Desgracia es la octava novela del escritor sudafricano J. M. Coetzee, Premio Nobel de 2003. La obra fue galardonada en 1999 con el prestigioso Premio Booker, lo que convierte al autor en el único que lo ha obtenido dos veces. La primera edición en español fue presentada por la editorial Mondadori un año después (en 2000), traducida por Miguel Martínez-Lage.
David Lurie es un académico dos veces divorciado y experto en poesía romántica inglesa, docente de la Universidad Técnica de Ciudad del Cabo, que pierde contacto con la meretriz que solía frecuentar debido a que ésta decide reformar su vida. Aunque intenta, empleando detectives privados, volver a contactarse con ella, es rechazado. Inicia entonces un affair con una de sus alumnas, una joven de nombre Melanie Isaacs, con quien tiene intimidad forzándola, y en más de una oportunidad. El novio de la muchacha (de nombre Ryan) encara al profesor. Por su parte, Melanie desaparece de las clases que dicta Lurie. Este había cometido además otras faltas: había indicado que había asistido a una evaluación a la que ésta se ausentó y le asignó una calificación, pese a que la alumna había retirado su matrícula del curso, cosa que Lurie ignoraba. Finalmente es investigado luego que Melanie lo denunciara ante las autoridades universitarias y se descubrieran las otras faltas que había cometido, sin embargo, se niega a pedir disculpas, y pierde su colocación en la universidad al negarse a firmar una declaración escrita por otro de antemano.
Posteriormente, viaja a una hacienda algo apartada, donde se reúne con su hija Lucy. Ahí se dedica al agro y al cuidado de mascotas ajenas, pero tiempo después son visitados por ladrones que roban enseres, violan a la hija y queman con líquido inflamable la cabeza del protagonista. En el lugar hace amistad con una mujer de nombre Bev Shaw, a quien cuenta sobre el problema reciente de su hija, el posible embarazo y la posibilidad de haber contraído alguna enfermedad de transmisión sexual. Ella se niega a abortar, pero no por convicciones morales ni religiosas; también se niega a denunciar la violación a la autoridad, algo que, según la percepción de David Lurie, es ser cómplice del delito.
Es noticia en el diario local. Tiempo después retorna a Ciudad del Cabo y cena con la familia de la chica de la que abusó sexualmente, que rezan antes de probar los alimentos y parecen por eso ser personas religiosas que lo perdonan. Comprueba que ya no puede tener acceso a los servicios de la universidad; además de que su departamento fue saqueado durante su ausencia.
Luego traba una conversación con una de sus ex esposas por las peripecias que está viviendo. Ella critica la manera cómo él mismo arruinó su vida. En la ciudad aprovecha para ver a Melanie participar en una representación teatral, pero el novio lo acosa y lo echa. Regresa con su hija y agrede físicamente a un muchacho a quien sorprende espiando a su hija bañándose sin que ésta lo advirtiera. La novela termina cuando Bev Shaw (con quien también había llegado a tener sexo) le pregunta curiosa si renunciaría a su perro favorito, pues día a día eliminaban a los canes que tenían enjaulados. Lurie responde que sí.
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