x
1

Diego de Ospina y Medinilla



El Capitán Don Diego Martínez de Ospina y Medinilla Acosta (1567, Remedios, Antioquia; 1630, Neiva, Huila), conocido como El Rey Chico. Su padre se llamaba Francisco Martínez de Ospina y Medinilla y su madre fue doña Marquesa de Acosta. Sus abuelos paternos fueron Juan (El Bueno) Martínez de Ospina y Doña Catalina Medinilla; sus abuelos maternos fueron Antonio Acosta - Home e Isabel Cardozo. Tenía dos hermanas llamadas Isabel y Casilda. El Rey Chico fue encargado de la Justicia Mayor, Gobernador de Cimitarra, Timaná y Neiva; Capitán General, Alguacil, Alcalde de la Real Audiencia de Santa Fe, Canciller del Nuevo Reino de Granada y encomendero de Calamoima. Fundó Neiva el 24 de mayo de 1612.[1]

Hijo del también conquistador y colonizador Francisco Martínez de Ospina y Medinilla quien fue conquistador del Valle de Upar y del Norte de Antioquia, nacido en Salinas de Añana, España. Pacificador de la Provincia de Mariquita, fundador de la ciudad de Remedios en 1560 donde nació El Rey Chico, apelativo que adquirió Don Diego de Ospina y Medinilla por ser hijo de la noble Doña Marquesa de Acosta - Home de España.

Es erigida la Gobernación de Neiva, bajo la Presidencia de Borja y la Real Audiencia, encargó de ella a don Diego de Ospina y Medinilla, antioqueño nacido en Remedios (Antioquia). La formaban las providencias de Timaná, Neiva y Saldaña. Pero no se materializó jurídicamente hasta dos años después, años que dedicó su fundador a la exploración de un sitio ideal, el fomento de su amistad con los nativos y el desarrollo de su empresa agrícola y ganadera.

Diego de Ospina y Medinilla, Capitán General y Alguacil mayor, seleccionó la margen derecha del Río Magdalena, entre el Río Las Ceibas, la quebrada del Curíbano o La Toma y el Río del Oro para establecer sus cuarteles permanentes y desde allí seguir esparciendo las semillas agrícolas y ganaderas que había llevado consigo, y le dio al sitio el nombre de Nuestra Señora de la Limpia Concepción del Valle de Neiva (hoy Neiva).

La constancia en diligencia auténtica dice:

Don Roberto Falla en la Revista Cabildo narra así su fundación:

Despacha con un gesto, a señores e indios, escribano y curas, parientes y allegados, y trepa lentamente a la cúspide del Cerro de los Chaparros que a la fundación vigila, contempla desde allí las estacas que distribuyen los solares, la plaza, la parcela de la iglesia. Una nueva ciudad ha dado al Rey Felipe. Mira sus dominios de Gobernador, que se extienden desde el lejano Páramo de las Papas al sur, hasta Saldaña al Norte. Los Pijaos ya no son el problema y ha asegurado un franco camino de vinculación con Popayán y Quito, y dado seguridad a los territorios de la Corona apoyando los fuertes de Timaná y La Plata.

La ciudad será grande, próspera y católica; centro promisorio de desarrollos económicos. Con la ciudad nueva la extensión comarcana se poblará, cimentará el imperio colonial, habrá frutos en sus campos y ganados en las dehesas y se tornarán mansas y salvarán su alma; y el Rey tendrá más reales, quintos y patrimonio, sobre todo ahora que el sol amenaza ponerse en Flandes. Don Diego programa en detalle el futuro de su ciudad. Mañana edificará su mansión en aquel costado de la plaza, cerca de la iglesia y frente al árbol de la justicia. Como hay caña de azúcar habrá aguardiente y estancos, porque necesita rentas. Los alcaldes, cabildos y regidores serán leales y justos.
Levántase el chambergo para alargar la visión. Al sur divisa el Cerro de la Curinga donde los indios bravos enterraron las campanas de la primera Neiva que soñó Don Juan de Cabrera en 1539, luego al norte columbran los restos de la otra Neiva, la del capitán Juan de Alonso, incendiada. No, su obra será definitiva; sin asaltos, incendios ni traslados. ¿Y para qué meditar más?. Los mostachos le huelen nuevamente a gloria y mientras lo envuelve la penumbra crepuscular, se santigua y desciende del Cerro al trote de su alazán que alazán tuvo que serlo emocionado, orgulloso y fuerte como corresponde a un Capitán que le ha ganado una batalla a la Historia. Y masculla:

Murió a la edad de 63 años en 1630 en Neiva. Fue enterrado en la capilla que había ayudado a construir y que aún no se había terminado.

Sus restos reposan en la iglesia del convento de Santo Domingo, en Bogotá, y se cumple así la memoria y exigencia testamentaria.



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Diego de Ospina y Medinilla (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!