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Expedición de la Ana Jacinta



La expedición de la Ana Jacinta fue un episodio naval de índole político ocurrido en altamar el 2 de diciembre de 1888.[1]

Desde el 5 de julio de ese año había asumido la presidencia de la República de Venezuela Juan Pablo Rojas Paúl candidato del general Antonio Guzmán Blanco, y el general Joaquín Crespo, quién había aspirado en vano esa vez a alcanzar la presidencia se retiró a la isla de Trinidad y promovió alzamientos en el interior de la República como respuesta a los resultados que le desfavorecieron.

Las fuerzas del gobierno de Rojas Paúl dominaron la situación y en ocasiones los alzados se rindieron sin combatir. A pesar de esto y de los obstáculos que le opusieron las autoridades británicas de Trinidad, Crespo continuó en su empeño se trasladó a la isla de Saint Thomas, en el archipiélago de las Islas Vírgenes Danesas, desde donde zarpó hacia las costas venezolanas junto con su Estado Mayor, en una goleta de su propiedad la Ana Jacinta. Entretanto otras goletas, la Washington, la Jenny Lind y la Columbita, que conducían armamento comprado por su orden en Estados Unidos, se hallaban cerca de Aruba y de Curazao. El cónsul de Venezuela en Willemstadt lo supo y alertó al Gobierno a través del recién inaugurado cable submarino.[1]

Rojas Paúl decidió enviar al vapor Libertador, que el gobierno había recibido el 2 de octubre de ese mismo año a navegar entre Curazao y la costa coriana. A bordo del vapor que llevaba tres cañones, iban más de 150 hombres bien armados al mando del general Francisco de Paula Páez, hijo del expresidente José Antonio Páez. El 2 de diciembre de 1888 a las 9:00 a.m. se avistaron en altamar el Libertador y la Ana Jacinta y se inició la persecución de esta por aquel, que le disparó varios cañonazos sin alcanzarla ni conseguir que se detuviera.

A pesar de que el vapor era muy superior en velocidad, y en poder de fuego, Crespo se negó a rendirse y en un momento en que los dos buques pasaron cerca el uno del otro desenvainó su espada en un gesto de desafío. Finalmente el Libertador embistió a la Ana Jacinta, el general José Antonio Velutini, uno de los oficiales de Crespo, agitó un pañuelo blanco en señal de que se rendían.[1]

<<... Paéz abordó a la Ana Jacinta con 185 hombres armados. Hubo diálogos memorables. Páez conminó a Velutini para que esté envainara su espada a la voz ¡Envaine, General!, este último respondió: "Estamos envainados" , y luego arrojó su espada al mar. En el descendiente del Centauro, José Antonio Páez, tuvo una digna respuesta: "Esta Patria, General presidida por el Doctor Rojas Paúl, por mi órgano, le otorga usted toda clase de garantías y consideraciones en la cubierta de este barco", a ello repuso Crespo: "Desde que supe que era usted el jefe, sabíamos que estábamos en manos de un caballero"...>> El expresidente Crespo y sus acompañantes fueron transportados al vapor y conducidos a La Guaira, adonde llegaron en la mañana del día 3 de diciembre.[1]

Crespo, caballerosamente tratado por Páez, fue conducido al día siguiente en tren a Caracas y recluido en una celda de La Rotunda provista de Las mayores comodidades. Pocos días después lo visitó allí el presidente Rojas Paúl, de su conversación surgió un acuerdo cuyos puntos principales fueron la libertad de Crespo, quién marchó al exterior y declaró que renunciaba a fomentar proyectos revolucionarios contra Rojas Paúl, y la promulgación de un indulto general el 24 de diciembre de 1888 por el Gobierno. Entre tanto el 7 de diciembre el vapor Libertador había capturado a la goleta la Washington con gran parte del armamento y de los pertrechos de la revolución.[1]



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