Fiestas de Valencia (ciudad) nació en ciudad.
En la ciudad de Valencia, existen muchas y muy variadas fiestas, algunas conocidas en todo el mundo y otras en cambio desconocidas incluso por algunos residentes de la ciudad, pero no por ello menos importantes o significativas. Las citaremos por orden cronológico según su celebración, algunas de ellas tienen su propio artículo en la que se desarrollan con más detalle.
El 22 de enero los valencianos celebran el día de San Vicente Mártir, patrón de la ciudad. Vicente fue un joven diácono martirizado en Valencia en el año 304 por orden del emperador Diocleciano, que despertó gran fervor entre la población. Fue nombrado Patrón de la Ciudad y con el paso del tiempo se ampliaron los acontecimientos en honor al Mártir. Además de ser Patrón de la ciudad de Valencia, es patrono principal de la Archidiócesis de Valencia y del Gremio de Sastres y Modistas.
La mañana del 22 de enero la actuación de dulzaineros precede la celebración de una misa solemne en la Catedral. Al término de la misma tiene lugar una procesión general dedicada al Santo que recorre parte de los lugares donde, según la tradición, recibió martirio. A su paso por la calle Avellanas, el Santo es recibido con una lluvia de hojas de laurel lanzadas desde los balcones.
Hay actos en la Ermita (Plaza de España), Iglesia de San Valero (en Ruzafa) y en la Basílica de Sant Vicent de la Roqueta (Parroquia de Cristo Rey y de la Calle san Vicente). En está última se celebra una misa siguiendo el rito hispano-mozárabe.
Ese día están abiertas las pequeñas capillas que guardan la memoria del Santo y que el resto del año permanecen cerradas. Están en la Plaza de la Almoina y en la Calle Cárcel de San Vicente (junto a la Calle del Mar).
En esta misma fecha se celebra también el bautizo de San Vicente Ferrer.
Popular fiesta de la barriada de Ruzafa que se celebra el día 3 de febrero. Durante el día está expuesta la imagen del santo junto a la fachada de la iglesia de San Valero. Se forman largas colas para venerar al santo y comprar las típicas galletitas. Sobre las 17h una procesión recorre las calles cercanas.
El día 19 de febrero se celebra esta advocación mariana en el barrio Campanar. Durante más de una semana, se llevan a cabo diversos actos religiosos, en los cuales se destacan la nutrida procesión del día de la festividad y la ofrenda a la Virgen en la plaza.
El día de san José se celebra el día 19, precediendo a esta festividad esta la conocida semana fallera más conocida como las fallas. Se trata de una fiesta cuyos orígenes se remontan a la quema de trastos viejos y desechos de las carpinterías, el día del patrón de los carpinteros, remontándose seguramente al siglo XIX.
La fiesta que ha ganado fuerza a lo largo del siglo XX desplazando a la que, históricamente, era la "fiesta mayor" de la ciudad (el Corpus), al convertir la simple quema en una especie de representación teatral, pero con muñecos elaborados por los propios artesanos que exponían y de esta manera criticaban la situación social. Siendo de esta manera una especie de representación al estilo de los carnavales y murgas, pero con muñecos. Hay que reconocer que esta manifestación irónica-crítica consiguió existir indiferente a los cambios políticos no siendo prohibida ni censurada. Sin embargo, hoy nadie duda que las fiestas de Valencia, por excelencia, sean las Fallas.
Las calles y plazas más céntricas de la ciudad se cortan al tráfico rodado, haciéndose dueña de las calles los peatones. Las distintas comisiones falleras (agrupaciones de festeros) organizan distintos actos: espectáculos pirotécnicos, juegos infantiles, espectáculos de entretenimiento, concursos, comidas en común... Alrededor del monumento o del local, también llamado casal, de cada una de ellas.
Los actos más destacados:
Se da inicio a la semana fallera, con la Plantà de todos los monumentos y el comienzo de castillos nocturnos en el viejo cauce del río Turia.(zona Alameda)Primer castillo 00:00h. Durante las Fallas, ante la mirada de turistas y visitantes, que llegan a triplicar la población, los falleros erigen cientos de monumentos de cartón piedra (las fallas propiamente dichas) que son un homenaje a la imaginación, así como una representación satírica de la vida cotidiana de la capital del Turia y una crítica a todos los males para que con la quema desaparezcan. Los monumentos pueden llegar a ser espectaculares, especialmente, los de la denominada "sección especial", (18 secciones en total) es decir, las fallas más caras y grandes, que pugnan todos los años por llevarse el primer premio del concurso que se organiza al respecto.
Premios a las mejores fallas y castillo noctuno. Segundo castillo 00:30h.
Ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados y castillo nocturno. Tercer castillo 00:30h.
Continua la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados. La nit del foc o noche de fuego, es el último castillo que se dispara y que tiene lugar por la noche en los jardines del viejo cauce del río Turia(Zona Alameda) Cuarto castillo 1:30h.Originariamente este se celebraba el día de San José, pero se decidió trasladar por la masiva afluencia de público, en años ha logrado reunirse a más de 600.000 personas.
Celebrándose la Cremà o quema de todas las fallas por la noche. Primero se queman las infantiles (a las 22:00) excepto la ganadora de la sección infantil que arde media hora más tarde,y a continuación las mayores(a partir de las 00:00) siendo la del Ayuntamiento (fuera de concurso) la última en quemar, con la que finalizan las fiestas.
Valencia y su forma de vida mediterránea hace una peculiar adaptación de los ritos de Semana Santa. Es más celebrada lo que se denomina la pascua, que la pasión de Cristo. El domingo y lunes de Resurrección son fiestas que en Valencia tienen un marcado carácter popular y campestre. Las familias y pandillas de amigos se van al antiguo cauce del río, convertido en jardín, o a la playa, a comer longanizas de pascua y monas (bollos con huevos cocidos), mientras se vuelan las cometas o cachirulos y se practican todo tipo de juegos.
No obstante también existe la tradicional Semana Santa Marinera, la cual recibe el nombre de «marinera» porque se celebra en el distrito de los Poblados Marítimos, concretamente en los barrios del Grao, el Cabañal y el Cañamelar. En la actualidad, la Semana Santa Marinera cuenta con 32 cofradías, hermandades y corporaciones, de las que cinco ostentan el título de Real.
Entre los numerosos actos de la Semana Santa Marinera, se pueden destacar tres procesiones sobre las demás. El Jueves Santo se realiza la visita a los monumentos y la tamborada, en la cual sólo participan los tambores de las bandas de las Hermandades y Cofradías, así como la procesión de la Última Cena, que se celebra en rememoración de la cena de Jesús con sus discípulos antes del prendimiento. El Viernes Santo se realiza la procesión del Santo Entierro, en el que los cofrades portan ropa oscura como manifiesto de luto. Y finalmente el acto más multitudinario de estas fiestas, documentado desde 1928, el desfile del Domingo de Resurrección, un acto colorista donde se expresa la alegría por la resurrección en un paso multicolor sin imágenes.
La festividad en honor a San Vicente Ferrer es una prolongación de la Semana Santa. Este es un festivo que se celebra el segundo lunes de Pascua, en el que se levantan altares en calles y plazas de Valencia. Se conmemora la festividad de San Vicente Ferrer, patrón de la Comunidad y canonizado por el setabense Calixto III. Es costumbre visitar el Pouet de Sant Vicent en su casa natal convertida en capilla.
Se representan por grupos de niños, siempre en lengua valenciana, hechos prodigiosos atribuidos al santo dominico, los denominados miracles. Las representaciones se llevan a cabo en escenarios instalados para la ocasión en los distintos barrios de la ciudad, estos se denominan altares.
Algunos de los altares más céntricos son: en la plaza de la Virgen: altar de la Pila, en el Tossal: Altar del Tossal, en la plaza del Pilar: el altar del Pilar, en la plaza del Carmen: el altar del Carmen, en la plaza Tetuan: el altar del Mar, en la calle Tapineria: el altar del Mocadoret, en la calle Salamanca: el altar del Ángel Custodio,
en plaza Mercado de Ruzafa: el altar de Ruzafa, en la plaza del Mercado: el altar del Mercado.Entre los catorce altares que se levantan el altar más antiguo data de 1561 y se instala cada año junto al Pouet de Sant Vicent. Es el llamado altar del Mar.
La fiesta se inicia el domingo (octava de pascua). En cada barrio es sacada la imagen de San Vicente y tras procesionar por las calles es subido al altar entre cohetes , aplausos e himnos. Allí permanece hasta la noche del lunes en que el santo es bajado y depositado en casa del clavario hasta el año siguiente. Las excepciones son es el altar del Mercado que lo hace en martes, y los altares del Mocadoret y del Angel Custodio que celebran la fiesta en la octava del Santo.
A nivel oficial, al mediodía del lunes de San Vicente se realiza una ofrenda de flores por todas la asociaciones vicentinas de la ciudad . Esa tarde sale la procesión general de la Santa Iglesia Catedral que pasa por Capitanía (antiguo Convento de Dominicos), Casa natalicia y San Esteban con la pila bautismal del San Vicente.
Las vacaciones de Pascua terminan ese día en Valencia
El 3 de mayo Valencia celebra la fiesta de las Cruces de mayo, y para ello engalana sus calles y plazas colocando preciosas cruces de flores que evidencian la maestría de los valencianos en el arte floral.
La celebración tiene su origen en la Edad Media cuando se empezó a conmemorar el hallazgo de la cruz de Jesucristo por Santa Elena, madre del emperador Constantino I el Grande.
Fiesta del Santísimo Cristo del Grau
El barrio valenciano del Grau celebra el 3 de mayo el día grande en honor a su patrón, el Santísimo Cristo del Grau, popularmente conocido como "El Negret", rememorando su llegada por aguas de Valencia en 1411. Los días previos se celebra un novenario en su honor y el día 1 de mayo se realiza la recepción del Santísimo Cristo en el puerto, recordando el hecho histórico antes descrito.
El día grande llega el 3 de Mayo, día de la Festividad del Santísimo Cristo del Grau, comenzando los actos a las 6'30 de la mañana con la "Misa de Descoberta" uno de los actos más emotivos, y cerrando la festividad con la Solemne Procesión de "El Negret" acompañado por sus devotos, las imágenes de San Vicente Ferrer y la Virgen de los Desamparados por su barrio de El Grau
El segundo domingo de mayo Valencia celebra la festividad de la Virgen de los Desamparados, Patrona de la ciudad y su región.
La víspera de la fiesta, el sábado por la noche, tiene lugar un concierto en la plaza de la Virgen, castillo de fuegos artificiales y posterior "danza" en que más de 200 parejas bailan en honor a la patrona.
Ese sábado desde muchos pueblos de la provincia se inician las peregrinaciones a pie hacia Valencia. la más importante la de Paterna que congrega a más de 2.000 personas, llegan de madrugada a la ciudad.
A las cuatro de la mañana se abren las puertas de la Basílica y a las cinco se descubre la imagen entre vivas y piropos envueltos en una profunda emoción. Enseguida empieza la Misa de Descubierta
El domingo a las ocho de la mañana, en un altar que se instala delante de la Basílica de la Virgen de los Desamparados y cuya fachada se adorna con un tapiz de flores, tiene lugar la Misa de Infantes. Muy emotivo el final de la misma cuando se entona "La Patria valenciana" o Himno de la Coronación de la Virgen y el Himno de la Comunidad Valenciana por más 30 000 personas que llenan la plaza y las calles adyacentes. A las 10:30 horas se procede al “Traslado” de la imagen desde la Basílica a la Catedral entrando por la Puerta de los Hierros. Este acto es muy famoso y la Virgen, entre vivas y piropos, es llevada en volandas, pasando de unos a otros, hasta que, de espaldas, entra en la Catedral.
A las 19h la Virgen sale de la Catedral e inicia un recorrido procesional que la lleva por las calles de la Valencia antigua, a su paso, miles de pétalos de rosa son lanzados desde los balcones engalanados.
Al día siguiente se celebra, al anochecer, "la Ronda a la Virgen" un concierto que combina la música coral y las danzas regionales y que se realiza en honor a la Virgen de los Desamparados.
El jueves siguiente, el templo aparece profusamente adornado de flor. Es la fiesta de las floristas en honor a la patrona. Por la tarde todas las tunas de la ciudad rondan a la Virgen.
El último acto reseñable se celebra el segundo miércoles después de la fiesta, con un besamanos a la imagen que provoca colas interminables desde las siete de la mañana.
Coincidiendo con Pentecostés (50 días después de la Pascua de Resurrección) se celebra la fiesta en honor al Stmo. Cristo de la Fe, desde el año 1604. El acto más popular es la procesión del martes de Pentecostés sobre las 21h y que recorre las calles del barrio. Termina con un castillo de fuegos artificiales. En ella participan, además del Stmo. Cristo de la Fe, las imágenes de la Virgen de los Desamparados y de la Virgen del Consuelo que celebran su fiesta el domingo de la Trinidad y el 1º domingo de mayo respectivamente.
Tienen lugar el fin de semana de Pentecostés. Destacan la visita el viernes por la noche de la Virgen de los Desamparados a los casales falleros y la procesión del domingo.
El barrio de la Olivereta toma el relevo a la calle Quart y con la misma imagen de la Virgen de los Desamparados, celebra unas sonadas fiestas.
Históricamente se ha considerado a la procesión del Corpus Christi como la fiesta grande de Valencia, especialmente desde el último tercio del siglo XIV. La historia de esta fiesta comienza en el año 1355, siendo obispo Hugo de Fenollet. Este año se realizó una solemne procesión general, en la que las autoridades civiles y religiosas de la ciudad acompañan al Santísimo Sacramento, siguiendo el itinerario previsto por los Jurados, del cual se conserva buena parte hoy en día. Esta fiesta se ha celebrado desde entonces cada año, con la excepción de algunos años, como los de la II República española (entre los años 1931 y 1935), cuando el gobierno obligó a que la fiesta se realizase solamente en el interior de las iglesias, así como en los años de la posguerra, cuando la fiesta se limitó únicamente a la parte religiosa. Por lo que no fue hasta los años 50 y 60 del siglo XX cuando un grupo de vecinos volvió a impulsar la procesión para recuperar el viejo esplendor de esta fiesta, a través del llamado «Grup de Mecha», siendo este el predecesor de lo que en la actualidad es la Asociación de Amigos del Corpus de la Ciudad de Valencia.
Uno de los elementos más tradicionales de la fiesta es la denominada «Cabalgata» o «Convite», aunque desde el año 1516 ha tenido altibajos, llegando incluso a no celebrarse en algunas ocasiones. Esta parte de la fiesta constituye una invitación del «Capellà de les Roques» a las autoridades y vecinos de la ciudad para que asistan a la procesión del Corpus Christi, mediante la realización de varias representaciones, como la «Degollà» o las danzas.
Entre los bailes que se realizan en la procesión están las danzas de momos, una danza de origen medieval, las cuales aparecieron en Valencia el año 1459 con las entradas del rey Juan II y de su mujer. El resto de los bailes del Corpus responden a una mentalidad barroca, siendo la primera muestra que se encuentra los bailes de «nanos y gegants» (enanos y gigantes), el cual se incorporó a la fiesta en el año 1589. Posteriormente, a comienzos del siglo XVII se permitió que participaran en la procesión algunas danzas de origen rural, como las de los «bastonets» y las danzas de gitanos, precedente de la actual danza de la «magrana» (granada). Finalmente, entre los años 1851 y 1900 aparecieron otras danzas infantiles como las de los marineros y la de los húngaros, entre muchas otras.
Dentro de la procesión del Corpus, también se representan los «Entremesos» o «Misteris» ( misterios), una especie de Autos Sacramentales escritos entre los XV y XVI, los cuales se representan en lengua valenciana. Otro elemento identitario de estas fiestas son las «Rocas» (carros triunfales), las cuales permitían la representación de los misterios específicos en diferentes lugares del recorrido.
Origen
Entre las fiestas religioso-populares, que anualmente dedica la ciudad de Valencia a San Vicente Ferrer, descuella, tanto por lo poética y tierna, como por su origen y antigüedad, la procesión que todos los años celebraba el lunes, segundo día de la Pascua de Pentecostés, y actualmente el primer lunes del mes de junio, LA FIESTA DE LOS NIÑOS DE SAN VICENTE, en el trayecto que se inicia en la iglesia de San Agustín y transcurre por diversas calles adyacentes, hasta finalizar con la entronización de la imagen del Santo en el altar situado en la calle En Sanz, en su confluencia con la calle San Vicente Mártir, siendo conocida, desde tiempos inmemoriales, esta procesión con el gráfico nombre "dels cagonets", por tomar parte en ella gran número de niñas y niños de muy corta edad.
Como queda dicho, la fiesta se celebraba el lunes segundo día de la Pascua de Pentecostés, que es fecha variable en la Iglesia, por lo que al constituirse en parroquia la mencionada iglesia de San Agustín, tuvo que darse preferencia a todo acto del culto religioso que celebrase su Clero; como quiera que dicha parroquia celebraba la fiesta y novenario de Santa Rita, que tiene fecha fija, ello dio ocasión a que algunos años nuestra fiesta coincidiera con la fecha o novenario de dicha Santa, dando lugar a varios inconvenientes.
Por dicha causa, la Junta Directiva de entonces tomó el acuerdo de celebrar la fiesta religiosa, de iglesia, el primer domingo de junio, y la simpática procesión al día siguiente, lunes, ya que estas fechas, generalmente, quedaban libres de otras celebraciones.
El objeto de esta antiquísima fiesta es el de perpetuar el recuerdo del primer sitio que ocupó la simpática institución denominada COLEGIO DE NIÑOS HUÉRFANOS DE SAN VICENTE FERRER, cuyo origen hay que buscarlo en la congregación de BEGUINES, según afirman los historiadores Escaplés, Jaume Roig, Vidal, Boix, Marqués de Cruilles, Camila Calderón, así como otros escritores valencianos. La palabra "Beguín" es alemana y corresponde a la castellana "Beato".
En el año 1170, según Ramírez de Luque, el venerable Lamberto de Begues, llamado "el tartamudo", piadoso y excelente presbítero de Lieja, fundó la celebre congregación de DONCELLAS SEGLARES para vivir en común con votos simples de obediencia y caridad temporales, la cual fue conocida bajo el sobrenombre de su fundador y llamada de las "Beguinas", extendiéndose por Flandes, Alemania y Francia.
Las congregaciones iniciadas para mujeres lo fueron también por hombres, pero debe diferenciárseles de los de la clase y condición de aquellos de que hubo cierta orden dimanada de la de San Francisco, y la componían seglares que también se llamaban Beguines, Birocos, Bigardos o Fraticelos, según cada país, y tuvo principio en Provenza, en tiempos de Nicolás IV, años de 1288 a 1292, siendo extinguida por Juan XXII en Aviñón por Bula de 30 de diciembre de 1317, según expresa Diago.
Ramón Guillén Catalá, vecino de Valencia, por su codicilo otorgado en Valencia, autorizado por Andrés Espigol, en 1 de marzo de 1334, legó una casa situada en la calle de San Vicente, frente a lo que era el convento de San Agustín, para hospital de los ermitaños que por allí se albergaban en diferentes ermitas, en cuya casa se guarecían cuando enfermaban y donde había renta para el caso y para los enfermeros que los cuidaban, cuyos ermitaños se llamaban HOMBRES DE PENITENCIA o Beguines, y el hospital de SANTA MARÍA.
Con el nombre de Beguines se comprendieron los varones reunidos en congregación, bajo alguna de las reglas de las Terceras Órdenes, o de penitencia, que había en algunos institutos religiosos.
Según esta función, instituyeron los Beguines su casa, que situaron frente a la iglesia de San Agustín, en el mismo punto que posteriormente ocupaba la fundación primitiva valenciana, según lo afirma el Marqués de Cruilles, y Escaplés indica que hacía esquina a la calle que iba al Colegio de San Pablo, actualmente transformado por el Estado en instituto de Segunda Enseñanza, cuya casa estaba situada en el lugar de los números 72/73 actuales de la calle de San Vicente, y frente a lo que era el Colegio de las Madres Escolapias. Jaume Roig menciona la casa de los Beguines en su llibre de Consell, donde dice:
"Al Bovalar
dels Agustins
entre els Beguins
e Sanct Fransés."
El cobertizo que existía sobre la calle que va a San Pablo, que se denominaba calle del cobertizo de San Pablo, demostraba la existencia de la casa de los Beguines, pues en el Libro de Actas número 45, de 28 de mayo de 1484, concedieron los Magníficos Jurados a doña Leonor de Próxida, condesa viuda de Anverse, que pudiera hacer bóveda de treinta y ocho palmos desde su casa hacia la parte del Hospital de Beguines y elevar la pared cuanto fuera necesario, empero sin poder sacar luces sobre dicho Hospital y pagando a este la pared sobre la que se apoyase, de manera que no impidiese el libre tránsito.
De la existencia de dicha casa de Beguines y del Patronato de los Jurados de esta ciudad, dan evidente prueba las deliberaciones de estos de los años 1446, 1570 y 1578, y otras muchas más que podrían citarse.
En 1410, San Vicente Ferrer, por su celo apostólico, utilizó la existencia de los Beguines, instituto tan análogo a sus propósitos, haciéndoles abrazar la regla de la Tercera Orden de Santo Domingo; así se comprende cómo los Jurados mandaron vestir de paño burdo a muchos hombres que seguían al Santo en sus predicaciones, según afirma Diago.
San Vicente Ferrer no fundó la Cofradía de los Beguines, pero sí la organizó, ya que formaba el núcleo de sus procesiones disciplinantes.
Por aquel entonces, las calles estaban llenas de moriscos, huérfanos errantes, abandonados según costumbre general a la caridad de los cristianos, y el Santo aconsejó a los Beguines que se ocuparan de ellos. Con un hombre de su temple, del consejo a la ejecución no había más que un paso. Según Escaplés, en el año 1312 se alquiló en la calle de San Vicente, frente al convento de San Agustín, una casa en la que fueron recogidos los moriscos y huérfanos, confiándose las niñas a mujeres devotas y vistiéndolos a todos con el hábito de dominico, como se calcaron sobre reglas dominicas su régimen y los detalles de su vida. Para arbitrar recursos iban los niños en procesión la víspera de la fiesta del Santo, cantando los gozos de San Vicente y postulando para sus hijos adoptivos.
El privilegio de Don Juan I, dado en Valencia a 3 de abril de 1394, hace ya particular mención de los Beguines, expresando que en la casa de estos eran asistidos los penitentes en los días de Jueves y Viernes Santo. Como esto alude al tiempo en que San Vicente Ferrer excitaba el celo para este género de congregaciones de penitencia, se infiere que los Beguines asistían a ella con el traje que usaban, consistente, según Orellana, en un sayo talar oscuro, con un cuello o valona, y después de muerto y canonizado el Santo, llevaban al costado izquierdo un escudo de metal con la imagen de aquel, de medio relieve.
La prohibición de los disciplinantes por abusos introducidos, fue acordada en el Sínodo Provincial, celebrado por el arzobispo don Martín de Ayala, en 1666.
A pesar de esta prohibición continuaron todavía algunos devotos haciendo públicas demostraciones de penitencia en las procesiones de Viernes Santo, hasta que el arzobispo don Andrés Mayoral volvió a prohibir estas excentricidades, cesando, por consiguiente, en 31 de marzo de 1763, confirmando esa disposición una real orden de 20 de febrero de 1777.
A los Beguines, que desaparecieron por efectos de las guerras, sucedió una cofradía llamada con propiedad DE LOS HUÉRFANOS DE SAN VICENTE FERRER, a la que en 1540 dio gran impulso un sacerdote celoso de su deber, mosén Palanca. A petición suya, un cura de Valencia, Bernardo Simón, presidente de la Cofradía, redactó unas capitulaciones a las que el notario Jerónimo Llovera dio el valor de documento público, las cuales fueron aprobadas por el virrey don Francisco de Aragón, por el Vicario general de la diócesis y por el Consejo Municipal. Carlos V, por carta fechada en Bruselas el 30 de abril de 1549, le concedió ciertos privilegios a la Cofradía. Dicha Cofradía seguía la idea que presidió a su formación, y además, cada viernes, todos los cofrades debían dar una cantidad para los huérfanos, celebrándose su fiesta el día del Niño Jesús perdido. Más adelante, el Consejo Municipal aceptó el patronato de este Colegio e hizo colocar sobre la puerta del mismo las armas de la ciudad.
A la larga, los miembros de la Cofradía se cansaron de esta contribución semanal y Felipe II, por carta fechada en Madrid el 14 de mayo de 1593, la declaró disuelta y creó en su lugar una Comisión formada por tres miembros: un Jurado de la Ciudad, un individuo del Cabildo y el director del Hospital, adoptándose para los niños un nuevo traje oscuro capuchino con la imagen de San Vicente Ferrer sobre una placa de latón. Este traje estaba menos expuesto a ensuciarse, pero como los dominicos se quejaron de que no quedase nada de San Vicente Ferrer, ya que los niños perdían con frecuencia las medallas, se volvió a adoptar el hábito blanco y negro. Una bula de Urbano VIII del año 1622 confirmó la institución.
En 1626, en tiempo del patriarca Juan de Ribera, se hizo extensivo a todos los huérfanos indistintamente y se trasladó de la calle de San Vicente a la casa que ocuparon durante muchos años en la entonces denominada calle Sagasta. No hay duda alguna sobre la regularidad de sucesión; estos niños siempre se han llamado CHIQUETS DE SANT VISENT. Las cartas reales designan expresamente el Colegio fundado por el glorioso San Vicente Ferrer, y como recuerdo del primer sitio de la institución surgió la procesión denominada FIESTA DE LOS NIÑOS DE LA CALLE DE SAN VICENTE.
Cuando faltaron los Beguines, quedaron en su Casa - Hospital de Santa María dos imágenes: una la del Santo Cristo de la Penitencia, que fue trasladada luego al Colegio de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer, o sea, al domicilio que existía en lo que era la calle de Sagasta, y la otra, la de Nuestra Señora, que se denominaba de los NIÑOS PERDIDOS, que recogieron los religiosos agustinos descalzos, fue trasladada posteriormente a la villa de Caudiel, en cuya iglesia se venera bajo la advocación del NIÑO PERDIDO y que, sin ninguna clase de dudas, es la misma que tuvieron los Beguines desde 1334, y que hablaba familiarmente a Vicente Ferrer y que él dejó allí como protectora de sus hijos.
En las fiestas del Centenario de la Conquista, correspondiendo al siglo XVIII, el nuevo propietario de la citada casa, que fue de los Beguines primero y de los niños huérfanos después, exornó la frontera con historias pintadas alusivas al destino que tuvo antes este edificio, aunque no hizo de ello mención al cronista P. Serrano. También se predicó otro tanto en otras fiestas del mismo año 1738, en las celebradas por la proclamación de Fernando VI en 1745 y en las de Carlos III en 1759.
El Ayuntamiento de Valencia acostumbraba a dar a los Beguines la cantidad de 75 sueldos anuales a título de colación de Jueves Santo, la que parece que aún se dio en el año 1551, pero no ya en los siguientes, y entre las cartas misivas de 1579 hay una dirigida por los Jurados al canónigo deán Pedro Blasco y a micer Pedro Juan Andreu, residente en Roma, que dice así:
"Como Jurados de esta ciudad somos también administradores de una cofradía bajo el nombre e invocación del bienaventurado San Vicente Ferrer, hijo, patrón y protector de esta ciudad, donde se recogen los niños y niñas huérfanos, dándoles vivienda."
Es probable que esta Cofradía no se instituyese hasta después de canonizado el Santo, que lo fue en 29 de junio de 1455, y la más remota fecha en que aparece es en 17 de noviembre de 1480, donde por deliberación de dicho día consta que para las exequias de la reina doña Ana fue convocada y asistió la COFRADÍA DELS CHICS DE SANT VOSENT FERRER.
Por otra de 9 de abril de 1575 se mandó construir una sepultura para enterrar a los niños vulgarmente llamados de San Vicente Ferrer.
En carta de 27 de abril de 1584 se dice, hablando de esta casa de los Beguines, que se recogieron en ella a los niños y niñas huérfanos que andaban perdidos por la ciudad, y los Jurados les favorecían, pues en 30 de abril de 1580 se asignaron 25 libras para vestir ocho huérfanos de dicha casa, y repitieron lo mismo en el año siguiente. También facilitaron 17 libras para componer un pozo en la misma, con lo que, naturalmente, comenzó a sustituirse el nombre de CASA DE LOS BEGUINES con el de CASA DE LOS NIÑOS DE SAN VICENTE FERRER.
Este fue el origen de la piadosa y benéfica institución que aún hoy se conserva para honra de Valencia y de su santo patrono Vicente Ferrer, cuyos huérfanos permanecieron en su casa, frente al convento de San Agustín, independientes de los extinguidos Beguines, entre los años 1579 y 1624.
En la fachada principal del patio de esta casa había una inscripción que leyó Orellana en 1575. Por alusión a esta memoria se hizo ocupar sus largos balcones a multitud de niños vestidos con el traje de los colegiales, decorando convenientemente la fachada, de donde cantaban coplas y hacían otras demostraciones festivas en el centenario de dicho Santo, celebrado en aquel año, con motivo del tercero de su canonización. La mencionada casa, cuando la dejaron los niños de san Vicente Ferrer, pasó a los Padres Agustinos Descalzos, que pretendía fundar un convento en esta ciudad, según dice Mateu y Sanz. La fundación, sin embargo, no tuvo lugar por la inmediación en que se hallaba la casa convento de San Agustín, que fue muy vigilante en aplicar la prohibición de nuevos conventos, y adquiriéndola por 1000 libras, mediante escritura ante Pablo Pereda, notario, en 5 de marzo de 1626, se convirtió en tres casas como consta en una sentencia del justicia civil, publicada en 8 de noviembre de 1628.
Habiéndola enajenado, posteriormente, el convento de Agustinos, pasó a dominio de Eusebio Mocholí y Torá, que fue el autor de las demostraciones hechas en ella en 1755 y que la vinculó en su testamento ante don José Burriel, notario, en 12 de noviembre de 1758.
Allí permanecieron los niños huérfanos de San Vicente Ferrer, hasta que el emperador Carlos V, primero de este nombre, rey de España, fundó un colegio para albergar y educar a los hijos de los moriscos convertidos, por lo que aún hoy conserva el nombre de Colegio Imperial, y del que el rey don Felipe IV, en 1609, hizo donación del edificio a favor de aquellos.
Consta que, mientras permanecieron los huérfanos en la antigua Casa – Hospital de los Beguines, celebraban periódicamente algunas procesiones, principalmente por la calle en la que estaba situada la casa, con objeto de implorar limosnas al vecindario para el sostenimiento de la institución y en las que llevaban en andas a su Santo Patrono san Vicente Ferrer.
Para recoger estas limosnas llevaban los colegiales, pendientes del ceñidor de correa de sus túnicas, unos pequeños cepillos de madera, en donde eran depositadas las que recibían en metálico; así se les veía cotidianamente en las iglesias de esta capital, donde a ciertas horas ayudaban a las mismas, costumbre que se conservaba en la Basílica Metropolitana.
Además de estas limosnas, recolectaban otras en todo el Reino; una de las más pingües era la del capullo de seda. Se verificaba por medio de dependientes del Colegio, acompañados de cierto número de niños huérfanos que iban cantando responsorios y gozos del Santo, y para su régimen durante la recolecta y que se conservasen en lo posible las prácticas del Colegio, se dispuso una curiosa instrucción que está impresa en la biblioteca de Mayans; estos pequeñuelos celebraban periódicamente algunas procesiones, llevando en Andas una pequeña imagen del Santo, ceremonia religiosa que vinieron practicando hasta 1624 en que fueron trasladados al Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer, en la conocida calle Sagasta.
Al faltar las procesiones de los niños huérfanos por la calle de San Vicente, y muy especialmente la del segundo día de Pascua de Pentecostés, pensaron algunos vecinos de dicha calle fundar una asociación de niños bajo el patronato de san Vicente Ferrer, lo que llevaron a efecto en el año 1625, bajo la titularidad de FIESTA DE LOS NIÑOS DE LA CALLE DE SAN VICENTE.
Desde aquella fecha esta Asociación ha celebrado anualmente y sin interrupción sus fiestas a su Santo Patrono.
Esta tierna Asociación, sin parangón en el resto de España, antiguamente la componían solamente niños varones, y la procesión llegaba sólo hasta la iglesia del convento de San Gregorio, o sea, hasta la esquina de la actual calle de la Sangre; hacíase por la mañana, inmediatamente después de terminada la función religiosa que se celebraba anualmente en la iglesia del ex convento de San Agustín. En ella tenía esta Asociación un altar propio dedicado a san Vicente Ferrer, cuya imagen, de preciosa escultura, ocupó algún tiempo la hornacina en lo alto de la primitiva puerta de San Vicente, cuando Valencia estaba amurallada y cuya imagen la coronaba, teniendo entonces empuñada en la mano derecha una gran espada como para defender la ciudad y en la izquierda un gran escudo con las armas de Valencia. Dicha imagen fue quitada de lo alto de aquella puerta en 1808, por temor a que fuese destruida por el bombardeo que sufrió Valencia.
La Asociación ha ido sufriendo modificaciones a lo largo de su dilatada existencia, acordándose en el año 1875 (acta del 19 d3 mayo de dicho año) que desde el siguiente, 1876, formasen parte de la misma los pequeños de ambos sexos, que se nombrasen cada año ocho Mayorales, cuatro niños y cuatro niñas, y que se prolongara la procesión hasta la plaza llamada entonces de Cajeros y que las medallas de los asociados fueran dotadas con una cinta de color para que fuesen pendientes del cuello. En 1888 se acordó celebrar, ese año y en lo sucesivo, procesión de adultos a las 9 de la noche, para retirar del altar de la calle la imagen del Santo y depositarla en la casa del primer Mayoral hasta el año siguiente; que se contratasen dos bandas de música para que amenizasen la calle durante dos noches, colocándolas en diferentes puntos de aquella a fin de que pudiesen disfrutar de sus acordes todos los vecinos y últimamente que se repartiesen entre los ASOCIADOS bizcochos, cuya costumbre había estado suspendida por espacio de algunos años por epidemias y guerras.
La nota de más carácter de esta tierna e infantil fiesta era la costumbre inmemorial de repartir a todos los Asociados que asistían a la procesión unos pequeños cucuruchos de variados confites, y que les eran entregados al tiempo de devolver la pequeña vela de cera que cada uno de ellos había llevado en la mano durante la procesión. Ésta, como es sabido, formaba y forma un tono abigarrado y especialísimo, por cuanto la mayor parte de los niños que a ella asisten, no pudiendo andar por su pie, van llevados en brazos o de la mano por sus madres, hermanos u otros parientes, dando a la procesión un aspecto poco visto y muy original.
Nuestra Asociación posee la imagen de San Vicente colocada en el precioso retablo del altar dedicado al Santo en la iglesia de San Agustín, cuyo conjunto, retablo e imagen, fue obra del prestigioso escultor don José Justo (hermano del que fue muy querido párroco reverendo don Antonio Justo), costeado en su totalidad por la Fiesta de los Niños de la calle de San Vicente e inaugurado con toda solemnidad el 3 de junio de 1950.
También posee esta Asociación otra imagen de San Vicente, obra del prestigioso escultor Vergara, que anualmente se instala en el templete que se levanta en la calle de En Sanz, y que una vez finalizada la fiesta se custodia en la casa del Clavario o Clavariesa del ejercicio.
Especial mención merece la monumental imagen y anda del Santo que preside nuestra procesión anual, cuya belleza y valor artístico puede contemplarse al paso de dicha procesión; esta imagen y anda fueron inauguradas en el año 1951 y fue obra de los magníficos escultores religiosos señores Royo y Rabasa.
Y, por último, poseemos la imagen de San Vicente Niño, que abre la procesión anual, construida en el año 1899, en actitud de enseñar a los niños de su edad la doctrina cristiana; el anda, construida en la misma fecha, posee dos barras, figurando una larga trompeta y un báculo, diseñados, imagen y anda, según boceto del distinguido artista don Federico Rubert, que a la sazón ostentaba el cargo de Presidente de nuestra Asociación, siendo imagen y anda obra del prestigioso escultor, tallista y dorador don José Romero Tena. En su inauguración llamó mucho la atención por su belleza, y que afortunadamente todavía se puede contemplar en las procesiones anuales.
Es la fiesta más antigua de la ciudad de Valencia. Se celebra el primer fin de semana de junio en el barrio de la Xerea. Se trata de una pequeña imagen de Cristo crucificado totalmente vestido y coronado con una tiara. Imagen de gran devoción en la ciudad sale en procesión la tarde del primer domingo de junio desde la iglesia de Santo Tomás Apóstol. Tras recorrer diversas calles es depositado en un altar colocado al efecto en la plaza de Sant Bult.
http://www.santbult.es/tradicion.html
Como población costera y mediterránea, celebra la festividad en honor a San Juan de manera popular y espontánea. Las familias y grupos de amigos se acercan a las playas de la ciudad para cenar y divertirse hasta altas horas de la noche.
Se celebra está fiesta en dos lugares distintos de la ciudad. En el puerto lo hacen los transportistas el sábado más cercano al 10 de julio.
Ese mismo día 10, en la calle Alboraya hay bendición de vehículos, con la participación de numerosos coches antiguos, procesión por la barriada y mascletà. Los actos se celebran en torno a las 20h.
En la calle Cañete, junto a la calle Quart se le tiene una gran devoción al Beato Gaspar Bono. Desde antaño se le honra con una semana de fiestas que incluyen procesión, mascletà, cenas en la calle, espectáculos... La fiesta es el 14 de julio pero se celebra en fin de semana. La casa del "Beatet" está situada en esa misma calle de Cañete.
Se celebra en tres lugares: En el puerto por la mañana con procesión marítima. En la calle Alboraya con salida de la imagen de la Virgen al atardecer y la más famosa en el barrio del Carmen donde se celebran varios días de fiesta entorno al 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen. A destacar la procesión del día 16 al final de la tarde o la ofrenda la víspera de la fiesta.
Durante el mes de julio para animar la capital y atraer a los forasteros, el Ayuntamiento propuso celebrar una feria anual y una exposición de toda clase de productos. De este modo, el 21 de julio de 1871 se inaugura la primera Feria de Julio con una vistosa cabalgata, pabellones, exposiciones de plantas y venta de productos en general. En 1891 queda establecida la Batalla de Flores que se desarrolla el último domingo de julio en la Alameda sobre las 20h. Se celebran también importantes certámenes de bandas de música, festejos taurinos, conciertos de música y muchas otras actividades, entre las más destacable, la Fiesta de Moros y Cristianos que se celebra en el Marítimo el primer fin de semana de julio
Posiblemente la procesión más antigua de la ciudad sea la que se celebra cada 15 de agosto. En realidad la imagen de la Virgen de la Asunción sale por la mañana de la Iglesia del Milagro (c/ Trinquete de Caballeros)y es llevada a la Catedral, donde entre plantas de albahaca es honrada la titular de la Seo. A las 19h la imagen es devuelta hasta su iglesia donde permanecerá el resto del año.
En septiembre se celebranSantos Abdón y Senén, organizadas por la Cofradía del Cristo de la Providencia (Confraria del Crist de la Providència), entidad fundada en el siglo XVI.
las fiestas patronales en honor de losDel 24 de septiembre al 2 de octubre
Tal y como recoge el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana en este día se celebra el día de la Comunidad Valenciana, para rememorar la entrada triunfal del rey Don Jaime I a la ciudad y la dedicación de la Mezquita Mayor como Iglesia-Catedral. Esta celebración tiene una larga tradición en la ciudad, ya que se celebra desde el siglo XIV, cuando la instauró el rey Jaime II de Aragón. Los actos más significativos de esta festividad son el canto del «Te Deum» en la Catedral, la procesión cívica de la Señera y el homenaje al rey Jaime I, quién otorgó los Fueros a la ciudad y su reino, estando todos estos actos presididos por la Real Señera.
Este día, también se celebra la fiesta de San Dionisio, conocida también como el día de los enamorados valencianos. En esta celebración el enamorado suele regalar a su amada la típica mocaorà, unas figuras de mazapán, con forma de frutas y artefactos pirotécnicos (la piruleta y el tronador), envueltas en un pañuelo.
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