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La historia oficial



La historia oficial es una película argentina dramática-histórica de 1985 dirigida por Luis Puenzo y protagonizada por Norma Aleandro, Héctor Alterio, Chunchuna Villafañe y Hugo Arana. El guion es de Puenzo y Aída Bortnik. Se estrenó el 3 de abril de 1985.

La película fue ganadora de muchos premios nacionales e internacionales, entre ellos el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, por primera vez en la historia de América Latina —la segunda fue con El secreto de sus ojos— y el segundo Globo de Oro a la mejor película en lengua no inglesa para Argentina después del obtenido por La mujer de las camelias. Es la única película argentina que obtuvo ambos galardones.

El film fue re-estrenado el 24 de marzo de 2016 en cines, presentando una versión restaurada de la película por motivo del aniversario 40º del golpe de estado que provocó la última dictadura cívico-militar argentina. Fue distribuida por Distribution Company. La película contó con 1.720.000 espectadores (890.000 en su estreno y 820.000 en su re-estreno al ganar el Óscar).

La historia transcurre en 1983, en el caso de la última dictadura cívico-militar argentina autodenominada "Proceso de Reorganización Nacional" (1976-1983). Alicia Marnet de Ibáñez (Norma Aleandro), una profesora de Historia, vive en Buenos Aires con su marido Roberto Ibáñez (Héctor Alterio), un empresario que se ha enriquecido recientemente haciendo negocios con la dictadura, y su hija adoptiva Gaby. Alicia, como otros miembros de la clase alta argentina, no parece ser del todo consciente del terrorismo de estado y las desapariciones que se han estado cometiendo en el país, e ingenuamente cree que solo se arresta a personas culpables. Las opiniones de Alicia son cuestionadas por un compañero profesor, Benítez (Patricio Contreras), y algunos de sus alumnos. Durante una discusión sobre la muerte del padre fundador argentino, Mariano Moreno, un estudiante, Costa, argumenta que los libros de texto de historia emitidos por el gobierno están «escritos por asesinos».

Una amiga de toda la vida de Alicia, Ana, que se encontraba en el exilio, retorna a la Argentina después de haber abandonado al país en los primeros años de la dictadura y, luego de una incómoda cena en casa de Alicia y Roberto, le revela a la primera por qué se marchó. Entre sollozos y risas nerviosas, Ana describe que la mantuvieron cautiva, torturada y violada por haber vivido con un hombre etiquetado como subversivo, a pesar de que no lo había visto en dos años, y se burla con ironías ante la ingenua respuesta de Alicia de que debería haber «denunciado» este hecho a la policía. Ella dice que mientras estuvo cautiva, fue testigo de cómo las mujeres embarazadas se iban para dar a luz pero regresaban sin sus bebés, afirmando que cree que fueron vendidos a parejas ricas. Tomada por sorpresa por esta última declaración, Alicia comienza a dudar sobre el origen de Gaby, sospechando que pueda ser menor apropiada de padres desaparecidos.

Los intentos de Alicia de obtener información de parte de Roberto fracasan. Su marido insiste en que se trató de una adopción legal y normal, pero su actitud cortante al respecto y sus intentos de convencer a Alicia de que «no debe pensar» en eso solo incrementan su curiosidad. Entretanto, Costa continúa provocando a sus compañeros de clase, y un día Alicia llega para ver las noticias de los desaparecidos pegadas en el pizarrón. Cuando Alicia intenta amonestarlo, Benítez interviene para protegerlo, explicándole a Alicia que la vida de Costa podría correr peligro si su actitud rebelde es dada a conocer a las autoridades escolares. Alicia gradualmente se hace amiga de Benítez a medida que su investigación la acerca a la verdad. Mientras busca los registros de nacimiento del hospital de Gaby, Alicia se entera de una organización que busca niños desaparecidos, las Abuelas de Plaza de Mayo. Ella conoce a Sara, cuya hija embarazada fue secuestrada por las fuerzas armadas, y cree que Gaby puede ser su nieta. Sara tiene una foto de su hija a la misma edad que Gaby, viéndose idéntica a ella.

Por su parte, Roberto enfrenta estrés en el trabajo debido a las maquinaciones de sus colegas, varios de los cuales sufren progresivamente el mismo estrés hasta que van desapareciendo en el transcurso de la película. Ana lo confronta y lo acusa de denunciarla y causar su detención años atrás. También entra en fricción con su padre y hermano izquierdistas, quienes desaprueban sus lazos con la élite militar conservadora gobernante y argumentan a favor de la justicia social.

Cerca del final de la película, Alicia trae a Sara a casa cuando Gaby no está y trata de presentársela a Roberto, provocando que este se enfurezca y la obligue a irse. Ya solos, Alicia trata de interrogar a Roberto nuevamente, preguntándole si Gaby puede ser hija de desaparecidos. Su actitud nerviosa, sus reiteradas preguntas sobre la aparición de Sara y su insistencia en justificar que «si fuera cierto» quizás «fuera lo mejor» que ellos se quedaran a cargo la niña, hacen que las sospechas de Alicia se vean confirmadas, mostrándose dolida ante el daño que Roberto fue capaz de hacerle a Gaby. Horas más tarde, Roberto se da cuenta de la ausencia de la niña y le pregunta a su mujer. Alicia se limita a responder, con ironía, sobre lo doloroso que es no saber donde está un hijo. Ciego de ira, Roberto responde golpeándola salvajemente y rompiéndole los dedos contra una puerta (dando a entender implícitamente en el proceso que está versado en técnicas de tortura), a pesar de las súplicas de Alicia de que Gaby está bien, y que simplemente la envió a casa de su madre para que pudieran hablar en paz. La violencia termina cuando el teléfono suena y es la madre de Roberto revelando que Alicia no mintió, para que Gaby pueda hablar con él.

Mientras Gaby le canta una canción de cuna a Roberto, Alicia toma su bolso y sale por la puerta, dejando atrás las llaves. La toma final de la película muestra a Gaby sentada en una mecedora de mimbre en la casa de sus abuelos adoptivos, sin dejar de cantar.

El director de la película, Puenzo, trabajó con gran seguridad pero temiendo a las decisiones del estado y el gobierno de Argentina. Su decisión de elegir a Norma Aleandro como la protagonista principal, estaba previsto desde que inició el guion en 1983.

La película fue rodada en la ciudad de Buenos Aires. Se demuestran importantes acontecimientos como la Plaza de Mayo, donde las Abuelas de Plaza de Mayo se unían para buscar justicia de las personas desaparecidas por el gobierno anterior de la dictadura militar. Las abuelas de plaza de mayo aparecen en escenas de la película.

La película estaba en condiciones para estrenarse en 1984, pero el mercado local estaba saturado de títulos de tinte político. Los problemáticos fracasos de “Asesinato en el Senado de la Nación” y “Cuarteles de invierno” ese año llevaron a Puenzo a cambiar la fecha de estreno original y pasarla a la Semana Santa de 1985.

La historia oficial se estrenó por primera vez el 3 de abril de 1985. Más tarde, fue proyectada en el Festival de Cannes, el 10 de mayo de 1985. El 13 de septiembre del mismo año se estrenó en Canadá, en el Festival de Toronto. Además, la película también fue proyectada en febrero de 1986 en el Festival Internacional de Cine de Berlín.

En algunos casos, la película recibió el nombre de "Desaparecidos", únicamente en Argentina, cuando llevaba semanas después de su estreno. El 10 de marzo de 2006, se rindió honor y culto a la película, razón por la que se transmitió en el Festival del Mar del Plata.

El 24 de marzo de 1986, décimo aniversario del golpe de estado de 1976, La historia oficial ganó el Oscar a la mejor película extranjera, el primero para una producción argentina. La encargada de anunciarlo fue la propia Norma Aleandro, más tarde dijo en el Clarín:

La película ganó muchos premios cuando se estrenó por primera vez en el extranjero y como tal, el drama fue ampliamente bien recibido en la década de 1980. Walter Goodman, crítico de cine de The New York Times, cree que la película estaba bien equilibrada, y escribió: "La película de Mr. Puenzo está firmemente comprometida con los derechos humanos, sin embargo, no impone ninguna ideología o doctrina".

En octubre de 2013, la Universidad Nacional Autónoma de México homenajeó a Luis Puenzo. Este dijo; "Pensé: Esta película se muere. Porque las películas también se mueren, y merecen vivir como los libros, para la eternidad”. La película fue proyectada como honor a los treinta años de democracia.

La película recibió mayormente críticas positivas, debido a una historia de hechos reales. Además, fue Norma Aleandro quien se llevó el reconocimiento internacional.[4]




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