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Eva Illouz



Eva Illouz (en hebreo: אווה אילוז; Fez, 30 de abril de 1961) es una socióloga y escritora franco-israelí. Su orientación es marxista, y se especializa en historia de la vida emocional, teoría crítica aplicada al arte y a la cultura popular, el significado moral de la Modernidad y el impacto del capitalismo sobre la esfera cultural. Es profesora de sociología y antropología en la Universidad Hebrea de Jerusalén.[1]​ Sus obras se han traducido a más de 10 idiomas.

Eva Illouz nació en Fez (Marruecos), a los 10 años de edad se trasladó a Francia. [2]

Obtuvo el título de grado en sociología, comunicación y literatura en París; obtuvo un posgrado (Master of Arts-MA]] en literatura en la Universidad de París X Nanterre, una maestría en Comunicación en la Universidad Hebrea de Jerusalén, y el título de doctor (PhD) en Comunicación y estudios culturales en la Annenberg School for Communication de la Universidad de Pensilvania en 1991. Su mentor fue el profesor Larry Gross, actualmente[¿cuándo?] director de la Annenberg School for Communication de la Universidad del Sur de California - (USC). Illouz ha sido profesora visitante en la Universidad de Northwestern, la Universidad de Princeton y la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París (École des hautes études en sciences sociales).

Eva Illouz es miembro, desde 2009, del Instituto de Estudios Avanzados de Berlín (Wissenschaftskolleg zu Berlin). En 2006, Illouz se incorporó al Centro para el Estudio de la Racionalidad (Center for the Study of Rationality) creado en 1991 inspirándose en los trabajos del Premio Nobel de Economía de 2005 Robert John Aumann y Menahem Yaari y por entonces dirigido por el profesor Edna Ullman-Margalit de la Universidad Hebrea de Jerusalén.[3]

La investigación desarrollada por Illouz después de sus tesis se centra en una serie de temas en los que une el estudio de las emociones, la teoría crítica aplicada a la cultura y el arte así como la comunicación, el significado moral de la Modernidad, el impacto del capitalismo sobre la esfera cultural, investigaciones inscritas en los denominados estudios culturales y sociología de la cultura desde la perspectiva de la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort. Cinco temas dominan su obra:

Uno de los temas dominantes es la forma en que el capitalismo ha transformado las pautas emocionales, tanto en los campos Consumo (con el desarrollo del consumismo) como de la producción, costes y precios (marketing, mercadotecnia y publicidad).[4]

En su primer libro El consumo de la utopía romántica dirige su análisis y crítica a un doble proceso: la mercantilización del romance (mercantilización de la seducción en la pareja y el amor romántico) y la idealización de las mercancías (Seducción publicitaria); es lo que Illouz denomina capitalismo emocional.[5]​ Muestra, a través de las imágenes publicitarias de las revistas femeninas de los años 1930 y las películas de ese período (cuando en Estados Unidos se inicia un cambio social con el desarrollo y la potenciación del consumismo), que la publicidad y la cultura cinematográfica presenta las mercancías y los productos como un vector de las experiencias emocionales y, en particular para la experiencia del romance (amor romántico). Productos básicos de muchos tipos de jabones, refrigeradores, paquetes de vacaciones, relojes, diamantes, cereales, cosméticos, y muchos otros, se presentaron como experiencias del amor y el romance. El segundo proceso fue el de la mercantilización de romance, que es el proceso mediante el que, en el siglo XIX, cuando se quedaba con una mujer se iba a su casa, es sustituido en los mismos años de 1930 por las citas y las salidas a lugares donde las industrias del ocio están instaladas. El encuentro romántico se traslada de la casa a la esfera del ocio de los consumidores de modo que la búsqueda del amor romántico se convirtió en un vector para el consumo de productos de ocio fabricado por industrias específicas.[4]

En sus libros Intimidades congeladas (Cold Intimacies, 2007) y La salvación del alma moderna (Saving the Modern Soul, 2008) Illouz examina cómo las emociones aparecen en el ámbito de la producción económica. En la sociedad estadounidense, desde la década de 1920 en adelante las emociones se convirtieron en un objeto de conocimiento y construcción del lenguaje publicitario y en general de todas las técnicas de eficiencia económica. Los psicólogos fueron contratados por empresas estadounidenses para ayudar a aumentar la productividad y gestionar mejor la fuerza de trabajo. Los psicólogos establecieron puentes entre lo emocional y lo económico creando una forma radicalmente nueva de concebir el proceso de producción. Así, ya sea en el ámbito de la producción o del consumo, las emociones se han movilizado al gusto de las fuerzas económicas convirtiendo la emoción, la producción y el consumo en algo inseparable.[4]

Illouz argumenta que la psicología y en concreto la psicoterapia es absolutamente central en la constitución de la identidad moderna y la vida emocional moderna concretándose en una psicología clínica popular: desde la década de 1920 a la década de 1960 los psicólogos clínicos se convirtieron en un grupo social extraordinariamente dominante, ya que se introdujeron en el ejército, las empresas , la escuela, el Estado, los servicios sociales, los medios de comunicación, crianza de los hijos, la sexualidad, el matrimonio, el cuidado pastoral de la Iglesia. En todos estos campos la psicología se estableció como la máxima autoridad en materia de sufrimiento humano, ofreciendo técnicas para transformar y superar esta dificultad. La intromisión de la psicología en la economía hace que se hable de la preponderancia de las personas con "inteligencia emocional" y de la necesidad de una "alfabetización emocional". Para la psicología y para el mercado hay que enseñar a sentir lo que debe sentirse y si no se logra es por una incapacidad que denota una enfermedad.

En el siglo XX los psicólogos de todas las tendencias han cargado la vida humana de una necesidad de narración (contar la vida como evolución y progreso con sentido) para la que han magnificado el auto-desarrollo, la auto-ayuda. La persuasión psicológica ha transformado lo que fue clasificado como un problema moral en una enfermedad y por lo tanto puede ser entendido como parte integrante del fenómeno más amplio de la medicalización de la vida social. Tanto el amor como la salud psicológica constituyen utopías de felicidad para el ser moderno, que están mediadas por el consumo y que constituyen horizontes a los que aspira el yo moderno. En ese sentido, hay un gran tema de carácter general en la obra de Eva Illouz que se podría denominar: utopía de la felicidad y su interacción con la utopía de consumo.[6][7]

Illouz ha desarrollado investigaciones sobre este tema; especialmente desde 2006, fecha en la que se hizo miembro del Centro para el Estudio de la Racionalidad de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Illouz mantiene que los sociólogos, economistas e incluso los psicólogos tienden a asignar un tipo de propiedad fija e invariable de la mente, en la que los individuos conocen cuáles son sus preferencias y eligen sobre la base de esas preferencias. Illouz sostiene que en la modernidad toda la ecología o la arquitectura de la elección -por lo menos la elección de un compañero- ha cambiado profundamente. La "Ecología de la elección" tiene que ver con las formas en que la gente entiende lo que ellos consideran sus preferencias, la relación entre emoción y racionalidad, y la propia capacidad de diferenciar y priorizar entre las denominadas preferencias emocionales y racionales.[6]

Una dimensión de trabajo de Illouz se ha de entender como la intersección de la clase social y la emoción de dos maneras:

Por último, el quinto de los grandes asuntos que trata Illouz es metateórico es el de desarrollo humano y la crítica social tradicional.[4]

La crítica de la cultura tradicional se ha basado en dos proposiciones cardinales: que la cultura debe trascender el ámbito de las prácticas ordinarias, y que debería hacerlo infundiendo en nosotros hábitos y puntos de vista encaminados a una "buena sociedad" (ya sea una buena sociedad definida por una mayor igualdad y libertad, o por más religión y tradición).

Illouz rechaza dicho análisis de la cultura al advertir las numerosas maneras en las que se la cultura emancipa o reprime, ofrece lo mejor y lo peor, se ajusta o no se ajusta a un buen modelo de desarrollo humano o de buena polis. Illouz propone el concepto de "crítica inmanente", que permite que la crítica surja de la autocomprensión de los actores. Las prácticas culturales deben ser evaluados y criticadas internamente, de acuerdo con los valores que contienen.[9]


Los premios y otros honores recibidos por Eva Illouz son los siguientes.[3]



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