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Democracia directa



La democracia directa, llamada también democracia pura,[1]​ es una forma de democracia, en la cual el poder es ejercido directamente por el pueblo en una asamblea. Dependiendo de las atribuciones de esta asamblea, la ciudadanía podría aprobar o derogar leyes, así como elegir a los funcionarios públicos. La democracia directa se ejercía en la Antigua Grecia, y en la actualidad testimonialmente en la asamblea anual de los ciudadanos de algunos cantones suizos de alta montaña.[2]

Debido a la imposibilidad que todos los electores de un país se puedan reunir en tiempo y lugar, la aplicación de la democracia directa en todas las etapas de toma de decisiones no ha tenido aplicación práctica. Por ello la forma común de aplicación es mediante la democracia semidirecta, donde se tiene un gobierno representativo y se disponen de mecanismos de democracia directa. Este tipo de democracia se aplica principalmente en Suiza.[3]

Sin embargo, el uso de Internet ha dado lugar a propuestas que permitirían la posibilidad de que pueda aplicarse la democracia directa en el día a día, conocidas bajo los nombres de democracia directa digital, democracia líquida/delegativa o wikidemocracia. Existen diferentes movimientos sociales que buscan su implementación, el Movimiento Occupy, el 15M o el Movimiento de los chalecos amarillos son algunos de ellos.

Los mecanismos de la democracia directa (abreviados como MDD) son, en principio, cinco: el referéndum o plebiscito, la iniciativa popular, la revocación (recall) y la avocación.[2]

El referéndum puede emplearse para aprobar o rechazar una determinada ley. La iniciativa popular permite a los ciudadanos presentar peticiones a los poderes del Estado para que un determinado asunto público sea tomado en consideración, como puede ser una reforma legislativa o incluso constitucional, donde posteriormente esa propuesta de ley o reforma es votada mediante referéndum vinculante. La revocatoria de mandato da al pueblo el derecho de destituir de su cargo a los funcionarios electos antes de finalizar su mandato.

Los mecanismos de la democracia directa se aplican en la actualidad en la democracia semidirecta, principalmente Suiza. La mayoría de las democracias actuales son del tipo democracia representativa, permitiendo formas limitadas de democracia directa y generalmente no vinculantes.

Los primeros registros que se conservan de democracia directa provienen de la antigua democracia ateniense, comenzando en 507 a. C. Esta experiencia duró aproximadamente dos siglos, durante los cuales el poder recayó en una asamblea en la que estaban todos los ciudadanos varones que no eran esclavos ni extranjeros. Los cargos públicos eran elegidos por sorteo, y un representante elegido por la asamblea se encargaba de liderar el ejército de la ciudad, llamado estratega.

El tamaño reducido de la ciudad-estado de Atenas por aquel entonces (en torno a las 45.000 personas) y las restrictivas condiciones para ser considerado ciudadano (solo los varones no esclavos y nacidos de padre y madre atenienses lo eran) y, por tanto, para poder participar en la vida política de la ciudad, minimizaban las dificultades logísticas inherentes a esta forma de gobierno.

También hay que tener en cuenta la historia de la Antigua Roma, en la que los ciudadanos realizaban y aprobaban las leyes, que comenzó en torno a 449 a. C. y duró aproximadamente cuatro siglos, hasta la muerte de Julio César en 44 a.C, aunque muchos historiadores ponen el fin de la República romana en el año 43 a.C., con la aprobación de una ley llamada Lex Titia. Según algunos historiadores[¿quién?], el hecho de que los ciudadanos tuvieran el protagonismo de hacer las leyes fue un factor importante que contribuyó al auge de Roma y la civilización grecorromana.

La democracia directa, tal como fue establecida en las antiguas polis griegas, se aplica mediante asambleas populares en tan solo dos cantones suizos: Appenzell Rodas Interiores y Glaris, donde aún hoy en día es la más alta institución política a nivel cantonal. En la llamada Landsgemeinde, el pueblo se reúne en la plaza pública de la ciudad o en una pradera una vez al año, donde aprueban las leyes, el presupuesto y también las reformas constitucionales. Por cuestiones prácticas estas asambleas fueron eliminadas del resto de cantones suizos.[3]

La democracia directa digital o electrónica es una forma de democracia directa en la cual Internet y otras tecnologías de comunicación electrónica se usan para mejorar la burocracia involucrada con los referendos, registrando electrónicamente los votos. Muchos partidarios piensan que también se pueden incluir en esta noción las mejoras tecnológicas al proceso deliberativo, o incluso a la gestión de gobierno para acercarla a los ciudadanos. A la democracia directa electrónica se le llama a veces EDD (muchos otros nombres se usan para lo que es esencialmente el mismo concepto).

Según el concepto de aplicación moderada de la tecnología a la democracia directa, los ciudadanos tendrían el derecho de votar en asuntos legislativos ante el parlamento o el congreso, escribir nuevos proyectos legislativos y revocar representantes en cualquier etapa en la que se encuentra un determinado país.

Un ejemplo contemporáneo que toma un acercamiento evolucionario a la Democracia Directa Electrónica es aquel en el que los representantes conducen referendos independientemente usando Internet u otras tecnologías de la comunicación. Este paso potencial hacia la democracia directa electrónica no requiere cambios constitucionales, ya que simplemente refuerza la relación entre el elector y el elegido. El extremo sería aquel en el cual los representantes electos del pueblo en un parlamento o en un gobierno se limitasen a transmitir a los ciudadanos aquellos proyectos que se proponen a su decisión, y hacer efectivos después los resultados de esos referendos electrónicos.

Ross Perot fue por un tiempo un prominente defensor de la Democracia Directa Electrónica cuando propuso Ayuntamientos Electrónicos durante sus campañas presidenciales de 1992 y 1996 en los Estados Unidos. Este concepto ha sido recuperado por otros movimientos en diversos lugares del mundo en la actualidad gracias a las posibilidades de Internet.

La democracia directa electrónica como sistema no ha sido implementada totalmente en ningún lugar del mundo, aunque Suiza, ya gobernada parcialmente por democracia directa, se mueve en dirección a dicho sistema.[4][5]

Entre las objeciones más importantes que se suelen imputar a la democracia directa se refiere a su practicidad y eficiencia. Decidir sobre todos o casi todos los temas de importancia pública mediante referéndum puede ser lento y costoso, y puede provocar en los ciudadanos apatía y fatiga. Los defensores actuales de la democracia directa suelen sugerir que la democracia electrónica (con herramientas como los wikis, los foros o la televisión digital) puede paliar esos problemas. El modelo suizo demuestra, sin embargo, que a pesar de ser posible decidir sobre todos los temas, en realidad solo pocos temas llegan a votación popular, ya que el mero hecho de que se podría convocar un referéndum obliga a los políticos a buscar compromisos en el trámite parlamentario para evitar un referéndum. De este modo la democracia directa genera resultados consensuados sin la necesidad de que todo sea votado en urnas. El no solicitar un referéndum equivale a una aprobación implícita de las decisiones tomadas por el parlamento.

Dado que las preguntas deben ser cortas, con una respuesta de sí o no, los votantes podrían asimismo elegir políticas incoherentes. Por ejemplo, una mayoría podría votar a favor de reducir los impuestos mientras que una mayoría podría también votar por un incremento del gasto público en educación. La respuesta común a esta crítica es que el problema de las decisiones inconsistentes no es exclusivo de esta forma de democracia.

Algunos estudiosos utilizan el término democracia semidirecta para describir sistemas de democracia directa que cuentan con mecanismos para proteger las libertades civiles, así como para proteger de la mayoría a los intereses de las minorías (ver: derechos fundamentales, igualdad ante la ley, imperio de la ley). La puesta en práctica de la democracia directa suele traducirse en un proceso de confrontación, en el que la ciudadanía discute y elige dos opciones definidas por expertos. Este proceso se caracteriza por una falta de deliberación orientada hacia el consenso, y el peligro de derivar en una dictadura de la mayoría, latente en cualquier tipo de democracia.

El modelo canadiense de asamblea de ciudadanos procura sortear muchas de las desventajas de la democracia directa a través de un proceso basado en la deliberación y el consenso, bastante diferente del caracterizado por las iniciativas y los referendos.

Existe una contracorriente reaccionaria de cuño anglosajón que propugna como posible variante de la democracia directa la implementación de combinaciones de las instituciones actuales con aplicaciones democráticas del sorteo (ver: demarquía). Entre los autores más relevantes de esta corriente pueden citarse a John Burnheim, Ernest Callenbach, A. Barnett y Peter Carty, Bárbara Goodwin o, en el ámbito francés, Yves Sintomer. Los autores consagrados que han dedicado más espacio a este tipo de propuestas son Robert A. Dahl y Benjamin Barber. En el mundo hispanohablante la recepción aún es muy reducida, pero se distingue de la anglosajona en que no contendría elementos reaccionarios. Por ejemplo, autores como Juan Ramón Capella han planteado la posibilidad de acudir al sorteo como herramienta democratizadora.[6]

Realmente no deja de ser una democracia representativa, con una dosis aleatoria de democracia directa.



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