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Latín medieval



indoeuropeo
 itálico
  latino-falisco

El latín medieval fue la forma del latín usada en la Edad Media, en primer lugar como idioma para la enseñanza y como lengua litúrgica de la Iglesia católica medieval, pero también como lengua de la ciencia, literatura, ley y administración. A pesar del origen eclesiástico de muchos de sus autores, el latín medieval no debería ser confundido con el latín eclesiástico.

No existe un acuerdo sobre cuál es el límite en el que termina el latín tardío escrito y empieza el latín medieval (sin embargo el término latín vulgar sí presenta características lingüísticas diferenciadas, e independientes de los modelos clásicos en que se basa el latín medieval). Algunos estudiosos eruditos afirman que comienza con el latín de textos cristianos de mediados del siglo IV, otros alrededor del año 500.[1]

El latín medieval se caracterizó por su extenso vocabulario, que se formó al tomar vocablos de otras fuentes. Estuvo fuertemente influido por la Vulgata, que contaba con muchas particularidades ajenas al latín clásico (y que no fueron transmitidas desde el hebreo ni el griego) que fueron reflejadas no solo en su vocabulario, sino también en su gramática y sintaxis. El griego rompió mucho con el vocabulario técnico del cristianismo. Las diferentes lenguas germánicas habladas por las tribus germánicas, que invadieron Europa Occidental, fueron también una fuente importante de nuevas palabras. Los líderes germánicos se convirtieron en los jefes del oeste de Europa, y así muchas palabras de sus idiomas fueron «importadas» al vocabulario legal. Otras palabras más ordinarias fueron reemplazadas por invenciones del latín vulgar o fuentes germánicas, porque las palabras clásicas habían caído en desuso.

El latín también se expandió a áreas tales como Irlanda y Alemania, donde las lenguas romances no se hablaban y nunca se había conocido a los romanos. Las obras escritas en estas tierras —donde el latín fue aprendido como lengua sin relación con la lengua madre— también influyeron en el vocabulario y la sintaxis del latín medieval.

Desde que materias como la ciencia y la filosofía comenzaron a transmitirse en latín, el desarrollo de su vocabulario ha sido la fuente de una gran cantidad de palabras técnicas en las lenguas modernas.

Hubo también influencia del latín vulgar en lo referente a la sintaxis de algunos escritores del latín medieval, aunque el latín clásico continuó siendo muy bien estimado y estudiado como modelo para la composición literaria. El punto culminante del desarrollo del latín medieval como lenguaje literario llegó con el Renacimiento carolingio, un renacimiento del aprendizaje bajo el patrocinio de Carlomagno, rey de los francos. Alcuino de York fue el secretario latino de Carlomagno y un importante escritor; su influencia condujo a un renacimiento de la literatura latina y el estudio después del período de depresión seguida por la desintegración final de la autoridad romana en Europa occidental.

Aunque simultáneamente se desarrollaban las Lenguas romances, el latín en sí permaneció muy conservador, ya que no era una lengua materna y había muchos libros de la Antigüedad o de la Edad Media de gramática para dar una forma estándar. Por otro lado, estrictamente hablando, no había una única forma del latín medieval. Todos los autores que escribían en latín en el período medieval hablaban latín como segundo idioma, variando los grados de fluídez, y sintaxis, gramática, y vocabulario a menudo influido por la lengua materna del autor. Esto fue especialmente cierto comenzando el siglo XII, después la lengua comenzó a corromperse cada vez más: los documentos del latín medieval tardío escritos por autores francoparlantes tienden a mostrar similitudes con la gramática y el vocabulario del francés medieval; aquellos escritos por alemanes tendían a mostrar similitudes con el alemán, etcétera.

La mayoría de las diferencias entre el latín clásico y el medieval se encuentra en la ortografía. Algunas de las diferencias más frecuentes son:

Estas diferencias ortográficas a menudo eran debidas a los cambios en la pronunciación o, como en el último ejemplo, morfología de otras lenguas la cual los autores reflejaban en su escritura

El corpus de la literatura del latín medieval abarca una amplia gama de textos, incluyendo trabajos diversos tales como sermones, himnos, libros de viajes, novelas, epopeyas, y poesías líricas.

La primera mitad del siglo V vio actividades literarias de los grandes autores cristianos Jerónimo de Estridón (c. 347-420) y Agustín de Hipona (354-430), cuyos textos fueron de enorme influencia sobre los pensamientos teológicos de la Edad Media, y del último discípulo Próspero de Aquitania (c. 390-c. 455). Desde finales de los años 400 y principios de los años 500, Sidonio Apolinar (c. 430 hasta después del 489) y Enodio de Pavía (474-521), ambos de Galia, fueron reconocidos por sus poemas.

Este fue también un período de transmisión: El patricio romano Boecio (c. 480-524) tradujo parte del corpus lógico de Aristóteles, preservando de este modo para el latín occidental, y escribió el influyente tratado literario y filosófico Consolación de la filosofía; Casiodoro (c. 485-c. 585) fundó una importante biblioteca en un monasterio donde muchos textos de la Antigüedad han sido preservados. Isidoro de Sevilla (c. 560-633) coleccionó todos el conocimiento científico disponible en su época en lo que fue llamada la primera enciclopedia, las Etimologías.

Gregorio de Tours (c. 538-594) escribió una muy larga historia de los reyes francos. Gregorio provenía de una familia de la aristocracia galo-romana, y su latín, el cual mostró muchas aberraciones de las formas clásicas, testifica la declinación de la importancia de la educación clásica en Galia. Al mismo tiempo, el buen conocimiento del latín y aún del griego fue siendo preservado en Irlanda y fue llevado a Inglaterra y el continente europeo por los misioneros en el transcurso de los siglos vi y VII. Irlanda también fue el lugar de nacimiento de un estilo poético extraño conocido como latín hispérico. Benito Biscop (c. 628-690) fundó el monasterio de Wearmouth-Jarrow y lo amuebló con libros que trajo de un viaja a Roma y que fueron usados más tarde por Beda (c. 672-735) para escribir su Historia eclesiástica del pueblo inglés.



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