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Jerjes I



Jerjes I, también conocido como Jerjes el Grande en persa (خشایارشا/xšayāršā) (circa 519-465 a. C.), fue el quinto Gran Rey del Imperio aqueménida (486-465 a. C.), hijo de Darío I y de Atosa, hija de Ciro II el Grande. Su nombre Jerjes (también escrito Xerxes) es una transliteración al griego (Ξερξης, "Xerxēs") de su nombre persa tras su ascensión al trono, Jshāyār shāh, que significa "gobernador de héroes".

Académicos de la Biblia los suelen asociar con Asuero, aunque también lo relacionan con Artajerjes II , se dice que Asuero reinó desde la India hasta Cus (Etiopía), [1][2]​ en la actualidad dicho personaje bíblico es considerado ficticio.[3][4][5]

Jerjes fue designado sucesor de Darío I por delante de todos sus hermanastros, mayores que él, y que nacieron antes de que Darío ascendiera al trono. Tras ser coronado en octubre de 486 a. C., se enfrentó victoriosamente a una rebelión en el Egipto sometido, que comenzó en 486 a. C.. Dejó a su hermano Aquemenes como sátrapa de esa región, sobre la cual ejerció un control represivo.

Sus predecesores, especialmente su padre, no fueron muy afortunados en sus intentos de conciliar las antiguas civilizaciones sometidas con el gobierno persa. Esta fue probablemente la razón por la cual Jerjes abolió definitivamente el reino de Babilonia en 484 a. C., cuando también se llevó la estatua dorada de Bel (Marduk o Merodac, cuyas manos debían tocar el legítimo rey de Babilonia el primer día de cada año) y mató a los sacerdotes que trataban de impedírselo.[6]

Por lo tanto, no aparece con el título de Rey de Babilonia en los textos babilónicos que datan de su reinado, pero sí con el de Rey de Persia y Media, o simplemente Rey de naciones (equivalente a Rey del mundo). Este proceder desencadenó dos rebeliones, en 484 a. C. y en 479 a. C., que fueron sofocadas enérgicamente.

Una vez sofocadas todas las revueltas, y alentado por su primo Mardonio,[7]​ trató de vengar la derrota sufrida por su padre, Darío I, en la batalla de Maratón, durante la Primera Guerra Médica (490 a. C.). Darío no había podido castigar a los atenienses por su intromisión en la Revuelta jónica en Asia Menor, por lo que Jerjes planificó la operación de castigo y conquista con sumo cuidado (483 a. C.).

Ya que una flota persa había naufragado en el año 492 a. C. al pie del monte Athos, mandó excavar el Canal de Jerjes a través del istmo que comunicaba la Península Calcídica, donde está el Monte Athos, con el continente europeo;[8]​ se almacenaron provisiones en escalas a lo largo de la ruta que recorría Tracia y se erigieron dos puentes que atravesaban el Helesponto.

Jerjes concluyó una alianza con Cartago, lo cual privó a los griegos helénicos del apoyo de los griegos sicilianos de Agrigento y Siracusa, a la vez que consiguió ganar para la causa persa a varios Estados griegos, como Tesalia, Macedonia, Tebas y Argos. Los persas lograron reunir para la ocasión una gran flota (la mayoría de las naves procedían de sus vasallos fenicios y chipriotas) y un poderoso ejército. En relación al número de efectivos, podemos mencionar lo siguiente extraído del libro VII de Heródoto:

De esta forma, en la primavera del año 480 a. C., Jerjes abandonó Sardes al frente de su ejército, desencadenando así la Segunda Guerra Médica contra la alianza griega de Atenas y Esparta. En principio el ejército persa consiguió importantes victorias: la flota griega fue rechazada en el cabo Artemisio, y tras la victoria sobre Leónidas I de Esparta y sus 300 hombres en el desfiladero de las Termópilas,[9]​ los persas devastaron Beocia y el Ática, llegando hasta Atenas.

La ciudad había sido evacuada previamente por orden de Temístocles, refugiándose sus habitantes en las islas cercanas, de manera que el ejército persa solo tuvo que enfrentarse a la guarnición de la Acrópolis, saqueando a continuación la ciudad e incendiando y arrasando los templos de la Acrópolis, mientras las fuerzas espartanas y atenienses establecían su última línea de resistencia en el istmo de Corinto y el golfo Sarónico.

Sin embargo, Jerjes fue engañado por un astuto mensaje de Temístocles, llevado por un falso esclavo huido del campo griego, en el que animaba a los persas a atacar cuanto antes.[10]​ De opinión en contra fue la advertencia de Artemisia de Halicarnaso), reina aliada de Jerjes, que estimaba perjudicial atacar a la flota griega bajo condiciones adversas, en lugar de enviar parte de sus barcos al Peloponeso y esperar simplemente la disolución del ejército griego tras un prolongado asedio.[11]​ La batalla naval librada en Salamina (480 a. C.), donde la flota griega se había refugiado en el golfo entre el Ática y la isla de Salamina, fue ganada por los griegos. Interrumpidas las líneas de suministro marítimas con Asia Menor, Jerjes decidió retornar a Sardes, mientras para los griegos la victoria supuso un respiro y les dio la posibilidad de reorganizarse en busca de una batalla decisiva.[12][13]​ Así, el ejército que Jerjes dejó en Grecia al mando de Mardonio fue derrotado en 479 a. C. en Platea. La posterior derrota persa en Mícala, al norte de Mileto, supuso la libertad de las ciudades griegas de Asia Menor y la renuncia de Jerjes a las mismas, dejando de entrometerse en la política griega.

Según narra Heródoto, las motivaciones de Jerjes para efectuar la expedición de conquista contra los griegos eran dos: el castigo del apoyo militar que los atenienses habían dado a la sublevación jonia y la consecución de una monarquía universal sometida al dominio persa.[14][15]

Un hecho a resaltar es que Jerjes no combatió contra todos los griegos, ni contra Grecia entendida como país (ya que el país de Grecia era inexistente; solo existían las polis), sino contra una alianza de ciudades griegas, contra la cual consiguió la ayuda de otras ciudades griegas de la propia Hélade, no interesadas en un frente común, bien por no sentirse amenazadas por los persas, o por haberse aliado con estos, abiertamente o en secreto, como fue el caso de los príncipes de Tesalia, de Argos, enemiga jurada de Esparta, o de los aqueos del norte del Peloponeso, no interesados en ninguna guerra.[16]

De los últimos años del reinado de Jerjes poco se sabe. Se conoce que envió a sátrapas a intentar la circunnavegación de África, pero la victoria de los griegos en la Segunda Guerra Médica supuso la paulatina inmersión del Imperio aqueménida en un estado de apatía, de la cual no volvería a despertar. El mismo rey se vio involucrado en varias intrigas palaciegas, dependiendo en exceso de sus cortesanos y eunucos.

Después de los errores militares cometidos en Grecia, volvió a Persia. Allí supervisó la finalización de muchos proyectos iniciados por su padre en Susa y Persépolis, como la Puerta de las Naciones y la Sala de las cien columnas, en Persépolis, que son las estructuras más grandes e impactantes del palacio. También la conclusión de la Apadana del palacio de Darío, y el Tesoro, ambos empezados por Darío, y su propio palacio, que alcanzó el doble de tamaño del de su padre. Su gusto arquitectónico era similar al de Darío, aunque a una escala todavía más gigantesca.[17]

Dejó varias inscripciones: en Van (Armenia), en el Monte Elvend (cerca de Ecbatana) y en Persépolis. En todos esos textos simplemente recogió las palabras de su padre.

En 465 a. C., Jerjes fue asesinado por Artabano, comandante de la guardia real y el más poderoso funcionario de la corte persa. Aunque Artabano llevaba el mismo nombre que el famoso tío de Jerjes, su ascenso se debió a su popularidad en los sectores religiosos de la corte y a intrigas del harén. Ideó un plan para destronar a los aqueménidas y colocó a sus siete hijos en posiciones clave del gobierno.[18]​ Aunque existe una contradicción: en el año 475 a. C., Artabano lideró junto al eunuco Aspamitres (o Mitrídates) la conspiración que asesinó a Jerjes. Artabano inculpó a Darío, primogénito del rey, el cual fue ejecutado por el segundo hijo, el futuro rey Artajerjes I. Enterado del engaño por medio de Megabizo, Artajerjes derrotó y dio muerte a Artabano, para luego defender su pretensión al trono frente a Histaspes, su hermano menor. El 4 de agosto de este año, Artabano asesinó a Jerjes[19]​ con la ayuda de un eunuco llamado Aspamitres. Los historiadores griegos dan versiones contradictorias sobre el suceso. Según Ctesias (en Persica 20), Artabano acusó del asesinato al príncipe heredero, Darío, primogénito de Jerjes, y persuadió a otro de los hijos de Jerjes, Artajerjes, a vengar el parricidio, matando a Darío.

Pero según Aristóteles (en Política 5-1311b), Artabano mató primero a Darío y luego a Jerjes. Cuando Artajerjes descubrió los asesinatos, mató a Artabano y a sus hijos.[20]​ En estas intrigas participó el general Megabizo, cuya decisión de cambiar de bando probablemente salvó a los aqueménidas de perder el trono persa.[21]

En el libro bíblico de Ester, se menciona a Jerjes con el nombre AsueroAḥashverosh (Ahasuerus en griego, אֲחַשְׁוֵרוֹשׁ en hebreo)—.[1][2]​ Durante su reinado, y también en el de su antecesor (Darío I) y en el de su sucesor (Artajerjes I), muchos samaritanos pidieron ayuda al rey de Persia con acusaciones contra los judíos.

Igualmente se indica que Asuero repudió a su reina consorte Vasti, debido a que ella se negó a obedecer su orden de aparecer como reina del imperio en una fiesta que el rey había organizado para mostrar las riquezas y poderío de su reino. Según las usanzas persas, tal comportamiento por parte de la reina debía ser castigado con su inmediata destitución. Una vez hecho esto, el rey debía elegir para sí una reina, por lo que después de reunir a un considerable número de muchachas vírgenes de todo el imperio, Asuero escogió finalmente a Ester, cuyo origen judío había ocultado hasta al mismo rey.

Hamán, el agagueo, ministro del rey y proveniente de un pueblo que había sido destruido por Israel obedeciendo el mandato de Dios, aprovechó un disgusto personal con un judío de nombre Mardoqueo (primo[22]​ y tutor de Ester), ya que este rehusaba inclinarse ante él, para convencer al rey Asuero de ordenar por decreto la destrucción del pueblo judío por no seguir sus mandatos. Tal decreto fue publicado. Sin embargo, la reina Ester, aconsejada por su primo[22]​ Mardoqueo, halló gracia ante su esposo (el rey Asuero), y logró intervenir en favor de su pueblo al desvelarle a él su identidad judía y dejar al descubierto la trama de Hamán. Como los decretos del rey eran irrevocables, hubo de publicarse un nuevo decreto, dando al pueblo judío el derecho a defenderse de sus atacantes.

En su obra Antigüedades de los Judíos, Flavio Josefo sugiere que esta historia es real, y que tanto Ester como Vasti fueron personajes que existieron realmente. Pero Heródoto, por su parte, señaló que la reina consorte de Jerjes era Amestris, la hija de Ótanes.

De Amestris[23]

De madres desconocidas




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