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Jules Michelet



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Jules Michelet nació el día 21 de agosto de 1798.


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Jules Michelet (París, 21 de agosto de 1798-Hyères, 9 de febrero de 1874) fue un importante historiador francés.

Nació en París, en una familia calvinista (hugonotes). Su padre era maestro de imprenta, aunque no muy próspero, y Jules le ayudaba en el trabajo de impresión. Le habían ofrecido un puesto en la imprenta imperial, pero su padre lo envió al célebre colegio de Lycée Charlemagne, donde fue alumno destacado. Aprobó el examen universitario en 1821, y fue rápidamente nombrado profesor de historia en el Collège Rollin. Se casó poco después, en 1824.

Este fue uno de los períodos más favorables para los eruditos y los hombres de letras de Francia, y Michelet tenía padrinos poderosos en Abel-François Villemain y Victor Cousin, entre otros. Aunque era un político apasionado (habiendo adoptado desde la infancia el republicanismo y una versión especial de librepensador romántico), Michelet era sobre todo un hombre de letras y un investigador de historia. Sus primeras obras fueron textos escolares. Entre 1825 y 1827, produjo diversos esbozos, tablas cronológicas, etc, de la historia moderna.

El mismo año de 1827, fue nombrado «maestro de conferencias» en la Escuela Normal Superior de París. Cuatro años después, en 1831, su Introduction à l'histoire universelle muestra un estilo muy distinto, exhibiendo la idiosincrasia y el poder literario del escritor, desplegando también las cualidades de visionario especializado que hacen a Michelet más estimulante, aunque menos digno de confianza como historiador. Expone su visión de la historia como un largo combate de la libertad contra la fatalidad.

Los acontecimientos de 1830 lo situarán en una posición mejor para desarrollar sus estudios, al obtener un puesto en los Archivos Nacionales, así como un título de asistente del profesor François Guizot en la facultad de literatura de la Universidad de la Sorbona.

Poco después, Michelet inicia su principal obra monumental, su Histoire de France, que tardó treinta años en completar. Acompaña al mismo tiempo la producción de numerosos títulos adicionales, tales como:

1838 fue un año muy importante en la vida de Michelet. Estaba en la plenitud de sus poderes, sus estudios habían alimentado su aversión natural por el principio de autoridad y las prácticas eclesiásticas, y en un momento en el que la actividad revivida de los jesuitas es causa de alarma real e imaginada, se le nombra a la cátedra de historia del Colegio de Francia. Auxiliado por su amigo Edgar Quinet, inicia una violenta polémica contra el orden impopular y los principios que este representa, una polémica que situó sus conferencias entre las más celebradas de la época. Los textos de estas conferencias más religiosas que históricas o literarias, aparecieron en tres volúmenes:

Estos libros no despliegan el estilo apocalíptico, parcialmente copiado de Lamennais, que caracteriza las últimas obras de Michelet, pero contienen en miniatura casi todas sus ideas sobre la ética, la política y la curiosidad religiosa — una mezcla de sentimentalismo, comunismo, anticlericalismo, apoyado por los argumentos más excéntricos, pero ungidos de una gran dosis de elocuencia.

Los principios de la insurrección de 1848 están en el aire, y Michelet es uno de tantos que los condensan y propagan: sus originales conferencias eran de un estilo tan incendiario que el curso tuvo que ser censurado.

Sin embargo, cuando la revolución se desencadena, Michelet, a diferencia de otros hombres de letras, decide no involucrarse en la política activa, y en cambio se dedica más vigorosamente a su trabajo literario. Además de seguir con su gran historia, emprende y termina, entre la caída de Luis Felipe y el establecimiento final de Napoleón III, una entusiasta Histoire de la Révolution française. A pesar de su entusiasmo, o quizá por eso mismo, este no es de ninguna manera el mejor libro de Michelet. Los eventos están demasiado cerca y son demasiado bien conocidos, como para aceptar las agudezas pintorescas que forman el encanto y el peligro de sus obras más grandes. En su carácter pintoresco y la precisión del cuadro presentado, este libro no se acerca al de Thomas Carlyle, y como simple crónica de los eventos es inferior a media docena de historias prosaicas más viejas y más recientes.

Tras el golpe de estado de 1851, Michelet pierde su posición en los Archivos, por negarse a rendir honores al Imperio. Pero el nuevo régimen no hizo sino revivir su fervor republicano, y su segundo matrimonio (con Adèle Malairet, una dama con ciertas capacidades literarias y de simpatías republicanas) parece haber estimulado aún más su poder. Al tiempo que continúa trabajando en su obra histórica monumental, emprende una serie de pequeños libros extraordinarios que le acompañarán y diversificarán. A veces se trata de versiones extendidas de ciertos episodios, a veces se puede decir que se trata de comentarios o volúmenes anexos. En algunos de los mejores, sobre las ciencias naturales, un tema nuevo para él, seguramente motivado por su esposa, llena el texto. El primero (y de ninguna manera el mejor) es Les Femmes de la révolution (1854), en el que su habilidad natural e inimitable por el ditirambo lo lleva con frecuencia a formular argumentos tediosos y no muy claros, y a sermonear. En el siguiente, L'Oiseau (1856), se presenta una vena novedosa y muy exitosa. El tema de la historia natural es tratado, no desde el mero punto de vista de la ciencia, ni del sentimentalismo, ni de la anécdota, sino del ferviente panteísmo democrático del autor.

Otras obras de este periodo incluyen L'Amour (1859), La Femme (1860), La Mer (1861) y Bible de l'humanité (1864), que exploraba el tema de las religiones y hacía un ataque al cristianismo. Otras dos colecciones notables son Les Soldats de la révolution y Légendes démocratiques du nord.

La publicación de esta serie de libros, y la terminación de su historia, ocuparon a Michelet durante las dos décadas del Imperio. Residió una parte del tiempo en Francia y otra en Italia, acostumbrando a pasar los inviernos en la Riviera francesa, principalmente en Hyères. Por fin, en 1867, la gran obra de su vida es terminada. En la edición habitual llena 19 tomos. El primero de estos trata de la historia antigua hasta la muerte de Carlomagno, el segundo de la próspera época de la Francia feudal, el tercero del siglo XIII, el cuarto, el quinto y el sexto de la Guerra de los Cien Años, el séptimo y el octavo del establecimiento del poder rural bajo Carlos VII y Luis XI. Los siglos XVI y XVII ocupan cuatro volúmenes cada uno, gran parte de los cuales está conectado de manera distante con la historia francesa propiamente, especialmente los volúmenes titulados Renaissance y Reforme. Los últimos tres volúmenes contienen la historia del siglo XVIII y el estallido de la revolución.

Michelet es probablemente el primer historiador en dedicarse a algo así como una historia pintoresca de la Edad Media, y su narración sigue siendo la más viva que existe. Su investigación en manuscritos y textos impresos fue de lo más laboriosa, pero su imaginación y sus fuertes prejuicios religiosos y políticos, lo hicieron ver todas estas cosas desde un singular punto de vista. Incidentes históricos son tratados desigualmente. Intransigentemente hostil al imperio como era Michelet, su caída y los desastres subsecuentes lo volvieron a estimular a la actividad.

No solo escribió cartas y panfletos durante su lucha, sino que trató de culminar su obra con una Histoire du XIXe siècle pero no viviría lo suficiente para llegar más allá de la Batalla de Waterloo, y la mejor crítica de esta es probablemente la contenida en la entrada de la introducción al último volumen — « l'âge me presse » (es decir, «la edad me apresura»). La nueva república no fue una restauración completa para Michelet, y su profesorado en el Colegio de Francia no le fue devuelto, aun cuando él argüía que nunca le fue retirado formalmente.

Su libro Origines du droit français, cherchées dans les symboles et les formules du droit universel fue editado por Émile Faguet en 1890 y la segunda edición apareció en 1900. Véase: Gabriel Monod, Jules Michelet: Études sur la vie et ses œuvres (París, 1905).

A su muerte, en 1874, Jules Michelet fue enterrado en el cementerio del Père Lachaise de París.

Michelet, Jules. Compendio de la historia moderna. Imprenta del Ferrocarril, 1860.



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