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Satírico



La sátira es un género literario que expresa indignación hacia alguien o algo, con propósito moralizador, lúdico o meramente burlesco. Se puede escribir en prosa, verso o alternando ambas formas (sátira menipea). Se inspira en la poesía yámbica griega y se desarrolló sobre todo en la literatura latina.

Estrictamente la sátira es un género literario, pero también es un recurso que encontramos en las artes gráficas y escénicas. En la sátira los vicios individuales o colectivos, las locuras, los abusos o las deficiencias se ponen de manifiesto por medio de la ridiculización, la farsa, la ironía y otros métodos; ideados todos ellos para lograr una mejora de la sociedad.[1]​ Aunque originalmente la sátira se utilizó para la diversión, su pretensión real no es el humor en sí mismo, sino un ataque a una realidad que desaprueba el autor, usando para este cometido el arma de la inteligencia.

Es común y casi característico que la sátira se encuentre fuertemente impregnada de ironía o sarcasmo; además la parodia, la burla, la exageración, las comparaciones, las yuxtaposiciones, la analogía y las dobleces son usados de manera frecuente en el discurso y la escritura satírica. Lo esencial, sin embargo, es que "en la sátira la ironía sea militante".[2]​ La ironía militante a menudo declara abiertamente que acepta las situaciones que son blanco del ataque de la sátira.

Los orígenes surgieron en Grecia con los yambógrafos Semónides de Amorgos y Arquíloco de Paros principalmente, aunque también el comediógrafo Aristófanes la incluyó en sus obras, y se acercaron a ella el poeta Bión y filósofos de Escuela cínica como Menipo de Gadara a través del género literario de la diatriba o discurso violento e injurioso para criticar personas o acontecimientos desde el punto de vista moral. Luciano de Samosata dio un gran impulso al género a través de sus diálogos (Diálogos de los muertos, Diálogos de los Dioses, Diálogos de meretrices...) que admiten la sátira como elemento fundamental en su fuente, estructura e intención; sin embargo, el género se desarrolla fundamentalmente en Roma (Ennio, Lucilio, Varrón, Catulo, Horacio, Juvenal, Persio, Marcial, por orden cronológico). Tanto es así, que Marco Fabio Quintiliano consideraba a la sátira como un género completamente romano (Institutiones X, 1, 9: «satura quidem tota nostra est». Así pues, se trata de una composición extensa con la que se critican o ridiculizan vicios humanos. Puede adoptar las formas más diversas: la invectiva, el diálogo, la prosa, el verso, el epigrama, el artículo periodístico, etc.

La sátira se suele valer del humor, de la anécdota y del ingenio para ridiculizar defectos sociales o individuales, efectuando así una crítica social; a veces adopta para ello la forma más concentrada del epigrama, que expresa un solo concepto y un único tema de burla; por el contrario, la sátira suele ser mucho más extensa y prolija. Existe una gran variedad de temas, desarrollos y tonos, pero son recursos habituales en la sátira:

La sátira en síntesis es una composición literaria en la que se realiza una crítica de las costumbres y de las conductas deshonestas de individuos o grupos sociales, con un fin moralizador, burlesco o de simple diversión. En ella, los personajes están presentados como seres de carne y hueso no como tipos.

Los filósofos griegos ya habían escrito sermones morales o diatribas que tenían el contenido satírico de atacar vicios morales o sociales: Epicteto, Bión de Borístenes, Menipo y Luciano de Samosata; estos autores inspiraron con frecuencia la sátira, tan característica de la literatura latina, ya que fue en Roma donde experimentó un fuerte desarrollo y popularidad; «satira» en latín significa una especie de macedonia u olla podrida de diversos y muy diversos elementos, por lo que es fácil acoger contenidos y formas satíricas en otros géneros. De hecho, se encuentra sátira en algunos "sermones" de Horacio o «sátiras» de Persio y de Juvenal, ciertos «carmina» o poemas de Catulo o los «epigramas» de Marcial, pero incluso en ciertos pasajes de Séneca (por ejemplo en el pasaje sobre el embarazo de Roma en la Cartas a Lucilio (VI, 56), etc. La noción de género literario sería, pues, inadecuada y habría que hablar más bien de registro. Pero, en cuanto a género literario codificado, debe atribuirse su invención a Lucilio, de cuya obra sólo quedan algunos fragmentos de variable extensión, y apareció en el II siglo a. C. entre los latinos.

Los principales autores de sátiras en la literatura latina son:

Desde la Edad Media el género se cultivó en España; el primero en usarlo fue Juan Ruiz, arcipreste de Hita, que atacó el poder igualador del dinero al trastocar el inmutable orden social estamental medieval. Lo satírico entró incluso en la composición de numerosos géneros como la novela picaresca, la fábula, el artículo periodístico o la pieza teatral de costumbres, el esperpento de Ramón María del Valle-Inclán o la tragedia grotesca de Carlos Arniches; es más, forma parte esencial de obras tan importantes como el Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Autores satíricos españoles fueron, en la Edad Media, fuera del ya citado Arcipreste de Hita, Pero López de Ayala y El Corbacho o reprobación del amor mundano de Alfonso Martínez de Toledo. Hay que mencionar además a numerosos autores de la llamada lírica cancioneril del siglo XV, entre ellos los anónimos redactores de las Coplas del provincial, de las Coplas de Mingo Revulgo y de las Coplas de la panadera; fue especialmente fuerte una sátira política como Querella de la Gobernación de Gómez Manrique, auténtico lamento por el desgobierno de Castilla en el siglo XV. La Celestina, por otra parte, contiene duras diatribas contra los señores en las palabras de la meretriz Areusa. Sus continuaciones e imitaciones, en especial la mejor de estas últimas, La lozana andaluza de Francisco Delicado, abundan también en componentes satíricos.

En el siglo XVI el bufón Francesillo de Zúñiga pagó caros sus atrevimientos en la Crónica burlesca del emperador Carlos V siendo asesinado; don Diego Hurtado de Mendoza cultivó este género en verso y quizá también en el anticlerical Lazarillo de Tormes que se le atribuye, el cual dio origen a la novela picaresca, un género aparte de gran componente satírica; entre las novelas más importantes por su contenido satírico de este género hay que citar la Segunda parte del Lazarillo del manchego Juan de Luna, una gran sátira contra la hipocresía religiosa y la Inquisición que tuvo que publicarse en Francia, el Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán y sus continuaciones propias o apócrifas, el Buscón de Quevedo, El siglo pitagórico de Antonio Enríquez Gómez y el Estebanillo González anónimo. Una obra cercana a la picaresca y de carácter ante todo satírico es también El diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara.

Ya en 1609 Félix Lope de Vega, en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, advertía que en la sátira no se fuera «claro ni descubierto»: «pique sin odio, que si acaso infama / ni espere gloria ni pretenda fama»; él mismo en su poesía ataca a Góngora y al Culteranismo o Gongorismo sin mencionarlo directamente, enfrentándose con sus discículos y con su estilo más que con él mismo; ya lo recomendaba Horacio en su Arte poética. Es fundamental también el nombre de Miguel de Cervantes, y sus obras El coloquio de los perros y el Viaje del Parnaso, entre otras; en él domina la sátira literaria y del idealismo renacentista sobre cualquier otra, aunque en sus sonetos satíricos también se burla del orgullo desmedido. Luis de Góngora compuso sátiras contra damas pedigüeñas y nobles hipócritas y Francisco de Quevedo lo superó en ese terreno atacando la decadencia de la España del Conde Duque y a lo que él llamaba "vulgacho"; también se metió con médicos y no solo con los amujerados, sino con las mujeres, como misógino que era; el Conde de Villamediana, (Juan de Tassis y Peralta), fue más osado que ambos, atreviéndose a atacar frontalmente a los Grandes de España, cuyas debilidades conocía bien; por eso ( y por varios motivos más) tal vez murió asesinado. En cuanto a los hermanos aragoneses Lupercio Leonardo de Argensola y Bartolomé Leonardo de Argensola, su sátira es más moral que social y de sesgo horaciano. Un contenido satírico muy importante es además el que acogen novelas bizantino-filosófico-satíricas como El Criticón de Baltasar Gracián y algo menos el León prodigioso de Cosme Gómez Tejada de los Reyes.

En el siglo XVIII destacan Diego de Torres y Villarroel y Francisco José de Isla; este último criticó la exuberante y pedantesca oratoria posbarroca; también desde postulados de la Ilustración José Cadalso, León de Arroyal y Leandro Fernández de Moratín adoptaron este género, junto a la fábula y el epigrama, para reformar la sociedad; en el siglo XIX Sebastián de Miñano, Félix Mejía, Mariano José de Larra, Leopoldo Alas (que presidía el grupo satírico del Bilis club), Modesto Lafuente, Miguel Agustín Príncipe y Juan Martínez Villergas destacan especialmente, extendiéndola al artículo periodístico.

En Hispanoamérica destacan en el Siglo de Oro los limeños Mateo Rosas de Oquendo y Juan del Valle Caviedes; en el XIX continuará el también peruano Manuel González Prada. En el virreinato de Nueva España destaca en el siglo XVII la dura sátira contra el machismo de sor Juana Inés de la Cruz ("Hombres necios que acusáis...") y en el XIX destacan las políticas de José Joaquín Fernández de Lizardi ("El Pensador mexicano"), Pablo Villavicencio ("El Payo del Rosario"), Luis Espino ("Spes in Livo") y Rafael Dávila ("La rata güera").

En el río de la Plata la sátira también fue empleada por Agustín Cuzzani, un escritor argentino que mediante su obra teatral "El centroforward murió al amanecer" combinó la sátira con la farsa formando un estilo que el mismo llamó "farsátira" el cual -en esta obra- mediante ricos recursos literarios expresa quejas y deja aprendizajes a los lectores acerca de la libertad en todas sus formas de expresión, y Jorge Luis Borges destacó también las habilidades satíricas de León Bloy en su "Arte de injuriar".

En la literatura inglesa, la sátira fue muy cultivada durante el siglo XVIII, hasta el punto de ser llamada la "época de la sátira". Destacan principalmente Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver, Una modesta proposición) y Alexander Pope (La dunciada). La tradición fue continuada en la siguiente generación por Henry Fielding (Joseph Andrews, Tom Jones, Shamela, Jonathan Wild,...) y Tobias Smollett (Las aventuras de Roderick Random), que combinaron la sátira con la tradición picaresca y un gran realismo; la obra de Laurence Sterne también hace uso extensivo de la sátira. A principios del s.XIX Jane Austen, en su Northager Abbey, satirizará la novela gótica con gran sofisticación. En plena época victoriana, la obra de Thackeray, de Charles Dickens o de Anthony Trollope abandona la sátira tradicional en pos de un mayor realismo. Modernamente pueden citarse autores como Aldous Huxley (Un mundo feliz) o George Orwell (Rebelión en la granja, 1984).

En Estados Unidos destacan especialmente en el siglo XX los humoristas del Realismo Mark Twain (Los inocentes en el extranjero, Flores de mi árbol genealógico, etc.) y Ambrose Bierce (El diccionario del Diablo, Fábulas fantásticas, Esopo enmendado). Ya en el siglo XX, destaca el círculo o Mesa redonda del Algonquín, Groucho Marx y el escritor y cineasta Woody Allen entre otros.

En la Edad Media destacan los fabliaux; François Rabelais escribió dos grandes novelas satíricas: Gargantúa y Pantagruel. Nicolás Boileau escribió algunas sátiras; el mayor escritor francés satírico del siglo XVIII es, sin duda, Voltaire, sobre todo por sus opúsculos y cuentos, de los que pueden citarse por ejemplo Las preguntas de Zapata, Los viajes de Scarmentado y su famoso Cándido[cita requerida].

En la literatura italiana la traducción satírica continuó con vigor a través de figuras como Giovanni Boccaccio (Decamerón, Corbaccio). Teófilo Folengo, autor de un especial lenguaje satírico, el expreso en latín macarrónico, en los 25 libros del Opus maccaronicum o Maccheronee, recogido en cuatro redacciones muy diversas (1517; 1521; 1539-40; 1552, póstuma), o Pietro Aretino, conocido como "azote de príncipes"; destaca también Traiano Boccalini. Ya en el siglo XX, fue famoso Giovanni Guareschi por sus relatos y novelas satíricas en torno a la convivencia de un cura preconciliar, Don Camilo, y un alcalde comunista, Peppone, en el mismo pueblo.

En Países Bajos, Erasmo de Róterdam se mostró satírico en algunos de sus Coloquios: La opulencia sórdida, El banquete de los gramáticos, El sermón de Merdard... y un gran e irónico discurso satírico, el Elogio de la necedad.

En Alemania, Sebastián Brant escribió Das Narrenschiff (La nave de los necios) y Erich Kästner escribió Fabian. Die Geschichte eines Moralisten (Fabián. Historia de un moralista).

Contra el militarismo es una obra maestra de la literatura checa El buen soldado Švejk (escrito también como Schweik, Schwejk o Shveik en algunas traducciones y pronunciado [ˈʃvɛjk]), una novela satírica de Jaroslav Hašek publicada en 1921 y 1922.

En el siglo XX, la sátira es utilizada por autores como Aldous Huxley y George Orwell para hacer graves y pavorosos comentarios sobre los peligros de los cambios sociales generalizados que se extienden a por los Estados Unidos y Europa. En la película El gran dictador (1940), Charles Chaplin realiza una sátira de Adolf Hitler. Muchos críticos sociales de este tiempo, tales como Dorothy Parker y H.L. Mencken utilizan la sátira como arma, este último afirmó que "una carcajada vale más que cientos de silogismos" para que el público acepte la crítica. Joseph Heller satiriza la burocracia y el militarismo en su mejor obra, Catch-22, que es frecuentemente citada como una de los grandes logros literarios del siglo XX. El novelista Sinclair Lewis es conocido por sus relatos satíricos, tales como Babbitt, Main Street and Ii Can't Happen Here. Sus libros investigan y satirizan los valores americanos contemporáneos.

La película Dr. Strangelove del año 1964 se convirtió en una popular sátira sobre la Guerra Fría. Uno de las más divertidos subgéneros de la sátira nace en Reino Unido en los primeros años sesenta con The Satire Boom, con Peter Cook, John Cleese, Alan Bennett, Jonathan Miller, David Frost, Eleanor Bron y Dudley Moore, y el programa de televisión That Was The Week That Was. Más recientemente, la película mexicana El Infierno, dirigida por Luis Estrada, puede ser considerada una sátira hacia la problemática actual del narcotráfico y crimen organizado en México.

Como cultivadores asiduos de la sátira contemporánea cabe destacar en España a revistas de larga trayectoria como El Jueves, aglutinadora de gran cantidad de humoristas gráficos, a dibujantes como El Roto, a escritores como Ramón Ayerra, a poetas como José Aguilar Jurado ("Fray Josepho"), a los periodistas Jaime Campmany y Alfonso Ussía o a la compañía teatral Els Joglars en España y a Leo Bassi y Dario Fo en Italia.



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