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Las Dominicales del Libre Pensamiento



Las Dominicales del Libre Pensamiento fue un semanario librepensador impreso en la ciudad española de Madrid entre 1883 y 1909.

Fue fundado por los periodistas republicanos federales Ramón Chíes "Eduardo de Riofranco" y Fernando Lozano Montes "Demófilo", próximos a Manuel Ruiz Zorrilla. Su primer número se imprimió el 4 de febrero de 1883 y el último el 27 de agosto de 1909. Chíes y Lozano lo codirigieron hasta que el primero falleció en 1893; Lozano continuó solo hasta que lo empezó a ayudar Antonio Zozaya. Aparecía los domingos con números de cuatro páginas en que dominaban sesudos artículos de fondo sobre política, cultura, sociedad, activismo, literatura, teatro, humanidades y ciencias. Fue probablemente la publicación periódica más heterodoxa de España entre los siglos XIX y XX y acogió en su seno todo tipo de pensamiento divergente del oficial.[1]​ Entre sus colaboradores destacan el poeta y abogado masón manchego Antonio Rodríguez García-Vao, la escritora feminista Rosario de Acuña, el político republicano Francisco Pi y Margall, el médico y escritor masón José Francos Rodríguez, el político y escritor republicano Emilio Castelar, Esperanza Pérez, Amalia Carvia, el historiador republicano Miguel Morayta Sagrario, Eduardo Sojo, Salvador Sellés, el escritor del naturalismo Joaquín Dicenta, el poeta gallego Manuel Curros Enríquez, el escritor Eduardo Zamacois, el poeta Pedro Barrantes, José de Diego y el científico Odón de Buen, suegro de Fernando Lozano. En todos los números se hace publicidad gratuita de los órganos del Krausismo español, como la Institución Libre de Enseñanza y la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. En 1902 se constituyó en órgano de la Federación Internacional de Libre Pensamiento en España, Portugal y América Ibera.

El semanario fue constantemente hostigado con ataques y denuncias por las autoridades y la iglesia, pero logró editarse sin interrupción y alcanzar, según el número del 21 de julio de 1890, una tirada de 20 a 25000 ejemplares,[2]​ hasta que el asedio se intensificó el verano de 1900; en el número 939 (15-VII-1900) se explica por qué no se pudo publicar durante las tres semanas anteriores:

Defiende el republicanismo, el libre examen, el liberalismo, el deísmo, el agnosticismo, el ateísmo, los entierros civiles, el feminismo, el divorcio, la abolición de la pena de muerte, el naturalismo, la Escuela libre de Francisco Ferrer y Guardia y el estudio antropológico, histórico, materialista y científico de la religión. Se opone a los dogmas católicos y posee una fuerte carga anticlerical que acaso motivó el asesinato de uno de sus redactores, Antonio Rodríguez García-Vao. Muestra sus simpatías por la masonería, a la que pertenecían sus fundadores y gran número de sus redactores, el espiritismo y la teosofía, y también por el krausismo de la Institución Libre de Enseñanza, la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y la Sociedad Protectora de los Niños, cuya publicidad incorporaba gratuitamente en sus páginas. Además anima el resurgimiento de la cultura sefardí en España.[4]

Su radicalismo y seriedad (tanto más agresiva cuanto que nunca descendía a la grosería, como otros semanarios radicales, verbigracia El Motín de José Nakens) le valió el permanente ninguneo, hostilidad y contestación de las instituciones oficiales y los órganos de prensa de las autoridades eclesiásticas españolas.[5]



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