El injerto es un método de propagación vegetativa (no reproducción) artificial de las plantas, en el que una porción de tejido procedente de una planta —la variedad o injerto propiamente dicho— se une sobre otra ya asentada, de tal modo que el conjunto de ambos crezca como un solo organismo. El injerto se emplea sobre todo para propagar vegetales leñosos de uso comercial, sean frutales u ornamentales. El injerto se emplea para permitir el crecimiento de variedades de valor comercial en terrenos o circunstancias que les son desfavorables, aprovechando la mayor resistencia del pie usado, o para asegurarse que las características productivas de un ejemplar se mantienen inalteradas, frente a la dispersión genética que introduce la reproducción sexual. En el caso de híbridos de número cromosómico impar, que son estériles por naturaleza, la propagación vegetativa es la única manera de reproducción posible. Más raramente, el injerto se utiliza para unir más de una variedad en un mismo patrón, obteniendo así un único ejemplar que produce frutos o flores de varias características.
El injerto solo es posible entre especies más o menos estrechamente relacionadas, puesto que de otro modo los tejidos resultan incompatibles y la conexión vascular necesaria para la supervivencia de la variedad no se realiza. Normalmente el límite está dado por la pertenencia a un mismo género, aunque existen excepciones; géneros estrechamente emparentados, como algunos de las rutáceas o las cucurbitáceas, pueden funcionar como pie para especies afines.
En la mayoría de los casos, una de las variedades se selecciona como raíz por su resistencia, el tallo de la especie elegida como variedad se injerta sobre esta base. En otros casos, una yema de la variedad se injerta lateralmente en el tronco del patrón, y sólo después de asegurarse la fusión exitosa se corta este último.
El injerto es una técnica conocida desde la Antigüedad. Está documentado en China desde comienzos del I milenio a. C., y en Occidente ya la Grecia clásica lo conocía. Aristóteles describe con bastante detalle las técnicas empleadas en su época, y los escritores agrícolas romanos las documentan asimismo. Aunque el interés en la práctica continuó y se estimuló en el Renacimiento, no sería hasta el siglo XVII en que Henri Louis Duhamel estudiase la función de los tejidos en el proceso de injerto, investigaciones continuadas por Hermann Vochting que sentaron las bases de los conocimientos modernos sobre injerto. A partir de los años 1920 se cuenta con descripciones científicas del injerto en púa, y a partir de los '50 se popularizó en cucurbitáceas y solanáceas. La extensión del cambium en éstas es la que parece favorecer su aplicación.
El procedimiento de injerto puede aplicarse a varios objetivos distintos:
En las especies de interés comercial, la finalidad más común es la resistencia a enfermedades presentes en el suelo que imposibilitarían el normal desarrollo de la variedad si ésta se plantase directamente. De ese modo, el vegetal que podría resultar afectado no entra realmente en contacto con los patógenos, mientras que el patrón que es resistente cumple la función de estrato intermedio aislante. En estos casos, el patrón se reduce por lo común al sistema radical. Las plagas controladas de este modo suelen ser hongos o nematodos; en el caso de la vid (Vitis vinifera), por ejemplo, los cultivares europeos producen un fruto de mayor calidad, pero son sensibles al hemíptero Dactylosphaera vitifoliae, la filoxera, mientras que los de origen americano son resistentes a este. La casi totalidad de los viñedos de la actualidad emplean injertos de los primeros sobre raíz americana para evitar la afección.
Del mismo modo, los injertos pueden utilizarse para cultivar variedades con requerimientos relativamente estrictos en materia de nutrición sobre pies más rústicos. Esta práctica es generalizada en el caso de los cítricos, en que se utilizan pies capaces de sobrevivir en suelos pobres —como la naranja espinosa, Poncirus trifoliata, y la naranja amarga, Citrus x aurantium— para injertar otras especies de mayor interés comercial.
En el caso de híbridos obtenidos artificial o naturalmente que poseen características deseables, la reproducción por injertos es la única manera de obtener ejemplares que las conserven. Este es el caso de la mayoría de variedades de frutales sin semilla, que se producen in vitro y se injertan luego sobre pies ya asentados.
El uso de injertos permite acelerar la madurez reproductora de plántulas seleccionadas, aprovechando la madurez del pie. También permite iniciar nuevas plantaciones injertando ramas adultas en pies ya establecidos. Las ramas adultas conservan su edad y pueden producir frutos al año siguiente.
El uso de ciertos pies permite obtener variedades de tamaño reducido, que facilitan la cosecha en el caso de las especies de valor comercial, o poseen interés como ornamentales. Los pies enanizantes, o de bajo vigor, permiten tener mayor cantidad de plantas en una superficie dada sin que la reducción del rendimiento de cada una de ellas sea proporcional a su reducción de tamaño. De esta manera, se pueden alcanzar mayores producciones, sobre todo, cuando el enanismo se potencia con la precocidad.
Para realizar un injerto, los tejidos de ambas plantas deben entrar en contacto. En ningún momento las células se mezclan; los tejidos por encima y debajo del punto de injerto permanecen por completo diferentes. La unión viene dada por la formación de un callo parenquimático a raíz del corte. Algunas de las células del callo se transforman, en condiciones adecuadas, en meristema cambial que puede volver a producir tejido vascular, estableciendo así la comunicación simplástica entre ambas partes. La temperatura y humedad del injerto debe mantenerse controlada para favorecer esta unión. En los injertos en plantas herbáceas, las comunicaciones vasculares del xilema y floema se forman directamente a partir del parénquima del callo. En la primera fase del proceso de injerto, las células puestas en contacto reaccionan ante el tejido extraño. Solo luego la unión se completa mediante la división de los tejidos adyacentes en las superficies opuestas, y la firmeza de la fijación aumenta lentamente. La efectividad depende de la formación de conductos vasculares entre las partes y el depósito de polisacáridos en el tejido de unión. En los cuatro primeros días, aproximadamente, la división celular es activa, y el número de traqueidas experimenta un rápido aumento; durante un período posterior la diferenciación continúa, pero no aumenta el número de traqueidas. y en los 3 días siguientes las traqueidas continúan diferenciándose pero no aumentan en número. La resistencia del injerto es proporcional a la cantidad de polisacáridos depositados en la unión.
Consiste en soldar 2 ramas.
Ejemplos para hacer injerto de aproximación: mimosa (Acacia dealbata) con otra acacia que sea resistente a la caliza; pino piñonero sobre pino carrasco, etc.
El injerto por aproximación se emplea en los árboles que son difíciles de injertar por otro tipo
Es un método en que se reemplaza el extremo del tallo del patrón por un injerto que contenga algunas yemas. Ambos deben ser de un diámetro semejante para que sus cortezas puedan entrar en contacto. Al patrón se le corta el tallo principal y se practica una hendidura en forma de V. El injerto, llamado púa, es una rama pequeña que contenga unas dos o tres yemas. Se corta en bisel, de modo que pueda introducirse en la hendidura del patrón. Para evitar que se separen, suele envolverse la unión con alguna cinta de rafia, algodón u otra materia orgánica, o con algún adhesivo o cera.
Existen varios métodos para realizar injertos de hendidura:
En este sistema de injerto por yema se conocen varios tipos de injertos pero los más utilizados son:
Este sistema, también llamado injerto de escudete o injerto inglés, usa un trozo de corteza del injerto que se introduce bajo la corteza del tronco del patrón. El trozo de injerto se obtiene de una rama joven, sacando una sección rectangular de la zona que rodea a una yema foliar, semejante a un escudo romano. Este escudete se inserta bajo la corteza del patrón a través de un corte en forma de T, de modo que permanezca protegido y aprisionado. Se practica cuando la corteza se desprenda más fácilmente de la madera, y aproximadamente a los 15 o 20 días después del injerto se retiran las cintas de amarre por peligro de estrangulamiento (al engordar la planta). Cuando brotan las yemas injertadas, se corta la parte superior del patrón para permitirles ser la rama dominante.
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