Karl Kraus (Gitschin, Bohemia, Imperio austrohúngaro, 28 de abril de 1874 - Viena, 12 de junio de 1936) fue un eminente escritor y periodista austriaco, conocido como ensayista, aforista, dramaturgo y poeta. Fundador del periódico Die Fackel, que mantuvo hasta su muerte, es considerado un importante escritor satírico por su crítica ingeniosa de la prensa, la cultura y la política alemanas y austriacas.
Nació en una familia judía adinerada en Gitschin, Bohemia, en el seno del Imperio austrohúngaro, ciudad ahora denominada Jičín (República Checa). La familia se trasladó a Viena en 1877; su madre falleció en 1891 y Kraus se inscribió como estudiante de leyes en la universidad de Viena en 1892. En abril del mismo año empezó a colaborar en el diario Wiener Literaturzeitung, empezando con la crítica del famoso drama naturalista y social Die Weber ("Los tejedores") de Gerhart Hauptmann. Alrededor de esa época intentó sin éxito trabajar como actor en un pequeño teatro y en 1894 cambió sus estudios de derecho por la filosofía y la literatura germánicas.
En 1896 abandonó la universidad sin finalizar los estudios y comenzó a trabajar como actor y director de escena. Se unió al grupo Jung Wien ("Joven Viena") que incluía también a Peter Altenberg, Leopold Andrian, Hermann Bahr, Richard Beer-Hofmann, Felix Dörmann, Hugo von Hofmannsthal y Felix Salten. En 1897, sin embargo, Kraus rompió con este grupo al publicar una sátira mordaz, Die demolierte Literatur, ("La literatura demolida"). Fue nombrado corresponsal en Viena del periódico Breslauer Zeitung y un año más tarde, como abogado inflexible de la asimilación judía, atacó al sionista Theodor Herzl con su polémica Eine Krone für Zion, ("Una corona para Sion"), 1898.
El 1 de abril de 1899 renunció al judaísmo, se bautizó como católico y fundó su propio periódico, Die Fackel ("La antorcha"), que dirigió, publicó y escribió hasta su muerte y desde el cual lanzó sus ataques sobre la hipocresía, el psicoanálisis, la corrupción del imperio Habsburgo, el pangermanismo nacionalista, la política de no intervención, la marcha de la economía y muchas otras numerosas bêtes noires.
En 1901, Kraus fue demandado por Hermann Bahr y Emmerich Bukovics cuando se sintieron atacados por Die Fackel y en años posteriores caerían sobre él muchas demandas judiciales más interpuestas por diversos grupos de presión que se sintieron también ofendidos. Aquel mismo año Kraus averiguó que su editor, Moriz Frisch, se había apoderado de su revista (mientras él estaba ausente por un viaje de varios meses) registrando su portada como marca y publicando Neue Fackel ("La nueva antorcha). Kraus lo demandó y ganó el juicio. Desde aquel incidente, Die Fackel fue publicado sin cubierta por la imprenta Jahoda & Siegel.
Die Fackel era similar en sus inicios a diarios como la revista Weltbühne, pero se fue distinguiendo poco a poco por su línea editorial independiente. En Die Fackel se imprimía solamente lo que Kraus quería imprimir. Durante su primera década sus colaboradores fueron muchos escritores y artistas conocidos como Peter Altenberg, Richard Dehmel, Egon Friedell, Oskar Kokoschka, Else Lasker-Schüler, Adolf Loos, Heinrich Mann, Arnold Schönberg, August Strindberg, Georg Trakl, Frank Wedekind, Franz Werfel, Houston Stewart Chamberlain y Oscar Wilde. Sin embargo, desde 1911 Kraus fue por lo general el único autor. Y casi todo su trabajo apareció publicado en exclusiva en esta revista, de la que se publicaron de forma irregular hasta 922 números.
Kraus dio además numerosas conferencias públicas muy influyentes. Y, además, entre 1892 y 1936 hizo setecientas representaciones unipersonales de dramas de Bertolt Brecht, Gerhart Hauptmann, Johann Nestroy, Goethe y Shakespeare, recitados e interpretados únicamente por un genio de la oratoria como él. También representaba operetas acompañadas de piano, cantando del mismo modo todos los papeles. Elías Canetti, que asistía con regularidad a las conferencias y representaciones de Kraus —donde conoció a su futura esposa Veza—, tituló el segundo volumen de su autobiografía Die Fackel im Ohr ("La antorcha al oído") en referencia a dicha revista y a la fascinación que causaba la voz de su autor.
Su último trabajo, que rehusó publicar por miedo a las represalias nazis, fue Die Dritte Walpurgisnacht ("La tercera noche de Walpurgis"); largos extractos aparecieron sin embargo en una explicación de su silencio, "Sobre Hitler no se me ocurre nada", en Warum die Fackel nicht erscheint ("Por qué La antorcha no aparece"), una edición de 315 páginas de su revista. El último número de Die Fackel fue el de febrero de 1936.
Aunque en 1911 había recibido el bautismo católico, abandonó esta confesión también en 1923 porque desaprobaba el renacimiento del Festival de Salzburgo. Karl Kraus falleció en Viena, tras corta enfermedad, el 12 de junio de 1936 de embolia pulmonar, y está enterrado en el cementerio Zentralfriedhof.
Kraus nunca se casó, pero desde 1913 hasta su muerte tuvo una relación muy estrecha con la baronesa Sidonie Nádherný von Borutin (1885-1950), musa a la que dedicó muchos libros y poemas. Bastantes de sus obras fueron escritas en el castillo Janowitz, propiedad familiar de la baronesa.
Karl Kraus suscitó opiniones encontradas durante todos los momentos de su vida. Esta polarización indudablemente se reforzó por el autobombo que él mismo se daba, algo no completamente injustificado: quienes asistían a sus espectáculos terminaban fascinados por su carisma y su camaleónica personalidad dramatúrgica. Sus seguidores vieron en él a una autoridad infalible, alguien que haría cualquier cosa por ayudar a los que lo necesitaban. Elías Canetti afirmaba que lo que atraía de Karl Kraus era la exigencia ética, su total compromiso y su radical indignación, tal como lo expresa con más brillo en un texto de su Los últimos días de la humanidad:
Su admiración pronto se transformó en reverencia y alcanzó su punto culminante tras el 15 de julio de 1927, cuando Kraus fue el único en denunciar la matanza de obreros vieneses: "'Es el gran espíritu guardián, el único juez de Viena! [...] Gracias de todo corazón, con todo mi cuerpo y mi alma por su acción!", escribió Elias Canetti al editor de La Antorcha. Pero esta actitud le hizo cuantiosos enemigos a causa de su inflexibilidad y su intensa parcialidad; sin embargo, algunos lo consideraban un misántropo amargado y un supuesto pobre (Alfred Kerr) y fue acusado de revolcarse a gusto en denuncias y pleitos.
Karl Kraus estaba convencido de que cualquier pequeño error, aunque su importancia estuviera aparentemente limitada en el tiempo y el espacio, muestra los grandes males del mundo y de una época. Así, podía ver en el fallo de una coma un síntoma de aquel estado del mundo que permitiría una guerra mundial. Uno de los puntos principales de sus escritos era mostrar los grandes males inherentes a lo que aparentemente eran pequeños errores.
La lengua era para él la más importante reveladora de los males del mundo. Vio en el tratamiento descuidado de sus contemporáneos hacia la lengua un signo de descuido del mundo en general.
Algunos trabajos han sido reeditados recientemente:
Ediciones españolas
Ediciones latinoamericanas
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