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Glásnost



Se conoce como Acerca de este sonido glásnost (en ruso гласность, 'apertura', 'transparencia' o 'franqueza') a la política que se llevó a cabo a la par que la perestroika en la Unión Soviética por Mijaíl Gorbachov, desde 1985 hasta 1991.[1]​ En comparación con la perestroika, que se ocupaba de la reestructuración económica de la Unión Soviética, la glásnost se concentraba en liberalizar el sistema político. En esta se estipulaban libertades para que los medios de comunicación tuvieran mayor confianza para criticar al gobierno.

Gorbachov también autorizó la liberación de presos —políticos para la oposición interna y externa— y la emigración de algunos refuseniks. El objetivo más expreso de la glásnost era crear un debate interno entre los ciudadanos soviéticos y alentar una actitud positiva y entusiasmo hacia las reformas que se encaraban. Sin embargo, esta política de apertura se volvió en contra de Gorbachov al incrementarse los problemas económicos y sociales por efecto de las mismas reformas y al incrementarse la crítica de la población soviética contra la dirección política del PCUS. Durante la glásnost se dieron a conocer al público, entre otras cosas, detalles sobre la violenta represión política de la época estalinista que hasta entonces permanecían reservados por cuestiones de Estado.

La meta de Gorbachov con la glásnost era en parte ejercer presión sobre los conservadores del Partido Comunista que se oponían a la perestroika. En agosto de 1991 la «línea dura» del Partido realizó un fallido golpe de Estado contra Gorbachov buscando revertir su plan de reformas, que consideraban una simple maniobra para volver al capitalismo y destruir al Estado socialista. Al fracasar dicha revuelta aumentó considerablemente la impopularidad de los líderes conservadores que habían apoyado el golpe contra Gorbachov, siendo que como reacción los elementos más derechistas del PCUS asumieron el mando en medio de la acelerada descomposición del aparato político soviético. Las Repúblicas de la URSS empezaron a proclamarse como independientes en forma sucesiva, sin que desde Moscú se pudiera impedir dicho proceso. El 24 de diciembre de ese mismo año Gorbachov abandonó el poder y disolvió oficialmente a la Unión Soviética en un sencillo acto de unos 60 minutos de duración. Borís Yeltsin, opositor por derecha de Gorbachov y uno de los artífices del contragolpe, se convirtió entonces en presidente de la Federación Rusa.

El término glásnost apareció por primera vez en 1920 en el contexto En el curso de la Guerra Civil y ante los éxitos en el frente militar, León Trotski aspiraba a organizar la economía y la sociedad según los patrones militares del Ejército Rojo. Su primer objetivo fue subordinar los sindicatos (sobre todo los del transporte ferroviario, esenciales para los suministros, tanto del ejército como de alimentos para las ciudades) a una burocracia centralizada estatal. A esto se opusieron frontalmente no solo los dirigentes de los sóviets de trabajadores sino también muchos dirigentes bolcheviques. El mismo Grigori Zinóviev consideraba que se pretendía «tiranizar» a los obreros y, desde dentro del partido, Aleksandr Shliápnikov organizó el grupo Oposición Obrera, al que más tarde se adhirieron otros dirigentes y miembros de la intelligentsia como Aleksandra Kolontái. Fue entonces cuando algunos dirigentes radicales de Moscú llegaron a permitir la participación de los bolcheviques de base en las decisiones de la ejecutiva del partido en nombre de la «apertura», la «glásnost».[2][3][4]

La relajación del control gubernamental causó que el Partido Comunista perdiera influjo sobre los medios de comunicación. Pronto los medios masivos comenzaron a mostrar ante el público soviético serios problemas sociales y económicos que el Kremlin había negado o minimizado históricamente, tales como la deficiente calidad de las viviendas, los problemas de abastecimiento de alimentos, el alcoholismo o la contaminación ambiental, lo cual aumentó paulatinamente el nivel y cantidad de críticas hechas por la población soviética hacia sus autoridades, lo cual era una situación desconocida hasta entonces.

La apertura política, continuó produciendo efectos no buscados inicialmente.Como por ejemplo los grupos nacionalistas comenzaron rápidamente a ganar terreno en las elección para las asambleas regionales de las repúblicas soviéticas. Como resultado de las reformas descentralizadoras de Mijaíl Gorbachov, la capacidad del gobierno central de imponer su voluntad sobre las repúblicas se encontraba muy disminuida. Durante la década de 1980 crecieron los reclamos para aumentar la independencia respecto al poder ejercido por Moscú, lo que fue especialmente notorio en el caso de las repúblicas bálticas. El sentimiento nacionalista también tomó fuerza en Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, entre otras.

Los países bálticos, a quienes la visión nacionalista consideraba como invadidos por el Ejército Rojo en 1940 y anexados a la URSS contra su voluntad —aunque la versión oficial sostenía que fueron incorporadas por pedido de sus gobiernos—, incrementaron progresivamente sus reclamos de soberanía e independencia. Apoyando movimientos separatistas en otras repúblicas soviéticas, las bálticas dispararon múltiples desafíos a la Unión Soviética hasta finalmente escindirse de la Unión —un procedimiento que estaba previsto en la propia Constitución—. Para ese entonces había sido elegido premir de la RSFS de Rusia Borís Yeltsin, quien se rebelaría contra Gorbachov en 1991 y desempeñaría un papel clave en la disolución de la Unión Soviética.[5]

Los discursos de Gorbachov en el 27.º Congreso del Partido Comunista y el de enero de 1987 ante el pleno del Comité Central dieron cuenta de sus intenciones.

El Presidente soviético hizo un llamado a aflojar el control burocrático sobre la economía y la sociedad en general y defendió la necesidad de una mayor democracia. Estos intentos de reformar el sistema estalinista eran vistos como necesarios para flexibilizar la economía.

Este proceso tuvo lugar bajo la bandera de la perestroika (en ruso, reestructuración), que introdujo un mercado libre limitado y la descentralización de la economía nacional, y de la glásnost (en ruso, apertura o transparencia), que impulsó un reajuste en la vida política y cultural de URSS.

Así, mientras que la perestroika se ocupaba de la reestructuración económica de la Unión Soviética, la glásnost pretendía atenuar las políticas restrictivas que impedían la libertad de expresión y la libre circulación de las ideas. Se cuestionaron los errores del estalinismo y de la historia de la URSS, se inició la libertad de prensa, el pluralismo político y la transparencia informativa que dio a conocer a la población soviética el modo de vida occidental.

El objetivo de la glásnost era crear un debate interno entre los ciudadanos y alentar una actitud positiva frente a las reformas económicas. Así mismo, se pretendía ejercer presión sobre los sectores conservadores del partido que se oponían a la perestroika.

Sin embargo, dos trágicos sucesos obstaculizaron el proceso de reforma económica preconizado por Gorbachov: el grave accidente nuclear en la Central de Chernóbil (abril de 1986), que causó graves daños al medio ambiente y reveló las deficiencias del programa nuclear soviético, y el terremoto de Armenia (diciembre de 1988), que provocó más de 20.000 muertos y graves daños materiales.

En el último periodo de la Guerra Fría en la Unión Soviética, el líder del Comité Central del Partido Comunista, Mijaíl Gorbachov realizó profundas reformas que buscaban democratizar al país y de esa manera terminar con el Estado totalitario.

La reforma política de 1985 llamada glásnost consistió en quitar el control de los medios de comunicación al Estado y entregarlos a la opinión pública nacional y extranjera para contribuir a la libertad de expresión. La otra reforma radical, llamada perestroika y llevada a cabo en 1986, tuvo como objetivo la independencia económica a través de la creación de cooperativas. Es importante subrayar que aunque estas reformas fueron importantes para que el pueblo ruso tuviera información de los problemas políticos y económicos de su país, ambas contribuyeron para que se llevara a cabo la disolución de la URSS y con ello el fin del Estado Socialista.[6]



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