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Feto



El feto es como se denomina a los vertebrados vivíparos, en la etapa de su desarrollo que transcurre desde el momento en que se ha completado la etapa embrionaria, hasta antes de que se produzca el nacimiento, y se convierta en un neonato. Durante la vida fetal no se forman órganos o tejidos nuevos, sino que se produce la maduración de los ya existentes. En el ser humano el cambio de embrión a feto se produce aproximadamente luego de once semanas de embarazo.[1]

En esta etapa ya el feto ha pasado la etapa embrionaria, de formación de nuevos órganos y sistemas, y pasa a fortalecerlos, progresando en su crecimiento y desarrollo. Las células madre, que en la etapa embrionaria se dividieron en tres capas, comienzan el proceso de creación de la masa encefálica, el corazón y los pulmones, también se van formando las cavidades auditivas, para finalmente formar las extremidades y los músculos y órganos restantes.

El sistema circulatorio de un feto humano late diferencialmente al de los humanos nacidos, principalmente porque los pulmones no son funcionales: el feto obtiene oxígeno y demás nutrientes de la madre por la placenta y el cordón umbilical.[2]

La sangre de la placenta es llevada al feto por la vena umbilical. Cerca de la mitad entra por el ducto venoso fetal, y a la vena cava inferior, mientras la otra mitad entra al propio hígado desde su borde inferior. La rama de la vena umbilical que alimenta el lóbulo derecho del hígado, primero se junta con la vena porta hepática. La sangre luego se mueve al lado derecho del corazón. En el feto, hay una abertura entre las aurículas derecha e izquierda (el foramen oval), y mucha de la sangre fluye de la aurícula derecha a la izquierda, un bypass de circulación pulmonar. La mayoría de la sangre fluye al interior del ventrículo izquierdo de donde es bombeado a través de la aorta al cuerpo. Alguna de esta sangre va de la aorta a las arterias ilíacas internas y a las arterias umbilicales, y retorna a la placenta, donde el dióxido de carbono y otros productos de desecho del feto se expulsan al torrente sanguíneo de la mujer.[2]

Algo de la sangre de la aurícula derecha no entra a la izquierda, pero lo hace al ventrículo der. y es bombeado a la arteria pulmonar. En el feto, hay una especial conexión entre la arteria pulmonar y la aorta, llamado el ductus arteriosus, que direcciona mucha de esta sangre fuera de los pulmones (que no están siendo usados para respirar, ya que el feto está suspendido en fluido amniótico).[2]

Con su primer respiro al nacer, el sistema cambia repentinamente. La resistencia pulmonar dramáticamente se reduce. Más sangre se mueve de la aurícula derecha hacia el ventrículo derecho y dentro de las arterias pulmonares, y menos fluirá a través del foramen oval a la aurícula izquierda. La sangre de los pulmones pasa a través de las venas pulmonares a la aurícula izquierda, incrementando la presión allí. La presión disminuida en la aurícula derecha, y la incrementada en la izquierda, empuja hacia el septum primum contra el septum secundum, cerrando el foramen oval, que ahora se convierte en fosa oval. Esto completa la separación del sistema circulatorio en dos mitades: la derecha y la izquierda.

Restos de la circulación fetal se pueden encontrar en adultos:[3][4]

Además de las diferencias en circulación, el feto en desarrollo también emplea diferentes tipos de transporte de moléculas de oxígeno, que los adultos que usan la hemoglobina de adultos). La hemoglobina fetal da al feto la habilidad de traer oxígeno desde la placenta. Su curva asociada de oxígeno está desplazada hacia la izquierda, significando que tomará oxígeno a menores concentraciones que la hemoglobina adulta. Esto permite a la hemoglobina fetal absorber oxígeno de la hemoglobina de la placenta, cuya presión de oxígeno es inferior a la pulmonar.



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