Glycon (o Glykon) era un dios serpiente, de acuerdo con el satírico Luciano de Samosata, quien proporciona la única referencia literaria sobre esta deidad. Luciano afirma que Glycon fue creada a mediados del siglo II por el profeta griego Alejandro de Abonuteicos. Luciano desconfiaba del culto, llamando a Alejandro un falso profeta y tildando la totalidad del asunto de ser un fraude y al mismo Glycon de marioneta.
El culto se originó probablemente en Macedonia, donde ritos similares hacia serpientes habían existido durante siglos. Los macedonios creían que las serpientes poseían poderes mágicos relacionados con la fertilidad y tenían una rica mitología sobre el tema, por ejemplo la historia de la inseminación de Olimpia por Zeus disfrazado de serpiente.
Al menos inicialmente, el culto no adoró a una abstracción o a un espíritu de una culebra sino a una serpiente real, física, de la que se decía que corporeizaba al dios. De acuerdo con la mitología del culto, la serpiente apareció después de que Alejandro hubiese presagiado la venida de una nueva encarnación de Asclepio. Cuando la gente se reunía por la noche en el mercado de Abonuteicos, cuando se suponía que tenía lugar la encarnación, Alejandro hacía aparecer un huevo de oca y lo abría, revelando la presencia del dios en su interior. En el espacio de una semana, crecía hasta el tamaño de un hombre con los rasgos de un hombre en su rostro, incluido el pelo largo rubio. En este momento, la figura que se correspondía con esta descripción era por lo visto una marioneta que aparecía en el templo. En algunas referencias, Glycon era efectivamente una serpiente amaestrada con una cabeza de marioneta.
Como ocurría en los anteriores cultos a serpientes macedonios, el objeto del culto en el templo estaba en la fertilidad. Las mujeres estériles le llevaban ofrendas a Glycon con la esperanza de volverse fértiles. De acuerdo con Luciano, Alejandro tenía además pocas maneras mágicas de provocar embarazos entre su grey. Se creía también que el dios ofrecía protección frente a la peste.
Hacia 160, el culto de Glycon se había difundido indudablemente más allá del ámbito egeo. Una inscripción de Antioquía de esa fecha registra un dicho, "Glycon nos protege de la peste", que es consistente con la descripción que tenemos de Luciano. También en ese año el gobernador de Asia, Publius Mummius Sisenna Rutilianus, se declaró protector del oráculo de Glycon. Más tarde el gobernador se casaría con la hija de Alejandro. De acuerdo con Luciano, otro gobernador romano, de Capadocia, fue guiado por el oráculo de Glycon a su muerte en Armenia, e incluso el mismo Emperador no fue inmune al culto: Marco Aurelio solicitó profecías de Alejandro y su dios-serpiente.
Al tiempo, Abonutico, que era una pequeño pueblo de pescadores antes de la llegada del culto, se convirtió en una importante ciudad y aceptó otro nombre, Ionópolis. Se desconoce qué papel desempeñó la popularidad de Glycon en el auge de la ciudad.
Enseguida, el culto de Glycon fue extendiéndose en la vasta área entre el Danubio y el Éufrates. Empezando tardíamente en el reinado de Antonino Pío y continuando en el siglo tercero, las monedas romanas oficiales fueron acuñadas en honor de Glycon, lo que atestigua su popularidad. Aunque el culto perdió gradualmente seguidores tras la muerte de su líder hacia el año 170, perduró por lo menos unos cien años más, incorporándose a Alejandro en su mitología como nieto de Asclepio. Algunas evidencias indican que el culto aún existía en el siglo IV.
Determinadas supersticiones residuales originadas alrededor del culto a Glycon, han sido detectadas en la época moderna por algunos investigadores. Un amigo turco de Jona Lendering le comentó que a comienzos de los 70, cuando estuvo cazando en colinas próximas a Inebolu, el nombre moderno de Ionópolis, algunas personas le llamaron la atención sobre una serpiente mágica.
El escritor y ocultista Alan Moore se ha declarado devoto de Glycon.
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