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Helmuth von Moltke



¿Qué día cumple años Helmuth von Moltke?

Helmuth von Moltke cumple los años el 18 de enero.


¿Qué día nació Helmuth von Moltke?

Helmuth von Moltke nació el día 18 de enero de 822.


¿Cuántos años tiene Helmuth von Moltke?

La edad actual es 1202 años. Helmuth von Moltke cumplió 1202 años el 18 de enero de este año.


¿De qué signo es Helmuth von Moltke?

Helmuth von Moltke es del signo de Capricornio.


Bandera de Dinamarca Dinamarca (1811-1822)
Flag of Prussia (1892-1918).svg Prusia (1822-1835)
Bandera otomana Imperio otomano (1835-1839)
Flag of Prussia (1892-1918).svg Prusia (1839-1871)

Guerra de los Ducados

Guerra de las Siete Semanas

Guerra franco-prusiana

Para su sobrino, general al inicio de la Primera Guerra Mundial, véase Helmuth von Moltke, el joven. Para su nieto, fundador del Círculo de Kreisau, véase Helmuth James von Moltke

Helmuth Karl Bernhard Conde von Moltke (26 de octubre de 1800 - 24 de abril de 1891) fue un Mariscal de campo alemán cuyo genio militar ayudó a convertir a Prusia en el Estado hegemónico en Alemania. Bajo su dirección, Prusia derrotó a Dinamarca en 1864, a Austria en 1866 y a Francia en 1870. Jefe del Estado mayor prusiano durante treinta años, es considerado el creador de una nueva forma de dirigir los ejércitos sobre el terreno. También es conocido como Moltke el viejo, para distinguirlo de su sobrino Helmuth von Moltke, el joven, quien comandó el ejército alemán al inicio de la Primera Guerra Mundial.

Helmuth von Moltke nació en 1800 en una familia prusiana venida a menos y residente en el ducado de Holstein, feudo del rey de Dinamarca, en cuyo ejército su padre alcanzó el grado de teniente general. Con solo once años fue inscrito en la Escuela de Cadetes de Copenhague donde fue distinguido como paje real.[1]

Dado que las posibilidades de progreso en Dinamarca eran escasas, a los 22 años, con el rango de Segundo Teniente (que le supuso un retroceso en el escalafón), ingresó en el ejército real de Prusia. En la Escuela General de Guerra de Berlín se convirtió en un alumno aventajado, si bien nunca recibió clases directas del famoso director del centro, Karl von Clausewitz. Su honestidad en los destinos por los que pasó le permitió entrar en el Estado Mayor del Ejército, ostentar el grado de capitán y le abrió las puertas de la corte.[1]

Durante un viaje por el Mediterráneo en 1835 fue presentado a Mahmut II, sultán de Constantinopla quien le propuso reformar su ejército de tierra. Moltke accedió, no sin antes pedir permiso a Berlín.[1]​ La tarea no resultó fácil. Se unía un ejército anticuado a una administración corrupta y las constantes injerencias del Sultán. De esa forma, a pesar de una exitosa campaña en el Kurdistán, se le hizo caso omiso en la batalla de Nizip de 1839 en la que la artillería egipcia destrozó a la infantería otomana.[1]​ Después de esta derrota Moltke decidió volver a Prusia.

Al volver fue muy bien recibido y se le concedió la orden Pour le Mérite (la más alta condecoración prusiana) y fue destinado al Estado Mayor del IV Cuerpo del Ejército. Era un viajero empedernido y en uno de esos viajes entabló relaciones con su sobrina Marie Burt (una joven inglesa adoptada por su hermana que no tenía parentesco sanguíneo con los Moltke), con la que se casaría.[1]

Se le designó ayudante personal del príncipe Enrique que residía en Roma y permaneció casi un año allí, hasta la muerte del príncipe.[2]​ Volvió a Prusia y pasó por diversos destinos, al tiempo que ascendía a general. Fue nombrado además ayudante personal del príncipe Federico Guillermo, al que acompañó en viajes por Inglaterra y Rusia. La grave dolencia mental del rey Federico Guillermo IV obligó a su hermano Guillermo I a tomar la regencia en 1858. Guillermo I vio la necesidad de reforzar las fuerzas armadas para hacer frente a Austria si quería hacerse con el control de Alemania. Una de sus primeras medidas fue ascender a Moltke a jefe del Estado Mayor.[1]

Situados en el norte de Alemania, los ducados de Schleswig y de Holstein eran feudos personales del rey danés Federico VII pero formaban parte de la Confederación Germánica.[1]​ El rey danés tuvo la intención de incorporar el primer ducado a su reino lo que levantó una ola de nacionalismo en Alemania. La Dieta de la Confederación emprendió una acción contra Dinamarca dirigida por Prusia y Austria.

En diciembre de 1863 las tropas confederadas entraron en Holstein, que fue ocupado casi sin resistencia. Sin embargo no fue hasta febrero del año siguiente cuando Moltke pudo demostrar la eficacia de su planteamiento en la conquista del ducado de Schleswig, que se llevó a cabo en cuatro días.[1]​ Los planes de Moltke habían sido desoídos por los comandantes operativos, y solo al concedérsele el mando supremo pudo organizar una campaña relámpago de inmediata eficacia.

La intervención inglesa forzó un alto el fuego, pero la obstinación danesa y la habilidad de Otto von Bismarck hicieron posible que se reanudase la contienda hasta que Copenhague no tuvo más remedio que pedir la paz. En agosto de 1865, Viena y Berlín se repartieron los ducados. Sin embargo, el hecho de que el ducado de Holstein, que correspondió a Austria, estuviese rodeado de territorio prusiano no ayudó a que las relaciones austro-prusianas fueran buenas y al final las fricciones llevaron a la guerra.

El ejército austriaco era muy superior al danés, pero mientras que las fuerzas prusianas habían incorporado nuevas armas como el fusil de aguja Dreyse o el cañón de retrocarga Krupp de 90mm, las fuerzas austriacas estaban dotadas de armas muy inferiores y con cañones casi idénticos a los de las Guerras Napoleónicas.

En junio de 1866, Moltke desarrolló una febril actividad supervisando todo detalle. Según una anécdota, el día que se inició la ofensiva, su ayudante lo encontró leyendo una novela; ante su asombro el general lo miró fijamente y dijo: “Todo lo que podía hacerse ya se ha hecho. Ahora solo queda esperar”.[1]​ La guerra de las Siete Semanas se desarrolló entre junio y julio de 1866 en tres frentes. Moltke envió al general Falkenstein a enfrentarse a Jorge V de Hannover. Venció en Langesalza y se dirigió a Baviera para evitar que las tropas bávaras se uniesen a las austriacas. El ejército austriaco se encontraba en Bohemia aguantando al grueso del ejército prusiano,comandado por el Mariscal Benedek. El tercer frente lo abrió Italia.

Al conocer Moltke que el ejército de Viena se encontraba cerca de dos de sus tres ejes de avance en el frente bohemio, les mandó que convergieran sobre aquel. El encuentro tuvo lugar el 3 de julio de 1866 en Königgratz, cerca de Sadowa. La inicial ventaja austriaca no pudo evitar que los prusianos los envolvieran protegidos por la artillería.[1]​ Tras la batalla de Sadowa, Austria pidió la paz y Prusia se anexó importantes territorios y se convertiría en la primera potencia germana.

Un incidente diplomático con Francia manipulado por Bismarck hizo posible la guerra entre Francia y Prusia.[1]​ La declaración de guerra tuvo lugar por parte de Francia el 19 de julio de 1870 cuando aún no había terminado de movilizar sus tropas. Los prusianos, unidos a la Confederación Alemana del Norte, se hallaban ya dispuestos en la frontera e iban a invadir Francia por tres direcciones: desde el río Mosela, desde el Palatinado en dirección a Metz y desde el Alto Rin hacia Estrasburgo.[1]

Sin embargo el ejército francés del Rin, al mando de Napoleón III lanzó una ofensiva y tomó Saarbrücken, tras lo que adoptó una táctica defensiva que dejó la iniciativa a Moltke. Las victorias prusianas en la batalla de Fröschwiller-Worgh y la batalla de Spicheren hicieron que el Estado Mayor francés ordenara una retirada hacia Chalons, donde quedó encajonado.[1]

En julio, los prusianos ganaron la batalla de Gravelotte-Saint Privat. Mientras Mac Mahon estaba reuniendo al maltrecho ejército francés en Chalons para detener el avance prusiano sobre París, recibió sin embargo la orden de unirse con Bazaine. Enterado Moltke se decidió a atacar y concentró todas sus fuerzas, lo que obligó a los franceses a retirarse a Sedán.

Diversos cambios de mando en el ejército francés y la toma de algunos puentes permitieron que en la batalla de Sedán los prusianos pudieran rodear al ejército francés y tomar prisionero a Napoleón III quien ordenó la rendición el 1 de septiembre de 1870.[3]​ La rendición no supuso el final de la guerra, pues se creó un Gobierno de Salvación Nacional en Francia que ordenó la movilización general. Bismarck ordenó para terminar la guerra el bombardeo de París. Moltke, que no quería ver destruida la ciudad, se opuso, pero sin éxito. La capital se rindió el 28 de enero de 1871.[1]

Moltke fue nombrado mariscal y conde y marchó al frente de sus tropas en un victorioso desfile por Berlín. Después se convirtió en miembro vitalicio de la Cámara Alta.[1]

La muerte le alcanzó con 90 años el 24 de abril de 1891. Su funeral fue un duelo nacional. Conforme a su costumbre de hombre discreto, evitó pronunciar unas últimas palabras y falleció contemplando el retrato de su joven esposa, muerta años atrás. No en vano se dijo de él en vida que: "Sabe callar en siete idiomas"

Profundo estudioso de lo militar, a pesar de su admiración por las teorías de Karl von Clausewitz y los métodos de Napoleón Bonaparte consideró la guerra un negocio antes que un arte o una ciencia lo que le llevó a ponderar la fuerza a invertir en función de los beneficios que se podían adquirir.[4]​ Helmuth von Moltke ideó la estrategia de líneas de comunicación exteriores que consistía en que un ejército operase desde varías bases contra un enemigo, estando cada una de ellas en contacto con una base central o cuartel general. Mientras que Napoleón había utilizado cuerpos que actuaban separadamente dentro de su ejército, Moltke empleó ejércitos que actuaban independientemente, muchos más grandes. Además, y a diferencia de los ejércitos napoleónicos que se concentraban antes de entrar en batalla, Moltke concentraba sus ejércitos mientras esta tenía lugar.[5]

Esta teoría estratégica se expresa en su célebre frase: “Marchar separados, combatir juntos” y para lograr que tuviese éxito necesitaba mantener la iniciativa y ser el primero en atacar, para lo cual debía estar preparado incluso antes de que la guerra comenzara.[1]

La marcha debía realizarse en columnas de división en las que el orden de las distintas armas venía dado por la urgencia de su intervención. De esa forma en el avance, la caballería iba en la vanguardia para reconocer el terreno y tantear al enemigo mientras que en la retirada se desplegaba en la retaguardia para cubrir a la infantería y artillería. Cuando se entraba en contacto con el enemigo se buscaba envolverle en vez del ataque frontal. Moltke creía que cuanto menor fuera el tiempo de ejecución de la campaña menor era la probabilidad de incidentes que modificaran los planes iniciales por lo que la campaña debía ser breve y contundente encaminada más a la destrucción del enemigo que a la conquista del territorio.

Como Napoleón supo valorar el movimiento como elemento esencial de la guerra.[4]​ Aprovechando las mejoras que la tecnología aportaba en las comunicaciones (telégrafo) y transporte (ferrocarril). En la fase de movilización, la red ferroviaria prusiana pasaba a ser controlada por el Estado Mayor que establecía horarios y recorridos. Esta apreciación del movimiento y de la importancia de los ferrocarriles le hizo aprovechar al máximo las líneas férreas en la guerra de las Siete Semanas y deducir, del estudio de la red francesa, que los galos concentrarían sus fuerzas en Metz y Estrasburgo, circunstancia de la que se sirvió para el plan estratégico que le daría la victoria en 1870 en la batalla de Sedán.

Helmuth von Moltke supo intuir, asimismo, que al volverse los ejércitos más numerosos y los despliegues más complejos se requería una compleja descentralización del mando y que para que este no perdiera su capacidad de dirigir la contienda una vez producido el choque inicial, habría que reemplazar el plan de operaciones por una serie de directrices generales.[4]​ Moltke dejaba las responsabilidades tácticas en manos de los jefes de los distintos ejércitos. De Karl von Clausewitz aprendió su interés por los asuntos extranjeros y la política, así como a reconocer la primacía de esta última sobre lo militar, aunque una vez iniciada la guerra no se mostró dispuesto a permitir injerencias en la dirección de las operaciones, lo que le llevó a continuos roces con responsables políticos, especialmente con Otto von Bismarck como el ocurrido cuando se negó a bombardear París por razones logísticas, aunque al final cedió.[4]



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