José Pardo y Barreda cumple los años el 24 de febrero.
José Pardo y Barreda nació el día 24 de febrero de 1864.
La edad actual es 159 años. José Pardo y Barreda cumplirá 160 años el 24 de febrero de este año.
José Pardo y Barreda es del signo de Piscis.
José Pardo y Barreda nació en Lima.
José Simón Pardo y Barreda (Lima, 24 de febrero de 1864-3 de agosto de 1947) fue un abogado, diplomático y político peruano, que ocupó la Presidencia del Perú en dos ocasiones: entre 1904 y 1908 y entre 1915 y 1919.
Hijo de Manuel Pardo y Lavalle, líder del partido Civil y presidente del Perú. Nieto del político y escritor Felipe Pardo y Aliaga. Estudió en el Instituto de Lima. Era todavía adolescente cuando se enroló en el ejército durante la Guerra del Pacífico, participando en la defensa de Lima. Luego ingresó a la Universidad Mayor de San Marcos, donde se recibió de abogado. Se graduó también de doctor en ciencias políticas y administrativas.
Fue nombrado secretario de la legación en España y encargado de negocios (1888-1890), y se encargó de redactar el Alegato o la defensa del Perú en el conflicto de límites con el Ecuador, cuyo arbitraje había sido confiado al rey de España. De regreso al Perú se dedicó a las actividades agrícolas en su hacienda azucarera de Tumán, en Lambayeque.
Fue catedrático de Derecho Diplomático y de Historia de los Tratados del Perú en la Universidad de San Marcos, elaboró el proyecto de reforma de la enseñanza secundaria, y fue presidente del Consejo de Ministros y ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Manuel Candamo (1903-1904).
Representó una nueva generación de civilistas con anhelos renovadores para el desarrollo del Perú. En las elecciones de 1904 desplazó a la vieja guardia civilista y se lanzó como candidato a la presidencia, obteniendo el triunfo. Durante este primer gobierno (1904-1908) apoyó firme y eficazmente a la educación pública, la cultura y la defensa nacional.
El gobierno de José Pardo se caracterizó por una sólida política externa que tenía su base firme en la no cesión de territorios nacionales; por el respeto a la ley y a la Constitución; por ser celoso guardián de la Hacienda Pública y por la iniciación, en su primer período, de una inteligente política de Instrucción.
Terminado su gobierno, viajó a Europa. Regresó al Perú en 1914 y fue nombrado rector de la Universidad de San Marcos. Luego volvió a postular a la presidencia del Perú, que ganó nuevamente. Su segundo gobierno (1915-1919) se caracterizó por la violencia política y social, síntoma del agotamiento del civilismo como opción política y de la crisis mundial derivada de la Primera Guerra Mundial.
Tras ser derrocado por Augusto B. Leguía, fue desterrado a Nueva York. Cayó del poder, víctima de la ambición desenfrenada de quienes lo tomaron por la fuerza, para abrir camino a la más reprobada dictadura que ha ensombrecido al país. Pasó a Europa y se instaló en Biarritz (Francia), hasta que en 1944 retornó al Perú alentado por una opinión pública favorable, recibiendo homenajes que le hicieron experimentar intensa satisfacción, al reconocérsele como a uno de los más hábiles estadistas y patriotas que ha tenido el Perú .Tres años después falleció en Lima.
Nacido en Lima como el tercero de los diez hijos de una de las principales familias del Perú, propietarios de la Hacienda Tumán y de abolengo aristocrático, por ser descendiente del conquistador Jerónimo de Aliaga.
Su padre fue el hombre de negocios Manuel Pardo y Lavalle (luego alcalde de Lima, líder del Partido Civil y presidente del Perú), hijo a la vez del destacado poeta y escritor Felipe Pardo y Aliaga, que fue también ministro de Relaciones Exteriores de Manuel Ignacio de Vivanco y de Ramón Castilla.
Su madre fue Mariana Barreda y Osma, hija del acaudalado hombre de negocios Felipe Barreda y Aguilar, apodado «el hombre de los Cinco Millones», a través del cual estuvo emparentado con diversas personalidades políticas.
Entre sus hermanos figuraban Felipe Pardo y Barreda, V.° marqués de Fuente Hermosa de Miranda, y el ingeniero de minas Juan Pardo y Barreda, quien fue Presidente de la Cámara de Diputados.
Asimismo, fue primo de Felipe de Osma y Pardo, Pedro de Osma y Pardo y José de la Riva-Agüero y Osma, marqués de Montealegre de Aulestia; y sobrino de José Antonio de Lavalle y Enrique Barreda y Osma. Es por estas relaciones familiares que Manuel González Prada ironizaría años más tarde:
Su padre fue asesinado en 1878 cuando ocupaba la presidencia de la Cámara de Senadores, aunque su familia logró rehacer su fortuna.
José Pardo cursó estudios escolares en el Instituto de Lima bajo la dirección de profesores alemanes. Por entonces estalló la guerra con Chile y Lima se vio asediada por fuerzas enemigas. Los hermanos Felipe, Juan y José Pardo se enrolaron en el ejército. José Pardo contaba entonces con 16 años y llegó a ser cabo, pero por una enfermedad tuvo que retirarse del ejército y marchar a Jauja. Sus hermanos Felipe y Juan intervinieron en la batalla de Miraflores.
Cuando la capital peruana se hallaba ocupada por las tropas chilenas, en 1881 ingresó en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos matriculándose en las facultades de Letras y Jurisprudencia. Obtuvo los grados de bachiller (1882) y licenciado en Letras (1883); luego los de bachiller (1884), licenciado (1885) y doctor en Ciencias Políticas y Administrativas con la tesis sobre los «Principios que el Derecho Internacional Privado establece para resolver los conflictos de Leyes en materia de matrimonio» (1885). También se graduó de bachiller en Jurisprudencia (1885) y finalmente se tituló de abogado (1886). Acto seguido, se incorporó a las filas del Partido Civil que había fundado su padre, convirtiéndose con el tiempo en uno de sus líderes.
En 1888, bajo el gobierno del general Andrés Avelino Cáceres fue nombrado Secretario de Primera Clase de la Legación del Perú en España teniendo que asumir las funciones de Encargado de Negocios, del 2 de julio de 1888 al 16 de octubre de 1890, así como la defensa del Perú durante el conflicto de límites con el Ecuador, cuyo arbitraje fue confiado a la Corona española. En esta ocasión le correspondió redactar el primer Alegato del Perú en tres volúmenes, un importante estudio jurídico que fue desde entonces un fundamental documento sustentatorio de la posición peruana en ese asunto de límites. El alegato presentado por José Pardo demostraba que su autor poseía un vasto dominio de la historia, de la geografía y del derecho internacional. Tales fundamentos hicieron presagiar que el triunfo del Perú fuera seguro, lo que decidió al Ecuador a repudiar ilegal y violentamente la jurisdicción arbitral a la que se había sometido. El fin de nuestra cuestión de límites fue la firma del Tratado de Río de Janeiro entre los cancilleres del Perú y del Ecuador r. El juicio arbitral se hallaba en suspenso, cuando José Pardo presentó su renuncia al cargo diplomático que con tanto acierto había desempeñado. Tal fue la brillante actuación cumplida, al asumir la defensa jurídica de nuestros legítimos intereses hasta la fecha en que fue aceptada por el gobierno el 16 de octubre de 1890.
De vuelta al Perú, en 1890, Pardo abandonó la carrera diplomática para consagrarse a administrar su hacienda azucarera Tumán, en Chiclayo. Fue socio fundador del club de La Unión de Chiclayo. En Lima incursionó en el negocio de la construcción al promover la urbanización del distrito de La Victoria y fundó en Vitarte una fábrica de tejidos, que dio trabajo a gran número de obreros, los mismos que en el siglo siguiente protagonizarían luchas sociales. Fue redactor del boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura hasta julio de 1900 y en noviembre de ese año, en sesión de Junta General de la Sociedad de Industrias fue elegido vocal y delegado al Instituto Técnico.
En 1891 fue nombrado miembro de la Sociedad Geográfica de Lima. En 1900 la Universidad de San Marcos le requirió para la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, confiriéndole las cátedras de Derecho Diplomático y de Historia de los Tratados del Perú, que ejerció hasta 1903. Fue también representante de la Universidad ante el Consejo Superior de Instrucción Pública (1901-1903), que preparó la Ley de Reforma de la Enseñanza Secundaria que sería aprobada de 1904.
Bajo el gobierno de Manuel Candamo (el segundo gobierno civilista después de Manuel Pardo) fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, cargo que desempeñó del 8 de septiembre de 1903 al 14 de mayo de 1904; mientras que Augusto B. Leguía, otro joven civilista, ejercía el Ministerio de Hacienda. Pero Candamo no terminó su mandato presidencial de cuatro años pues falleció a los ocho meses de asumir el mando, el 7 de mayo de 1904, víctima de una enfermedad.
José Pardo contrajo matrimonio con su prima hermana Carmen Heeren Barreda en la Iglesia de Santa Teresa el 29 de enero de 1900. La unión fue bendecida por el delegado apostólico monseñor Gasparri. Luego, ya convertido en líder del Partido Civil, llegó a ser presidente constitucional del Perú en dos ocasiones:
Después de la muerte de Candamo, el segundo vicepresidente Serapio Calderón asumió la presidencia, pues el primer vicepresidente, Lino Alarco, también había fallecido. A Serapio le correspondía convocar a nuevas elecciones presidenciales, y en ellas se presentaron dos opciones:
Piérola, luego de dar una serie de vibrantes discursos, se retiró poco antes de producirse las elecciones, aduciendo falta de garantías. José Pardo salió entonces elegido presidente de manera abrumadora.
José Pardo tenía 40 años al momento de asumir la presidencia, el 24 de septiembre de 1904. Fue un gobernante respetuoso de la ley, de las instituciones y libertades, pero su política fue hacer un gobierno de partido y no un gobierno nacional.
Durante este gobierno hubo amplia libertad de prensa. Hicieron oposición al gobierno los diarios El Liberal, de Augusto Durand, y La Prensa, fundado en 1903 por Pedro de Osma y que desde 1905 dirigió Alberto Ulloa Cisneros, fogoso y combativo periodista. Pero esta oposición se hacía dentro de los marcos que permitía la ley, sin caer en excesos. Por ello, Pardo pudo hacer algunos viajes a provincias, lo que hasta entonces no había hecho ningún presidente elegido democráticamente.
Pardo tuvo tres gabinetes de gobierno, siendo el de más larga duración el primero, presidido por Augusto B. Leguía, hasta julio de 1907, cuando este renunció para preparar su candidatura presidencial. El segundo gabinete, presidido por Agustín Tovar Aguilar, duró solo de agosto a octubre de 1907; y el tercero y último, presidido por Carlos Washburn, estuvo menos de un año. Durante este período las pugnas se incrementaron en el parlamento entre el partido civil y los partidos demócrata y liberal.
A continuación, las obras y hechos importantes de este gobierno.
Bajo el empeño del ministro de Hacienda Augusto B. Leguía, se realizaron importantes reformas en el plano económico.
El primer gobierno de José Pardo se caracterizó por dar un gran impulso a la educación. Fue el más importante esfuerzo realizado en ese sentido desde el inicio de la República. La instrucción primaria en el Perú, según la Ley de 1876, dictada por Manuel Pardo, estaba en manos de los municipios. José Pardo, bajo la gestión de su Ministro de Justicia e Instrucción Jorge Polar (sucedido después por Carlos Washburn), decidió cambiar radicalmente dicha situación.
Pardo se preocupó por la defensa nacional, continuando la obra iniciada por Piérola, algo que era de urgente necesidad frente a la agravación de los conflictos limítrofes con las naciones vecinas.
En 1904 y ante la creciente agitación obrera, el gobierno encargó al ilustre jurista José Matías Manzanilla la elaboración de un proyecto de Legislación del trabajo a la que generalmente se ha denominado Legislación Social. En su mensaje al Congreso en 1905, Pardo hizo conocer estos proyectos, pero luego de unos debates su aprobación fue aplazada y solo en 1911 se aprobó uno de ellos, referente a las indemnizaciones por accidentes de trabajo.
En lo que respecta a la política exterior, los puntos más críticos fueron las cuestiones limítrofes con los países vecinos.
El pleito con el Brasil derivado del control del Alto Yurúa y el Alto Purús (en la zona no delimitada de la frontera común), terminó en un choque armado en la zona del río Amuenya el 4 de diciembre de 1904, lo que obligó a prorrogar la solución provisional acordada en junio de ese año, la llamada política de modus vivendi, que contemplaba la neutralización en las zonas de los ríos en disputa y un gobierno en conjunto. Esa solución se fue prorrogando cada seis meses, hasta que se firmó un tratado definitivo de límites en 1909, ya en el siguiente gobierno.
El pleito con Ecuador se hallaba entonces en espera del arbitraje del rey de España, sin embargo la penetración ecuatoriana en territorio peruano por la zona del río Napo había continuado, lo que produjo el incidente armado de Torres Causana en julio de 1904, meses antes de que Pardo asumiera el poder. En 1905 llegó a Quito el comisario regio Ramón Menéndez Pidal, representante del rey de España, el cual expuso a los representantes de Ecuador y Perú, que para llegar a una situación conciliatoria, ambos países tenían que retirar sus guarniciones militares del Napo. El retiro de tropas no significaba el abandono de las posesiones de ninguna de las partes. Ecuador retiró sus guarniciones militares que tenía en Aguarico y las condujo a Quito, lo propio hizo el Perú con las que mantenía en Torres Causana, que los trasladó a Iquitos. Solucionado ese problema, continuó la presentación de los alegatos de las partes ante el rey de España. El alegato peruano estuvo a cargo de los comisionados Mariano H. Cornejo y Felipe de Osma, en cuatro tomos y siete de documentos.
Con Bolivia, se hallaba ventilando la cuestión de límites al arbitraje del Presidente de la República Argentina. El alegato peruano fue presentado por el internacionalista Víctor M. Maúrtua, alegato que consta de dos tomos y 12 de documentos (1906). No obstante, no dejó de producirse algunos incidentes en la frontera. La ocupación de la boca del río Heath por tropas bolivianas al mando del general José Manuel Pando en mayo de 1906, motivó la protesta del Perú.
En lo que respecta a Colombia, se mantenía la disputa por el territorio selvático entre los ríos Putumayo y Caquetá, donde actuaban los caucheros, siendo el más célebre el peruano Julio C. Arana. El Perú, deseoso de solucionar su diferendo con ese país, envió una legación a Bogotá, encabezada por Hernán Velarde, quien firmó con Clímaco Calderón y Luis Tanco Argáez una serie de acuerdos: un tratado por el cual se sometía el pleito de límites al arbitraje del sumo pontífice (12 de septiembre de 1905) y un convenio de statu quo y de modus vivendi en la región disputada del Putumayo, quedando este río como límite provisional. Colombia ocuparía la zona norte de dicho río y el Perú la zona sur; ambos se comprometían a no hacer avances al lado contrario, mientras se ventilase la solución definitiva. En 1906 se firmó en Lima un nuevo convenio de modus vivendi para la zona en litigio, el mismo que al año siguiente sería cesado unilateralmente por Colombia, que volvió a ejercer su jurisdicción sobre el Putumayo. Como consecuencia de ello, se produjeron una serie de incidentes armados entre peruanos y colombianos en dicha zona en 1908.
Con Chile la situación fue igualmente tensa. Esta república retenía ilegalmente las provincias peruanas de Tacna y Arica, pues según el Tratado de Ancón (que puso fin a la guerra del Pacífico en 1883), en 1894 debió convocar en ellas un plebiscito para que sus habitantes decidieran retornar al Perú o permanecer en Chile. Sin embargo, el gobierno chileno, no solo prorrogó indefinidamente la realización de tal plebiscito sino que desde 1900 arreció una severa política de «chilenización» contra los peruanos de Tacna y Arica, así como los que residían en Tarapacá, lo que provocó la protesta del gobierno peruano. Por ese motivo, desde 1901 se hallaban rotas las relaciones diplomáticas entre ambos países. En octubre de 1904, a poco de iniciarse el gobierno de Pardo, Chile y Bolivia firmaron el Tratado de 1904, que zanjó la paz entre ambas naciones. El cancillería peruana protestó ante su par chilena con respecto a algunas cláusulas de dicho tratado, en lo concerniente a la demarcación de la frontera boliviana-chilena y a la construcción del ferrocarril entre Arica y La Paz, ya que afectaban directamente los intereses del Perú (pues legalmente, el Perú seguía siendo el señor y dueño de Tacna y Arica, mientras que Chile era solo el tenedor y ocupante). De todos modos, poco después se reanudaron las relaciones diplomáticas entre Perú y Chile. Las mismas que se volverían a romper, ya durante el siguiente gobierno, a raíz del llamado «Incidente de la Corona» (1909).
Cumplido su mandato y tras la elección de Augusto B. Leguía como su sucesor, Pardo entregó a este el poder, el 24 de septiembre de 1908 y emprendió un viaje a Europa que supuso su alejamiento del país por seis años.
De vuelta al Perú, Pardo fue elegido rector de la Universidad de San Marcos que asumió el 30 de noviembre de 1914, pero que ejerció solo durante un año, pues en 1915 fue designado como candidato a la presidencia por una Convención de los partidos civilista, liberal y constitucional, que convocó el general Oscar R. Benavides, entonces gobernante de facto tras el golpe de estado de 1914. Frente a la muy popular candidatura de Pardo se alzó la de Carlos de Piérola (hijo del viejo caudillo Nicolás), por el Partido Demócrata. Realizadas las elecciones, Pardo obtuvo 131 289 votos frente a los 13 151 de su opositor.
El 18 de agosto de 1915 José Pardo asumió por segunda vez la presidencia de la República. La normalidad constitucional regresaba al país luego de un breve paréntesis de gobierno militar.
Pardo se mostró respetuoso de las leyes y libertades públicas. Decretó una amnistía política y trató de hacer un gobierno de concordia y unión nacional. Pero no pudo contrarrestar la exacerbada oposición que le hicieron desde el Congreso y la prensa. La más violenta oposición vino desde el diario El Tiempo, fundado en 1916; allí colaboraban jóvenes y combativos periodistas como José Carlos Mariátegui y César Falcón, que se solidarizaron con los reclamos populares.
Dos crímenes consternaron a la población y exacerbaron más los ánimos contra el gobierno. El 25 de septiembre de 1915 fue asesinado por su misma tropa el comandante Juan Gerardo Ferreccio, en Huaraz, adonde había sido enviado a reprimir una rebelión. El 4 de marzo de 1917 fue asesinado el parlamentario Rafael Grau (hijo del héroe de Angamos) en Palcaro, cerca de Abancay, en medio de una reyerta desatada entre bandos políticos locales. Rafael Grau era opositor del gobierno, por lo que se acusó directamente a Pardo de ser el autor intelectual del crimen, acusación que nunca fue demostrada.
En el sur andino, los abusos de los hacendados y gamonales sobre la población nativa y campesina motivaron muchas sublevaciones de indígenas, como la encabezada por Rumi Maqui en 1915.
La oposición al gobierno se agudizó aún más por la crisis económica derivada de la primera guerra mundial; esta crisis causó malestar entre la clase trabajadora, obreros y empleados, ante la carestía de artículos de primera necesidad y la subida de los precios. Estallaron numerosas huelgas y paros, el más notable de los cuales sería el de enero de 1919 por la jornada de las 8 horas de trabajo.
A continuación, las obras y sucesos importantes del segundo gobierno de José Pardo.
A Pardo le tocó afrontar las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. En el marco de esta conflagración, un momento particularmente difícil fue el hundimiento en aguas españolas de la embarcación peruana «Lorthon» por submarinos alemanes; el Perú reclamó al gobierno de Berlín y, al no obtener explicaciones satisfactorias, rompió relaciones con el Imperio Alemán. El Perú se alió a Estados Unidos aunque evitó declarar la guerra a Alemania.
Hubo una fugaz sensación de bienestar económico por la coyuntura mundial: se incrementaron las exportaciones de azúcar, algodón, lana, petróleo y cobre. Por ello los cultivos agroindustriales de la costa se intensificaron, lo que benefició a un reducido grupo de hacendados, pero de otro lado el cultivo de productos alimenticios disminuyó considerablemente, surgiendo escasez y el aumento de precios en desmedro de las clases populares, lo que naturalmente originó una gran agitación social, representada en huelgas y paros laborales.
La primera guerra mundial agravó pues, la condición económica de la clase trabajadora y preparó el campo para el desenvolvimiento de la acción sindical. Las sucesivas huelgas que se produjeron durante el gobierno de Pardo tenían como exigencia el abaratamiento de las subsistencias, la implantación de la jornada de las «8 horas de trabajo», entre otras reivindicaciones laborales.
Un paro general se produjo en Lima y Callao los días 13, 14 y 15 de enero de 1919, en pro de la jornada de las 8 horas. El ministro de Fomento Manuel Vinelli abogó ante el presidente Pardo por la dación del decreto que implantase la jornada de las 8 horas, único requisito que exigían los obreros para levantar la huelga. El decreto se dio el 15 de enero de 1919, otorgándose tal beneficio a los trabajadores de los talleres y dependencias del Estado; en los talleres o establecimientos particulares los patrones y obreros deberían ponerse de acuerdo sobre el horario de trabajo, pero en caso de no llegarse a un acuerdo regiría la jornada de 8 horas. Este decreto fue considerado como un gran triunfo por los trabajadores.
Como actores principales del paro general de enero de 1919 hay que mencionar a los sindicalistas Nicolás Gutarra, Julio Portocarrero y Julio Tataje; la Federación de Estudiantes del Perú (FEP) apoyó también a los obreros y uno de sus delegados fue un joven universitario trujillano, que a partir de entonces tendría gran figuración en la vida política del país: Víctor Raúl Haya de la Torre.
El 27 de mayo de 1919 se inició otro gran paro de obreros y empleados, esta vez en pro del abaratamiento de las subsistencias. Duró hasta el 2 de junio en Lima y hasta el 5 en el Callao. Fue reprimido duramente por las fuerzas del orden. Hubo varios muertos y heridos, y muchos fueron conducidos al Frontón, acusados de participar en los saqueos e incendios.
Por entonces estaba en auge el gamonalismo, un sistema de explotación de los campesinos indígenas en las haciendas, especialmente en el sur andino del Perú. Estas haciendas se caracterizaban por su escasa productividad, su baja rentabilidad, el derroche de fuerza de trabajo y la exclusión cultural de sus peones agrícolas, que permanecían en la más paupérrima pobreza. Los gamonales o terratenientes detentaban un considerable poder local (muchos llegaron a ser senadores, diputados, alcaldes y prefectos) y contaban con pequeños contingentes armados. Al aumentar el precio internacional de la lana, los gamonales expandieron sus haciendas ganaderas a costa de las tierras de las comunidades indígenas y redujeron a muchos campesinos a la condición de siervos. Todo ello, sumado a la indiferencia o complicidad de los gobiernos de turno, ocasionó el estallido de muchas rebeliones de indígenas, una de las cuales fue la encabezada en 1915 por un sargento mayor de caballería, Teodomiro Gutiérrez Cuevas, más conocido como Rumi Maqui (quechua: mano de piedra). Rumi Maqui se alzó con un grupo de indígenas de Huancané y Azángaro, pero fue vencido y apresado en 1916. Fue acusado de traición a la patria y condenado a veinte años de prisión. Si bien sus enemigos (los gamonales) lo acusaron de haber querido fraccionar parte del territorio nacional para cederlo a Bolivia, así como de querer reinstaurar el Tahuantinsuyo, en realidad Rumi Maqui solo había reivindicado la libertad e igualdad de derechos para el indígena. No obstante, esta rebelión no fue del todo infructuosa pues al menos hizo que el gobierno se interesara algo más por la problemática de los indígenas.
Las relaciones diplomáticas con Chile continuaban interrumpidas a raíz del conflicto generado por el destino definitivo de las provincias peruanas de Tacna y Arica, que se hallaban en poder de Chile desde la guerra de 1879-1883. Al terminar la primera guerra mundial, el gobierno y toda la nación peruana se dejó seducir por los principios de justicia internacional proclamados por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, uno de los cuales era el derecho de libre determinación de los pueblos. Muchos en el Perú creyeron que al amparo de ese principio se podría recuperar Tacna, Arica y, eventualmente, Tarapacá. El gobierno peruano intensificó entonces su campaña para recuperar esas provincias; en respuesta, el gobierno chileno acentuó su política de chilenización en las mismas. Muchos peruanos fueron expulsados de dichas provincias y de Antofagasta, y muchos otros fueron enrolados a la fuerza en el ejército chileno. Esta situación se agravó con el ataque de la residencia del cónsul peruano en Iquique, a manos de turbas de chilenos. La cancillería peruana protestó enérgicamente y retiró a todos sus cónsules de territorio chileno. El rompimiento de relaciones con Chile llegó pues a ser total (25 de noviembre de 1918), con grave daño para los intereses económicos de ambas naciones.
Los principios wilsonianos no contribuyeron pues en nada a la solución de la espinosa Cuestión del Pacífico. Esta solo sería liquidada en el tramo final del Oncenio de Leguía, bajo la fórmula que impuso Chile: retención de Arica y devolución de Tacna (1929).
El gobierno también mostró atención por resolver el espinoso problema de La Brea y Pariñas. En 1916 la London Pacific Petroleum Company vendió los derechos de arrendamiento de dicho yacimiento petrolífero a la International Petroleum Company (IPC) dependiente de la Standard Oil de New Jersey, Estados Unidos. La cámara de diputados aprobó una ley que autorizaba al Estado a someter el asunto al fuero arbitral del Tribunal Internacional de La Haya (26 de diciembre de 1918).
Próximo a finalizar su mandato, Pardo convocó a elecciones. Por el Partido Civil (gobiernista) se presentó Ántero Aspíllaga, rico hacendado del norte, con la anuencia de Pardo. Como candidato de la oposición se presentó Augusto B. Leguía y Salcedo, enemigo personal de Pardo y que estaba apoyado por un grupo político al que dio su nombre. Los comicios, que no fueron muy limpios, dieron por ganador a Leguía, pero en el recuento oficial se le anularon numerosos votos. Ante el peligro de que fueran anuladas las elecciones y que estas se trasladaran al Congreso, donde los civilistas tenían mayoría, Leguía y sus partidarios dieron un golpe de estado, contando con el apoyo de la guarnición militar de Lima. Era el 4 de julio de 1919.
Por su parte, Manuel González Prada tenía muy pobre opinión de Pardo y así lo expresa sin tapujos en una de sus obras:
Pardo fue desterrado a Nueva York. Exiliado con su familia en Europa, se estableció en el castillo Caradoc, Biarritz, Francia, en donde residió hasta 1944 cuando retornó al Perú. Tres años después murió en Miraflores y fue enterrado en el Cementerio Presbítero Maestro.
El 29 de enero de 1900, contrajo matrimonio con su prima Carmen Heeren y Barreda (Lima, 1879-Barcelona, 1949), hija del alemán Oscar Heeren, arquitecto que construyó la Quinta Heeren en 1880 y Carmen Barreda y Osma. La pareja tuvo siete hijos:
Durante su último destierro terminó de escribir un libro destinado a reivindicar la labor gubernativa de su padre, el presidente Manuel Pardo: Historia del tratado “secreto” de alianza defensiva entre el Perú y Bolivia.
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