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Hiperuricemia



La hiperuricemia es el aumento de la concentración del ácido úrico en sangre.

Inicialmente es asintomático pero suele acabar desencadenando la gota aguda o crónica al depositarse en las articulaciones, manifestándose con dolor articular, inflamación e impotencia funcional, esta última en casos muy avanzados, que afortunadamente hoy suelen ser impensables. La articulación más afectada es la del dedo gordo del pie y las rodillas. La hiperuricemia asintomática es la elevación del ácido úrico sin manifestaciones de gota, pero puede asociarse a un mayor riesgo cardiovascular y alteraciones metabólicas tales como el hígado graso no alcohólico.[1]

Es importante cuidar la alimentación para una adecuada profilaxis. Estando ya presente, la dieta estricta pobre en purinas (procedente de los ácidos nucleicos presentes en vísceras, carne de animal joven, etc.) puede prevenir escasamente el aumento del ácido úrico en la sangre, pues solo mejora la tasa en dos o tres miligramos.

Sin embargo la completa supresión del alcohol (el cual frena la metabolización hepática del ácido úrico) es más resolutiva.

El tratamiento médico es muy eficaz. Generalmente basta con alopurinol

En ocasiones hay que asociar diuréticos específicos que aumentan su eliminación pero hay otros diuréticos, tipo tiazidas, que lo disminuyen por lo que en principio estos últimos están contraindicados.

El agua mineral levemente alcalina ayuda a la eliminación por orina del ácido úrico. También el agua del grifo se puede alcalinizar beneficiosamente poniendo una cucharadita (pequeña) de bicarbonato en una botella de litro y medio. Al poco el sabor levemente alcalino puede resultar hasta agradable, pero de todas maneras lo realmente resolutivo es el tratamiento específico con control médico de forma periódica y reglada.



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