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Diosa Venus



Venus fue la diosa del amor, la belleza y la fertilidad de la mitología romana a quien se adoraba y festejaba en muchas fiestas y mitos religiosos romanos. Desde el siglo III a. C., la creciente helenización de las clases altas romanas la identificó con la diosa griega Afrodita. Era la esposa de Vulcano. Julio César la adoptó como su protectora y Virgilio, como halago a su patrón Augusto y a la gens Julia, señaló que Venus era el ancestro femenino del pueblo romano a través de su legendario fundador Eneas y su hijo Ascanio.[cita requerida].[1]

Venus era identificada con la diosa griega Afrodita y la etrusca Turan, tomando aspectos prestados de ambas. Como con la mayoría de las demás deidades del panteón romano, el concepto literario de Venus está cubierto por las ropas tomadas de los mitos griegos literarios de su equivalente, Afrodita. La anterior diosa etrusca o latina de la vegetación y los jardines pasó a ser relacionada deliberadamente con la griega Afrodita.[2]​ Sin embargo, según la Eneida de Virgilio, como equivalente romano de Afrodita, Venus no llegó a tener una personalidad tan marcada en su sensualidad o crueldad como la griega,[3]​ aunque conservara sus atributos y símbolos, como la manzana dorada de la discordia.

Lucrecio también dedica a Venus su De la naturaleza de las cosas (De rerum natura), su famoso poema, en las primeras líneas, donde ella trae a la humanidad por azar, una visión que, a nivel molecular, y despojado de su antropomorfismo, es equivalente a lo descubierto por la ciencia moderna.[4]​ En algunos mitos latinos Cupido era hijo de Venus y Marte, el dios de la guerra.

Su culto empezó en Ardea y Lavinio (Lacio). El 15 de agosto de 293 a. C. le fue dedicado su templo más antiguo del que se tiene constancia, y el 18 de agosto se instituyó la fiesta llamada Vinalia Rustica. El 25 de abril de 215 a. C. le fue dedicado un templo fuera de la Porta Colina en la colina Capitolina para conmemorar la derrota romana en la batalla del Lago Trasimeno.

Como otras deidades romanas importantes, a Venus se le atribuyen varios epítetos para aludir a sus diferentes aspectos o roles.

Otros epítetos significativos para Venus son: Amica (‘amiga’), Caelestis (‘celestial’).

El arte helenístico y romano produjo muchas variaciones sobre la diosa, a menudo basadas en el tipo praxiteliano de la Afrodita de Cnido. Muchos desnudos femeninos de esta época de escultura cuyos temas son desconocidos se suelen llamar en la moderna historia del arte «Venus», incluso si originalmente pudieran haber sido el retrato de una mujer mortal más que una imagen de culto de la diosa.

Algunos ejemplos son:

Venus se convirtió mucho después, con la recuperación del arte grecorromano como modelo, en un tema popular en la pintura y escultura del Renacimiento europeo. Como una figura «clásica» cuyo estado natural era la desnudez, era socialmente aceptable representarla sin ropas. Como diosa de la salud sexual, estaba justificado cierto grado de belleza erótica en sus retratos, lo que resultaba atractivo para muchos artistas y sus mecenas. Con el tiempo, «venus» llegó a aludir a cualquier representación artística de una bella mujer desnuda en el arte posclásico, incluso si no había indicios de que se tratase de la diosa.

Algunas obras famosas son:

El nacimiento de Venus de Botticelli (c. 1482-1484)

En el arte prehistórico, desde el descubrimiento en 1908 de la llamada Venus de Willendorf, se suele llamar «Venus paleolíticas» a las pequeñas esculturas de formas femeninas redondeadas. Aunque se desconoce el nombre de la deidad realmente representada, el evidente contraste entre estas figuras de culto obesas y fértiles y la concepción clásica de Venus ha supuesto mayor resistencia para la terminología.

La leyenda medieval alemana de Tannhäuser conservó el mito de Venus mucho después de que su culto fuera desterrado por el cristianismo.

La historia alemana cuenta que el caballero y poeta Tannhäuser halló el Venusberg, una montaña con cuevas que contenían el hogar subterráneo de Venus, y pasó un año adorando allí a la diosa. Tras abandonar el Venusberg, Tannhäuser tuvo remordimientos y viajó a Roma para preguntar al papa Urbano IV si era posible que le absolvieran sus pecados.

Urbano contestó que el perdón era tan imposible como lo sería que su báculo floreciese. Tres días después de que Tannhäuser se marchara, el báculo de Urbano floreció. Se enviaron mensajeros a buscar al caballero, pero este ya había regresado al Venusberg y nunca volvió a ser visto.

Adicionalmente, Venus ha sido comparada con otras diosas del amor: Rembha (hindú), Milda (lituana), Frigg y Freyja (nórdica), Ishtar (mesopotámica), Isis (egipcia), Inanna (sumeria), Astarté (fenicia), Reitia (de los vénetos), Uni-Astre (láminas de Pyrgi), Suadela, Oxúm (yoruba) y Ushás en la religión védica y Afrodita (Griega). Ushás también está vinculada con Venus mediante un epíteto sánscrito que se le aplica, vanas- (‘adorabilidad’, ‘deseo’, ‘anhelo’), que es un cognado de Venus, sugiriendo una relación protoindoeuropea mediante la raíz reconstruida *wen-, ‘desear’.[9]

Otra interesante asociación con Venus es el dios letón Auseklis (personificación de su cuerpo celestial), cuyo nombre procede de la raíz aus-, ‘aurora’. Tanto Auseklis como Mēness (‘luna’) son Dieva dēli (‘hijos del dios’).




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