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Hydrochoerus hydrochaeris



Hydrochoerus hydrochaeris, llamado comúnmente capibara, carpincho o chigüire,[2]​es un roedor de la familia de los cávidos. Es el roedor viviente de mayor tamaño y peso del mundo. Vive en la zona terrestre de los bosques y sabanas tropicales hasta casi los 2.000 m s.n.m. Está relacionado con los agutíes, las chinchillas, los coipos y los cobayos.[3]

Uno de sus nombres comunes, «capibara», proviene del guaraní kapiÿvá,[4]​ que significa ‘señor del pasto’.[5]​ Su nombre científico, hydrochaeris, significa ‘cerdo de agua’ en griego.[3]

Suele denominarse de muchas maneras que varían según el país o la región:

Tiene un cuerpo pesado en forma de barril y una cabeza pequeña, con un pelaje pardo rojizo en la parte superior del cuerpo que se vuelve pardo amarillo. En su parte inferior suele encontrarse pelaje con puntos o petequias en el lomo. Puede crecer hasta 1,30 m de largo y llegar a pesar 65 kg. Presenta pies ligeramente palmeados y al igual que los puercos carece de cola y tiene 20 dientes. Sus patas posteriores son algo más largas que las anteriores, y los hocicos son romos, con ojos, narinas y orejas en la parte superior de la cabeza. Las hembras son un poco más pesadas que los machos.[3]

El cuerpo, que carece de cola,[7]​ es de forma maciza y redonda, con el tronco grueso y cuatro patas cortas. Las patas anteriores tienen cuatro dedos y las posteriores tienen tres, expuestos en manera radial. Los dedos gruesos y parecidos a pezuñas presentan unas pequeñas membranas que los unen interdigitalmente. Los capibaras consiguen una longitud de 1 a 1,30 m y una altura a la espalda de 50 a 60 cm;[8]​ las hembras suelen ser un poco más grandes que los machos. El peso medio es de 50 kg en los machos y 61 en las hembras; sin embargo, el peso real puede variar entre 27 y 65 kg.[9][10][11]​ El extinto Neochoerus sulcidens era significativamente más grande.

El pelaje es largo y áspero, pero en algunas partes es tan fino que se puede apreciar la piel a través de él. Esto hace que sean unos animales propensos a las insolaciones, y para evitarlo, se revuelcan en el barro para protegerse la piel del sol.[12]​ La coloración va de un pardo rojizo al gris en la parte superior, mientras que la parte inferior tiene un color pardo amarillo. Algunos ejemplares tienen manchas negras en la cara, en el lado exterior de las patas y en la parte trasera. La longitud del pelo va de 30 a 120 milímetros.

Tienen una cabeza notablemente ancha y grande. En relación con los parientes más próximos al capibara, el hocico es más grande y redondeado, mientras que las narinas son pequeñas y están bastante separadas. En los ejemplares machos, la punta del hocico está calva y dotada de una prominencia correspondiente a la glándula olfativa. Las orejas son pequeñas y redondas, mientras que los ojos se encuentran situados en los lados y también son pequeños. Como en muchos animales que tienen un estilo de vida parcialmente acuático, los ojos, las orejas y las narinas del carpincho se encuentran situados en la parte superior de la cabeza,[7]​ de manera que cuando salen a respirar del agua o a observar lo que les rodea, casi no sobresalen de la superficie.[13]

La fórmula dental de este animal es de 1-0-1-3; lo que quiere decir que cada mitad de mandíbula presenta un diente incisivo, un premolar y tres molares, con un total de veinte dientes.[12]​ Los blancos incisivos están dotados de un surco y, como en todos los roedores, están agrandados y transformados en incisivos sin raíz. Detrás de los incisivos se abre un espacio denominado diastema. Los dientes posteriores tampoco tienen raíces y tienen una morfología compleja; consisten en prismas de esmalte dental en forma de corazón o de barras, que están separadas por capas de cemento. Como en otros roedores, los dientes incisivos y molares de las capibaras crecen constantemente para compensar el desgaste continuo que provoca comer tanta hierba.[5]

Su enorme área de distribución comprende casi toda Sudamérica al este de los Andes en las cuencas del río Orinoco, del Amazonas y del Río de la Plata; cubriendo desde el este de Venezuela y la Guyana hasta Uruguay, Paraguay en gran parte de y el norte de Argentina, mayormente en la provincia de Corrientes.[8]

Pueden vivir en diferentes tipos de hábitat, pero muestran preferencia por algunos en concreto. Suelen encontrarse cerca de lagos, ríos, marismas o manglares.[8]​ También necesitan un suelo firme para dormir, idealmente con una vegetación espesa que les sirve de protección. Para alimentarse no tienen problema en adentrarse por la sabana y herbazales. La mayor densidad de población de capibaras se encuentra en las extensas zonas húmedas de Sudamérica, como el Pantanal, o la región de los Llanos del norte del continente, bañada por el río Orinoco. Viven mayoritariamente en las llanuras, pero también habitan en altitudes de hasta 1300 metros por sobre el nivel del mar. En comparación con otras especies animales de Sudamérica, las capibaras toleran bastante bien los cambios de hábitat provocados por la actividad humana, y también pueden sobrevivir en zonas transformadas en plantaciones o pastos.

Los carpinchos son animales principalmente crepusculares. Pasan el calor del día en agujeros en el barro o dentro de las aguas.[8]​ Para dormir se esconden entre una vegetación espesa; no les hace falta ninguna cueva. En cambio, en las zonas donde son molestados por las actividades humanas, cambian y adoptan un estilo de vida nocturno.

Si un carpincho advierte peligro, avisa a los demás con un ladrido corto, y de inmediato todos corren trotando con una velocidad equiparable a la de un caballo a fin de ponerse a salvo en el agua. Pueden bucear y permanecer bajo el agua hasta cinco minutos, y son capaces de nadar con todo el cuerpo sumergido excepto las orejas, los orificios nasales y los ojos. Charles Darwin describía así el comportamiento de esta especie:

Viven en grupos, que pueden estar constituidos por una pareja y sus crías, o por un grupo más grande de ejemplares adultos. La medida de los grupos varía entre seis y veinte animales. En algunos casos raros también se puede observar ejemplares solitarios, casi siempre machos adultos.

La medida de los grupos y su estilo de vida depende de la estación del año y del hábitat. Durante la estación lluviosa, se extienden por una gran región, de manera que disminuye la medida del grupo. Durante esta estación, comen mucho y acumulan una reserva de grasa. La cría de los recién nacidos también se produce principalmente durante la estación lluviosa. Durante la estación seca, muchos ejemplares se reúnen alrededor de los ríos y lagos más grandes, formando grupos más numerosos. Durante esta estación, la mortalidad es notablemente más alta, ya que aumenta el hambre y las enfermedades y con la desaparición de las plantas que les sirven de protección, las capibaras son más vulnerables a los ataques de los predadores. Investigadores de Venezuela indican una media de los grupos de 5,6 animales durante la estación de lluvias y de 15,9 en el mes de marzo, el más seco. En periodos prolongados de sequedad, se pueden formar grandes grupos de hasta 100 ejemplares, que se reúnen cerca de las aguas que quedan. Aunque estos agrupamientos son inestables y no duran mucho.

Cada grupo tanto familiar como mixto está liderado por un macho dominante,[13]​ que normalmente ocupa esta posición durante muchos años. Después vienen una o diversas hembras con sus crías y a veces los machos subordinados también forman parte del grupo. La jerarquía suele ser estable y estar bien marcada tanto entre los machos como entre las hembras, y se establece por medio de combates parcialmente agresivos.

Cada grupo habita en un territorio de entre 5 y 17 hectáreas, [14]​ aunque los animales suelen permanecer dentro de una región de unas 10 hectáreas de superficie, que defienden contra las incursiones de otros ejemplares de la misma especie. Marcan el territorio por medio de glándulas odoríferas;[14]​ en los machos se encuentran situadas sobre la nariz, y los dos sexos tienen en la región del ano (glándulas anales).

Se comunican entre ellos por medio de una variedad de vocalizaciones. Entre ellos hay un sonido parecido al ronroneo de los gatos, que indica sumisión, un grito de alarma parecido a un ladrido de perro, una manera de clic que expresa felicidad, silbidos estridentes y gruñidos.[15]

La dieta se compone principalmente de hierba terrestre y la complementa de vez en cuando con plantas acuáticas. A veces entran en plantaciones y se alimentan, por ejemplo, de cañas de azúcar, sandías o maíz. La creencia extendida de que los peces también forman parte de la dieta de las capibaras es falsa. Tienen un aparato digestivo extremadamente eficiente que les permite subsistir con una dieta el 75 % de la cual se compone de solo entre cuatro y seis especies de plantas,[16]​ y después dejan de comerlas durante un tiempo, permitiendo que las plantas de estas especies se recuperen antes de volver a comérselas.[17]

Su aparato digestivo presenta diversas adaptaciones a su dieta, como un intestino más largo y un ciego en forma de saco agrandado. De manera similar a otros roedores, como los cobaya, o los lagomorfas, los carpinchos practican la coprofagia o ingestión ocasional de los excrementos. Las heces fecales son una forma blanda y adhesiva de excrementos, que están fermentados por unas bacterias especiales en el ciego, y que son vueltos a ingerir inmediatamente después de la excreción. De esta manera, pueden extraer el máximo de nutrientes de sus alimentos ricos en celulosa.[8]​ Cuando los excrementos son expulsados definitivamente por segunda vez, son ovales y secos.

Las capibaras, como las cobayas, no pueden producir vitamina C por sí mismas, de manera que han de obtenerla por medio de su alimentación. En algunos ejemplares en cautividad, que habían estado evidentemente mal alimentados, se ha observado casos de escorbuto.[18]

El macho es quien toma la iniciativa en la copulación, ya que es él, el que persigue la hembra, primero por tierra y después dentro del agua. El apareamiento tiene lugar en aguas poco profundas, después de entre seis y ocho rápidos empujes, el acto sexual llega a su fin. El coito se puede repetir después de un rato, hasta veinte veces o bien con la misma pareja o con parejas diferentes.

El aparejamiento puede tener lugar en cualquier época del año, pero la mayoría de nacimientos suelen ser en la estación lluviosa (de abril a mayo en el norte de Sudamérica y en octubre al sur del continente). Generalmente, cada hembra pare una vez por año, pero si las condiciones climáticas son favorables pueden hacerlo dos veces. El periodo de gestación dura unos 110 días en la subespecie septentrional y unos 150 en la meridional. Las capibaras son multíparas, y cada parto se compone de una media de cuatro crías, pero puede variar entre dos y ocho.[19]​ Las hembras tienen diez mugrones que están colocados por parejas en el vientre.

No construyen nidos, y pueden dar a luz en cualquier sitio de su territorio. Las crías son marcadamente precoces, pesan aproximadamente 1500 g al nacer, presentan un pelaje completo y con los dientes permanentes. Poco después del nacimiento, las crías son capaces de comer hierba y pasan a ser independientes después de tres o cuatro meses. Las crías forman un grupo propio dentro del grupo principal.[7][5]​ Ambos sexos asumen la madurez sexual aproximadamente a los veintidós meses de edad.[7]

Su longevidad en estado natural varia entre ocho y diez años, mientras que los ejemplares en cautividad pueden llegar a los doce años.[8]

Sus depredadores naturales más importantes son Félidos como jaguares, pumas u ocelotes, y también los zorros selváticos, las anacondas y caimanes los suelen atacar frecuentemente. A veces, las crías son víctimas de aves de presa como las harpías. [8]

Los pueblos indígenas sudamericanos ya las cazaban para consumir la carne procesando la piel y utilizando los dientes incisivos con fines decorativos. También tienen un papel en la mitología de estos pueblos. En las creencias tradicionales de los yanomamis, cada recién nacido tiene un doble en forma de capibara o de tapir que le da la fuerza vital: si el doble animal se muere, también morirá la persona.

Son cazados por su piel y su carne.[20]​ En las regiones del cono sur americano (rioplatense) hay cazadores profesionales conocidos como «carpincheros», que practican la caza del citado mamífero con fines comerciales. También son muy numerosas las personas que los cazan para uso propio, y del mismo se suele aprovechar su piel como un cuero, de color marrón claro y con pequeñas manchas más claras, el cual es especialmente apreciado para la talabartería en Venezuela, Paraguay y en la Argentina para la confección de guantes, calzado, cinturones y chaquetas de cuero. También a partir de la misma se elaboran bridas, monturas y fústigas.[21]​ De la grasa del capibara se extrae su aceite, el que se emplea como un medicamento de origen natural.

Su carne es magra, de fuerte olor y de buena calidad, con escasa grasa y presenta un muy bajo contenido de colesterol. Es consumida especialmente en las llanuras de Colombia y Venezuela, donde la salan después de secarla, la ponen en escabeche y se la comen en los días de abstinencia. Es creencia extendida en Sudamérica que existiría un antiguo documento eclesiástico oficial que la clasificaría entre los «pescados», por motivo de su modo de vida acuático, su olor similar al del pescado y su piel poco peluda,[12][4][22][23]​ aunque es una leyenda, y existen leyendas similares en otras religiones de la Tierra sobre otros animales acuáticos, como por ejemplo los castores.

En Argentina, Brasil y Uruguay, la carne sirve principalmente para hacer salchichas. En la Argentina hasta existen criaderos comerciales de la especie en algunas provincias del litoral fluvial.[24]​ En la región de los llanos de Colombia y Venezuela, a causa de los múltiples usos de este animal, ya hay intentos de criar a los chigüiros, similares a la experiencia argentina; en granjas con fines comerciales.[25]

Hydrochoerus hydrochaeris es el único representante viviente de la familia de Hydrochoerinae.[26]​ Aunque investigaciones genéticas han demostrado que los roedores del género Kerodon están relacionados más estrechamente con Hydrochoerus hydrochaeris que con los cobayas (Cavia porcellus), de manera que Hydrochoeridae resultó un grupo parafilético. Los sistemáticos modernos, como Wilson & Reeder (2005), clasifican a Hydrochoerus hydrochaeris dentro del grupo de los cávidos (Caviidae) y los agrupan con Kerodon dentro la subfamilia Hydrochoeridae. Dentro de los roedores, pertenecen a la superfamilia de los cavioïdeus, igual que los agutíes (Dasyproctidae), las pacas (Cuniculidae) y los pacaranas (Dinomyidae).

Los antepasados fósiles de Hydrochoerus hydrochaeris, están representados por diversos géneros a partir del Mioceno superior.[27]​ Las formas más primitivas están clasificadas dentro la subfamilia de los cardiaterinos, que aunque es parafilética, los representantes más recientes del grupo se desarrollaron a partir de ellas. Se conoce la subfamilia de los protohidroquerinos del Plioceno, con el único género Chapalmatherium (también conocido como Protohydrochoerus). El cráneo de estos animales era el doble de grande que el del H. hydrochaeris actual, y sus miembros también eran considerablemente más largos. La subfamilia de los hidroquerinos, a la cual pertenece el H. hydrochaeris, apareció en el Plioceno superior.[27]​ Todas los restos fósiles de roedores gigantes provienen del continente americano.

En algunas sistemáticas, las dos subespecies descritas más arriba, H. h. isthmius y H. h. hydrochaeris, están clasificadas como especies distintas.

En cuanto al nombre científico correcto del género, hay una larga controversia entre el nombre Hydrochoerus, creado por Brisson en 1762, y el nombre Hydrochaeris, instaurado por Brünnich en 1772. Ambos nombres provienen de las palabras griegas hydros (agua) y choiros (puerco). El nombre dado por Brisson fue rechazado durante mucho tiempo, ya que no se conformaba en las normas de la nomenclatura binomial. Aunque la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica declaró válido el nombre de Hydrochoerus con motivo de su amplio uso, de manera que Hydrochoerus hydrochaeris es el nombre científico correcto.

Muchos de los hábitats adecuados para esta especie se encuentran en regiones muy utilizadas para el pastoreo. Como los humanos preparan fuentes de agua para sus animales, minimizan la cantidad de carnívoros por medio de la caza y como los bovinos mantienen la hierba corta, en muchas zonas se ha producido un aumento de su población. Censos de los latifundios bovinos de la región de los Llanos revelaron una densidad de Hydrochoerus hydrochaeris de entre 50 y 300 /km². Los propietarios de terrenos de pastoreo los persiguen, especialmente durante la estación seca, ya que consideran que las capibaras arrasan con la comida de sus animales. Sin embargo muchas personas consideran que es cruel la matanza de dicho animal por parte de estos latifundistas, ya que se hace a garrotazos, disparos o con perros de caza.

En Brasil principalmente, existen personas que creen que es bueno cazarlas por los daños que supuestamente ocasionan en los cultivos industriales; tales como el de la soja y el mijo, y especialmente en las plantaciones de arroz, en donde podrían causar una devastación considerable. En dichos sitios se les considera erróneamente como a una plaga.[25]

En las regiones en que son cazados en cantidades comerciales, como por ejemplo en las regiones de la frontera colombo-venezolana, ya son raros sus avistajes por parte de los locales.[cita requerida] En otras naciones, como en Perú, su número se ha reducido drásticamente o han desaparecido como consecuencia de su consumo voraz o la desaparición de su hábitat.[cita requerida] Aunque, en general son abundantes y tienen en una amplia distribución en otras regiones del continente suramericano, no se los considera una especia amenazada por tal motivo.

Algunas personas tienen ejemplares de esta especie como animal de compañía. A pesar de su gran tamaño y exoticidad, pueden ser compañeros gentiles. Es necesario esterilizar a los machos entre los 6 y 9 meses para evitar que se vuelvan agresivos y territoriales. Como otros roedores, se los puede domar para que aprendan a hacer ciertos trucos, como sentarse o pedir comida. Los capibaras de compañía están considerados animales afectuosos y limpios.[28]

Como animal de compañía, es necesario poder satisfacer todas las necesidades de un animal de este tipo, como un refugio donde cobijarse, comida adecuada, hierba y paja, así como un espacio de agua donde pueda jugar (sin agua donde poder bañarse, los capibaras pueden desarrollar un trastorno cutáneo que en algunos casos puede llegar a ser mortal). En el caso de casas particulares, esta última necesidad se puede conseguir con una piscina prefabricada grande.[28]

El chigüiro, como se le conoce en Colombia, se hizo popular gracias a los libros infantiles del escritor colombiano Ivar Da Coll (n. 1962). Desde entonces se ha consolidado como un clásico de los libros de imágenes en Latinoamérica con la saga Chigüiro (Norma, 1987), conformada por seis historias sin palabras (Chigüiro chistoso, Chigüiro encuentra ayuda, Chigüiro viaja en chiva, Chigüiro y el baño, Chigüiro y el lápiz y Chigüiro y el palo).[29]​ Esta saga se ha complementado con nuevos títulos publicados por la editorial Babel (Chigüiro Abo y Ata, Chigüiro rata ratón y Chigüiro se va).[30]

También el chigüire, como se le llama en Venezuela, se ha hecho una figura popular con la creación de un portal humorístico de periodismo enfocado a la crítica política: El Chigüire Bipolar.



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