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Gastronomía italoestadounidense



La gastronomía ítalo-estadounidense es la cocina propia de los inmigrantes italianos y sus descendientes, que adaptaron la gastronomía de Italia a la influencia cultural estadounidense. Como inmigrantes de diferentes regiones de Italia se asentaron en diferentes regiones estadounidenses, llevaron con ellos diversas tradiciones culinarias que estaban asociadas a su origen y recibieron características de sus nuevos hogares. Muchas de estas tradiciones se convirtieron en platos favoritos de los habitantes del lugar y más tarde de todos los estadounidenses, como por ejemplo el muffuletta de Nueva Orleans o los raviolis tostados de San Luis (Misuri). Una medida de la amplia popularidad de la cocina ítalo-estadounidense se da en que la Zona Metropolitana de las Ciudades Gemelas (Twin Cities) de Minnesota, dominada demográficamente por escandinavos y germanoestadounidenses, el periódico City Pages identifica la comida ítalo-estadounidense como el estilo culinario más popular de la región, con ejemplos que van desde los omnipresentes dinners de espaguetis a los restaurantes de moda.

La comida ítalo-estadounidense está fuertemente basada (aunque no en exclusiva) en la comida tradicional de los inmigrantes del sur de Italia, la mayoría de los cuales llegaron a Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX. Durante esta gran ola migratoria, mucha gente provenía especialmente de las regiones de Nápoles y Sicilia, y se asentaron en grandes ciudades como Nueva York y Boston. Para muchos ítalo-estadounidense, que identifican su comida con el hogar de sus antepasados, las recetas se basan en alimentos básicos como pasta dura, salsa de tomate y aceite de oliva, mientras otros, como los de familias del norte de Italia asentadas en otras regiones estadounidenses, pueden preferir ingredientes como el arroz, la pasta fresca y la mantequilla.

Para muchos ítalo-estadounidense, especialmente en estados tradicionalmente dedicados a la ganadería como California, Texas, Florida y Hawái, las recetas tienden a usar mucha más carne. Existe discrepancia sobre el motivo de esta preferencia: unos afirman que se debe simplemente a la mayor disponibilidad y calidad de la carne estadounidense (especialmente de ternera), mientras otros creen que es el producto de teorías nutricionales difundidas por los trabajadores sociales de principios del siglo XX para facilitar la integración de los inmigrantes italianos en la sociedad estadounidense. El consumo de ternera siempre ha sido simbólico de la nueva prosperidad hallada por los inmigrantes en estos estados y regiones concretos, y en Estados Unidos en general, frente a la Italia de preguerra y a Europa en general, donde pocos podían permitirse su consumo. Sin embargo, la ternera de alta calidad y su producción se considera a menudo un símbolo estadounidense.[1]

Con el tiempo, el desarrollo y aprecio de la cocina italiana en los Estados Unidos, así como la creciente importación de productos, han provocado la aparición de tendencias culinarias hacia un estilo más «auténtico» que tenga mayor afinidad con las técnicas e ingredientes nativos de Italia, y de estilos que interpretan la cocina desde el punto de vista de la cultura italiana tal como existe en todo el mundo. La cocina ítalo-estadounidense también importa regularmente innovaciones de Italia, e incluso intenta imitar la elaboración de productos localmente, e incluye innovaciones relativamente recientes como el espresso (actualmente omnipresente en los Estados Unidos), el tiramisú, la Nutella, etcétera. Todas estas novedades han sido aceptadas entusiastamente y cada año nuevos productos e influencias culturales son intercambiadas gracias al comercio entre Italia y los Estados Unidos, que cada vez cuenta con mayor éxito.

La comida ítalo-estadounidense se ha caracterizado a menudo por la importante cantidad de salsa de tomate empleada en muchas recetas durante buena parte del siglo XX. Esta percepción puede ser atribuida y estar reforzada por el atractivo de las comidas ítalo-estadounidense en los Estados Unidos, siendo una tendencia común que las cadenas de restaurantes perpetúen este concepto a través del marketing, de la misma forma que hacen con otros arquetipos de cocinas, como la china o la mexicana.

Una estética popular asociada con la comida ítalo-estadounidense es el anticuado cliché de pequeño restaurante familiar especializado en recetas tales como espaguetis con albóndigas y con mesas decoradas con manteles a cuadros rojos y botellas vacías de Chianti haciendo las veces de candelabros. Aunque la imagen clásica de estos locales ha dado paso a unos diseños más contemporáneos y exclusivos, el concepto es frecuente para restaurantes ítalo-estadounidense más tradicionales, hasta el punto de que cadenas como Papa Gino's, Maggiano's Little Italy y Buca di Beppo han adoptados rasgos estereotípicos como los cuadros rojos en las mesas como marca de estilo.

La cocina ítalo-estadounidense ha tenido también considerable influencia del tradicional steakhouse: muchos de estos negocios fueron iniciados por empresarios ítalo-estadounidense, incluyendo la cadena neoyorquina The Palm (bautizada con una mala pronunciación del apellido Parma) y el Hilltop de Massachusetts (fundado por el restaurador local Frank Giuffrida).

La comida de estilo italiano se ha hecho destacadamente frecuente en los platos preparados, especialmente con productos enlatados como el SpaghettiOs de Franco-American, así como por la popularidad de especialidades ítalo-estadounidense en las secciones de comida para llevar de supermercados y restaurantes. En especial, la pizzería es el restaurante más común en Estados Unidos, con negocios que van desde pequeños locales familiares hasta grandes cadenas como Domino's Pizza y Pizza Hut. En una variante interculturla de lo anterior, los espaguetis refrigerados listos para comer se han convertido en un plato preparado en tiendas de conveniencia asiáticas en los Estados Unidos.

La comida ítalo-estadounidense (y la mediterránea en general) ha tenido una enorme influencia en la dieta estadounidense, siendo la primera de las tres cocinas étnicas del país, según la National Restaurant Association:

Las encuestas han mostrado que una tendencia general hacia la inclusión de los llamados «ingredientes de fuentes alternativas», así como la «incorporación de cocinas, sabores e ingredientes étnicos a las cartas de restaurantes» es actualmente muy común. Apareciendo alto en la lista de platos populares en las encuestas están «los panes planos [mediterráneos], la ciabatta [italiana], la cocina mediterránea, el espresso y los cafés especiales...», etcétera.[3]​ Por supuesto, la pizza y los espaguetis en especial han sido casi completamente asimilados (la primera en particular es una parte estándar de muchas dietas estadounidenses, a menudo en formas casi completamente irreconocibles como italianas).

Hay una fuerte asociación de la cocina ítalo-estadounidense con la historia de la producción de vino en los Estados Unidos. Hablando en general, es tradición para muchos ítalo-estadounidense disfrutar de la comida acompañada de algún vino que la haga completa y sociable, porque en casi cualquier restaurante podía encontrarse un «vino de mesa» barato y a menudo (especialmente durante la ley seca) un vino casero que a veces se conocía peyorativamente como «tinto dago». Estos vinos siguen considerándose un símbolos de los ítalo-estadounidense que mantuvieron vivas sus tradiciones culinarias durante la ley seca, y también hasta la importación generalizada de vino italiano de mayor calidad en los años 1970 y el aprecio de los nuevos vinos de calidad de California. Las tradicionales botellas de Chianti envueltas en paja siguen siendo emblemas imprescindibles de muchos restaurantes de estilo italiano, tanto por el propio vino como por el empleo de las botellas vacías como candelabros. Sin embargo, esta costumbre está empezando a quedarse anticuada.

La influencia de los ítalo-estadounidense sobre el vino estadounidense ha sido también profunda, y ha sido reconocida desde la fundación de los Estados Unidos como nación. De hecho, vinateros italianos fueron llevados al estado de Florida tan pronto como en 1766 por el Dr. Andrew Turnbull, un cónsul británico en Esmirna. Quizá más importantes fueron las contribuciones de Filippo Mazzei (a menudo llamado Philip Mazzei), un médico italiano y promotor de la libertad y amigo del presidente estadounidense Thomas Jefferson. Mazzei lideró un grupo de italianos en Virginia en el cultivo del viñedo, el olivo y otros frutos mediterráneos.

En años posteriores, la viticultura estadounidense tuvo más influencia de la diáspora de italianos durante las migraciones transatlánticas que empezaron en los años 1870 y alcanzó mayores proporciones de 1880 a 1920. La mayoría de estos italianos entraron por la costa este de los Estados Unidos en la isla de Ellis, pero mucho de ellos pasaron rápidamente a la costa oeste, donde California seguía siendo sinónimo de «fiebre del oro» y nueva prosperidad. En este estado, los ítalo-estadounidense fueron inspirados por las extensiones de onduladas colinas y fértiles campos. Antes de la ley seca de 1919 ya se habían fundado muchas bodegas: Seghesio, Simi, Sebastiani y Foppiano empezaron a operar a finales del siglo XIX y siguen funcionando en la actualidad. Otras son la bodega Napa de Giuseppe Magliavacca, Italian Vineyard Company de Secondo Guasti y Italian-Swiss Colony de Andrea Sbarbaro.

Desde 1919 hasta la derogación de la ley seca en 1933, muchos ítalo-estadounidense tuvieron problemas para mantener sus viñedos, pero persistieron suministrando a menudo vino de misa a la Iglesia católica o mosto al mercado general. A estos pocos supervivientes se le debe la conservación de la herencia viticultora estadounidense, en una industria que valora la longevidad y tradición de la viña y su producto. Tras la prohibición y hasta la economía del vino actual, las bodegas ítalo-estadounidense mantienen una fuerte contribución al mercado doméstico y mundial.

En la mesa ítalo-estadounidense actual se aprecia el vino de California, los demás vinos estadounidenses, el vino italiano importado y, por supuesto, el viejo y socorrido Chianti (de la Toscana italiana) o el vino de mesa (vino da tavola) tinto o blanco «genérico», además de vinos de alta calidad como por ejemplo el Tignanello. Algunos de los primeros Chiantis en llegar a Estados Unidos eran vinos corrientes y baratos, pero tras una caída de la calidad media del Chianti a mediados del siglo XX, mejoras en la recetas y técnicas empleadas en su elaboración llevaron a la obtención no solo de vinos de mesa simples sino hasta Chianti Classicos de alta calidad. Todas estas variedades son muy populares en la cocina ítalo-estadounidense.

Las recetas ítalo-estadounidense consisten tanto en adaptaciones de clásicos italianos como platos específicos inventados en los Estados Unidos. Algunos de sus nombres proceden de dialectos o de lenguas de Italia (especialmente de idiomas del sur, como el napolitano y el siciliano).

La pasta italiana se consume ampliamente en los Estados Unidos, y los críticos consideran que marcas estadounidenses como Ronzoni son equivalentes o mejores a otras italianas en calidad.[4]​ Además, algunos cocineros ítalo-estadounidense han adoptado la masa del rollo de huevo chino, por parecerse mucho a la pasta fresca en su composición.



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