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Mente



La mente es el conjunto de capacidades cognitivas (i.e., mentales) que engloban procesos como la percepción, el pensamiento, la conciencia, la memoria, imaginación, etc., algunas de las cuales son características del humano y otras son compartidas con otras formas de vida. La mente, este conjunto de procesos, debe ser diferenciado del estado mental, tal como el deseo, la sensación de dolor o las creencias, que son instancias, tipos o ejemplos de dichos procesos.[1]

A lo largo de la historia este concepto de mente ha sido concebido ontológicamente en diferentes categorías (como una sustancia distinta del cuerpo, una parte, un proceso o una propiedad).[2][3]​ Sin embargo, las concepciones dominantes actuales, ambas materialistas, se engloban en la teoría de la identidad mente-cerebro y el funcionalismo.

La mente es concebida o tratada como tres tipos de procesos: los conscientes, los inconscientes y los procedimentales. Algunos científicos sugieren la idea de que la mente es un resultado de la actividad del cerebro, por poder localizar ciertos procesos del individuo en regiones concretas, tales como el hipocampo, cuyos daños implican un daño en el proceso de la memoria.[4]​ Sin embargo, la cuestión no ha sido zanjada, en parte debido al hecho de que la mente como categoría engloba distintos procesos y estados, y corroborar la naturaleza de uno de ellos no implica a la de todos.

Como objeto de estudio, la mente ha sido tratada por la psicología desde sus inicios, y su conceptualización está presente en casi todas las teorías psicológicas.

En psicología es común distinguir entre mente y cerebro, aunque la mente emerge del cerebro. Sin embargo, está más vinculada a la disciplina llamada filosofía de la mente. Algunos científicos y filósofos han sostenido que el cerebro es condición necesaria, pero no suficiente, para que la mente realice sus funciones. Por ejemplo, Eccles, neurólogo y premio Nobel de Medicina, o Popper, filósofo de la ciencia. Aunque con posturas diferentes, ninguno de los dos identifica el pensamiento con la actividad cerebral.[5]

Una posición materialista de la mente es que la mente es materia que se analiza a sí misma (retroalimentación de sistemas materiales). Es decir, en su evolución, la materia ha pasado de estados caóticos a estados organizados inorgánicos, luego a estados orgánicos, y finalmente logra analizar estados actuales para lograr estados sucesivos. La materia se organizaría en sistemas autorregulados. Un ejemplo podría ser el materialismo dialéctico o también el materialismo reductivo propio de las ciencias duras como la física y la química.

Hay que destacar que no es lo mismo referirse a la mente como el comportamiento de la materia, o referirse a la mente como algo paralelo y distinto a la materia, pero con existencia propia y estatuto ontológico. El ejemplo más conocido es la dualidad establecida por René Descartes de una mente distinta al cuerpo pero unida a él: pienso, luego existo. Estas diferencias no son menores puesto que abren discusiones tales como ¿todos los animales tienen mente o solamente los animales humanos la tienen?

Desde las neurociencias la mente puede considerarse una experiencia subjetiva creada por la actividad cerebral con el fin de producir un punto de referencia para el movimiento (Rodolfo Llinás en "El cerebro y el mito del yo"). Siendo así, la mente puede considerarse una función más del cerebro encargada de organizar la conducta hacia objetivos determinados y que produce una experiencia subjetiva conocida como "yo" alrededor de la cual se organiza el movimiento (conducta). La función mental sería una propiedad emergente del cerebro como la función digestiva lo es del aparato digestivo.

Para Howard Gardner la mente consiste en un conjunto de mecanismos de computación específicos e independientes. La inteligencia emerge de la supraestructura conformada por las estructuras mentales.[6]​ Las estructuras mentales serían acciones cumplidas o en potencia exteriorizadas en movimiento o interiorizadas en pensamiento. Para Piaget la estructura elemental del conocimiento es el esquema. Diferenciaba las operaciones concretas de las formales.,[7]​ lo que permitiría diferenciar tres componentes de la mente:

En términos generales, se puede decir que la mente nace en el momento que hay una parte asignada en el cerebro que tiene el potencial de evaluar el desgaste general de las distintas regiones (lóbulo occipital), otorgar una prioridad con base en el menor coste emocional (lóbulo temporal) o ser capaz de razonar el proceso o por lo menos tener el potencial de hacerlo (lóbulo frontal).[cita requerida]

La mente induce comportamientos emocionales sujetos a la línea de menor sufrimiento o a la de libido (amígdala cerebral).[cita requerida] Por lo tanto, la naturaleza del cerebro y la prioridad de la mente, será encontrar una solución que aporte el mayor beneficio con el menor sufrimiento. El inconsciente marca el patrón conductual de todo ser que posea una mente y define la psiquis basándose en el desgaste emocional, que guarda relación con el desgaste energético. La parte consciente depende de la energía disponible, cuando nos evaluamos, hacemos una consulta inconsciente al subconsciente, rescatamos parte de esa información y damos una estimación sobre si podremos o no abordar una tarea. La pulsión o impulso aparece cuando existe un objetivo que estimamos bueno. El inconsciente y el consciente son diferentes niveles de influencias en los recursos emocionales-energéticos: El entorno y el cuerpo somete a la mente a constantes influencias, dependiendo del peso que tenga la influencia en el proceso de integración de la información en la mente, esta lo tratará como información de proceso y almacenamiento automático (inconsciente), como información de importancia relativa, dependiente de otros factores (preconsciente) o como información absolutamente relevante en función de la tarea que estemos realizando en ese momento (consciente).[cita requerida]

La existencia de neuronas espejo, da la capacidad de realimentar la información que procesan otras regiones metabólicas cerebrales, otorgando el poder de proyectar en el tiempo estos datos. Esto dota al humano de la capacidad de imaginar y especular posibles futuros o cómo mejorar pasados desagradables. Sólo el humano tendría la capacidad de realimentar sus pensamientos según datos especulativos sobre cómo se podría sentir su semejante, tomando como base cómo él mismo se siente y si ese sentimiento es generalizado o personal. Sin embargo, la capacidad de predecir la conducta de otros organismos y actuar en consecuencia, es fundamental para la supervivencia de todo organismo que tenga capacidad de movimiento voluntario, tanto para el ataque como para la fuga.[cita requerida]

El "yo" humano, va más allá de los aspectos puramente de bienestar físico. Este es el fundamento de la teoría de la mente, postulado por Roger Penrose, y que junto a Stuart Hameroff trabajan conjuntamente en cómo emerge la conciencia a través de procesos cuánticos que interaccionan con el elemento más fino de la microbiología cuántica: el microtúbulo.[cita requerida]

Se caracterizan por un desarrollo patológico de las facultades ontogénicas de la mente, dependiente de la especie en cuestión. Por norma general ocasiona dificultades al individuo o a sus semejantes, al grado de poner en riesgo las facultades homeostáticas, bien propias o ajenas pudiendo afectar a individuos o sus bienes. La desvirtuación sólo puede definirse respecto a un patrón medio comparativo con los demás individuos y su historia, por lo que a lo largo de esta la lista de trastornos reconocidos como tales ha variado.

Este funcionamiento "anormal" puede deberse a causas ambientales que causan lesiones o a factores genéticos. En un momento dado, puede colapsarse la parte racional, siendo incapaz de encontrar caminos que enfrenten la realidad, originando un trastorno puntual o bien demostrando que lo puntual es la pauta general. Comúnmente es provocado por un agotamiento emocional, que por norma general nace de una situación no deseada o aquella que la mente evalúa como insostenible desde su punto de vista. Las patologías mentales nacen en el momento que el individuo ha incorporado como parte de la solución, un proceso que induce un riesgo para su propia salud o la de cualquier otro individuo de forma sostenida en el tiempo. Estos patrones de comportamientos se pueden catalogar como lesiones.

Hemos de tener en cuenta que, el mayor desgaste que tiene el cerebro, es el aprendizaje, y todo lo que ello conlleva: Aprendemos porque nos estresamos, nos emocionamos, nos enamoramos... en definitiva, todo lo que nuestros sentidos nos aportan los relacionamos con las sensaciones, modulando y moldeando la mente, que los asocia a valores que reutilizaremos o procuraremos evitar. Lo que aprendemos incorpora cambios a nuestro comportamiento. Dado que esto conlleva la creación de nuevos enlaces sinápticos, se puede decir que el cerebro tiene una tolerancia máxima al moldeado, y una organización de la información directamente proporcional al número de enlaces sinápticos establecidos durante la etapa de aprendizaje, que modula la percepción. El aprendizaje facilita la neurotransmisión y minimiza el consumo, optimizando el funcionamiento general. No aprendemos para solucionar el estrés, o evitar sufrir, ni tan siquiera para aprender a controlar las emociones; sino que estas son las causas por las cuales incorporamos nuevos patrones de comportamiento y por lo tanto es consecuencia directa de nuestro aprendizaje. Podemos buscar soluciones a un estado indeseado, tratar de recrear realidades placenteras o buscar la verdad... pero todo acto que creemos voluntario, está condicionado por una motivación emocional, que es la que rearma la pulsión que nos motiva a actuar. Al ser una respuesta evolutiva, esta acción nos proporcionará más posibilidades de sobrevivir al proceso de selección natural, por lo que nos permite la supervivencia y la preservación de la especie durante millones de años. Si bien el cerebro nunca termina de establecer nuevas sinapsis, el aprendizaje de la mente sí que está limitado por la especialización sináptica. Por lo que se establecen dos tipos de aprendizajes diferentes, según las modificaciones que el cerebro tenga que realizar para incorporarlos en su nuevo esquema, y de las posibilidades de establecer nuevos caminos no especializados, que acabaran especializándose con su uso repetitivo:

Existe la tendencia a comparar al cerebro con los constructos electrónicos del hombre. No se debe hacer, pues se suele caer en demagogia y alguna que otra falacia argumental. No existe base científica que logre demostrar sin margen de error que los datos de las comparaciones sean fiables al 100%, por lo que esos estudios son estimaciones por comparación entre conceptos equivalentes. Si bien las equivalencias pueden llegar a satisfacer los requerimientos de ciertos científicos, ellos mismos reconocen sus límites a la hora de entender el funcionamiento exacto del cerebro.

Los ingenios del hombre suelen reflejar el funcionamiento interno de la mente, es decir, el funcionamiento interno se demuestra por la evidencia externa (transforma energía bioquímica en trabajo). No es raro, por tanto, que se establezcan analogías que nos permitan realimentar la capacidad creativa y a su vez nos desvelen aún más secretos del funcionamiento cerebral. No es raro que en ciencias se usen paralelismos. Por ejemplo, en paleontología, cada descubrimiento se suele contrastar con las evidencias actuales y las funciones que actualmente desempeña la especie más afín con los huesos descubiertos, trazando un paralelo razonable que permita explicar las funciones de la especie descubierta por el paleontólogo.

Es evidente que un sistema de transferencia de cargas bioeléctricas (cerebro) no es lo mismo que un sistema de transferencia de procesos (clúster informático). En el primero se transforma la energía, en el segundo se transforman procesos que resultan ser verdaderos o falsos.

En un cerebro no hay (o no debería haberlo) problemas a la hora de transformar la energía, por lo que los problemas se relacionan con la capacidad de las regiones metabólicas de hacerlo con la eficiencia adecuada y asegurándose de que lo inicial es equivalente a lo final (simetría). En los cerebros de los homínidos, hay un gran coste por parte de nuestros progenitores: Dependemos de la educación. La educación establece las prioridades, la moral, los objetivos, en definitiva, nuestra relación con el medio, nuestro ego... en definitiva, la educación configura el funcionamiento de nuestra mente.

En un clúster no hay (o debería no haberlo) problemas con el suministro de energía, por lo que los problemas se relacionan con la capacidad del o los microprocesadores de atender las solicitudes para acceder al hardware que les permitirá ejecutar los procesos adecuados. Para ello se ha creado software que se encarga de evaluar la carga de procesos por microprocesador y asignarlos a los procesadores menos cargados. Para gestionarlo adecuadamente hay otro tipo de software que se encarga de balancear la carga de los procesadores implicados en tareas seleccionadas por los administradores del sistema. abc

El software es al hardware lo que la mente es al cerebro.

En un sistema homeostático no biológico se definen tres niveles de funcionamiento:

En un sistema homeostático biológico se definen tres niveles de funcionamiento:

Los principales sistemas teóricos que generaron aportes fundamentales para la comprensión de este constructo dentro de la Psicología fueron:

La ciencia de la electricidad y el desarrollo de la tecnología han contribuido en gran medida al estudio de la mente, tanto que se considera que los límites entre la nanotecnología, la biotecnología , la informática y la ciencia cognitiva están desapareciendo.[8]

La evolución de la inteligencia humana es un grupo de teorías que intentan explicar cómo la inteligencia humana evolucionó. Esta pregunta se asocia estrechamente con la evolución del cerebro humano y el origen de las lenguas.

La cronología de la evolución humana alcanza siete millones de años, y empezó con la separación del chimpancé hasta la apariencia del comportamiento moderno, hace 50.000 años.

Las teorías de la evolución de la inteligencia incluyen:



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