Juan José Flores cumple los años el 19 de julio.
Juan José Flores nació el día 19 de julio de 1800.
La edad actual es 224 años. Juan José Flores cumplió 224 años el 19 de julio de este año.
Juan José Flores es del signo de Cancer.
Juan José Flores nació en Puerto Cabello.
Juan José Flores y Aramburu (Puerto Cabello, 19 de julio de 1800-Isla Puná, 1 de octubre de 1864) fue un militar nacido en territorio perteneciente a la Capitanía General de Venezuela y, posteriormente, líder político ecuatoriano a partir de 1830. Fue el primer Presidente de la República del Ecuador. Estuvo en el cargo en tres oportunidades: de 1830 a 1834; de 1839 a 1843 y de 1843 a 1845.
Se destacó como estratega del Ejército gran colombiano, habiendo alcanzado el grado de Coronel antes de los treinta años de edad. Una vez consolidada la independencia, fue designado por el Libertador Simón Bolívar como gobernador del Distrito del Sur de la Gran Colombia. Distrito que posteriormente, al escindirse de aquella, en 1830, pasó a convertirse en la actual República del Ecuador, de la que fue investido como su primer presidente.
Nació el 19 de julio de 1800 en Puerto Cabello, Venezuela. Hijo de Juan José Aramburu, comerciante español, su madre fue Rita Flores, oriunda de Puerto Cabello.
Ingresó muy joven al ejército español donde inició como militar pero, al poco tiempo cambio su decisión y decidió enlistarse a las fuerzas independentistas de Simón Bolívar el cual tenía como objetivo romper los lazos que unían a las colonias americanas con la metrópoli.
Gracias a sus capacidades notables, su heroicidad, lealtad y talento llegó a ocupar los puestos más destacados en la vida militar y política. Con 23 años de edad, ya ejercía como coronel y gobernador de la provincia de Pasto, situada al sur de la actual Colombia. En 1823 llega a Ecuador como Comandante General del Ejército y en 1828 y 1829 tuvo una brillante participación en la defensa de los derechos territoriales del Distrito del Sur de la Gran Colombia, frente a las pretensiones del Perú. Contribuyó con su pericia militar al triunfo del mariscal Antonio José de Sucre sobre las tropas peruanas en la batalla del Portete de Tarqui, lo que le valió el ascenso al grado de General de División.
En 1830 llegó a la cumbre de su vida política y carrera militar al ser nombrado el primer Presidente del Ecuador. Este cargo lo desempeñó en tres oportunidades hasta que en 1845 fue obligado a salir del país luego de la derrota que sufrió en la Revolución del 6 de marzo. Volvió en 1859 y sirvió en las campañas contra el Perú y en la guerra civil al mando del presidente Gabriel García Moreno.
Su primer gobierno fue difícil: en 1831 enfrentó con éxito una rebelión de Luis Urdaneta y en 1832 libró una guerra con Colombia, que no estaba dispuesta a perder un pedazo de su territorio sin oponerse.
En 1833 castigó con dureza a varios batallones alzados y golpeó con mano de hierro a los ideólogos llamados utilitaristas. Además, le tocó enfrentar al que fue su vicepresidente, Vicente Rocafuerte, y desbaratar la denominada Revolución de los chihuahuas (1832-1834), y así evitar una secesión en el norte del país.
Tuvo muchos percances en el transcurso de su carrera.
En su mandato transitorio, Flores negocia con su enemigo Rocafuerte. También debe reducir un alzamiento en Pasto, al norte.
Y por si fuera poco, también debe enfrentar una epidemia de fiebre amarilla que llevaron a Guayaquil unos marinos provenientes de Panamá, la cual diezmó la ciudad portuaria.
En su tercer mandato logra leyes monetarias y enfrenta a falsificadores de la moneda oficial. Como presidente también promueve una constituyente y aprueba la Constitución de 1843, donde logra pasar un articulado que garantizara su reelección.
Impone nuevos impuestos que favorecen a la oligarquía de la Sierra en contra de los de Guayaquil. También construye escuelas públicas donde los hijos de los indígenas, esclavos y pobres mestizos pudieran estudiar gratuitamente.
Al final, en 1845 se organiza un movimiento en su contra y lo expulsan del poder. Se firma un documento denominado Pronunciamiento Popular de Guayaquil, y Flores Aramburu sale al destierro.
Vive en Europa, luego viaja a Estados Unidos, a Venezuela y a Chile, mientras fragua unos planes para retomar el poder en Ecuador. Todos les van fallando, pero en 1860 la situación se había vuelto muy difícil dentro de las fronteras ecuatorianas.
Había cuatro grupos disputándose el gobierno, y el presidente del momento, García Moreno, le solicita su ayuda.
Flores dirige un ejército y derrota al general Guillermo Franco quien, con el apoyo de Francia, estaba en la zona portuaria. Esa acción se denominó la batalla de Guayaquil.
Tres años más tarde, con 63 años, debe salir de su retiro a comandar de nuevo el ejército para combatir contra las milicias colombianas, y es derrotado en los campos de Cuaspud.
Flores, designado prefecto del Departamento del Sur, buscó legitimar su administración mediante un matrimonio con una mujer ecuatoriana, escogiendo a la joven aristócrata y terrateniente otavaleña Mercedes Jijón de Vivanco, que para entonces contaba con apenas 13 años de edad, y era descendiente por línea paterna de los Condes de Casa Jijón, título que llegó a disputar infructuosamente con su primo Francisco Jijón.
La recepción se llevó a cabo en los salones del Palacio de Carondelet, con toda la pompa y la altura que Flores quería demostrar como Jefe y Comandante General que era del Departamento del Sur, y para ello había mandado a pintar 22 retratos de los Generales vinculados a la Independencia del Ecuador, que dispuso originalmente en la galería del edificio, y después trasladó a su propiedad de la Quinta El Placer.
Algunos historiadores, sostienen que Juan José Flores fue torturado y estuvo en prisión, considerando eso como un requisito fundamental para llegar a la presidencia del Ecuador.Mercedes era una joven hermosa, de porte distinguido, con profundo sentido de la solidaridad y la familia, que como esposa abnegada no dudó en apoyar a su marido durante todos los capítulos de su vida, incluso los más oscuros, como el exilio que le fue impuesto tras la Revolución Marcista de 1845.
Aunque también se dice queEl mismo Simón Bolívar hablaría de Mercedes en estos términos, después de conocerla el 12 de abril de 1829: «no sé si es más discreta que bella, o más bella que discreta». El 11 de julio de 1829 Flores y su esposa fueron padrinos de bautizo de Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara, la única hija del mariscal Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén de Guevara, esta última, prima segunda de Mercedes.
Tuvo una relación con Josefa Sarasti y Garzón, en donde también surgió descendencia.
El matrimonio conformado por Juan José Flores y Mercedes Jijón de Vivanco tuvo trece hijos, ocho mujeres y cinco varones, que les darían alrededor de 35 nietos:
A pesar de la desgracia en que había caído la familia después del destierro del general Flores, fue gracias al apellido de Mercedes que sus hijos pudieron concretar exitosos enlaces matrimoniales con las más distinguidas familias del país.
Amalia Flores Jijón.
En la relación con Josefa Sarati y Garzón tuvo la siguiente descendencia:
• Benigna Flores Sarasti nacida en 1836 (Ipiales, Colombia). Casada con Pedro Ignacio Lizarzaburu y Borja. Hijo de Ingacio José de Lizarzaburu y Benavides, prócer de la independencia del Ecuador y de Manuela Mercedes Borja y Tinajero, descendiente del Papa Alejandro VI (Juan de Borja) y de los reyes de Navarra y corona de Aragón.
Quito, Cuenca y Guayaquil fueron anexadas a la Gran Colombia en 1822. Durante la Colonia (1563- 1809- 1820 -1822), bajo el nombre de Real Audiencia de Quito, esas tres regiones formaron parte, sucesivamente, de los virreinatos de la Nueva Granada su vida soberana en 1830 con la experiencia negativa del centralismo virreinal y grancolombiano y sin la experiencia positiva de una administración de primer nivel. Para ir de Guayaquil a Quito se gastaban 14 días; de Quito a Cuenca, otros 14; de Cuenca a Guayaquil, cinco, y cinco de Tulcán a Quito. Desde Loja era más fácil transportarse a Piura que a la ciudad de Cuenca. La vía Quito-Riobamba se hallaba deteriorada. Ecuador comenzaba su vida soberana con un país desvertebrado y mal comunicado. La Sierra centro-norte formaba una unidad geográfica, ecológica y política. Se mantenía de una agricultura de subsistencia con un buen mercado interno potencial y sufría la crisis de su 'industria' textil a causa de la competencia del libre comercio.
La Sierra sur vivía de la agricultura, la pequeña minería, los tejidos, las artesanías, la cascarilla y el ganado. Su economía se hallaba también en crisis, pues había co-financiado las guerras de la independencia peruana. La Costa giraba en tomo a Guayaquil y Guayaquil, en torno al cacao. Su riqueza había crecido con el libre comercio. El eje secundario Manabí-Esmeraldas hervía en actividades mercantiles. Ecuador comenzaba su vida soberana con una realidad económica positiva en una región y negativa en las dos restantes. La hacienda se iba constituyendo en el soporte del poder político. En la Sierra centro-norte especialmente, las haciendas se sustentaban sobre el trabajo forzado de los indios, a quienes había que retener por cualquier medio. Las plantaciones cacaoteras de la Costa necesitaban también de esa mano de obra, pero libremente contratada. Los pequeños propietarios de ambas regiones temían ser succionados por esos centros absorbentes. Ecuador comenzaba su vida soberana con un gennen de conflicto social y regional.
La población del país en la estimación más optimista llegaba a los 800 mil habitantes, más de la mitad de los cuales vivía en la Sierra nor-central. Menos del uno por ciento de la población asistía ese año a la escuela. Los blancos y la Iglesia eran los principales propietarios de la tierra. Los mestizos carecían de ella: su fortuna se basaba en el jornal que ganaban en los oficios. A los esclavos afroecuatorianos no se les reconocía derecho civil alguno. Los indios, mantenidos por siglos en la ignorancia y el alcohol, eran considerados menores de edad. Los más trabajaban para las haciendas y tributaban. En 1830, las aduanas guayaquileñas y el tributo de los indios constituyeron la principal fuente de ingresos del Estado. Ecuador comenzaba su vida soberana con un pueblo, en altísimo porcentaje, ignorante, muy pobre, cargado de tributos, disminuido en su identidad y auto-aprecio a causa de tres siglos de opresión externa e interna. Ecuador reclamaba para sí los límites de la Real Audiencia de Quito, que englobaba los actuales departamentos colombianos de Nariño, Cauca, Putumayo y parte de Valle del Cauca. Pero Nueva Granada (Colombia) se atenía a una división administrativa interna (1824), que la favorecía. Por el sur, el Tratado de Guayaquil (1829) señalaba el Marañón-Amazonas como límite de la Gran Colombia y, por tanto, del Ecuador. Mas Perú no tenía la intención de respetar la palabra empeñada en ese Tratado. Ecuador comenzaba su vida soberana sin piel y con una doble herida.
Las ambiciones de grupos de interés locales y la crisis política al interior de la Gran Colombia persuadieron a Flores de conspirar contra Bolívar y provocar la secesión del departamento del Sur. Casi al mismo tiempo, el general José Antonio Páez hacia lo propio en Venezuela. El 13 de mayo de 1830, a los pocos meses de la separación de Venezuela, los Departamentos que componían el «Distrito del Sur» de la Gran Colombia (Departamentos del Ecuador, Guayaquil y Azuay) se declararon estado independiente con el nombre de "Estado de Ecuador". Flores asumió primero el cargo de Jefe Supremo y posteriormente el de Presidente Provisional del nuevo Estado, hasta su nombramiento definitivo como Presidente Constitucional el 22 de septiembre de 1830.
Algunos historiadores especulan que la Presidencia del Ecuador estaba destinada para el Mariscal Antonio José de Sucre, asesinado en Berruecos durante el período de separación. Tanto Flores como el general colombiano José María Obando fueron acusados de estar detrás del asesinato, pero ninguna de estas sospechas pudo ser comprobada. Sucre prefirió viajar a Bogotá, al Congreso Admirable, antes que quedarse en Ecuador en donde se había convocado una constituyente en la ciudad de Riobamba.
Al poco tiempo de iniciada su presidencia, una parte de la población de las provincias de Pasto, Popayán y Buenaventura, estimuladas hasta cierto grado por agentes de Flores, declararon su voluntad de incorporarse al Ecuador. El Presidente Juan José Flores, luego de mandar guarniciones a Pasto, visitó esas ciudades, donde expidió un decreto en que declaraba incorporado el Cauca al Ecuador. El Congreso Ordinario de 1831 declaró oficialmente la incorporación del Departamento de Cauca al Ecuador. El 22 de julio de 1831 Nueva Granada (Colombia) de manera insistente reclamaba la devolución de este Departamento al Ecuador y este mantenía su negativa, fue ahondándose una difícil situación para ambos países.
El General José Hilario López, se sublevó en Popayán en favor de Nueva Granada y se entabló un enfrentamiento militar entre el ejército Ecuatoriano dirigido por Flores y el Granadino, comandado por José María Obando. A pesar de sus dotes militares Flores no pudo triunfar porque el frente interno de Ecuador se debilitó debido a los levantamientos de Ambato y Latacunga en contra del Gobierno de Flores.
Los ecuatorianos triunfaron en algunos combates, pero la falta de abastecimientos los hizo doblegar, a más de esto hubo traición tanto de oficiales como de tropa del batallón Quito, lo que determinó que la ciudad de Pasto cayera en poder de los soldados de Nueva Granada. Ante esta situación Flores celebró un Tratado de paz y límites con Nueva Granada en la ciudad de Pasto el 8 de diciembre de 1832, fijándose el río Carchi como límite fronterizo entre ambos Estados dejando pendiente la decisión sobre los puertos de la Tola y Tumaco, en la provincia de Buenaventura. El Tratado de Pasto tan solo dio límites a una parte de la frontera, no así al resto del territorio del Ecuador que vino a demarcarse posteriormente con Colombia.
Flores convocó a 21 diputados, a siete por región, respectivamente, a reunirse en Riobamba. En menos de un mes redactaron y promulgaron la primera Constitución, escogieron a Quito como capital y eligieron sin tardanza presidente a Flores por 19 votos contra uno. Pero hicieron 18 escrutinios para elegir vicepresidente a José Joaquín Olmedo. Su contendor fue el quiteño Manuel Matheu, Marqués de Maenza. Desde el nacimiento de la República empezaba la lucha por el poder entre los notables de Quito y Guayaquil. Cada notable cobró dos pesos diarios por sus servicios constituyentes. (Una vaca lechera valía entonces cuatro pesos).
La Constitución dejaba la puerta abierta para formar un solo Estado con Colombia. Dibujó un Estado presidencialista, soberano, alternativo, democrático y moderno, pero mantuvo prescripciones que contradecían estos principios; por ejemplo, la elección independiente e indirecta mediante asambleas parroquiales, cantonales y provinciales sonaba a procedimiento democrático. Sin embargo, sólo podían votar los varones alfabetos casados de cualquier edad o solteros de 22 años en adelante que poseyeran bienes raíces de siquiera 300 pesos o una profesión no servil (abogado, médico, sacerdote, monje). Esto excluía a un altísimo porcentaje de los ecuatorianos. Los candidatos a cargos de representación popular necesitaban bienes todavía mayores: 30 mil pesos en bienes raíces, el candidato a presidente. Entre la masa trabajadora excluida de derechos estaban los indios, a quienes la Constitución ponía bajo la tutela de los curas párrocos, y estaban los esclavos africanos, cuya trata se prohibía salvo para el trabajo en las haciendas y minas de los notables.
Pese a su habilidad política y a su tolerancia, Flores no pudo gobernar en paz y debió recurrir a la fuerza. Tuvo que sofocar la revolución del general venezolano Luis Urdaneta —sobrino del general Rafael Urdaneta— (1830-1831), hacer la guerra a Colombia (1832), castigar a sangre y fuego tres alzamientos de batallones hambreados y combatir a ideólogos utilitaristas (1833), hacer frente a Vicente Rocafuerte (1833-1834) y aplastar la Revolución de los Chihuahuas (1832-1834), y finalmente evitar que Loja, Cuenca, Esmeraldas y la Sierra nor-central se fueran con Colombia (1834-1835). El general Urdaneta, el del 9 de octubre de 1820 en Guayaquil, fiel a Bolívar, quería impedir la disolución de la Gran Colombia que presidía.
La muerte de Bolívar (17 de diciembre de 1830) lo dejó sin pretexto. El Cauca y Pasto pidieron anexarse a Ecuador y así se hizo. Colombia lo impidió. Flores fue derrotado y Ecuador perdió esos ricos territorios vinculados a la Audiencia de Quito desde el siglo XVI. Este fracaso, los privilegios de los mal vistos militares venezolanos y la afición floreana al dinero volvieron impopular al presidente. Un grupo de intelectuales compuesto por filósofos que defendían "la mayor felicidad posible para el mayor número de personas", por antiguos patriotas del 10 de agosto de 1809 y del 2 de agosto de 1810, por librepensadores y anticlericales, formó la "Sociedad de El Quiteño Libre". Desde mayo de 1833 esta sociedad se opuso con pasión al gobierno en el virulento periódico del mismo nombre. Vicente Rocafuerte, el más conspicuo miembro del Congreso, ídolo de los de "El Quiteño Libre", se opuso a las facultades extraordinarias concedidas a Flores. Con pasión desbordada atacaba al presidente. Renunció a su curul.
Destacaron en este período floreano la incorporación de las islas Galápagos al Ecuador (1832), algunas leyes sobre la moneda, acuerdos con la Iglesia Católica y la aceptación de la deuda externa grancolombiana (Deuda Inglesa) contraída por Venezuela, Colombia y Ecuador para financiar la independencia. A Ecuador, que por tanta convulsión no estuvo presente en las negociaciones del reparto de la deuda, le tocó cargar con el 21 y medio por ciento de ella, más de 22 millones de pesos. Los ingresos del gobierno en 1834 apenas llegaban a los 708 mil pesos. "Esa pequeña época fue la más bella página cívica de Flores como hombre de gobierno" (Benigno Malo).
Ya en el gobierno, Flores descuidó la consolidación de la nación, pero aseguró una suerte de pacto de no agresión entre grupos terratenientes de la sierra de Ecuador y grupos agro exportadores de la costa. Su presencia política por más de 15 años interrumpidos generó que un grupo de revolucionarios marcistas presionaran por su salida en Guayaquil y la de todo el estado mayor extranjero. Durante su gobierno, el 12 de febrero de 1832, fueron anexadas a Ecuador las Islas Galápagos, por esto, tiempo después una de las islas fue bautizada en su honor como Isla Floreana. Flores terminó su mandato con una crisis política y la amenaza de la disolución del naciente estado.
El 12 de octubre comenzó en Guayaquil la guerra de los Chihuahuas dirigida por militares descontentos, políticos, bandoleros y líderes populares urbanos. Una semana después en la capital, los "quiteños libres" atacaban un cuartel. Ese 19 de octubre algunos de sus líderes fueron muertos a lanzazos o degollados. El 20 de octubre, Rocafuerte, camino del destierro al Perú, fue liberado por los chihuahuas y proclamado jefe supremo de Guayaquil por el vecindario de la ciudad. Los chihuahuas bloquearon el puerto ocupado ya por Flores e iban insurreccionando los pueblos de la península de Santa Elena, del golfo de Guayaquil, de la cuenca baja del Guayas, y de Manabí. Rocafuerte se hallaba dividido entre el curso exitoso de esta guerra popular y su lealtad de notable a la clase comercial de Guayaquil.
Rocafuerte, providencial y misteriosamente, fue apresado y entregado a Flores. Era el 18 de junio de 1834. Una semana antes, José Félix Valdivieso, ministro de Flores, se había proclamado jefe supremo de Ibarra. Se le adhirieron Cuenca y Loja, descontentas del centralismo administrativo. Ante estas circunstancias, a comienzos de julio, Flores ofreció a su prisionero Rocafuerte un pacto y este lo aceptó. Rocafuerte iría a la Presidencia, Flores a la jefatura suprema del Ejército. Los chihuahuas debían someterse so pena de cargos de traición a la patria. Valdivieso ocupó Quito y la Sierra central. Su movimiento combinaba reclamos departamentales, principios liberales románticos, resentimientos personales contra Flores e intenciones de federar la Sierra y Esmeraldas con Colombia. Los chihuahuas no aceptaron el pacto. Algunos de ellos se unieron a Valdivieso, el resto fue reprimido sin cuartel hasta bien entrado el año de 1836. Fue la primera crisis del nuevo Estado ecuatoriano. El pacto entre Flores y Rocafuerte había salvado la unidad del Estado y del país, pero había sacrificado los reclamos populares. Y llegaba septiembre de 1834.
Rocafuerte, aclamado como jefe supremo del Guayas en una asamblea popular, convocó una segunda Convención (constituyente) para reformar la Carta Política y cerrar la posibilidad de una federación con Colombia. A fin de derrotar al federacionista Valdivieso, Rocafuerte puso al frente de sus tropas convencionales o constituyentes a Flores. Los restauradores (¿de la Gran Colombia?) valdiviesistas fueron derrotados. Fue el gran triunfo de la unidad nacional en Miñarica, cerca de Ambato (18 de enero de 1835). El poeta Olmedo compuso su oda más inspirada para celebrar esta victoria. Dirigiéndose al Chimborazo, lo conminaba: "Rey de los Andes, la ardua frente inclina, que pasa el vencedor". Fue la hora más dulce para Flores, El Vencedor, que volvía a justificar su doble título de Fundador y Padre de la Patria.
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Flores fue elegido al primer escrutinio por 29 de los 38 votos del Congreso. Su reelección estuvo probablemente convenida desde el pacto con Rocafuerte en 1834. Flores ofreció al Congreso y a la Nación respetar la libertad de las personas y de la prensa, no desterrar a nadie, dar impulso a la política exterior, seguir la obra educativa de Rocafuerte y observar una conducta "franca y moderada, firme, imparcial y justa". Con esta oferta se enancaba en el éxito administrativo y civilizador de Rocafuerte y, a la vez, se apeaba de la mala fama del Rocafuerte implacable y duro.
El presidente cumplió con lo ofrecido. Benigno Malo, el más célebre de los estadistas cuencanos, dijo de este segundo período floreano: "Esa pequeña época fue la más bella página cívica de Flores como hombre de gobierno". Esta bella página, sin embargo, quedó inconclusa por la inconstancia de Flores y su desaforado amor al poder. Su imagen se empañó sobre todo en el último año de Gobierno, en el que olvidando sus promesas descuidó la obra pública y permitió el enriquecimiento ilícito de altos funcionarios. Un periódico opositor editado en Piura —"La Linterna Mágica", de Pedro Moncayo— circulaba en Quito.
El periodista fray Vicente Solano afirmaba que de 700 mil pesos de la renta nacional se gastaban 400 mil en mantener leal al Ejército y que "papá Flores haría lo que le pareciese" para perpetuarse en el poder. La intervención de Flores con dos mil soldados en la política interna de Nueva Granada contribuyó, a la larga, a este deterioro. Movido por una petición del gobierno colombiano, combatió una insurrección en Pasto. Creía Flores que en lo personal daría una lección al insurrecto general Obando, su antiguo enemigo e inveterado calumniador en lo del asesinato de Sucre. Se figuraba que en lo público recobraría, en parte al menos, los territorios perdidos en su primera administración e ingresarla a las arcas fiscales 300 mil pesos por compensación colombiana. Nueva Granada le había ofrecido todo esto en un pacto solemne. De esta manera restauraría el brillo de su imagen. Triunfó sobre Obando y fue premiado en Quito con un doctorado de honor; pero cuando tuvo que intervenir nuevamente en Pasto —y Colombia lo engañó (1843)—, la popularidad de Flores empezó a declinar. Como lo había insinuado Solano, so pretexto de "irregularidades" ocurridas en Cuenca para la elección de representantes y de que los del Guayas no concurrieron al Congreso Extraordinario a causa de la fiebre amarilla que en octubre de 1842 había cobrado 326 víctimas, Flores convocó una Convención para el 15 de enero de 1843 y expidió una ley de elecciones que venía a ser un golpe de Estado a su favor.
Fuente:
La Convención se reunió en Quito el 15 de enero de 1843. Treinta de los 36 convencionales rezaron en la catedral. La Asamblea sesionó en el Colegio San Buenaventura. Flores leyó su mensaje. La audiencia le era benévola, pues 32 de los representantes eran a la vez empleados del Estado, y cinco de ellos eran generales y otros cinco coroneles, todos ellos extranjeros menos uno. "Os propongo una reforma saludable, racional, ilustrada y conservadora de los principios liberales que hemos proclamado", les dijo Flores.
La reforma consistía, entre otros asuntos, en que el período presidencial durase ocho años y el presidente pudiera ser reelegido pasado un período; en que el Congreso se reuniera cada cuatro años, los senadores duraran 12 y los diputados, ocho años. La propuesta fue aceptada. Flores fue reelegido por 34 de los 36 votos de la sala. La nueva constitución fue calificada apasionadamente de "Carta de la Esclavitud", aunque contenía principios como la libertad de cultos en lo privado y a que cerraba el camino a la politización del clero. Era evidente, con todo, que Flores se creía providencial.
Su gobierno en este tercer período fue hacer lo posible por sostenerse en el mando contra una oposición que crecía sin descanso. Esta provenía del clero intolerante y ambicioso; de un nuevo impuesto general de tres pesos y cuatro reales, menos a indios y esclavos, calificado como "funesto, oneroso y terrible", pese a que fue levantado; de haberse resucitado el recuerdo del asesinato de Sucre y con él, el de la leyenda de la participación de Flores en ese crimen; del fracaso de la expedición a Nueva Granada; de una fallida negociación limítrofe con el Perú; de la omnipresencia y poder de los militares extranjeros —12 de los 15 generales lo eran—, de abusos de los dineros de un legado para el colegio Vicente León por parte de Flores, sus parientes y amigos; de la conspiración tiranicida de jóvenes intelectuales en Quito, entre ellos Gabriel García Moreno; y del "nacionalismo" de los notables guayaquileños, todo ello atizado por los 14 manifiestos "A la Nación", lanzados por Rocafuerte desde Lima entre 1843 y 1845.
El gobernador de Guayaquil, a causa de la fiebre amarilla, había llegado tarde a la Convención. Era representante por Cuenca. Rocafuerte se opuso a gran parte de la reforma propuesta por Flores. Indignado por ella, por la reelección de su aliado —desde 1834— y quizás porque la Convención no lo tuvo en cuenta para el cargo de presidente, tronó contra los convencionales fieles a Flores, a cuyo grupo más íntimo calificó de "jenízaros", esto es, hijos de padres de diversa nación y soldados de infantería de la antigua guardia del emperador de los turcos, y se exilió en Lima. Esos manifiestos llamaban a insurrección en nombre del nacionalismo: "Unión, entusiasmo, valor constancia y pronto el triunfo será vuestro. Derrocando al pérfido tirano de Venezuela, os volverá el goce de vuestros usurpados derechos...", decía en el quinto de ellos. "Y los acontecimientos se precipitaron a la voz atronadora de Rocafuerte", escribe el historiador Luis Robalino Dávila. A las asonadas populares en diversos lugares de la Sierra al grito de "¡Mueran los tres pesos!, ¡Viva la religión!", sucedió el golpe definitivo: el pronunciamiento militar nacionalista y de los notables de Guayaquil, secundados por el pueblo el 6 de marzo de 1845.
Los sublevados formaron un gobierno provisorio al que se adhirieron Manabí y Cuenca. Flores resistió hasta junio con sus tropas acantonadas en la "La Elvira", hacienda de su propiedad, y capituló ante ese gobierno mediante un tratado, llamado "de La Virginia", hacienda del poeta Olmedo, donde se lo firmó el 17 de junio de 1845. Así, con un pacto de caballeros terminaba el primer intento de un proyecto estatal diseñado por Flores y Rocafuerte, quienes de algún modo demostraron "una consciente habilidad conciliadora de los intereses dominantes", como afirma la socióloga Silvia Vega Ugalde al analizar la crisis del Estado en los primeros 15 años de la República.
En diciembre de 1834 la delegación ecuatoriana no asiste a la reunión de reparto de la deuda de la independencia, debido a la inasistencia del Ecuador se le asigna el 21,5 por ciento de la misma equivalente a 22.230.631,64 pesos
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Más adelante, Flores, ya desde el exilio, tramó una invasión a Ecuador para la que obtuvo apoyo y financiamiento de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Reina regente de España, con el fin de colocar en el trono ecuatoriano a su hijo Agustín Muñoz y Borbón. También se habla de las negociaciones con el rey francés Luis Felipe I, para nombrar Reyes de Ecuador a su décimo hijo, Antonio de Orleans, Duque de Montpensier y su esposa, la infanta española Luisa Fernanda de Borbón, hija también de la mencionada reina María Cristina. La intentona fue repelida con dureza y Flores tuvo que retornar al exilio.
Durante un tiempo residió en Costa Rica, donde tuvo estrecha amistad con el Presidente José María Castro Madriz. El Congreso lo declaró ciudadano esclarecido de Costa Rica, pero Flores declinó el honor y poco después abandonó el país. En 1855, durante su tiempo en Lima, fue uno de los socios fundadores del Club Nacional.
En marzo de 1857, llegó a su país natal donde valiéndose de su prestigio trató de mediar sin éxito en los conflictos suscitados entre los liberales que apoyaba al presidente José Tadeo Monagas y los conservadores que trataban de derrocarlo bajo la conducción del general José Antonio Páez . Muchos en Caracas vieron en Flores la persona ideal para dirigir la revolución. Era un prócer y había sido Presidente de Ecuador, pero al enterarse Flores de la situación, inmediatamente se marchó a Lima.
En 1860 Flores se sumó al régimen conservador del presidente Gabriel García Moreno, cuyo ejército comandó. A pesar de que cuando joven García Moreno había sido un férreo opositor de Flores y no había descartado organizar su asesinato, ambos políticos solucionaron sus diferencias y pactaron.
Por ello Flores participó en el bando quiteño en la guerra civil de 1859-60 y enfrentó al Gobierno de Facto de Guayaquil, que pretendía la secesión de esa ciudad, encabezado por el general Guillermo Franco Herrera a quien derrotó en el combate de Mapasingue.
La secesión de la provincia de Guayaquil y su posterior anexión al Perú fue oportunamente evitada por la declaratoria de independencia de Loja como República Federal en 1859. Las provincias del sur de Azuay se opusieron a pertenecer al vecino país, declararon su independencia y lograron el reconocimiento diplomático del gobierno de García Moreno y del general Franco. Sin embargo, una de las cláusulas de independencia de Loja declaraba la vigencia de su autonomía en tanto el Ecuador recupere el cauce constitucional. Esta estrategia desplazó la posibilidad guayaquileña de pertenecer al Perú y sostuvo la unidad de la República.
En 1863 comandó el Ejército ecuatoriano en la guerra contra Colombia, pero fue derrotado en la Batalla de Cuaspud.
En 1864, Flores partió de Quito a combatir una expedición del expresidente José María Urbina en el Golfo de Guayaquil. Durante el Combate de Santa Rosa recibió un tiro perdido en el bajo vientre del que nunca pudo sanar, y murió el 1 de octubre a bordo del vapor Smirck, cerca de la isla Puná.
Para su mejor conservación, el cadáver de Flores fue introducido en un barril de alcohol y trasladado en un barco de guerra desde Machala a Guayaquil, donde algunos familiares esperaban con un lujoso ataúd para llevarlo hasta la ciudad de Quito, donde le darían cristiana sepultura. Se dice que el barril de alcohol quedó abandonado en el puerto, y que unos marineros se aprovecharon de él para vender el líquido por botellas a un tabernero del Malecón, quien se encargó a su vez de rematarlo en módico precio, cuidándose de no revelar la procedencia del producto.
En su honor, el presidente Gabriel García Moreno ordenó, mediante decreto ejecutivo expedido el 8 de octubre de 1864, que en todas las provincias del país se celebraran exequias de primera clase en honor al general Flores, que los empleados públicos y militares vistieran de luto riguroso por tres días contando desde la víspera de los funerales que tendrían lugar el 13 de octubre en la Catedral de Quito, que la bandera del Palacio de Carondelet y los edificios públicos permanecería a media asta por el mismo tiempo y, finalmente, que se elaborara un mausoleo de mármol con la inscripción: Al padre de la Patria, el pueblo agradecido.
Desde entonces, los restos mortales del general Flores, conjuntamente con los de su esposa Mercedes Jijón de Vivanco, se encuentran en la cripta presidencial dentro de la Catedral Metropolitana de Quito. Junto a ellos reposan, además, otros personajes importantes como el mismo presidente Gabriel García Moreno, el general Ignacio de Veintemilla, o los héroes independentistas Antonio José de Sucre y Carlos de Montúfar.
En noviembre de 1864, pocas semanas después de su deceso, el Cabildo de la ciudad de Quito intentó colocar un retrato del expresidente en su Sala de Sesiones, pero no fue aceptado por todos los miembros, que sólo permitieron un discurso en su honor, destacando su patriotismo y acciones beneficiosas al país, culminando la intervención con la frase: "Conciudadanos, se apagó la antorcha de la vida de este héroe, pero nos deja abiertos los senderos que conducen al templo de la gloria; imitadle".
En su honor, en su ciudad natal existe:
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