, en la que debía llamarse aqueménida, ha sido entretanto reconocida como falsificación del tiempo de Darío. En cualquier caso la alteración genealógica no tiene una repercusión decisiva, pues él también era un teispida (vid. infra Árbol genealógico).
Pero sin Aquemenes existía una mancha decisiva, que no podía transmitirse a ningún rey predecesor en línea directa, ya que Ciaxares, probablemente depuso de sus funciones a Ariaramnes y le entregó su región de dominio a la otra línea teispida, la de Ciro I. Sin embargo, estos acontecimientos siguen en la oscuridad debido al mal estado de las fuentes.
Tras la coronación en Pasargada se mudó a Ecbatana, donde sufrió una serie de sublevaciones comenzando por Elam y Babilonia, encendidas por los seguidores de Gaumata (que en caso de haber sido muerto el "Esmerdis auténtico", se trataría de resistencia contra el usurpador Darío).
Hacia finales del 522 a. C. casi todo el imperio persa se encontraba bajo algún tipo de insurrección. Darío pudo sin embargo confiar en un ejército local, dirigido por un círculo de confianza, así que en el transcurso de un año las revueltas fueron sofocadas con éxito.
A esto se refiere la declaración sobre el tiempo entre sus siete primeras operaciones militares. Tras asesinar a Gaumata derrotó en total a ocho “falsos reyes” según sus propias palabras. A finales de 521 a. C. reinaba de nuevo la paz en el imperio, sólo la frontera septentrional seguía gravemente amenazada. En el 517 a. C. fue liberada también esta área y sometidos a tributo a sus habitantes, los escitas, victorias que pormenorizó en la inscripción de Behistún.
Durante sus primeros años de regencia realizó una completa reforma administrativa, cuyo principal componente fue la fundación de provincias unitarias, las satrapías. La extensión y localización de cada gobierno, así como sus funciones, es insegura, pues las fuentes, es decir, la lista proporcionada por Heródoto y las inscripciones reales persas, difieren mucho unas de otras. Estaban apoyadas por un gran aparato burocrático, conocido sobre todo por los registros egipcios. Tanto el que fuera el rey personalmente quien renovara las satrapías, como el que fueran vitalicias –salvo en pocas excepciones previstas–, permite deducir que el puesto se parecía al de un sub-rey o rey vasallo. Su poder provincial era enorme, y debía rendir pocas explicaciones al emperador, salvo las fiscales y militares. Según Heródoto, el sátrapa Aryandes llevaba carros de combate y también acuñaba su propia moneda. Como el emperador y los altos funcionarios cortesanos, los sátrapas poseían también su propio sello.
Este funcionamiento es diferente al de los feudos medievales europeos, ya que el señor feudal poseía el poder central e indiscutible. Así tenía el emperador por ejemplo la posibilidad, con una oferta real, de reclutar a su propio ejército, personalmente o delegándolo en terceros. Ya el nombre de este reclutamiento indica que aquí se alistaban contingentes de la misma área imperial –ordenados étnicamente–. Además Darío introdujo un ejército permanente que disolvió a las milicias de sus predecesores. Este ejército tenía entre otras tareas la de guardar la seguridad interior, similar a las modernas fuerzas policiales, y en cada gran ciudad había guarniciones. Aparte, había asociaciones responsables de la seguridad fronteriza. Desde Egipto se hicieron famosas estas asociaciones de soldados, estacionadas en las ciudades fronterizas. La guardia personal del rey, conocida como los Inmortales, también combatió en la guerra.
La lengua cancilleresca fue hasta el reino de Artajerjes I el elamita, posteriormente reemplazada por el arameo.
A continuación se creó una red de carreteras que unificó entre sí todas las grandes áreas imperiales. El camino real más conocido era el que conducía de Éfeso a Susa o, en realidad, hasta Persépolis, que Heródoto describe minuciosamente en su Historia. Facilitó mucho el comercio y el transporte, junto con los puentes sobre el Bósforo y la terminación de un canal desde el mar Rojo hasta el Nilo, ya comenzado por el faraón Necao II.
Bajo su gobierno, se reformó también el régimen monetario, además la acuñación del dárico significó la primera unificación monetaria de un imperio en la historia y benefició el comercio interior.
A todos los pueblos del imperio se les concedió el ejercicio de sus propias costumbres y religiones. Pese a todo, algunos se sintieron discriminados, bien porque —como Egipto— estaban insatisfechos con la soberanía persa, bien porque la fragmentación en múltiples satrapías les destruyó la ilusión de que los viejos imperios como el Medo, Lidio y Babilonio perduraban.
Por ejemplo los jonios, quienes bajo los lidios gozaron de numerosos privilegios hasta el punto de casi “helenizar” ese imperio. En Asia menor los griegos dejaron una huella, un influjo que no tenían sobre el Gran Rey. Debido a esta frustración quizá se expliquen las revueltas jónicas.
Con todo, no se rompió con todas las tradiciones. Continuó existiendo la unión personal del gran rey con el rey medo y babilónico. Darío designó, como ya había hecho Ciro y Cambises, a su hijo y copríncipe, Jerjes I, como rey de Babilonia. Además, todavía portaba personalmente el título de faraón egipcio.
Bajo Darío surgió una «paz pérsica», un estado de paz interior, caracterizado por un cuidadoso reajuste estructural imperial y en el que el reino poseyó una unidad segura y ordenada. Esto se expresó en que Darío cambió su título de “Rey de los persas” a “Rey de los países y pueblos” y representó equitativamente a las naciones representativas imperiales. Únicamente en la contribución fiscal poseían privilegios los persas, para quienes no había sátrapas ni tributos reales.
La paz predominó durante casi todo el gobierno de Darío. Solo Egipto era una provincia insegura. Aquí Ariandes había ampliado considerablemente su poder y, según Heródoto, acuñaba su propia moneda a imitación del dárico. Si esto debe considerarse una sublevación contra Darío, puede ponerse en duda, pues los sátrapas, que poseían por lo general bastante poder que aumentaba con el tiempo, también acuñaban monedas en las provincias.
En el año 486 a. C. sin embargo surgió un levantamiento abierto, promovido por las fuerzas egipcias; Ariandes había fallecido en el 500 a. C. Estas rebeliones tuvo que aplacarlas Jerjes, el sucesor de Darío; según Heródoto, después renunció a una invasión planeada a Grecia.
Prescindiendo de la frontera imperial septentrional con los escitas, cuyas actividades durante el tiempo de Darío son desconocidas, el único foco de inquietud en vida de este fue la frontera occidental jónica, donde en 499 a. C. sucedió el levantamiento que originó las guerras médicas. Sin embargo, la situación en otras zonas fue tranquila.
Darío continuó la política de Ciro que autorizaba la libertad de culto siempre que se aceptase a Ahura Mazda como máxima divinidad. Menciones positivas a esta práctica aparecen en el Libro de Esdras del Antiguo Testamento, en el que se menciona el supuesto apoyo a la reconstrucción del Templo de Jerusalén. Sin embargo, aparecen dudas a esta afirmación, pues Jenofonte ya menciona esta política primeramente en la ‘’Ciropedia’’ en el 362 a. C. La obra no representa ningún documento histórico. Faltan inscripciones del propio Darío sobre el apoyo a la reconstrucción.
Darío promovió el Zoroastrismo, pero el cuándo permanece confuso, al igual que los cultos persas de este tiempo. El dios supremo era Ahura Mazda, que no admitía ningún otro junto a él. Se supone que Darío heredó de su padre esta religión.
El apoyo al Zoroastrismo se implantó cuidadosamente. Los magos seguían siendo la clase sacerdotal superior, y por orden del gran rey se ofrecían sacrificios a los dioses iránico, elamítico y babilónico. Solo en las inscripciones reales se encuentra a Ahuramazda como único dios. Se presupone que la estatua que le hizo erigir a su mujer Artystone, era una efigie de la diosa madre persa Anahita.
Por esto surge la duda de que o era el giro zoroastrista de Darío una declaración vana, o nunca sucedió. El dios Ahuramazda se puede datar en el tiempo previo al zoroastrismo. La adoración de Ahuramazda como dios único tras los mandamientos de Zaratustra no se deja imponer. Del tiempo de Atajerjes II son actos oficiales en honor de Anahita y los Mithras, ambos también con seguidores en el tiempo sasánida.
Tras consolidar el dominio intrafronterizo, fue el momento de adelantarse a posibles amenazas desde la frontera oriental. Por lo que el área de los satagidas se anexionó definitivamente al imperio persa, cuyas tropas avanzaron hasta el valle del Indo, que pudo asimismo ser completamente avasallado. Especialmente valiosa para esta campaña de conquista demostró ser la región Gandhara, reconocidos como la tribu india más valiente y bajo dominio persa desde hacía mucho tiempo.
El valle del Indo no era solo políticamente interesante. En sus fértiles llanuras había muchas ciudades ricas y del río mismo se obtenía polvo áureo. Más lejos podía entonces establecerse comercio ilimitado con el interior subcontinental indio. Una impresión del interés comercial lo demostró el viaje de Escílax de Carianda, quien unos doscientos años antes había navegado la costa del golfo Pérsico desde Nearchos, para demostrar su utilidad para el comercio marítimo. Más tarde navegó también la península arábiga hasta Egipto.
Al comienzo de su reinado, Egipto se había separado del imperio y costaría muchísimo reconquistarlo. En lo que desempeñó un papel significativo Ariandes, el sátrapa designado por Cambises. Darío visitó personalmente el territorio en el 518 a. C. Este acto significó la derrota definitiva de la disidencia y la consideración de la anexión egipcia en Persia. La meseta Cirenaica había sido sometida durante la campaña egipcia de Cambises, pero recuperaron la independencia durante los tumultos de los años 522 al 521. En una expedición extraordinariamente pérfida y brutal, Ariandes conquistó las ciudades de Cirene y Barka y ensanchó su satrapía hasta el golfo de Sidra. Tal como prueban las inscripciones persas, se encontraban también los habitantes no griegos de la Libia oriental bajo dominio persa.
Es de suponer que pese al vasallaje, Darío seguía considerando a los escitas como una amenaza para la frontera septentrional imperial. Poblaban la región del mar de Aral hasta la actual Ucrania. Probablemente debían atacarlos y cercarlos desde su frontera occidental. Así, se envió una gran cantidad de reclutados ad hoc a preparar una campaña sobre el continente europeo. En Bizancio se destruyó un puente sobre el Bósforo, tal como documenta una inscripción encontrada en esa ciudad. El ejército se asentó sobre la orilla opuesta, la Tracia, y conquistó esta área para protegerse la retaguardia. Entonces avanzó por la costa del mar Negro y vadearon el Danubio en la región de los escitas, quienes emplearon la táctica de tierra quemada, obligándolos a retroceder. La frontera del Danubio se fortificó, protegiendo por lo tanto la Tracia. Mientras convertía sin embargo a los escitas en una amenaza continua para el resto de la historia imperial aqueménida.
Con la campaña militar de los años 513 y 512 a. C. entraron por primera vez en contacto con los griegos desde las expediciones de Asia menor de Ciro. Si bien es cierto que muchas áreas coloniales griegas mediterráneas orientales se encontraban bajo dominio persa, esta tierra les atraía poquísimo. Tras la dominación de Tracia, durante la que de paso se avasalló también Macedonia, los griegos independientes confiaban en que perdieran pronto el interés. Atenas intentó prevenirlos, al aliárseles en el 506 a. C., mediante un pacto que los persas entendieron como un sometimiento formal. Aunque los griegos jónicos habitantes de las costas asiáticas menores disfrutaban de numerosos privilegios –entre otros, incluso la concesión de su propia satrapía– se alzaron en el 500 a. C. Los atenienses rompieron la alianza y enviaron apoyo militar. En el 499 a. C. ocuparon y destruyeron Sardes, la capital de la satrapía Lidia.
El contraataque masivo persa alcanzó hasta Chipre.
El punto final de este levantamiento jónico se considera la toma y destrucción de Mileto en el 494 a. C., considerada la iniciadora de las revueltas. Y para prevenir futuros disturbios, se envió en el 492 a. C. una expedición de castigo, que sin embargo fracasó. Tracia y Macedonia, que se habían desprendido del imperio durante los levantamientos, fueron reconquistadas, pero la expedición contra Atenas fracasó al estrellarse la flota contra el monte Atos durante una tormenta.
Dos años después se desarrolló una campaña militar contra Datis y Artafernes exitosa al principio. En el mar Egeo pudo intensificarse la hegemonía persa y Eretria quedó destruida. La marina persa atracó cerca de la llanura maratoniana, para disponer de un campo de batalla abierto contra los atenienses. La estrategia se cambió tras varios días y entonces planearon atacar Atenas directamente desde las naves. Y reembarcando en las trirremes los sorprendieron los atenienses bajo órdenes de Milciades y les destruyeron una parte de la armada. Entonces avanzaron a marchas forzadas hacia Atenas, para evitar una posible capitulación urbana. Filípides corrió sin parar hasta la ciudad para anunciar inmediatamente la victoria. Los persas, por su parte, se retiraron.
A esta batalla de Maratón se le ha concedido un significado histórico trascendental, representada como el éxito de la unión occidental libre frente al despotismo oriental. Mientras tanto, los historiadores argumentan sin embargo que los persas solo pretendían castigar la infidelidad ateniense a la alianza, y no avasallar el país.
El hijo de Darío, Jerjes I sería el primero en emprender una gran invasión a Grecia. Pese a los fracasos frente a Atenas, se consideraba la frontera oriental liberada, ya que la costa jónica se encontraba de nuevo bajo dominio persa.
Bajo Darío aconteció una ruptura entre arte y arquitectura. Hay del tiempo de Ciro y especialmente de Cambises pocas fuentes arqueológicas, las pocas conservadas remiten a cultos de tradiciones locales. Un famoso relieve del tiempo de Ciro en Pasagarda muestra influjo elamita. Solo la tumba de Ciro presenta una forma original, sin que se conozcan ejemplos directos para esa construcción.
Bajo Darío se reunieron conscientemente diferentes elementos estilísticos, artísticos y arquitectónicos de todo el imperio. Los monumentales y estriados pilares de palacios y edificios públicos recuerdan, con excepción de los materiales constructivos y las dimensiones, al fuste griego, pero sin embargo son probablemente ejecutados a imitación de ejemplos mesopotámicos. Los capiteles muestran sobre todo influjo egipcio.
Tal como suponen numerosos científicos orientalistas y egiptólogos, la planta del palacio de Persépolis es originaria egipcia (Gerd Gropp). En contra destacan los historiadores antiguos, que defienden los modelos para palacios en la India y construcciones en Grecia.
Como en la historia general del Oriente Próximo y Medio antiguos, también fue entre los aqueménidas el relieve el arte de moda. Se encuentra en inscripciones, muros palaciegos y entrada de escaleras. Bajo el predecesor de Darío se caracterizaba el relieve sobre todo según ejemplos elamitas. Bajo Darío se muestran claros ejemplos mesopotámicos, especialmente asirios. Los relieves se pintaban y muchas veces se enjoyaban; así se hicieron por ejemplo muchas barbas en los relieves de Persépolis con lapislázuli. Influjos babilónicos se aprecian sobre todo en los relieves de Susa, que como mínimo parcialmente, son contemporáneos de Darío. Los de Susa están hechos de ladrillo pintado y vidriado, que hacen pensar en procesiones públicas y la puerta de Istar en Babilonia.
Darío quiso trasladar el centro imperial desde la médica Ecbatana y la mesopotámica Babilonia a la tierra originaria persa; en cuya vecindad directa se encontraba Elam con su antigua capital real Susa, que Darío amplió como su residencia principal, función que mantuvo hasta el final del imperio. En otra ciudad también persa y que había sido centro administrativo, mandó construir una residencia. La ciudad fue denominada ‘’Parsa’’ por la costumbre de llamar a las capitales como los países. Los griegos la llamaron Persépolis.
Bajo Darío también floreció la escultura. Pequeñas y mayores estatuillas y figuras hechas de materiales preciosos como lapislázuli o marfil. Además hay una estatua de Darío a tamaño natural procedente de Egipto, que aunque lo muestra con túnica e insignias reales persas, también tiene inscripciones en jeroglíficos egipcios. Obritas artísticas y artículos rituales están hechos de metal noble, sobre todo oro y plata. Un gran número de ellos se encontraron en el tesoro del Oxus, donde además aparecieron algunos retales y una alfombra mayor, que también indican una gran habilidad ya en esta área.
Al norte de Susa se crearía un nuevo complejo palacial. Una terraza se colocaría en uno de los vestíbulos (en persa, ‘’Apadana’’) y se construiría un palacio que bajo Artajerjes I destruyó un incendio para ser después reconstruido. Solo han quedado relieves de ladrillo cristalizado, cuya mayoría hoy se encuentra en París.
El proyecto de construcción en Persépolis se pareció al de Susa. Aquí también construyó una apadana en la terraza. Junto a la cual se edificó un palacete, posiblemente para asuntos privados. Estas obras fueron pese a todo algo menores a las de Susa. Además, en la terraza se levantaron los edificios administrativos que, sin embargo, hasta ahora han sido poco estudiados arqueológicamente.
Tanto en Persépolis como en Susa se construyeron los edificios con materiales de diferentes países y se levantaron con mano de obra de todo el imperio. Los diferentes pueblos fueron retratados en los relieves de las escaleras con uniformes y obsequios típicos de cada país.
Probablemente durante el gobierno de Ciro perdió Pasargada el papel de sede gubernamental y se mantuvo como capital ceremonial y probablemente también religiosa del imperio. Obras quizá comenzadas por Ciro fueron terminadas durante el reinado de Darío; además se construyó un nuevo palacio. El método constructivo recuerda al de Susa y Persépolis. Si bien es verdad que en un edificio se inscribió el nombre de Ciro, el hecho es que la escritura cuneiforme empleada habla por sí, pues se introdujo bajo el mandato de Darío.
También en Egipto, numerosas construcciones, especialmente de carácter religioso, testimonian el reinado de Darío. Se construyeron o restauraron varios templos durante su época de gobierno, entre ellos el templo de Hibis y Qasr el-Ghueda en el oasis de Jariyá, el templo de Ptah y el templo de Busiris. Otras construcciones de Darío se pueden ver en Karnak, Fayum y Sais. Los materiales constructivos se obtenían en parte de las canteras de Uadi Hammamat, en cuyas rocas aparecen inscripciones de Darío. Una importante obra fue también la conclusión de un canal de ochenta y cuatro kilómetros de largo, comenzado bajo Necao II, que conducía desde el Nilo, por Uadi Tumilat, hasta el mar Rojo, facilitando la comunicación de Persia con Egipto. A lo largo del canal, se han encontrado estelas escritas en jeroglíficos egipcios, persa antiguo, elamita y acádico.
Heródoto refiere que Darío se aprestó enseguida a preparar una nueva expedición contra Grecia, que dirigiría personalmente, pero fue interrumpida por una insurrección en Egipto en 486 a. C. Mientras se preparaba para intervenir, le sobrevino una enfermedad y murió en octubre del mismo año. Fue inhumado en una tumba rupestre, que hizo construir en vida, en Naqsh-e Rostam.
Le sucedió su hijo Jerjes I a la cabeza del Imperio.
Sobre el reinado de Darío hay un numerosas fuentes epigráficas en el territorio regido por el Imperio Aqueménida:
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