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Ibón



Ibón es el término en idioma aragonés , que al pasar al castellano ha quedado relegado para denominar los pequeños lagos de montaña de origen glaciar[1]​ situados en los Pirineos aragoneses, desde la zona del valle de Ansó hasta el entorno de la Tuca del Aneto. En la fabla aragonesa su significado es más general, usado para denominar cualquier lago o estanque. Por ejemplo, en la ciudad de Huesca, la fuente con mayor tradición se la denomina Fuente del Ibón

La palabra ibón es vocablo de la antigua lengua prerromana aragonesa, sustrato lingüístico del posterior romance (lengua aquella del que este conservó algunas palabras como "chordón" o "caparra", y que probablemente era el vascuence), relacionada con el vasco "ibai" (río), y servía en su origen para designar a las fuentes cuyas aguas manan a borbotones; cuando el terreno donde se sitúa el manantial forma un vaso, estas aguas dan origen a lagos de mayor o menor tamaño, según las características orográficas del terreno donde se sitúa el manantial.

Su raíz estaría en el vocablo "ip" o "ib", como atestigua el Ibón de Ip.

Están "censados" un total de 197 ibones de muy diferentes tamaños y formas;[2]​ algunos son utilizados para alimentar pequeñas centrales hidroeléctricas.

Hay ibones encantados, donde, según las leyendas locales, "viven" hadas, como el de Plan. Otros ibones conocidos son los de Anayet, Sabocos, Ip y Estanés.

Es equivalente al occitano estanh y al catalán estany para referirse al mismo accidente geográfico.

La mayoría de los ibones son formaciones geológicamente recientes, surgidas por procesos glaciares de excavación, hace aproximadamente unos 30000 años en la era glaciar, habiendo ocurrido, en la época post-glaciar la desaparición de algunos, y la erosión del monte, que ha ampliado o reducido la extensión de los mismos, y modificado los parajes en que se sitúan.

El agua de los ibones es dulce, ya que proviene del deshielo de las nieves. De hecho, los ibones han sido objetos de estudio por diferentes asociaciones, determinando que las aguas de los mismos son de gran calidad. Aunque los ibones son lugares poco transitados por la gente diariamente, algunos excursionistas poco cívicos arrojan desperdicios en el entorno ensuciándolos; así, en diferentes campañas de limpieza se han llenado grandes bolsas de basura con desechos como latas de conservas o de refrescos, botellas y bolsas de plástico y otros objetos arrojados a los ibones. Cada año se suelen limpiar algunos ibones de estos desperdicios, ya que impiden el desarrollo de vida y enturbian las aguas del ibon.[2]​ Otra de las afecciones de origen antrópico de los ibones es la presencia de peces. De forma natural, la mayoría de los ibones no tiene conexión directa con los cursos fluviales habitados por la ictiofauna. Los peces que hay en ellos son introducidos por los pescadores de forma que se convierten en depredadores que se alimentan de todo lo que encuentran, fundamentalmente las huevas de los anfibios y las puestas y nidadas de los invertebrados que sí tienen el ibón como hábitat natural, desequilibrando el ecosistema acuático de estos lagos.[2]

La mayoría de los ibones están en espacios protegidos, y según la legislación aragonesa está prohibido el baño, las actividades acuáticas y la navegación. El consumo de sus aguas debe no está recomendado, debido a la poca salinidad de las mismas.

El agua de los ibones es por lo general bastante fría debido a que se llenan con el deshielo de las nieves; en casi todos, las temperaturas son del orden de 4ºC. Incluso en los meses de verano, muchos ibones siguen helados o con placas de hielo superficiales. Por otro lado, la profundidad de los ibones varía por zonas. Hay ibones poco profundos, menores de 0,5 m, y los hay que superan los 25 m de profundidad. Este es el caso de los ibones de Sabocos o de Tebarray.



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