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Juan de Oñate



Juan de Oñate y Salazar (Pánuco, Zacatecas, Nueva España, 1550Guadalcanal, provincia de Sevilla, España, 3 de junio de 1626) fue un explorador y conquistador español nacido en Nueva España, recordado por haber sido gobernador de la provincia de Nuevo México en el virreinato de la Nueva España y por haber participado en las primeras expediciones de exploración en el Suroeste de Estados Unidos, además de ser el fundador de varios asentamientos en la región.

Juan de Oñate nació en 1550 en la ciudad de Pánuco, Zacatecas (Nueva España). Fueron sus padres Cristóbal de Oñate, conquistador español del noroeste mexicano y fundador de ciudades, y Catalina de Salazar y de la Cadena,[1]:30 hija de Gonzalo de Salazar, un funcionario que trabajaba en la Tesorería Real de la Nueva España. Un antepasado Cadena había luchado en la batalla de las Navas de Tolosa, y fue el primero en romper la línea de defensa que protegía a Mohámmad Ben Yácub. A la familia se le concedió un escudo de armas, y a partir de entonces fueron conocidos como los Cadena.[2]​ Juan de Oñate perteneció por nacimiento a la Ilustre Casa de Haro, que fueron Señores de Vizcaya.

Desde muy joven tomó la carrera de las armas y encabezó campañas militares contra los rebeldes indios chichimecas que habitaban en el norte de la Nueva España y asolaban los asentamientos españoles. Entre campaña y campaña se dio tiempo para prospectar en busca de placeres (minas) de plata.

Contrajo nupcias con Isabel de Tolosa Cortés de Moctezuma, hija de Juan de Tolosa y Leonor Moctezuma y, por ello, nieta de Hernán Cortés y de la princesa Isabel Moctezuma (una de las hijas del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin). Tuvieron dos hijos, Juan de Oñate Cortés (1580) y María de Oñate Cortés (1582).

El 21 de septiembre de 1595, el rey Felipe II le concedió permiso (capitulación) para colonizar el territorio que hoy son los estados de Nuevo México y Texas, en los Estados Unidos. El permiso tenía como objetivo principal difundir la fe católica entre los nativos americanos y establecer nuevas misiones. Sin embargo, muchos colonos españoles se enlistaron con la intención de encontrar minerales de plata, oro o piedras preciosas. Después de muchas demoras, la expedición partió al iniciar el año 1598. El 30 de abril la avanzada tomó posesión para España del territorio más allá del río Grande (el río Bravo para los mexicanos) y en los primeros días del mes de mayo ya vadearon el río en el punto llamado Paso del Norte (actualmente lugar en donde se ubican las ciudades fronterizas de El Paso y Ciudad Juárez). A finales de mayo, ya en territorio de la actual Texas, hicieron contacto con los nativos de la región.

Ese verano la partida continuó remontando el valle del río Bravo hasta alcanzar el norte del actual estado de Nuevo México, donde acampó entre los indios pueblo. En julio la expedición estableció su primer asentamiento en Pueblo de San Juan, que él bautizó como San Juan de los Caballeros, en la confluencia entre los ríos Grande y Chama, desalojando a los antiguos pobladores y tras haber extendido el camino real en casi 1000 km. En tanto llegaba el resto de la caravana, Oñate exploró las áreas vecinas para consolidar la posición del asentamiento entre los nativos de las tribus hopi y zuñi e inició la construcción de un templo dedicado a San Francisco y la correspondiente misión (Es necesario resaltar que la iglesia católica construida en el lugar fue el primer templo cristiano construido en los actuales Estados Unidos; en los siguientes 25 años serían edificadas 50 iglesias en el hoy estado de Nuevo México). Fundó la provincia de Santa Fe de Nuevo México y se convirtió en el primer gobernador de la provincia. Gaspar Pérez de Villagrá, un capitán de la expedición, relató la crónica de la conquista de Oñate de los pueblos indígenas de Nuevo México en su épica Historia de Nuevo México (1610).

Amotinamientos, deserciones y disgustos plagaron la nueva colonia cuando las riquezas prometidas no aparecieron a la vista, aunque Oñate las enfrentó con mano dura. Algunos de los colonos exploraron hacia el este, más allá del pueblo de Pecos, en dirección a la actual frontera entre Nuevo México y Texas en busca de búfalos. Es probable que alcanzaran el nacimiento del río Magdalena o Buenaventura (actualmente río Canadian), que se encuentra a unos 40 km al noroeste de la actual ciudad de Amarillo (Texas).

Juan de Oñate visitó los pueblos indios de Acoma así como los pueblos de las tribus hopi y zuñi ubicados más al oeste. Una parte del grupo logró alcanzar incluso las lejanas montañas de San Francisco, en Arizona, encontrando mineral de plata por lo que reclamaron la posesión de los minerales. Oñate regresó a Acoma para castigar severamente una rebelión indígena que dejó 11 colonos muertos.

Oñate se ganó pronto una reputación como un gobernante severo, tanto entre los colonizadores españoles como entre los pueblos indígenas. En octubre de 1598, comenzó una escaramuza cuando los soldados españoles ocupantes de Oñate pidieron suministros a la tribu acoma, exigiéndoles cosas esenciales para que los acoma sobreviviesen al invierno. Los acoma se resistieron y 13 españoles fueron asesinados, entre ellos el sobrino de don Juan de Oñate. En 1599, Oñate respondió; sus soldados mataron a más de 800 pobladores, incluidos mujeres, niños y ancianos, y esclavizaron a los restantes 500, mujeres y niños. Por decreto de don Juan,[3]​ amputaron el pie izquierdo de cada hombre acoma capaz de combatir y aún con vida después de la batalla. Ochenta hombres tenían su pie izquierdo amputado. Otros analistas sitúan la cifra de los mutilados en 24 personas.[1]:145

Partieron más expediciones en busca de minerales preciosos con la intención de llevar prosperidad a la colonia, y a finales del año 1600 la colonia fue reforzada. Sin embargo, una serie de dificultades, que incluían el frío invierno y la escasez de alimentos, continuaron.

El 23 de junio de 1601, Oñate, guiado por Jusepe, el único sobreviviente de la expedición Umana y Leyba, partió al frente de una gran expedición a la región de las Grandes Llanuras en busca de la mítica Quivira para conseguir riquezas y una salida al mar. Llevaba 130 soldados españoles y 12 sacerdotes franciscanos (al igual que la expedición de conquista de América del Sur que sometió a los aztecas), una comitiva de 130 indios, soldados y sirvientes, y 350 caballos y mulas. Oñate viajó hacia el este a través de las llanuras de Nuevo México. Como ya le había pasado a Francisco Vázquez de Coronado, en 1540, se encontró con apaches en lo que hoy es Panhandle de Texas. Procedió después hacia el este, siguiendo el valle del río Magdalena (el río Canadian), en el actual estado de Oklahoma. Dejando el río atrás en una zona arenosa donde sus carretas de bueyes ya no podían pasar, fue campo a través, volviéndose la región cada vez más verde, con más agua y arboledas de nogales y robles.[4]:250-267

Jusepe probablemente llevó a Oñate por la misma ruta que había tomado con Umana y Leyva seis años antes. Encontraron un campamento de nativos a los que Oñate llamó escanjaques. Estimó su población en más de 5000 personas que vivían en 600 casas redondas,[4]:257 de unos 27 m de diámetro y cubiertas con pieles de bisonte (o, lo que es sinónimo: cíbolo) curtidas. Eran cazadores, de acuerdo con Oñate, que dependían de los bisontes para su subsistencia y que no plantaban cultivos.

Los escanjaques dijeron a Oñate que un gran asentamiento de sus enemigos, los indios rayados (por las pinturas o tatuajes), se encontraba a unos veinte kilómetros de distancia, en una región cuya principal ciudad era Etzanoa (prácticamente en la actual Arkansas City, Kansas). Por lo tanto, parece posible que los escanjaques se hubieran reunido en gran número, ya fuese por temor a los rayados o para llevar a cabo una guerra contra ellos. Trataron de conseguir la ayuda de los españoles y sus armas de fuego, alegando que los rayados eran los responsables de la muerte de Humana y Leyva unos años antes.

Los escanjaques guiaron a Oñate a un gran río a pocos kilómetros de distancia y se convirtió en el primer europeo en describir la pradera de pastos altos. Habló de una tierra fértil, mucho mejor que la que habían atravesado antes, y de que el pasto era «tan bueno que en muchos lugares el pasto era lo suficientemente alto como para ocultar un caballo».[5][4]:253 Probó el pasto y lo encontró de buen sabor, semejante a una fruta que sabía como la papaya.

Cerca del río, Oñate, los españoles, y sus numerosos guías escanjaques vieron a tres o cuatro centenares de rayados en una colina. Los rayados avanzaron, arrojando tierra en el aire, una señal de que estaban listos para la guerra. Oñate rápidamente les indicó que no quería pelear e hizo la paz con este grupo de rayados, que resultó ser amable y generoso. A Oñate le gustaban más los rayados que los escanjaques. Estaban «unidos, pacíficos y establecidos» y mostraban respeto a su jefe, llamado Catarax, a quien Oñate detuvo como guía y como rehén, aunque tratándolo bien.[6]

Caratax llevó a Oñate y los escanjaques al otro lado del río a un asentamiento en la orilla oriental, a una o dos millas del río. El asentamiento estaba abandonado y sus habitantes habían huido. Tenía unas 1200 casas, todas establecidas a lo largo de la orilla de otro río, de buen tamaño, que desembocaba en el grande [el río Arkansas]. Según lo describió, el asentamiento de los rayados parecía un asentamiento similar a los que había visto Coronado en Quivira sesenta años antes. El caserío disperso; las casas redondas, con techos de pasto, lo suficientemente grandes como para dormir diez personas en cada una, y rodeadas de graneros grandes para almacenar el maíz, frijol y calabaza que crecían en sus campos. Oñate evitó con dificultad que los escanjaques saqueasen la ciudad y los mandó de regreso a su campamento.

El día siguiente, Oñate, sus españoles y los indígenas que le acompañaban desde Nuevo México procedieron adelante otros ocho kilómetros, cruzando a través de un territorio densamente poblado, aunque sin ver muchos rayados. En ese punto, el coraje de los españoles les abandonó. Obviamente, había muchos rayados cerca y los españoles fueron advertidos de que los rayados reunían un ejército. La discreción parecía mejor que el valor. Oñate calculó que serían necesarios al menos 300 soldados españoles para hacer frente a los rayados, y se volvió con sus soldados para regresar a Nuevo México.

Oñate se había preocupado porque lo atacasen los rayados pero, en cambio, fueron los escanjaques los que le atacaron cuando comenzaba el regreso. Oñate describió una batalla campal con 1500 escanjaques –probablemente una exageración– en la que muchos españoles fueron heridos y murieron muchos indios. Después de más de dos horas de lucha, Oñate se retiró del campo de batalla. El jefe de los rayados, Caratax, había sido liberado en un ataque sobre los españoles y Oñate liberó a varias mujeres cautivas, pero retuvo a varios muchachos, a petición de los sacerdotes españoles para que pudiesen ser instruidos en la fe católica. La causa del ataque pudo haber sido el secuestro de Oñate de mujeres y niños, aunque sólo se tiene la descripción española de la batalla y lo que ellos consideraron fueron los motivos que la causaron.[4]:264

Oñate y sus hombres regresaron a Nuevo México, adonde llegaron el 24 de noviembre de 1601, sin incidentes de importancia, aunque volvían decepcionados al no haber encontrado riquezas. En tanto Oñate andaba en busca de riquezas fáciles las condiciones en la colonia de Nuevo México se deterioraban, la tierra era pobre, los nativos eran problemáticos y no habían encontrado ninguna mina que valiera la pena. Lentamente, la colonia comenzó a ser abandonada por los colonos, con excepción de los más devotos seguidores de Oñate.

La última gran expedición de Oñate fue hacia el oeste, partiendo desde Nuevo México hasta alcanzar el valle inferior del río Colorado.[7]​ La partida, de cerca de tres docenas de hombres, salió del valle del río Grande en octubre de 1604. Viajaron a través de las tribus zuñi, los pueblos hopi, y el río Bill Williams hasta alcanzar el valle del río Colorado; luego descendieron el valle del río hasta llegar a su desembocadura en el golfo de California en enero de 1605, antes de regresar por el mismo camino hacia Nuevo México. El evidente propósito de la expedición era encontrar un puerto por el que Nuevo México pudiese ser abastecido, como una alternativa a la laboriosa ruta por tierra que había que seguir desde la Nueva España.

La expedición a la parte baja del río Colorado fue importante ya que es la única incursión europea en esa región, de la que se tiene constancia, entre la expedición de Hernando de Alarcón y Melchor Díaz, en 1540, y la visita de Eusebio Francisco Kino a partir de 1701. Los exploradores no vieron evidencias del prehistórico lago Cahuilla, que debe haber surgido poco después en el Salton Sink. Pensaron equívocamente que el golfo de California continuaba indefinidamente hacia el noroeste, dando lugar a la creencia, que fue común en el siglo XVII, de que las Californias eran una isla.

Los grupos nativos que observaron que vivían en la parte baja del río Colorado, fueron, de norte a sur, los amacava (mojave), bahacecha (identificación incierta), osera (posiblemente hablantes Piman, en la confluencia del río Gila con el Colorado, en un lugar más tarde ocupado por los quechan), alebdoma (Halchidhoma; vistos por Oñate aguas abajo de la unión del Gila, pero posteriormente informó aguas arriba a partir de ahí, en la zona donde Oñate había encontrado a los bahacecha), coguana (kahwan), agalle y agalecquamaya (halyikwamai), y cocapa (cucapá). En cuanto a las áreas que los exploradores no habían observado directamente, dieron informes fantásticos sobre las razas de monstruos humanos y áreas que dijeron eran ricas en oro, plata y perlas.

Quienes abandonaron la colonia de San Juan Pueblo regresaron a la Nueva España narrando las malas condiciones en que habían vivido y los abusos que habían visto, por lo que el gobierno español inició una averiguación sobre la situación en la colonia de Nuevo México y sobre el trato que Oñate daba a los indios. En el año de 1606, el rey Felipe III ordenó a Oñate acudir a la Ciudad de México para ser investigado y responder las acusaciones en su contra, por lo cual renunció a su empresa en 1607 por motivos financieros y las condiciones de la colonia. Sin embargo, permaneció en Nuevo México hasta establecer el pueblo de Santa Fe. Fue nombrado un nuevo gobernador y Oñate fue convocado nuevamente a la Ciudad de México en 1608. En mayo de 1610, Juan de Oñate sale hacia México con su hijo Cristóbal y escasa comitiva y estando aún en Nuevo México éste muere en un enfrentamiento con indios. En 1613 finalmente Juan de Oñate se presentó para enfrentar las acusaciones de haber usado una fuerza excesiva durante la rebelión en Acoma en la que colgó a dos indios y ejecutó amotinados, desertores y adúlteros. Fue juzgado y condenado por crueldad con los indígenas y colonos. Fue procesado por sus crímenes, exiliado, multado y privado de sus títulos. [8]​Se le desterró de Nuevo México a perpetuidad y de la Ciudad de México por cuatro años.

Pasó el resto de sus días tratando de limpiar su nombre, y, en segunda instancia, fue absuelto de todos los cargos. Con el tiempo, Oñate fue a España, donde el rey le nombró jefe de los inspectores de minería de toda España. Según la investigación de Eric Beerman titulada «The death of an old conquistador. New Light on Juan de Oñate» (publicada en la New Mexico Historical Review), murió en Guadalcanal, hoy provincia de Sevilla, el 3 de junio de 1626.

A veces se le refiere como «el último conquistador».[1]:Título del libro

El estado de Nuevo México tiene derecho a proponer dos personajes de su historia para que formen parte del panteón de los fundadores de Estados Unidos, tal panteón se encuentra en la sede del poder legislativo de Estados Unidos, el Capitolio. Allí en el National Statuary Hall se muestran las estatuas de los personajes que dieron vida a la Unión Americana, estado por estado. Se dice que la propuesta a favor de Juan de Oñate como fundador y colonizador de Nuevo México no prosperó debido a la mano dura que utilizó para reprimir la llamada rebelión de Acoma.

Oñate es honrado por algunos por sus empresas de exploración, pero es vilipendiado por otros, por su crueldad con los indios de Acoma Pueblo. En el Centro de Recursos y Visitantes del Monumento de Oñate, localizado al noreste de Española, se erigió una estatua de bronce en su honor en 1994. En 1998, Nuevo México celebró el 400º aniversario de su llegada. Ese mismo año, algunas personas que se opusieron a la erección de la estatua y a lo que representa, cortaron el pie derecho de la estatua[3]​ y dejaron una nota diciendo: Fair is fair [Lo justo es justo]. El escultor, Reynaldo Rivera, refundió el pie, pero la unión es todavía visible. Algunos comentaristas sugirieron dejar la estatua mutilada como un recordatorio simbólico del incidente de la mutilación de los pies.

En 1997, la ciudad de El Paso contrató a un escultor, John Sherrill Houser, para que realizase una estatua del conquistador. En reacción a las protestas, dos concejales de la ciudad se retractaron de su apoyo al proyecto.[3]​ La estatua de dos millones dólares tardó casi nueve años en construirse y fue guardada en el almacén del escultor en la ciudad de México. La estatua fue terminada a principios de 2006. Se transportó en remolques de plataforma y, dividida en pedazos, fue llevada a El Paso durante el verano y se instaló en octubre. La controversia sobre la estatua antes de su instalación fue el tema de la película documental The Last Conquistador, presentada en 2008 como parte de la serie de televisión P.O.V. de la PBS.[9]

La ciudad de El Paso dio a conocer la estatua de 18 toneladas y 10 m de altura en una ceremonia el 21 de abril de 2007. Oñate está montado sobre su caballo andaluz, mientras celebra la declaración de La Toma en su mano derecha (la declaración de soberanía realizada el 30 de abril de 1598 en el actual San Elizario, Texas, reclamando las tierras más allá del río Grande para España). La estatua fue bien recibida por los segmentos de la población local y también por el embajador español en los Estados Unidos, Carlos Westendorp. Según Houser, es la estatua ecuestre más grande y pesada (en bronce) del mundo. Algunos miembros de la tribu acoma de Nuevo México estuvieron presentes y protestaron por la estatua.

La Escuela Superior de Oñate («Oñate High School»), en Las Cruces, Nuevo México, fue nombrada en honor de Juan de Oñate.

El 16 de junio de 2020 tuvo lugar en Albuquerque (Nuevo México) un intento de derribo de su estatua conmemorativa en el marco de una ola de episodios violentos en EE. UU. derivados de las protestas por la muerte de George Floyd por parte de algunos sectores que relacionaban algunas figuras históricas con los abusos a la población nativa.[10]

El camino que siguió la expedición de Oñate y la identidad de los escanjaques y rayados son muy debatidos. La mayoría de las autoridades creen que su ruta le habría llevado a descender el río Canadian, desde Texas hasta Oklahoma, y luego a seguir campo a través hasta el Salt Fork, donde habría encontrado el campamento escanjaque. Finalmente seguiría hasta el río Arkansas y su afluente, el río Walnut, hasta alcanzar Arkansas City, Kansas, donde estaría el asentamiento rayado. Un punto de vista minoritario sería que el campamento escanjaque estaba en el río Ninnescah y que el pueblo rayado estaba en el sitio de la actual Wichita (Kansas).[11]​ Hay evidencias arqueológicas a favor del sitio del río Walnut.[12]

Los investigadores han especulado sobre si los escanjaques serían apaches, tonkawa, jumanos, quapaw, kaw u otras tribus. Lo más probable es que fuesen caddoanas y que hablasen un dialecto wichita. Se puede estar casi seguro de que los rayados sí eran wichitas Caddo. Sus casas de hierba, el modo disperso del asentamiento, un jefe llamado Catarax, un título wichita, la descripción de sus graneros, y su ubicación, todo está de acuerdo con la anterior descripción que hizo Coronado de los quiviranos. Sin embargo, probablemente no eran las mismas personas que Coronado había conocido. Coronado encontró Quivira 120 millas al norte de los rayados de Oñate. Los rayados hablaron de grandes asentamientos llamados Tancoa –tal vez el verdadero nombre de Quivira–, en esa zona hacia el norte.[13]​ Por lo tanto, los rayados estaban relacionados cultural y lingüísticamente con los quiviranos pero no formaban parte de la misma entidad política. Los wichita en ese momento no estaban unificados, sino que eran más bien un gran número de tribus relacionadas, dispersas en la mayor parte de los actuales estados de Kansas y Oklahoma. Que los rayados y los escanjaques hablasen el mismo idioma, pero fueran sin embargo enemigos, no es inverosímil.




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