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Historia mexicana



La historia de México es el estudio que narra, cronológicamente y en función de lo que puede demostrarse, los sucesos del pasado relacionados con los habitantes de lo que actualmente conforma México, país ubicado en América del Norte.

Según el historiador que aplique su perspectiva historiográfica, dicho estudio puede dividirse de distintas maneras siguiendo diversos criterios; aunque, hay una forma para dividirlo en tres grandes periodos: prehispánico, español e independiente[1]​.

El periodo prehispánico se refiere a todo lo acontecido antes de llegada de los españoles en 1519. En dicha era ocurrió el poblamiento del territorio, el inicio de la agricultura y el sedentarismo y la formación de tres grandes áreas culturales: Aridoamérica, Oasisamérica y Mesoamérica; en la última mencionada, debido a sus características, fue en la que más civilizaciones se desarrollaron.

El periodo español abarca desde el fin del anterior hasta la consumación de la guerra de Independencia en 1821, por lo que duró exactamente tres siglos. Se caracterizó por el control de la monarquía española que inició con la Conquista y se formalizó políticamente con el Virreinato de Nueva España.

El periodo independiente comprende la existencia del Estado mexicano con autonomía propia; se caracterizó por la formación, desarrollo y transformaciones que ha sufrido el país como estado independiente. En él, ocurrieron múltiples guerras internas y externas; además, el país se vio dirigido por múltiples formas de gobiernos (monarquía y república). Asimismo, el México contemporáneo es un periodo dentro de éste que alude al concepto del «México actual» que, como su nombre lo indica, continua en nuestros días.

Según el consenso de Clovis, la presencia humana, y por consiguiente la historia del país, se remonta a unos 14 000 años con la llegada del hombre a América, en que se estima ocurrieron los primeros asentamientos de pobladores sedentarios. A diferencia de la historiografía tradicional europea, la prehistoria en América se divide en tres periodos: el Arqueolítico, que aproximadamente va del año 30 000 a. C. al 9500 a. C.; el Cenolitíco, que va del del 9500 al 5000 a. C.; y finalmente el Protoneolítico, que va del 5000 al 2500 a. C.[2]

Lo que ahora es México fue habitado por diversas civilizaciones que interactuaron entre ellos en diversos grados, a través del tiempo y sus territorios, siendo así un mosaico de diversas culturas. Cabe también señalar que, el territorio que comprende actualmente México, se ha dividido para su estudio prehispánico en tres áreas culturales (Mesoamérica, Oasisamérica y Aridoamérica), siendo la primera donde se asentaron las sociedades más complejas y la última una zona habitada principalmente por tribus nómadas.

Por la complejidad de la historia de Mesoamérica, al mismo tiempo se divide su historia en tres periodos: preclásico (2500 a. C.-200 d. C.), clásico (200-900) y posclásico (900-1521). De aquella época sobresalen varias civilizaciones mesoamericanas, tales como: la olmeca, maya, teotihuacana, totonaca, zapoteca, mixteca, tarasca, toltecas, mexica, entre otras.[3]​ Todo lo anterior terminó con el inicio de la conquista a manos de los españoles en el siglo XVI.

La época virreinal fue en la cual lo que ahora es México estuvo unido a la Corona española siendo parte del Imperio Español; comprendió de 1521 a 1821, fecha en que se consumó la independencia. Sin embargo, en 1810, en la iniciación de la guerra de independencia, fue cuando rompió el primer lazo de España y surgió los antecedentes de México como nación independiente.

El México Independiente abarca desde la consumación de la independencia en 1821 hasta la actualidad. En esta época fue cuando se intentó construir una nación, ya separada de España y el país se vio envuelto en diferentes conflictos —tanto internos como externos—. El país cambió de forma de gobierno cuatro veces en la que transcurrió (en orden cronológico) el Primer imperio, al Primera República Federal, la República Centralista, la Segunda República Federal y el Segundo Imperio; con el triunfo liberal en 1867 y llamada República Restaurada (que abarcó hasta 1876) se adaptó la forma de gobierno que actualmente posee: república federal.

Después de ello, el ascenso de Porfirio Díaz al poder en 1876 empezó un periodo conocido como el Porfiriato, mismo que duró hasta 1911 con el exilio de este. Durante su desarrollo se alcanzó un gran esplendor económico, artístico, social pero también vio un retraso en la libertad política y militar destacable por la opresión de ciertos grupos que se oponían en su contra.[4]

En 1910 inició la Revolución Mexicana, un periodo de grandes conflictos entres múltiples facciones y con distintos principios durante el transcurso de la misma. Su fecha de terminación es actualmente obejto de debate entre distintos historiadores, pues la sitúan en 1917[5][6]​, 1920[7]​ o 1924[8]​.

De cualquier forma, se conoce como periodo postrevolucionario al que se consideraría después de la Revolución y antes del México Contemporáneo. De cualquier forma, esta época tuvo la característica principal de forjar los antecedentes de las características de lo que actualmente conforma el país como el presidencialismo, el fin de los caudillos militares como Jefes de Gobierno y la conformación estable de partidos políticos.

Se le denomina México contemporáneo desde el fin de la época postrevolucionario hasta la actualidad. La historiografía marca su inicio en 1940[9][10]​ con el fin del gobierno de Cárdenas . En esta parte de historia del país, adquirió definitivamente las características que en la actualidad posee y repercuten a los distintos procesos recientes o actuales.

Este periodo corresponde al Paleoamericano, periodo historiográfico de la historia de América. El territorio de lo que actualmente conforma México fue descubierto y habitado por grupos de cazadores y recolectores nómadas hace más de 20 000 años. Por miles de años, los habitantes de esta región de América se dedicaron a la cacería y la recolección, hasta que se descubrió la agricultura.

En Guilá Naquitz se encontraron los más antiguos restos de la domesticación de varios cultivos [nota 1]​; aunque la agricultura se desarrolló también en sitios como el valle de Tehuacán y la sierra de Tamaulipas. La domesticación del maíz tuvo lugar alrededor del quinto elemento del milenio antes de Cristo. A partir de entonces los grupos humanos dependieron cada vez más de los cultivos, hasta que se establecieron las aldeas agrícolas y sedentarias en Mesoamérica.[12]​ Mientras que en Mesoamérica la agricultura prosperaba, los pueblos de Oasisamérica y Aridoamérica seguían siendo completamente dependientes de la cacería y la recolección.

La historia prehispánica de lo que actualmente es el norte de México es está poco documentada debido a que los pueblos que ocuparon la región dejaron pocos registros físicos. La cueva de la Perra (Tamaulipas) vio la invención de la agricultura en América y contó con presencia humana desde el año 12000 a. C.[13]

Hay testimonios de los pueblos nómadas en sitios como Cueva de la Candelaria (Coahuila; 8000 a. C.)[14]​ o El Conchalito (Baja California Sur).[15]​ También en Baja California se encuentran las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco que continuaron en funciones hasta el siglo XIX, cuando desaparecieron los últimos indígenas de esa región.

Oasisamérica fue la última de las superáreas culturales del México precolombino en desarrollarse. Es resultado de un lento proceso de introducción de las técnicas agrícolas de sus vecinos del sur los mesoamericanos. La antigüedad de la agricultura oasisamericana es debatida, pues los indicios más antiguos, encontrados en Bat Cave, Nuevo México, parecen tener entre 5000 y 3500 años de antigüedad.

Uno de los factores del tardío desarrollo de la agricultura en esta región es la carencia de agua. De hecho, nace en el corazón desértico de Aridoamérica, en los extensos territorios de Chihuahua y Sonora (México), y en Arizona, Nuevo México, Nevada, Colorado y Utah, en el suroeste de los Estados Unidos.

Los habitantes de la región aridoamericana continuaron con su cultura nómada, pues las condiciones en las que vivían les impedía hacer otras cosas. Si bien, en algunos casos se cree que nunca descubrieron la agricultura, en otros casos hay registro de agricultura en menor grado por las condiciones climáticas. Cabe destacar que, sí hay registros de que mantuvieron contacto con los pueblos mesoamericanos.

Hay culturas de las que sí se han encontrado un vestigio de ellas, pero estos han sido tan pocos que ha sido difícil clasificarlas y su registro es muy nulo. Un ejemplo de ello es la Tradición de las tumbas de tiro, de la que se cree que fue un rasgo que compartió una cultura en común que habitó en el sur de Aridoamérica (Jalisco, Nayarit, Michoacán y Colima); en la antigüedad se creía que estaban esta tradición se emparentaba con los tarascos debido a su cercanía geográfica, pero en la actualidad se sabe que no es así, sino que eran una cultura aparte aridoamericana.

Sin embargo, hay otras culturas de las que su registro se conserva con mayor exactitud, como la cultura mogollón (que también habitó en Oasisamérica), los acaxees (que resultaron exterminados con la conquista española), los caxcanes (aunque su origen ciertamente es algo controvertido), los guaicuras, etc.

Aunque, cabe destacar que, al igual que pueblos mesoamericanos, hubo algunos pueblos aridoamericanos que no se terminaron de extinguir pues sus costumbres y tradiciones sobrevivieron en sus actuales descendientes y que son considerados como etnias del país. Algunos ejemplos de ello son los cuapás, cochimíes, mayos, ópatas, paipais, etc.

Paul Kirchhoff, que fue el mismo científico que creó la división de las áreas culturales, también propuso una subdivisión de Aridoamérica en varias áreas culturas, las cuales son las siguientes: Centro y Sur de California, Gran Cuenca, Noroeste de Arizona, Sur de Texas, Apachería, Norte de México, Baja California y Costa de Sonora.

Algunos historiadores y arquélogos —como Alfredo López Austin y Leonardo López Luján— toman como marcador del inicio de la civilización mesoamericana la controvertida Cerámica Pox de Puerto Marqués[nota 2]​, fechada alrededor del siglo XXIV a. C. El descubrimiento de la cerámica Pox se debe a Charles Francis Brush.[16]​ La cerámica mesoamericana podría tener origen en el contacto entre la costa sudamericana del Pacífico y el Occidente de Mesoamérica.

Los nuevos adelantos técnicos se difundieron por toda la región, de modo que algunos siglos después se produjo cerámica en otras aldeas del Preclásico Temprano (2500 a. C.-1500 a. C.) como Chupícuaro y Tlatilco. Durante el Preclásico Medio (siglo XIV a. C.-siglo IV a. C.) en toda Mesoamérica se difundió la cultura olmeca[nota 3]​, floreciendo lugares como La Venta en Tabasco, que fue el centro ceremonial olmeca más importante.

Después del ocaso olmeca tuvo lugar un florecimiento simultáneo de varios pueblos. Destacan: la tradición de las tumbas de tiro de probable influencia sudamericana[nota 4]​; la cultura epiolmeca en Tres Zapotes; el florecimiento de Izapa; y el desarrollo de la cuenta larga[nota 5]​.

Al final de esta etapa, Teotihuacán se había convertido en la urbe más importante del valle de México. Durante el Clásico Temprano, su influencia se dejó sentir en toda Mesoamérica, apoyada por su poder político y comercial.[17]​ Tuvo importantes aliados, como Monte Albán en los Valles Centrales de Oaxaca. La civilización mesoamericana se extendió hacia el norte en sitios como La Quemada.

Del norte también llegaron influencias culturales, visibles en la cultura huasteca. El clásico fue también la época de la consolidación de la cultura maya en la península de Yucatán, la planicie de Tabasco y las tierras altas de Chiapas. Por otro lado, en los valles y montañas al norte de la sierra Madre Occidental se desarrolló la cultura Paquimé, resultado de la consolidación de la agricultura en el noroeste y del intercambio entre Mesoamérica y Oasisamérica.

Del siglo X al siglo XII, el Valle de México fue dominado por Tollan-Xicocotitlan, la capital de los toltecas. Esta ciudad estableció vínculos muy fuertes con varias regiones de Mesoamérica, pero particularmente con la península de Yucatán, donde se ubica la ciudad maya de Chichén Itzá[nota 6]​. En Oaxaca, mientras tanto, los mixtecos iniciaron un proceso expansionista que los llevó a ocupar los Valles Centrales donde habitaban los zapotecos.

En 1325 los mexicas fundaron México-Tenochtitlan[nota 7]​, capital de los mexicas. Debido a sus alianzas políticas —unión conocida como la Tripe Alianza—, los mexicas formaron el estado más extenso que conoció la Mesoamérica; sólo rivalizó con pocos pueblos como los purépechas de Tzintzuntzan o los tlaxcaltecas.

El fin de las distintas mesoamericanas se dio con el descubrimiento de América en 1492 y la llegada de los españoles a territorio mexicano en 1519. Conquistaron varios territorios desde la caída de México-Tenochtitlan en 1521; en 1535 fundaron el Virreinato de la Nueva España, que provocó el fin definitivo del México prehispánico[nota 8]​.

Cronología de los grandes grupos culturales mesoamericanos de la época precolombina (las fechas son aproximadas y distintos autores discrepan en torno a ellas) hasta la conquista española.

La cultura olmeca, también conocida como cultura madre, tuvo su desarrollo entre los años 1200 a. C. y 500 a. C. en la región costera del Golfo de México (actualmente comprende los estados de Veracruz y Tabasco); dicha civilización se ubicó en el área central de los llamados Habitantes del país del hule.

La economía de los olmecas tuvo como base la agricultura de roza, la cual consiste en talar grandes extensiones de árboles para despejar la tierra y después sembrar; practicaban la caza y la pesca, así como, en menor medida, la recolección de frutos.[18]

Los sitios arqueológicos más sobresalientes son La Venta, en el estado de Tabasco; la San Lorenzo y Tres Zapotes. En La Venta la construcción de sus edificios es simétrica, dispuestos en un eje largo que va de norte a sur; los monumentos están colocados a los lados. Este centro ceremonial sirvió de ejemplo para el resto de las culturas mesoamericanas, pues diseños similares los percibimos en otros centros urbanos.[2]

Los sacerdotes, quienes poseían conocimientos astronómicos sobre los períodos de lluvia y los idóneos para la siembra, eran, probablemente, la clase dirigente. Algunos investigadores mexicanos han supuesto la existencia de un gobierno teocrático apoyado por la clase militar.[19]

Existen pruebas de que los olmecas utilizaban una escritura jeroglífica y desarrollaron la Rueda Calendárica, evidencia de su progreso, la cual contaba con 365 días. Realizaron diversos monumentos, como las famosas cabezas olmecas, que probablemente eran retratos de guerreros prominentes en batalla o de personajes de alta jerarquía.[3]

Esta cultura desapareció en el año 500 a. C., debido, probablemente, a un desastre natural que los obligó a dejar sus centros urbanos y, como consecuencia, desaparecer de los registros históricos. "La cultura olmeca se puede definir como la Cultura Madre de la América Pre-Colombina", según Mohd Ateeque.[19]

El territorio que ocuparon los mayas fue muy grande; comprende los actuales estados de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, parte de Chiapas y Tabasco en México; y Belice, Guatemala y Honduras en Centroamérica.

Se considera que la civilización maya surgió en el periodo preclásico. Uno de sus primeros asentamientos fue Cuello (Belice), fechado de alrededor del siglo XXVI a. C.[20]

Los asentamientos complejos se establecieron alrededor de 1800 a. C. en la región del Soconusco (Chiapas)[nota 9]​. Este período se caracterizó por la existencia de comunidades sedentarias y la introducción de la cerámica y figurillas de barro cocido[22]​.

Ya en el Preclásico Medio, los pequeños asentamientos se convirtieron en ciudades. Nakbé (Guatemala), fue la ciudad más antigua documentada en las tierras bajas maya; estructuras de la ciudad han sido datados en torno a 750 a. C.[23]​ Para esas épocas también ya se registra el poblamiento maya de la Península de Yucatán. Una escritura desarrollada ya estaba siendo utilizado en el Petén hacia el siglo siglo III a. C.[24]

En el Preclásico Tardío surgieron más ciudades importantes como Kaminaljuyú (Guatemala) o El Mirador (Guatemala); también ciudades más pequeñas tuvieron su esplendor como Tikal (Guatemala) o Komchén (Yucatán). Para el siglo I a. C., la civilización maya sufrió un retroceso, pues varias ciudades mayas fueron abandonadas; se desconoce la causa[25]​.

El periodo clásico mesoamericano fue el de mayor apogeo para la civilización maya. El panorama político-administrativo de la región, caracterizado por múltiples ciudades-estado involucradas en una compleja red de alianzas y enemistades, puede ser comprado con el de la Grecia clásica[26]​. Las ciudades mayores tenían una población de 50 000 a 120 000 habitantes y estaban conectadas por redes de ciudades subsidiarias[27]​.

Las ciudades mayas fueron influenciadas por diversas ciudades de otras regiones como Teotihuacán (en el Valle de México)[28]​. Un ejemplo de ello, ocurrió en 378 d. C.: Siyaj K'ak', proveniente de Teotihuacán, llegó a Tikal a inicios de aquel año con el fin de imponer a un nuevo rey que fuera de una dinastía obediente[29][30]​; se tiene registro que Chak Tok Ich'aak I, rey de Tikal en aquel entonces, murió el día de su llegada, por lo que se piensa que hubo una violenta toma de poder[31][32]​; al año siguiente, se impuso al nuevo rey, Yax Nuun Ayiin I. La instalación de la nueva dinastía en Tikal provocó que se convirtiera en la mayor urbe en poder de las tierras bajas centrales.[33]

Otras ciudades además que tuvieron gran influencia en el periodo fueron:

El evento caracterizado por el abandono de múltiples ciudades mayas y la migración de sus habitantes a diversos puntos del territorio —especialmente a regiones en el norte de éste— es conocido como el «Colapso maya», suceso que se estima que ocurrió en el transcurso del siglo iv[28]​. Las hipótesis sobre su causa son múltiples y siguen siendo discutidas en la actualidad, aunque diversos autores (como Coe) han señalado que lo más probable fuera la multicausalidad de lo siguiente:[34]​ conflictos internos entre los diversos entes políticos que conformaban la zona en aquellos años y la sobrepoblación, que así mismo trajo consigo degradación de la tierra por sequías y tala rasa de zonas silvestres para la agricultura. La zona maya central quedó casi deshabitada[35]​, pues, en general, las capitales y centros ceremoniales secundarios fueron abandonados en un plazo de entre cincuenta y cien años[27]​. Los registros de los monumentos fechados de las antiguas grandes ciudades dejaron de esculpirse. Inclusive, diversos ocupantes ocuparon los antiguos palacios reales abandonados debido al fin de varias dinastías locales.

Tras el fin del esplendor del periodo clásico con el abandono de varias ciudades mayas, tardaron muchos años en que nuevos grupos se organizaran para la fundación de nuevas ciudades. De las primeras ciudades que brillaron en el posclásico fue Mayapán, que posteriormente se convertiría en la sede de la Liga de Mayapán, una alianza entre distintos estados mayas.

El primer contacto que tuvieron los mayas con los españoles ocurrió en 1517. De 1517 a 1519 ocurrieron contactos esporádicos entre ambos debido a tres expediciones para explorar la Península de Yucatán. Destaca de aquel periodo la Batalla de Centla ocurrida en marzo de 1519.

La civilización teotihuacana se desarrolló al noreste del Valle de México entre los años 200 y 650 d.C. Estaban concentrados en una sola ciudad, alcanzando gran mérito de construcciones y también en la cultura. Los orígenes de Teotihuacán son todavía objeto de investigación entre los especialistas. Alrededor del inicio de la era cristiana, Teotihuacán era una aldea que cobraba importancia como centro de culto en la cuenca del Anáhuac. Las primeras construcciones de envergadura proceden de esa época, como muestran las excavaciones en la Pirámide de la Luna. El apogeo de la ciudad tuvo lugar durante el Periodo Clásico. En esa etapa, la ciudad fue un importante nodo comercial y político que llegó a tener una superficie de casi 21 km², con una población de 100 000 a 200 000 habitantes. La influencia de Teotihuacán se dejó sentir por todos los rumbos de Mesoamérica, como muestran los descubrimientos en ciudades como Tikal y Monte Albán, entre otros sitios que tuvieron una importante relación con los teotihuacanos. El declive de la ciudad ocurrió en el siglo VII, en un contexto marcado por inestabilidad política, rebeliones internas y cambios climatológicos que causaron un colapso en el Norte de Mesoamérica. La mayor parte de la población de la ciudad se dispersó por diversas localidades en la cuenca de México.

Se desconoce cuál era la identidad étnica de los primeros habitantes de Teotihuacán. Entre los candidatos se encuentran los totonacos, los nahuas y los pueblos de idioma otomangue, particularmente los otomíes. Las hipótesis más recientes apuntan a que Teotihuacán fue una urbe cosmopolita en cuyo florecimiento se vieron involucrados grupos de diverso origen étnico, como muestran los descubrimientos en el barrio zapoteco de la ciudad y la presencia de objetos provenientes de otras regiones de Mesoamérica, sobre todo de la región del Golfo y del área maya.

Teotihuacán ha sido motivo de interés para las sociedades posteriores al declive de la cultura teotihuacana en Mesoamérica. Sus ruinas han sido exploradas desde la época prehispánica, entre otros, por los toltecas y los mexicas. El descubrimiento de objetos teotihuacanos en los yacimientos arqueológicos de Tula y el Templo Mayor de México-Tenochtitlan así lo confirma. En la mitología nahua posclásica, la ciudad aparece como el escenario de mitos fundamentales como la leyenda de los Soles de los mexicas.

Actualmente, los restos de Teotihuacán constituyen la zona de monumentos arqueológicos con mayor afluencia de turistas en México, por encima de Chichén Itzá, El Tajín y Monte Albán. Las excavaciones arqueológicas en Teotihuacán continúan hasta nuestros días, y han dado como resultado un paulatino incremento en la calidad y cantidad del conocimiento que se tiene sobre esta ciudad.

La cultura totonaca prosperó simultáneamente —y por la influencia— de Teotihuacán, por lo que tuvo fuerte influencia durante el Clásico y se extendió hasta la llegada de los españoles, pero ya en una temporada de declive. Se desarrolló en el centro del actual estado de Veracruz. El Tajín fue por excelencia la capital y mayor centro poblacional de la civilización, que se fundó en el siglo iv y alcanzó su máximo esplendor entre el 800 y 1200[36]​ abarcando los periodos del Clásico Tardío y principios del Posclásico Temprano.[37]

Su origen es todavía un misterio; sin embargo, debido a que su lengua está agrupada en la Familia totonaca-tepehuas, ha habido una hipótesis en la que su familia lingüística proveniente es emparentada con las lenguas mixezoqueanas debido a sus semejanzas formando la «familia totozoqueanas»), por lo que se podría afirmar que su origen pudo ser de migrantes provenientes de la región del Istmo de Tehuantepec. Ha habido otras hipótesis, un cuanto más controversiales, que apuntan que su origen étnico está emparentado con los mayas[38]​.

Por la situación geográfica donde se asentaron, la prosperidad económica de la civilización fue grande debido a la fertilidad de sus tierras.

Debido a la situación anterior, entre otros pueblos de Mesoamérica tuvieron la fama de ser «libertinos» y propensos a la bebida[38]​.

Sus prácticas y creencias religiosas siguen siendo un misterio. La arqueología revela que hacían entierros en tumbas llamadas montículos funerarios. También sabemos que rendían culto al Sol, a la Luna y al viento.[38]

En el siglo VIII comenzó la decadencia de Teotihuacan, que cedió su lugar a numerosos estados hostiles entre sí que dominaron cada uno regiones clave para la economía mesoamericana. Por el siglo X d. C., estos estados habían perdido su fuerza, al mismo tiempo en que llegaron del desierto las primeras tribus chichimecas. En el noroeste, los pueblos oasisamericanos se diferenciaron definitivamente del conjunto de Aridoamérica, y crearon una civilización propia cuyos vestigios más importantes en territorio mexicano se localizan en Paquimé.

Durante los siglos X al XII, el centro de México fue dominado por Tula, la capital de los toltecas. Esta ciudad estableció vínculos muy fuertes con varias regiones de Mesoamérica, pero particularmente con la península de Yucatán, donde se ubica la ciudad maya de Chichén Itzá. En Oaxaca, mientras tanto, los mixtecos iniciaron un proceso expansionista que los llevó a ocupar los Valles Centrales donde habitaban los zapotecos. En 1325 los mexicas fundaron Tenochtitlán, la capital del estado más extenso que conoció la Mesoamérica prehispánica, que sólo rivalizó con los purépechas de Tzintzuntzan.

La cultura que se desarrolló en lo que hoy es el estado de Michoacán y partes de Guanajuato, Jalisco e inclusive Guerrero se le conoce tanto tarasca como purépecha[nota 10]​.

Aún en la actualidad su origen sigue siendo un misterio[40][41]​; además, algunas de sus características distan de otros pueblos mesoamericanos —por lo que contribuye con la incertidumbre de su origen—: su lengua no está emparentada con ninguna otra lengua (por lo que se considera una lengua aislada), fueron los únicos que produjeron armas metálicas y desarrollaron un sistema de numeración único quinario (con base en el cinco); las hipótesis sobre su origen afirman que pudo provenir de la América andina, pero lo cierto es que todo es muy incierto.

Los primeros tarascos se asentaron en el lago de Pátzcuaro a principios del siglo xii y se combinaron con las etnias que ahí ya estaban habitadas; cabe destacar que los españoles con los primeros contactos de estos pueblos utilizaron el término «uacúsecha» para referirse a los primeros habitantes de la región[42][40]​. Poco a poco se sincretizaron sus costumbres en una sola civilización que fue la homogeneizadora de la región.

Alrededor de 1400 Tariácuri consiguió la unificación política de todos los pueblos de alrededor del lago de Pátzcuaro fundando el Imperio tarasco. Tras su muerte, se dividió administrativamente en tres[nota 11]​: Pátzcuaro (al mando de Hiquingare, hijo de Tariácuri), Ihuatzio y Tzintzuntzan (al mendo de Hiripan y Tangaxoan respectivamente, ambos primos del anterior)[41]​.

En los siguientes años Tzintzuntzan se fue concentrando como la ciudad de mayor poderío tarasco y Tzitzipandácuri, hijo de Tangaxoan, adquirió pleno control sobre las otras dos regiones. De este episodio cabe destacar un intento de conquista por parte del Imperio mexica a manos del huei tlatoani Axayácatl; en los siguientes años su rivalidad se fue agudizando, especialmente por el hecho de que ambos tenían el poder militar mutuo de no conquistarse el uno al otro y que terminaría hasta la conquista por parte de los españoles muchos años después.

Por causas que se desconocen, hubo un proceso de división del Imperio, provocando cacicazgos que eran gobernados de una forma aún más independientes (como lo había sido en sus orígenes) causando una fragmentación del gran poderío unificador[43]​. Precisamente con la llegada de los españoles a aquellos territorios a partir 1521[40]​ fue una de las causas que contribuyeron a su rápida conquista.

El Imperio tarasco obtuvo su máximo esplendor en los años siguientes bajo este sistema:

Su religión —al igual que el resto de los pueblos mesoamericanos— era politeísta. Su principal dios era Curicaueri (que significa ‘Gran Fuego’), el cual era el dios del fuego. Otras deidades fueron:

Su arquitectura, sin embargo, tiene pocos vestigios en la actualidad, además de que el número de edificaciones fue muchísimo menor que otras civilizaciones; de cualquier forma, cabe destacar que aunque sus registros materiales no son tan numerosos su extensión sí fue grande, pues se han encontrado vestigios de su civilización en lugares muy alejados del área de influencia michoacana como en lo que hoy es Celaya y Yuriria,[39]​ ambas en Guanajuato.

Se destacó principalmente por las «yácatas» como basamento de sus templos, estas se construían con núcleos de tierra y tenían hasta cinco muros superpuestos con lajas de piedra; también se cree que pudieron servir también para viviendas o entierros[43]​.

En el ámbito cultural, destacaron tanto por sus artesanías (principalmente por sus cerámicas) y en la alfarería decorada al negativo, es decir, la aplicación de diferentes dibujos pintados que se delimitaban con cera, la cual era posteriormente derretida. Los metales que más utilizaron fueron la plata, oro, cobre o aleaciones de estos dos últimos[43]​; no solo fabricaron no solo objetos ornamentales con los materiales —a diferencia de las otras culturas—, sino también todo tipo de armas, cinceles, anzuelos y hachas.

Según el mito de fundación de Tenochtitlán ocurre en el año de 1325, cuando los mexicas provenientes de Aztlán (‘Lugar de Garzas’) emigran hacia el sur de América en busca de la tierra prometida por su dios Huitzilopochtli quien les ordenó fundar una ciudad en donde encontraran un águila posada sobre un nopal devorando una serpiente.[2]

El 13 de marzo de 1325 los aztecas llegaron a lo que hoy se conoce como el Valle de México, (algunos historiadores dicen que vieron la señal y fundaron México-Tenochtitlan). Entraron al Valle de México llegaron en lo que actualmente es el Bosque de Chapultepec, donde residieron hasta que en una nueva expedición al centro del valle encontraron, el 18 de julio de 1325, en un islote rodeado de agua, una penca donde se encontraba un nopal y sobre el nopal un águila devorando una serpiente. Fue allí donde fundaron la Gran Tenochtitlan, ciudad y capital del imperio mexica.

A la víspera de la llegada de los conquistadores españoles a Tenochtitlan en 1519, el también llamado imperio mexica se extendía desde el Valle de México hacia las costas del Pacífico y del Golfo de México y desde Querétaro en el norte hasta Oaxaca en el Sur, incluyendo áreas de influencia en Chiapas y Guatemala. Este dominio sobre una gran extensión territorial se apoyaba en el poder militar y económico que los mexicas ejercían por medio de sus ejércitos y los tributos que exigían a los pueblos y señoríos conquistados. No obstante, los mexicas no lograron someter del todo a los pueblos huasteco, totonaca y tlaxcalteca.

A la postre estos pueblos en alianza con los conquistadores españoles y otros pueblos sometidos lograrían doblegar el poderío militar del Imperio Mexica durante el sitio y toma de Tenochtitlan en 1521. Victoria militar que abrió paso a un nuevo orden económico y social durante el largo periodo de conquista de México.

El mayor gobernante dentro de los mexicas era llamado huey tlatoani (que significa ‘el que habla’). Los calpulli era un grupo social que relacionaba a varias familias a través de algún ancestro común.

La educación se consideraba obligatoria durante la infancia y parte de la adolescencia. Había dos tipos de escuela: telpochcalli (para los de estratos menores, donde se concentraba en estudios principalmente prácticos y militares) y calmécac (para los de etsratos mayores, en los que se eseñanban conocimientos más especializados como escritura, astronomía, teología y liderazgo).

Esta sección del artículo trata sobre el sometimiento de los diversos pueblos indígenas por parte de los españoles, ya que en las respectivas secciones de las civilizaciones mesoamericanas no se indagó a profundidad. Pasaron catorce años desde la caída de Tenochtitlan hasta el establecimiento del virreinato de Nueva España. Además, cabe destacar que incluso con la fundación del Virreinato había muchos territorios que faltaban aún por anexarse, territorios que no habían sido totalmente sometidos (especialmente por su geografía) y zonas reclamadas en las que de facto no se ejercía un verdadero control, situación contribuida por los primeros dos puntos.

En ese tiempo, el gobierno quedó primero a cargo de Hernán Cortés, que se autoproclamó Capitán General de Nueva España. Luego fueron nombradas las Reales Audiencias de México, dependientes de la Corona de Castilla, con el propósito de realizar una mejor administración del virreinato.

El virreinato fue establecido en 1535 y terminó en 1821 con la independencia por parte de España. Debido a que fue un periodo que abarcó alrededor de tres siglos en las que las características de éste fueron poco cambiantes alrededor del tiempo, la sección se desarrollará divida en distintos ámbitos donde se exploraran todas las índoles de este ente.

Su primer virrey fue Antonio de Mendoza y Pacheco. En su historia, la Nueva España fue regida por 62 virreyes de diferente importancia histórica, entre los que destacan Antonio María de Bucareli (1771-1779) y Fray Payo Enríquez de Rivera (1672-1680).

La sociedad novohispana estaba fuertemente segmentada: estaba dividida en vasallos del rey y castas. Los primeros eran los españoles, los criollos y los indios. Las castas estaban formadas a partir de la codificación acerca de las relaciones entre los grupos étnicos. se permitió el intercambio cultural y el mestizaje biológico, sí había una definición de la posición que una persona ocupaba en la escala social de acuerdo con una supuesta mezcla de sangres. Mientras más sangre española, mejor posición, sobre todo si los hijos eran de matrimonio. Los españoles peninsulares, o sea los venidos de la península, llamados despectivamente gachupines) ocupaban las posiciones de privilegio.

La migración no fue solo de españoles, mexicanos y peruanos a Filipinas, sino también de filipinos hacia México; Guerrero, que es un estado en el oeste de México, tiene una alta concentración de filipinos. El comercio coadyuvó al florecimiento de estos puertos, de la Ciudad de México y de las regiones intermedias entre ambos.

El imperio español introdujo esclavos africanos para explotar en industrias diversas.[44]

El proceso de evangelización consistió en la imposición de las creencias de la Iglesia católica sobre las distintas regiones originarias del territorio. Se puede considerar que hubo órdenes religiosas que se introdujeron a Nueva España: franciscanos, jesuitas, carmelitas, agustinos y dominicos. El proceso de sincretización fue primordial para formar la identidad novohispana y se obtuvo a través del sometimiento (en sus orígenes) y posteriormente a volutand (con el paso del tiempo y respetando ciertos privilegios entre los primeros que se adoptaron al nuevo orden).

Entre las principales actividades económicas se puede identificar la agricultura, ganadería, comercio y minería, siendo esta última una de las más importantes debido a las grandes proporciones de dinero que se manejaban.

La agricultura no era considerada la principal actividad en Nueva España, pues con el descubrimiento de numerosos yacimientos minerales, lo era la minería. Se podría considerar que la demanda de producción era únicamente para satisfacer las necesidades alimenticias de la población. Ocurrió un proceso de sometimiento de las poblaciones indígenas, en las que los peninsulares explotaron a los indígenas a trabajar en las secciones de tierras que confiscaban para su beneficio.

La agricultura tradicional sufrió una serie de cambios:

Con el tiempo también se implementó el monocultivo, es decir, en territorios donde antiguamente había cierta diversidad en las plantaciones, se restringió a únicamente una especie bajo ciertas secciones. En la actualidad —como producto de aquella herencia— se han producido daños ecológicos debido a las afecciones ambientales por tales prácticas; un ejemplo de ello es la producción de palma de aceite en Chiapas.[45]

El descubrimiento de nuevos yacimientos de distintos minerales en el centro y norte del territorio (desde Sonora hasta el sur de la provincia de México) permitió que gradualmente la Nueva España ocupara el lugar de privilegio, especialmente en la extracción de plata. La minería permitió el desarrollo de otras actividades asociadas, especialmente los obrajes y la agricultura, que convirtieron a las regiones del Bajío o los valles de México y Puebla en prósperas regiones agrícolas y de actividad industrial incipiente.

El comercio del virreinato era realizado a través de dos puertos, Veracruz en el golfo; y Acapulco en el Pacífico, a este llegaba la Nao de China, una nave que transportaba productos de las islas Filipinas a la Nueva España y de ahí a la metrópoli. Filipinas dependía particularmente de México para su sustento y, por lo tanto, la mayoría de los colonos enviados a Filipinas eran mexicanos, no españoles[nota 13]​. Su colonización tampoco era rentable debido a las guerras, por lo que el territorio estaba subsidiado por plata mexicana.

Hay que señalar que hasta finales del siglo XVIII, con la introducción de las reformas borbónicas, el comercio entre los virreinatos no estaba permitido.

Uno de los pretextos tomados por los criollos para reclamar la independencia de los virreinatos fue la ocupación de España por Napoleón Bonaparte y las tropas francesas en 1808. En varias partes de América Latina tuvieron lugar rebeliones independentistas, algunas más exitosas que otras. México no fue la excepción. Los primeros intentos separatistas de Nueva España corresponden los hechos ocurridos durante la Crisis política de 1808 en México, se formó una Junta de Gobierno la cual contaba con cierta simpatía del virrey José de Iturrigaray, pero un golpe de Estado realizado por Gabriel de Yermo depuso al virrey y a consecuencia se encarceló a los promotores de la junta: Melchor de Talamantes, Juan Francisco Azcárate y Lezama, Francisco Primo de Verdad y Ramos y José Antonio de Cristo. La Real Audiencia, que favorecía a los golpistas, nombró a Pedro de Garibay como virrey interino y toda idea de separatismo fue sofocada. Las reuniones entre criollos continuaron, pues la inconformidad con su situación secundaria en la sociedad novohispana y la ocupación francesa de la metrópoli eran la oportunidad para conseguir un gobierno local. El siguiente intento por establecer un congreso independiente y autónomo fue la Conjura de Valladolid en 1809, pero fue descubierta y sus miembros fueron procesados.

La conspiración de Querétaro sería finalmente la que desataría la revolución de Independencia de México. En la conspiración participaron, entre otros, los corregidores de la ciudad de Querétaro, Josefa Ortiz de Domínguez y Miguel Domínguez; Ignacio Allende y Juan Aldama y el cura Miguel Hidalgo.

Hidalgo dio el llamado Grito en el que promovía la insurrección en el pueblo de Dolores, Guanajuato, el 16 de septiembre de 1810.

El 16 de septiembre de 1810 es la fecha que marca el inicio del movimiento armado, dirigido por Miguel Hidalgo y Costilla; quien fuera un simple sacerdote, logró movilizar a una gran parte del pueblo mexicano con lo que se conoce como El Grito de Dolores, ya que hizo un llamado a los habitantes de La Nueva España en el atrio de la parroquia de Dolores. Cabe especificar que, ya que ningún testigo directo llegó a escribir las palabras textuales proclamadas aquel día, hay muchas versiones que rondan entre cosas diferentes; sin embargo, entre las más antiguas se encuentran las siguientes:

En 1811, tras varias victorias, entre las que destacan la toma de Guanajuato, Valladolid, y la derrota que propinaron a las tropas realistas en Cerro de las Cruces, a tiro de piedra de la Ciudad de México, el ejército insurgente se retiró hacia occidente. Fue derrotado en la Batalla del Puente de Calderón por Félix María Calleja, a la postre virrey novohispano. Las tropas realistas persiguieron a las de la insurgencia hasta apresarlas en Acatita de Baján, Coahuila. Los líderes fueron fusilados en la ciudad de Chihuahua y sus cabezas trasladadas a Guanajuato para exhibidas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas.


Para este tiempo, la insurgencia se había hecho fuerte en el sur de la intendencia de México. Al frente de la tropa se hallaba el cura y Generalísimo José María Morelos y Pavón, quien había recibido la orden directa de Hidalgo de encabezar la revolución en la Sierra Madre del Sur. Entre los triunfos más sonados de Morelos y su ejército, del que formaban parte, entre otros, Mariano Matamoros, los hermanos Galeana y los hermanos Bravo), se encuentra el sitio de Cuautla, que fue roto tras casi un año de asedio realista. Morelos convocó al primer congreso americano en 1813, en Chilpancingo, al que acudieron diputados de las diferentes provincias, los cuales firmaron el Acta de Independencia de la América Septentrional y promulgaron la Constitución de Apatzingán un año más tarde, sobre la base del documento escrito por Morelos, intitulado Sentimientos de la Nación, el Generalísimo, que había rechazado ese título, se hizo llamar Siervo de la Nación.

Cuando Bonaparte y los franceses se retiraron de España y regresó el rey Fernando VII, envió refuerzos a Nueva España y los realistas terminaron por minar la capacidad bélica del ejército insurgente. Morelos fue derrotado en la Batalla de Temalaca, Puebla y conducido a la Ciudad de México, donde fue enjuiciado, degradado y excomulgado. Finalmente, fue fusilado en San Cristóbal Ecatepec, que hoy se llama Ecatepec de Morelos en su memoria, el 22 de diciembre de 1815.

A esas alturas, el ejército insurgente había entrado en una fase francamente defensiva. Habían sido fusilados Matamoros y Morelos, muertos en combate fueron algunos de los Galeana (no todos: Pablo siguió combatiendo a los realistas en Zacatula, hasta 1822, cuando Vicente Guerrero le mandó a avisar que la guerra había terminado un año antes). Los únicos frentes fuertes eran el veracruzano, al mando de Guadalupe Victoria, y el de Vicente Guerrero, en el sur de México. Vicente Guerrero tenía entre sus formidables fuerzas, filipinos, entre los cuales se encontraba General Isidoro Montes de Oca, quien en la batalla de Tamo Hacienda derrotó a las fuerzas realistas cuatro veces su tamaño. En el norte, la campaña relámpago de Pedro Moreno y Francisco Xavier Mina, joven español de ideas liberales, había concluido desastrosamente, a pesar de sus triunfos iniciales.

De esta manera, la revolución popular de independencia mexicana se hallaba muy lejos del triunfo. El virrey Apodaca había ofrecido indulto a los insurgentes, lo que minó el ejército en resistencia. La oferta llegó a Guerrero por conducto de su padre, y la rechazó con la famosa frase la Patria es primero, que hoy está escrita con letras de oro en el Palacio Legislativo de San Lázaro.

Mientras tanto, en España, en 1820 un pronunciamiento militar dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz. La élite novohispana estaba en contra de esa ideología por lo que se decidió por la Independencia.

En las Conspiraciones de la Profesa se encargó a Agustín de Iturbide encabezar la tarea. Este selló un pacto con Guerrero, jefe de los insurgentes surianos, en compañía de quien promulgó el Plan de Iguala en 1821.

Poco tiempo después, llegó Juan O'Donojú el nuevo Jefe político superior y Capitán general de Nueva España, mal denominado el último virrey, quien firmó con Iturbide los Tratados de Córdoba en agosto y aceptó firmar el acta de independencia de México el 27 de septiembre de 1821.

El 28 de septiembre de 1821 se formó la primera Regencia del Imperio Mexicano para suplir el poder ejecutivo de la nueva nación; estaba conformada por un presidente y cuatro consejeros: Agustín de Iturbide (presidente), Juan O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León y Pérez . También el mismo día, se formó la Junta Provisional Gubernativa para servir como sede del legislativo; su presidente era José María Fagoaga. Pocos días después, el 8 de octubre, O'Donojú falleció y fue suplido por Antonio Pérez Martínez y Robles.

El 13 de febrero de 1822, España rechazó los Tratados de Córdoba y por consiguiente, se negó a aceptar la independencia del nuevo país y mandar a un monarca para gobernar México.[47]​ El 24 de febrero de 1822 se instaló «Congreso Constituyente del Imperio», aún sin saber de las noticias anteriores, que consistía de ciento un diputados; nombraron como presidente del Congreso a Carlos María de Bustamante.[48]

Cuando llegaron las noticias a la capital del país, el Congreso y la Regencia entraron en conflicto casi de inmediato, pues el primero se había proclamado «único representante de la soberanía nacional». Luego de un conflicto interno breve, se relegaron los poderes del gobierno provisional: el poder ejecutivo a la Regencia, el legislativo al Congreso y el poder a los tribunales del Imperio.

A principios de marzo de 1822 las tenciones entre el Congreso y la Regencia (liderada por Agustín de Iturbide) se volvieron cada vez más evidentes cuando estos discutían sobre el número apropiado de efectivos del Ejército Imperial y la acusación de Iturbide sobre ser un traidor; al final, se solucionaron ambos asuntos después de varias discusiones.

Mientras hubo discusiones políticas, una contrarrevolución española había iniciado al sureste de la capital. Sin embargo, se nombró a Anastasio Bustamante al mando de cuatrocientos hombres para apagar ese levantamiento. Esta pudo ser apagada cuando los hombres de Bustamante contuvieron el movimiento español en Cuatla que había salido de Texcoco.

Cuando resultaron victoriosos, el Congreso felicitó a la Regencia, sin embargo, se llegó al consenso de reformar esta última con el cambio de tres de sus integrantes. El 11 de abril del mismo año se disolvió la regencia y se transformó en la «Segunda Regencia del Imperio». Los miembros fueron Agustín de Iturbide (presidente), José Isidro Yáñez, Miguel Valentín y Tamayo, Manuel de Heras Soto y Nicolás Bravo, siendo integrados estos últimos tres en remplazo de los anteriores.

A principios de mayo de 1822 las relaciones entre el Congreso y la Regencia se habían vuelto a presentar. Durante una lectura de un documento en una cesión del Congreso, se había infiltrado en el mismo un enunciado donde se mencionaba que se debía de adoptar un «sistema republicano parecido a la de otros países que habían logrado su independencia de España»;[49]​ esto rompía con lo acordado en los Tratados de Córdoba que establecía que en el caso de que los aspirantes españoles a la corona mexicana la rechazaron (cosa que había ocurrido hacía unos meses), el congreso debía de nombrar a un nuevo monarca, sin especificar si este podía ser europeo o mexicano; los diputados sospecharon que esto había sido causado por Bravo, por lo que se hizo evidente que ya no apoyaba a Iturbide.

Además, la división del Ejército Imperial también se había hecho evidente: entre los generales que apoyaban a Iturbide se encontraban Anastasio Bustamante, Antonio López de Santa Anna y Luis Quintanar; entre los generales que estaban en contra de este destacaban Miguel Barragán, Guadalupe Victoria, Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero.[50]

Para los siguientes días, la división tanto política como militar se había hecho más que evidente en el país. Todos estaban divididos entre los monárquicos, que seguían aspirando que se cumpliera lo acordado en los Tratados de Córdoba y de los que sospechaban que apoyaban a Iturbide para ser el nuevo emperador, y los republicanos, que simpatizaban con la idea de adoptar la otra forma de gobierno para tener el poder de decidir a sus gobernantes. Cabe destacar que, la mayoría de los republicanos formaban parte de una secta masónica; en una reunión de la misma, se había explorado la idea de levantarse en armas en contra de Iturbide para impedir su posible ascenso al trono: mismos noticias que luego llegaron a Iturbide.

En la noche del 18 de mayo de 1822, un grupo de soldados simpatizantes de Iturbide comenzaron a vitorear en la capital del país; el sargento Pío Marcha hizo tomar lar armas a la tropa de su cuartel. El grupo se lanzó a la calle proclamando a Iturbide como «Agustín I»; parte de la población se unió al grupo. El coronel Rivero irrumpió en el teatro e Iturbide proclamó que el pueblo y guarnición lo habían «nombrado emperador»: misma afirmación que tuvo un gran recibimiento entre los habitantes de la ciudad, pues a nadie le había disgustado la idea.[51]​ A la mañana siguiente, el 19 de mayo, Iturbide declaró que el pueblo y ejército de la capital ya habían «tomado partido» y que correspondía al resto de la nación aprobarlo o no; aunque, también llamó a la calma para que nadie se levantara en armas pues le correspondía al Congreso la elección la representación legal de la nación.

Ante tal situación, el Congreso se vio obligado a tener una sesión extraordinaria instantánea. Junto a un séquito de seguidores suyos de diversas índoles, Iturbide se presentó a ésta, cuando fue llamado; aquello obligó al Congreso a hacer una «reunión pública». Los diputados recurrieron a discutir el asunto en medio de gritos donde expresaban sus opiniones, pero al final decidieron votar una vez que habían acordado que serían los futuros resultados serían definitivos y que no se ocupaba la notificación a las provincias. Votaron, e Iturbide ganó con 67 sufragios contra 15: tal decisión no había sido definitiva, pues ocupaba el total de votos de los diputados (pues no había asistido todo el Congreso por la falta de anticipación); sin embargo, al día siguiente votaron los restantes y fue ratificada su victoria.

Se organizaron los preparativos para la administración del nuevo imperio: el discurso que proclamaría en su coronación, el orden de sucesión del trono, los miembros y tratamientos de la Familia Real, las condecoraciones, grados y títulos que podría nombrar el emperador, etc.[52]​ El 21 de julio de 1822 Agustín de Iturbide fue coronado en la Catedral Metropolitana como «emperador constitucional de México» bajo el título de «Agustín I».

Después de su proclamación como emperador las situación interna no se sosegó: algunos antiguos partidarios de los Tratados de Córdoba se sintieron defraudados por no tener a un príncipe europeo como emperador; y dentro del Congreso seguía habiendo la inquietud de la posibilidad de establecer una república.

El 26 de agosto de 1822 Iturbide mandó a arrestar alrededor de veinte diputados, pues estos conspiraban en su contra; el Congreso le reclamó por ello, sin embargo, pidió calma y dijo que el arresto había sido legal a cusa de conspiración y que esperaría la resolución de los tribunales.

Además, al día siguiente, Iturbide recibió una misiva del general De la Garza junto a autoridades políticas y clericales locales de la provincia de Nuevo Santander en la que apoyaban las quejas del Congreso: Iturbide lo consideró como sublevación, mandó al general Zenón Fernández a abatir el movimiento y le dio Manuel Gómez Pedraza el mando de la región; se arrestó a De la Garza, al mismo tiempo en la que varios exdiputados estaban arrestados.

El 27 de septiembre de 1822, Lorenzo de Zavala propuso reformar al Congreso debido a la poca equidad en la representación de las provincias; sin embargo, tal propuesto fue rechazada poco después.

Ya para esas fechas se habían unido como provincias gran parte de los antiguos territorios que se habían independizado de España simultáneamente que México. Estas anexiones se habían hecho a voluntad desde finales de 1821 por lo atractivo que resultaba para ellas una monarquía moderada en América y lo conveniente que era unirse a la nueva nación. En total se unieron cinco países centroamericanos como provincias: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.

El 31 de octubre de 1822 Iturbide decretó la anulación del Congreso considerando su labor únicamente como «utópica»; esto se consideró muy impopular entre los diputados republicanismos. Dos días después, el 2 de noviembre de 1822 se creó la Junta Nacional Instituyente como reemplazo del poder legislativo que había sido revocado con el Congreso; estaba conformada por cuarenta y siete hombres que apoyaban Iturbide, esto como representación de las provincias del imperio[53]​. El objetivo de la nueva Junta Nacional era diseñar un nuevo método efectivo para nombrar los miembros de un nuevo Congreso Imperial.

La situación económica era un asunto urgente que le incumbió a la Junta Nacional. El erario público estaba devastado por las bajas en las actividades económicas (especialmente el comercio y la minería). Se hizo una revisión del tesoro imperial. El Imperio negoció un préstamo con Reino Unido, el cual nunca llegó, y otro más con Diego Berry, pero tampoco pudo concretarse. Ante la difícil situación económica, se impuso un préstamo de 2 800 000 de pesos con la hipoteca de una contribución general de todos los habitantes del imperio. También se prohibió la exportación de dinero a los españoles que querían migrar, y solamente se les permitió viajar con la ropa de uso y muebles necesarios. Además, la Junta Nacional decretó tras medidas como la restricción de la libertad de prensa y penas contra conspiradores. Otra medida de Iturbide fue la autorización expedida a Stephen Austin, el 3 de enero de 1823, para colonizar Texas[54]​.

Durante todo ese tiempo, Iturbide había nombrado a Antonio López de Santa Anna como encargado militar de la provincia de Veracruz y se habían llevado bastante bien hasta el punto de escribirse cartas personales. Sin embargo, el 16 de noviembre del mismo año Iturbide visitó Xalapa diciendo que necesitaba supervisar una acción política que se realizaría, sin embargo, se cree que en realidad quería proclamar la destitución de Santa Anna de su puesto. Poco a poco las relaciones entre ambos se fueron tensando, a tal punto que Santa Anna se negó a ir a la Ciudad de México cuando Iturbide se lo había solicitado[55]​.

Ya para el 2 de febrero, Santa Anna, con apoyo de Victoria, se opuso públicamente a Iturbide proclamando el Plan de Veracruz en el que invitaba al Ejército a una sublevación para ponerle fin al imperio y volver a instalar el Congreso con una nueva forma de gobierno que posteriormente se decidiría:

Desde que le llegó a Iturbide la información sobre la sublevación, mandó una contradefensa a manos de los generales José Antonio de Echávarri, Luis Cortazar y Rábago y José María Lobato[57]​. Francisco Lemaur, un español a favor de Fernando VI[nota 15]​, se comunicó con Santa Anna debido al interés de la rebelión y firmaron un armisticio a favor de la mutua convivencia; Echávarri y Lobato consideraron que realizar aquel acto —debido que pactó un acuerdo con alguien en contra de la soberanía del Estado mexicano— era traición a la patria[58]​. Posteriormente Santa Anna le propuso a Echávarri unirse a la rebelión; sin embargo, el 16 de diciembre se negó públicamente.

El 21 de diciembre Echávarri pudo replegar el ejército de Santa Anna que marchaba para Ciudad de México; aunque, poco después (debido a Iturbide no estuvo concentrado en la estrategia militar por unos días) Victoria pudo reorganizar el Ejército y conseguir nuevos soldados[59]​. El 13 de enero de 1823 ocurrió la Batalla de Almolonga (en el actual estado de Guerrero) entre las fuerzas de Nicolás Bravo y Vicente Guerrero (que se habían unido al plan) y Epitacio Sánchez y Gabriel de Armijo; el resultado fue una victoria pírrica por parte de los realistas, ya que Sánchez murió en batalla.

El 1 de febrero de 1823 Santa Anna proclamó el Plan de Casa Mata cuya función principal era ratificar sus intenciones de la sustitución de Iturbide y dotarle de organización al movimiento (como el nombramiento de los próximos diputados para el nuevo congreso y la conservación de los rangos militares y puestos de trabajos por parte de civiles)[60]​:

Las pérdidas y fracasos militares del movimiento rebelde indicaban la posibilidad del fracaso; sin embargo, aquel mismo día ocurrió un giro inesperado: Echávarri, Lobato y Cortázar se adhirieron al Plan de Casa Mata, poniendo fin a la mayor resistencia imperialista. Las hipótesis sobre el cambio de ideología de los tres generales iturbidistas son varias: según el mismo Santa Anna, se debió al apoyo de Lemaur[62]​; sin embargo, Alamán señaló la posibilidad de que se debiera a la influencia de las diversas logias masónicas [57]​; además, según Nettie Lee Benson, historiadora estadounidense del siglo xx, Miguel Ramos Arizpe y José Mariano de Michelena habían influenciado a los tres de aceptar[63]​.

En los días siguientes de la publicación del Plan de Casa Mata, antiguos aliados de Iturbide se fueron uniendo debido a lo atractivo que resultaban las propuestas. El 4 de marzo de 1923 Iturbide decretó la reinstalación del Congreso, mismo que se reunió el 7 de marzo, y en el que Iturbide se reservó a proclamar un discurso en son de paz[64]​.

En la tercera sesión desde la reinstalación del Congreso, el 19 de marzo un ministro de Iturbide presentó su carta de abdicación:

Al día siguiente, debido a la falta de la totalidad los diputados, se realizó una revisión de la misma,[65]​ en donde se avaló y se confirmó su autenticad, dando fin oficial al Primer Imperio Mexicano.

Con «Gobierno provisional de México de 1823-1824» se refiere al periodo entre el fin del Primer Imperio el 19 de marzo de 1823 y el inicio de la Primera República Federal el 10 de octubre de 1824; durante casi todo el periodo estuvo bajo administración de un gobierno de transición, denominado oficialmente Supremo Poder Ejecutivo de la Nación Mexicana, mismo que fue decretado por el Congreso el 31 de marzo de 1923, doce días después de la disolución del Imperio.

El 31 de enero de 1824 se proclamó el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana en las entidades federativas que integraban el país en aquel entonces formalizaron su unión bajo una futura república federal.[66]

La Junta Provisional, encabezada por Pedro Celestino Negrete, en 1824 el Congreso Constituyente promulgó la Constitución Mexicana que habría de regir a la República. Este documento asentaba que la nación adoptaba como forma de gobierno la república federal, con división de poderes. Estos residirían en la Ciudad de México, y estaría integrada por estados federados y territorios federales.

El Congreso convocó a elecciones en las que salió electo Guadalupe Victoria para el período de 1824-1828.

A partir de la conclusión del período de Victoria, la vida política mexicana se tornó inestable, debido a las pugnas entre la antigua aristocracia y el pequeño grupo de burgueses liberales del país.

En 1833 tuvo lugar el primer intento de reforma liberal profunda del Estado, encabezada por Valentín Gómez Farías a la sazón presidente interino, y José María Luis Mora. La reforma fracasó por el regreso de Santa Anna a la presidencia, con el apoyo de los conservadores. En 1835 fueron promulgadas las Siete Leyes, una constitución de corte centralista, que ocasionó la declaratoria de independencia de Zacatecas (rebelión reprimida brutalmente por el general Cos) y Texas. Este último territorio, perteneciente al estado de Coahuila y Texas, se separó de México en 1836. Cinco años más tarde la República de Yucatán declaró su independencia, y no se reincorporaría a México hasta 1848. Ese mismo año de 1841, el estado de Tabasco decretó su separación de México en protesta por el centralismo imperante en el país. El estado se reincorporó oficialmente en 1842.

Durante esa misma época, Santa Anna promulgó el 20 de octubre de 1842 un decreto, el cual declaró la educación obligatoria entre los siete y quince años; sin embargo, fue depuesto como presidente ese mismo día. Este hecho es uno de los pocos relevantes en el ámbito educativo.

El 6 de enero de 1843, fue proclamada la segunda república centralista de México, encabezada por Santa Anna. La vida de la república sería muy corta, pues tres años más tarde fue incapaz de enfrentar la invasión estadounidense, hecho que los liberales aprovecharon y terminaron por rehabilitar la constitución de 1824 el 22 de agosto de 1846.

Entre 1846 y 1848 México fue parte del conflicto conocido como la intervención estadounidense en México o la guerra Estados Unidos-México. El 29 de diciembre de 1845 el Congreso estadounidense oficialmente admitió Texas como un estado constituyente de la nación. En 1846 EE. UU. reclamó a México la posesión de la franja de tierra comprendida entre el río Bravo y el río de las Nueces. El límite de la provincia texana históricamente había sido el río de las Nueces, unos 300 km más al norte del Bravo, por lo que las reclamaciones eran infundadas. Las tropas mexicanas cruzaron el río Bravo y atacaron a los estadounidenses que se habían desplegado en el territorio en disputa. Tras ello el gobierno estadounidense declaró guerra y acometió contra México.

El 14 de septiembre de 1847, los estadounidenses izaron su bandera en el Palacio Nacional, tomando antes el Castillo de Chapultepec, que era, por aquel entonces, colegio militar, y donde se encontraban sólo unos cuantos cadetes de guardia, ahora conocidos como "los Niños Héroes". La guerra concluyó con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, en el que México reconocía la frontera texana en el río Bravo. Además EE.UU. recibió los territorios de California y Nuevo México (cerca de 2,000,000 de km² que hoy conforman los estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, la mayor parte de Colorado y la región suroeste del Wyoming y Kansas, y el oeste de Oklahoma), cumpliendo así la llamada doctrina del destino manifiesto, según la cual Estados Unidos de América era una nación destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico.

Tras la guerra con Estados Unidos, fue elegido para la presidencia José Joaquín de Herrera. El gobierno de Herrera fue más o menos tranquilo, aunque las elecciones para relevarlo fueron presa de la división entre liberales y conservadores. Este nuevo conflicto se resolvió con la llegada de Santa Anna al poder, que gobernó por última ocasión la república entre 1853 y 1855. Santa Anna se autonombró dictador de México y gobernó con el título de "Su Alteza Serenísima" (el tratamiento fue elevado al rango de ley constitucional). Mientras tanto, la mayor parte del país seguía en la miseria. El colmo fue el aumento en el monto de los impuestos y la creciente corrupción del gobierno.

Por ello, en 1854 los liberales se fueron a la guerra, amparados en el Plan de Ayutla y encabezados por Juan Álvarez e Ignacio Comonfort. El movimiento, conocido como Revolución de Ayutla, concluyó con la renuncia y destierro de Santa Anna y la instalación de Álvarez como interino. Durante las presidencias de Álvarez y Comonfort, fueron promulgadas varias leyes de corte liberal, conocidas como Leyes de Reforma, que, entre otras cosas, establecieron la separación entre el Estado mexicano y la Iglesia católica y anularon los privilegios de las corporaciones (incluidas las comunidades indígenas). La puesta en marcha de estas leyes dio lugar a un nuevo conflicto entre liberales y conservadores, conocido como Guerra de los Tres Años o Reforma.

Benito Juárez ocupó la presidencia interina de la república tras la renuncia de Comonfort, y fue convocado un nuevo congreso constituyente que promulgó el 5 de febrero de 1857 la nueva constitución mexicana, de orientación liberal moderada. Sin embargo, las reformas contempladas por la nueva constitución fueron motivo de una nueva rebelión conservadora en Tacubaya y, desconociendo el gobierno de Juárez, nombraron un presidente provisional. Las huestes de ambos bandos se enfrascaron en una guerra que concluyó con la victoria de los liberales en enero de 1861.

En ese mismo año, el gobierno de la república decretó la suspensión de pagos de la deuda externa con la Ley de suspensión de pagos, pues carecía de medios para pagarla. Francia, uno de los principales acreedores, instó a España e Inglaterra a presionar por la vía militar al gobierno mexicano. La marina de los aliados llegó a Veracruz en febrero de 1862. El gobierno mexicano se aprestó a negociar por la vía diplomática, y logró el retiro de los ingleses y españoles.

Los franceses enviados por Napoleón III, al mando del Conde de Lorencez, dieron comienzo a las hostilidades militares. El primer enfrentamiento, la batalla de Puebla, fue ganado por el ejército de Ignacio Zaragoza y las milicias populares del estado. Ante la derrota, el emperador envió más tropas al mando de Frédéric Forey, quien obtuvo varias victorias para los franceses, que tomaron la capital en junio de 1863. Posteriormente, fue sustituido por François Achille Bazaine.

El gobierno republicano, con Juárez a la cabeza, se trasladó a San Luis Potosí el 31 de mayo. Fue perseguido por los franceses, y finalmente se estableció en Paso del Norte. Mientras tanto, en la capital, el 10 de julio la Asamblea de Notables nombró como emperador de México a Maximiliano de Habsburgo. El Segundo Imperio Mexicano duró hasta 1867, ya que a partir de 1865 el ejército francés empezó a sufrir derrotas a manos de las guerrillas mexicanas (que comenzaron a abastecerse de armamento estadounidense).

La guerra culminó con la retirada del ejército francés y con la rendición de los conservadores y el fusilamiento del emperador en el Cerro de las Campanas (Santiago de Querétaro) el 19 de junio de 1867.

El 15 de julio de 1867 Juárez entró a la Ciudad de México mercando el fin del Segundo Imperio:

Tras el fusilamiento de Maximiliano, el país entró a un periodo llamado la «República Restaurada» o «República triunfante» que se caracterizó por dos gobiernos presididos por los políticos liberales civiles Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, quienes tenían en mente reconstruir un país diezmado por la guerra civil, impulsar la consolidación del país como un Estado fuerte y abatir las rezagos socioeconómicos poblacionales a través de posturas liberalistas.[68]

En julio de 1867, Juárez estableció su gobierno en la ciudad de México. La República se consolidó siendo la última vez en el que el Estado mexicano cambió de forma de gobierno. Se reinstauraron el modelo político establecido en la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma.

En aquel entonces, la burguesía liberal representaba un gran poder y la economía y las finanzas nacionales se encontraban en ruina, por lo que Juárez consideraba que era necesario ordenar el gobierno y la economía. Con la restauración de la República inició la restructuración de las finanzas públicas y se buscó optimizar el aprovechamiento de los ingresos del gobierno para cubrir sus gastos de operación. Juárez realizó los siguientes cambios constitucionales:

Juárez había gobernado con facultades extraordinarias debido a la guerra de Reforma, la intervención francesa y el Imperio de Maximiliano; pero entonces, para regularizar la situación política convocó a las elecciones de 1867, que se llevaron a cabo el 22 de septiembre para presidenciales, en las que resultó electo él mismo con el 71.5 % de los votos, y el 7 de octubre para el presidente de la Suprema Corte de Justicia, en la que resultó electo Sebastián Lerdo de Tejada, y diputados.

Se apoyó a la empresa privada y sobre todo se buscó atraer inversión extranjera para poner en marcha sectores como la agricultura, mediante la introducción de nuevos cultivos, incorporar nuevas zonas productoras y aplicar nueva tecnología. Asimismo, se buscaba invertir en minería, industria y medios de comunicación para integrar al país y lograr la tan ansiada unidad nacional. El principal problema consistía en que no se podía atraer inversión extranjera sin el reconocimiento y confianza de los principales mercados internacionales. Las circunstancias políticas y económicas del país, así como el historial de endeudamiento y suspensión de pagos, no permitían que llegaran dichos capitales.[70]

Uno de los proyectos juaristas fue extender la educación pública en todo el territorio para modernizar al país. La intención de unificar los sistemas escolares tropezó con grandes obstáculos, como la inercia de un México católico y la gran diversidad cultural y regional. El liberalismo juarista defendía la educación como arma para contrarrestar la influencia de la Iglesia en la sociedad y, para ello, el 2 de diciembre de 1867 dictó la Ley Orgánica de Instrucción Pública, en la que se eliminó de la educación todo contenido religioso. La política benefició a las clases medias urbanas.

La filosofía predominante del gobierno federal era el positivismo, que se vinculó con la vida nacional; la filosofía de Auguste Comte llegó al país y se adoptó en el campo educativo y en la política[71]​. Gabino Barreda, discípulo de Comte, a solicitud del presidente creó en 1867 la Escuela Nacional Preparatoria, quien resumió en tres palabras el proyecto educativo: libertad, orden y progreso.[72]​ Además se creó la escuela para invidentes y la Biblioteca Nacional, ya que antes no existía ninguna de éstas.

Las facultades extraordinarias —aun en un periodo donde la presidencia no era extraordinaria— habían excedido los límites del poder. Juárez tenía la capacidad de vetar las decisiones de los otros dos poderes, por lo que su gobierno presentaba un carácter dictatorial y anticonstitucional[72]​; aquella situación fue criticada incluso por los mismos liberales y causó rebeliones en varios estados, que más tarde sería uno de los motivos que propiciaría levantamientos armados en su contra.

El 20 de abril de 1869, Julio Chávez López proclamó en Chalco (Estado de México) el Manifiesto a todos los oprimidos y los pobres de México y del universo, en la que postulaba ideas socialistas para la nación y acusaba a Juárez por permitir el despojo de tierras comunales y las masacres que había ordenado.[73]​ El movimiento armado inició en Texcoco con el apoyo del general Miguel Negrete, que tomó los fuertes de Loreto y Guadalupe; pronto fue vencido, aprehendido, procesado por la ley y sentenciado a muerte; sin embargo, el general Porfirio Díaz le concedió su indulto por su pasado en la participación en el sitio de Puebla.

A la par de impulsar el progreso y permitir la libertad de expresión, el gobierno de Juárez tenía que lograr la pacificación del territorio. Numerosos levantamientos fueron ocasionados por la desamortización de las propiedades comunales indígenas; terratenientes y militares fueron los culpables de estas arbitrariedades, que originaron rebeliones, entre ellos, las que suscitaron en Yucatán, Nayarit, Sonora y Chiapas, de cualquier forma, el gobierno federal las calificaba como clericales y las reprimió en forma sangrienta.[74]

A finales de 1871 acabaría el primer cuatrienio de Juárez, por lo que se postuló para la reelección en las elecciones de 1871 y se efectuó el 27 de agosto de 1871. Los resultados fueron rebelados por el Congreso el 7 de octubre, en los que Juárez resultó con el 47.22 % rebasando al otro candidato, Porfirio Diaz; sin embargo, su victoria se vio opacada y acusada fuertemente de fraudulenta.

El 19 de octubre de 1871 ocurrió un intento de golpe de estado realizado por los generales Miguel Negrete, Aurelio Rivera y Jesús Toledo. Aquel levantamiento no duraría más que unas horas, pues los primeros tres generales lograron escapar gracias al efectivo contraataque realizado por el general Sóstenes Rocha siguiendo las órdenes del mismo Juárez; sin embargo, sí fue detenido un teniente que apoyaba el movimiento armado, por lo que fue fusilado junto a otros oficiales. Sin embargo, entre las bajas del bando federal se puede destacar a José María Castro, herido por un disparo de bala, quien era el gobernador del Distrito Federal (nombrado por Juárez tan solo desde septiembre del mismo año).[75]

Sin embargo, 8 de noviembre de 1871 Díaz, al meditar y negarse (a diferencia de Lerdo de Tejada) a aceptar los resultados electorales claramente fraudulentos, lanzó el Plan de la Noria, en la que se oponía al intento de reelección de Juárez e instaba al pueblo mexicano a levantarse en armas:

En el Congreso una mayoría regimentada por medios reprobados y vergonzosos, ha hecho ineficaces los nobles esfuerzos de los diputados independientes y convertido á la Representación Nacional en una cámara cortesana, obsequiosa y resuelta á seguir siempre los impulsos del Ejecutivo.

Pronto se adhirieron al plan Manuel Gónzales Flores (amigo de Díaz que en ese entonces había sido elegido diputado por Oaxaca) y los gobernadores de Oaxaca (Félix Díaz Mori, quien además era hermano de Díaz), Guerrero y Chiapas[nota 16]​, renunciando a sus respectivos cargos.

El 1 de diciembre de 1871 comenzó oficialmente el siguiente mandato presidencial de Juárez que cubriría el periodo de 1871-1875. Aunque Díaz pudo manchar triunfante hasta Toluca, no pudo completar sus planes de llegar hasta la toma de la Capital debido a la intervención federal a manos de Ignacio Mejía y Sóstenes Rocha; tuvieron una serie de derrotas hasta básicamente debilitarse y propiamente perder.

El 5 de diciembre de 1871 Donato Guerra, Jerónimo Treviño y Trinidad García de la Cadena (todos ellos adheridos al Plan de la Noria) tomaron Saltillo.

El 23 de enero de 1872, Díaz Mori fue capturado en Juchitán de Zaragoza (Oaxaca) cuando, junto a Díaz, intentaba huir hacia Panamá; sin embargo, Díaz Mori ahí mismo fue torturado (entre otras cosas, castrado) y ejecutado por los habitantes del pueblo.[nota 17]

A finales de abril Yucatán se unió a la causa porfirista, sin embargo, pronto fueron vencidos a manos

Entre el 2 de mayo y el 11 de junio se suscitó el Levatamiento de Tamaulipas, en la que una facción rebelde del estado que simpatizaba con Díaz se sublevó. El sitio de la batalla llegó a prolongarse durante muchísimos días; sin embargo, tras la victoria de los juaristas encabezada por Sóstenes Rocha y José Cevallos Cepeda, los simpatizantes de Díaz fueron pasados por las armas.

Los rebeldes pudieron tomar Monterrey y mantenerla por casi dos meses. Sin embargo, el 30 de mayo del mismo año ocurrió la Batalla de Monterrey, que fue decisiva en el Plan de la Noria ya que, debido a la pérdida del porfirista Diódoro Corella a manos del general juarista Jerónimo Treviño, marcó una pauta para que la victoria de Díaz en su plan se viera lejana a suceder.

Desde el 17 de julio de 1872 Juárez no se sentía bien: aquel día no quiso salir como acostumbraba, se limitó a tomar únicamente un atole y tuvo fuertes dolores y náuseas. Al día siguiente, Juárez llamó a su médico personal, Ignacio de Alvarado, para que lo revisara; sin embargo, éste lo diagnosticó con algo terminal. Posteriormente llamaron a los dos doctores más prestigiados de la época al Palacio Nacional: Gabino Barreda y Rafael Lucio; sin embargo, ellos tampoco pudieron hacer algo al respecto. A las 23:35 fue declarado muerto por angina de pecho.

Tras la muerte de Juárez, todos los adheridos al Plan de la Noria, una vez que vieron que el poder se había depositado conforme a la ley —y sin un motivo pues había muerto a quien intentaban combatir—, acordaron el cese al fuego cuando se enteraron que Lerdo de Tejada había expedido una amnistía. El 28 de julio de 1872 se publicó en el Diario Oficial las condiciones de la rendición (que incluía la pérdida de sus honores, empleos y pensiones) y Díaz se marchó de la vida pública.

Se realizaron las elecciones extraordinarias de 1872, en se erigiría los cargos de presidente y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para un nuevo cuatrienio (1872-1876); según la Constitución de 1857, tras la falta permanente de un presidente, el presidente de la Corte de Justicia de la Nación ascendería como presidente interino —tal y como ocurrió con Lerdo de Tejada— y se convocarían a elecciones extraordinarias donde no se tomaría a consideración el tiempo transcurrido del anterior cuatrienio incompleto.[77]​ Los únicos sufragios que se postularon para presidente fueron el mismo Lerdo de Tejada y Díaz ganando el primero con el 92.32 % de los votos, mientras que, para ocupar el puesto de presidente de la Corte de Justicia de la Nación, ganó José María Iglesias; no hubo mayor incidencia como en años anteriores.

Estableció una política fuertemente anticlerical; entre sus principales acciones en el ámbito se encuentran la prohibición de cualquier manifestación religiosa en público, la expulsión de los jesuitas del país y la disolución de la orden de las Hermanas de la Caridad[74]​; aquello provocó el descontento de la Iglesia y múltiples revueltas en Michoacán dirigidas por cristeros. Además, se integraron las Leyes de Reforma para que formaran parte, por sí mismas, de la Constitución de 1857.

Manuel Lozada se levantó en armas contra el gobierno en Tepic y exigió una «política progresista»; sin embargo, tomó decisiones que fueron tomadas por la opinión públicas como «contradictorias», ya que pidió concesiones a favor de la Iglesia y los conservadores. Sin embargo, el 14 de julio de 1873, fue capturado y posteriormente enjuiciado y pasado por las armas, así acabando en su totalidad con la rebelión.[72]

En materia económica, la administración de Lerdo siguió los mismos pasos juaristas. No existía una producción agraria que pudiera sostener al país; mexicanos y extranjeros fueron favorecidos con la creación de nuevos latifundios que dominaron el campo. Sin embargo, a pesar de estos intentos por impulsar la producción agrícola, ésta continuó siendo básicamente para el autoconsumo, por no mencionar que el desempleo estaba extendido y los peones y campesinos vendían, en ocasiones, sus tierras para poder sobrevivir[72]​.

En el ramo estrictamente industrial hubo algunos avances: se mecanizó la planta industrial en la rama textil y la línea de ferrocarril México-Veracruz, apodada el «potro de hierro», fue inaugurada en 1873 gracias a las concesiones otorgadas a los británicos (durante el gobierno de Juárez) que siguió apoyando Lerdo de Tejada.[78]

La postura liberal tomada por el gobierno federal fue atractiva para extranjeros, y así mismo, el gobierno quería atraerlos con las ventajas que podría atraer, especialmente con la posible mejora de la agricultura. Algunos extranjeros se asentaron en el país, sin embargo, cabe destacar que fue únicamente en las grandes ciudades y que se dedicaron, en su gran mayoría, únicamente al comercio.

Cabe mencionar que, debido a todo lo anterior, ocurrió un proceso de polarización: mientras que en los grandes centros urbanos se concentraron posturas más liberales (como el mismo liberalismo mexicano o socialismo) por la mayoría de su población, alejados de las grandes ciudades, se había tomado una postura acorde a las ideas conversadoras.[72]

Debido a la postura política del gobierno liberal, a favor de la libertad de reunión y prensa, ocurrieron dos cosas:

Además, en el país ocurrió un auge cultural gracias a varios hombre de la época considerados sobresalientes en ámbitos artísticos y científico: Manuel Payno (escritor), Manuel José Othón (poeta y dramaturgo), Ignacio Manuel Altamirano (novelista), José María Vigil (escritor, periodista, historiador y lingüista), Justo Sierra (escritor, historiador, periodista y poeta), Manuel Acuña (poeta), Ignacio Ramírez (escritor, poeta y periodista), Guillermo Prieto (poeta, escritor, periodista e historiador), Manuel María Flores (escritor y poeta), Juventino Rosas (músico), Francisco Zarco (periodista e historiador) y José María Iglesias (escritor e historiador); aunque los distintos artistas produjeron obras de distintos movimientos, hubo fuerte influencia del costumbrismo por aquellos años. En el ámbito científico, destacó Rafael Lucio Nájera (doctor y científico). Además, en el ámbito educativo, Gabino Barreda seguía ejerciendo una poderosa influencia en la educación del país; fue en esta época cuando se introdujo en el país lemas propios del positivismo como «Orden y progreso»[79]​.

Antes de 1875, Lerdo de Tejada había logrado mantener pacífico al país; sin embargo, para esas fechas, el descontento y división de la nación había florecido de nuevo:

El 15 de enero de 1876 se volvió a dividir el país cuando Díaz lanzó el Plan de Tuxtepec donde, principalmente y entre otras cosas, desconocía a Lerdo de Tejada como presidente del país y a cualquiera que tuviera un puesto nombrado por lo que llamaba al pueblo a levantarse en armas:

El ejército rebelde se identificó como el «Ejército regenerador».[84]​ Díaz intentó pactar con Iglesias una alianza ya que éste también consideraba inmorales los actos de Tejada; lo llamaron el Convenio de Acatlán, sin embargo, tras varias negociaciones que iban en contra de la ética pacifista de Díaz, se negó a firmar un pacto con él.

Ya para el 26 de noviembre de 1876, Iglesias se había autoproclamado presidente por las facultades que le otorgaba ser el presidente de la Suprema Corte y su interpretación personal sobre las «capacidades de Lerdo». Fungió como presidente de iure una vez que Lerdo renunció oficialmente diez días después; sin embargo, no tuvo poder político verdadero debido a que Díaz se había autoproclamado presidente provisional de facto.[79]

El porfiriato es la etapa histórica que transcurrió desde el primer ascenso a la presidencia de Porfirio Díaz (de forma interina y de facto) a finales de 1876 hasta su renuncia en mayo de 1911. Aunque hubo dos interrupciones en sus distintos mandatos —por lo que su presidencia no fue continua—, llegó a abarcar un periodo presencial sin precedentes en la historia del país y se convirtió en el presidente con más tiempo acumulado en el poder, gobernando un total de casi treinta y un años[nota 18]​.

Durante su gobierno México sufrió una serie de impactantes cambios: la estructura económica fue totalmente reformada, el poder político fue centralizado[nota 19]​, se potencializó la vida cultural del país bajo ciertas influencias y, al mismo tiempo, se agudizaron las diferencias de las distintas clases sociales[85]​ bajo la justificación del progreso positivista.



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