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Fiestas



Una fiesta o celebración es un acto o evento de carácter social organizado de forma pública o privada en cuyo desarrollo se comparte tiempo y espacio por parte de los participantes y que se asocia al ocio y el divertimento.

El término presenta, según los estudiosos del tema, una naturaleza compleja, extraordinaria y paradójica.[1]

Muchos autores consideran que aunque no se puede identificar fiesta y ritos, si hay que tener en cuenta que existe en el interior de toda fiesta una especie de ritos, a pesar de este concepto haya sufrido una transformación a lo largo del tiempo, por lo que tener un aspecto sagrado ha pasado a ser una conducta formal y rutinaria.[1]

El vocablo fiesta es una voz patrimonial cuyo origen latino es festa (forma plural de festum), que viene de festus (festivo) y aparece muy pronto en las lenguas romances. Comparte la raíz con feria con el significado de día festivo.[2]

Las fiestas, como actos sociales han cambiado a lo largo de la historia de la humanidad, han tenido crisis, algunas han desaparecido, otras han cambiado tanto que es difícil relacionarlas con las fiestas de las que se originan. En general las fiestas aumentan su número de año en año.[1]

Los estudios más recientes se centran en resaltar las transformaciones que las fiestas han sufrido. Algunas transformaciones se han centrado en la fecha de la celebración, o en su inserción a los calendarios que organizan la vida de las poblaciones. Otros cambios se han centrado en la sintaxis de la fiesta (lenguajes), como cuando se reducen los ritos y se expande la fiesta; o se produce una exhibición de vestimenta, o una comensalidad pública, un ludismo promíscuo o un esteticismo competitivo. Otros han alterado la semántica de la fiesta, es decir, el objeto celebrado, pasando a una secularización y autorreferencia, en busca de autenticidad del núcleo originario o, inclusivo, a una patrimonialización y autentificación históricas de la fiesta. Y algunas otras han cambiado el sujeto y organización social, dando lugar a un proceso de democratización e individualización de la fiesta, como es el caso de las fiestas asociacionistas (debidas a una movilización social de base), al surgimiento de la política de la fiesta , la emergencia de nuevas identidades o las fiestas de comunidades imaginadas o virtuales.[1]

Hay una compleja y clara relación entre la fiesta y el tiempo.[1]

La fiesta rompe con la rutina de la vida cotidiana, tiene carácter constitutivo del tiempo social, diferenciándose entre fiestas cíclicas y fiestas ocasionales, entre aquellas que componen un sistema, dando lugar a un orden en la duración de la vida social, y aquellas que son fruto de una excepcionalidad, aunque simbolizan la irrupción de unos determinados poderes, mensajes o eventos.[1]

Con la aparición del tiempo moderno, la agricultura pierde prioridad y su lugar es cumplimentado por el "orden cristiano-católico del tiempo". Surgen de este modo un grupo de fiestas centradas al ritual agrario, en el que se dan fiestas tan variadas como la bendición de animales y las rogativas para pedir la lluvia, o las fiestas de la cosecha (que acaban convirtiéndose en la fiesta mayor de muchos pueblos).[1]

Tampoco se puede dejar de lado la importancia que llega a tener este orden cristiano-católico en el calendario festivo de las sociedades cristianizadas, que pasan a centrar su calendario festivo en el Calendario Litúrgico cristiano, basado en la superposición de una lógica lunar, de carácter móvil, como lo eran los Misterios de Cristo, y la lógica solar, considerada más estable, y que está centrada en el santoral o calendario del mártires de la Iglesia primitiva.[1]

Esta cristanización de las fiestas tiene una repercusión en la sintaxis, el lenguaje, la forma de articular actos y el tipo de articulaciones que se dan lugar. Cabe destacar por ejemplo en la fiesta valenciana como se produce un aumento de la exhibición indumentarista de ciertas asociaciones que terminan en un esteticismo competitivo (como los disfraces de las fiestas de Moros y Cristianos, o los vestidos de valenciana en las fallas .. .); algo parecido ocurre con el comensalismo público o la organización de àgapes masivos, que en algunos casos tienen origen en rituales procedentes de la caridad pública.[1]

También la semántica de la fiesta cambia, ya que los contenidos de la misma, es decir, el objeto que se celebra cambia; comprobándose la secularización de las fiestas, en las que se sustituye la celebración de un personaje por la celebración de la identidad comunitaria o personal. Así tenemos los ejemplos de cómo la fiesta de un santo, como San Antonio, se sustituye por la bendición de los animales, de manera que se da una reflexividad de la fiesta, ya que el sujeto celebrado y el objeto que se celebra se identifican simbólicamente.[1]

Fiestas hay de muchos tipos, dando lugar a clasificaciones que pueden hacerse desde varios puntos de vista:[3]

Clasificación dada por Luis de Hoyos Sainz:[4]

Fiestas naturales o primitivas

Fiestas sociales

Fiestas privadas o familiares No afectan a la totalidad de los grupos sociales, aunque pueden tener un carácter público. Hay autores que se refieren a ellas como fiestas que celebran ciclos vitales y naturales.[3]

Esta clasificación es presentada por Julio Caro Baroja:[5]

Fiestas de Invierno

Fiestas de Primavera (mayo / junio)

Fiestas de Verano y Otoño

Invierno

Primavera

Verano / Otoño

Clasificación según Isidoro Moreno Navarro:[6]

Según Javier Marcos Arévalo:

Según Javier Marcos Arévalo:

Algunas de las fiestas más comunes son:



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