Veinteañistas, veintenos o exaltados era la denominación que recibían durante el Trienio Liberal (1820-1823) los liberales españoles de tendencia más radical, por oposición a los doceañistas, también liberales, pero de tendencia más moderada también llamados Liberación Joven.
Los veinteañistas consideraban que la Constitución española de 1812 (denominada de Cádiz o la Pepa) había quedado obsoleta y precisaba de ciertas reformas en un sentido más progresista o hacia la “izquierda”, con lo que debería redactarse una nueva constitución, que hubiera sido la del año veinte (cosa que no consiguieron). La denominación de exaltados hacía referencia a su supuesta radicalidad revolucionaria, así como a cuestiones más temperamentales[cita requerida] propias del contexto cultural y vital del romanticismo.
Entre los más destacados veinteañistas estaban el coronel Rafael de Riego, el coronel Antonio Quiroga, Francisco Javier de Istúriz, Espoz y Mina, Juan Romero Alpuente, José María Calatrava, Álvaro Flórez Estrada, Juan Álvarez Mendizábal, Evaristo Fernández de San Miguel, Antonio Alcalá Galiano, etc.
La base social de los veinteañistas eran las clases medias urbanas y gran parte de la oficialidad del ejército, proveniente de la Guerra de Independencia (que había superado la estructura estamental del ejército dando paso a una generación de oficiales de muy distinto origen social), que había sido desmovilizado y represaliado durante la primera parte del reinado de Fernando VII.
Se caracterizaban por la propuesta de soluciones radicales que condujeran a la desaparición del Antiguo Régimen. Los veinteañistas obtuvieron especial importancia en el inicio del trienio liberal, cuando adquirieron protagonismo los más jóvenes y primeros impulsores de la revolución de 1820, así como en su final, cuando las elecciones de 1822 llevaron al cargo de presidente del Congreso al propio Rafael del Riego (en las Cortes anteriores eran minoritarios). Tras los sucesos de julio de ese mismo año en la Plaza Mayor de Madrid, en que la Milicia Nacional consiguió frenar militarmente a la sublevación de la Guardia Real, el rey quedó apartado del ejercicio efectivo de sus funciones, y los veinteañistas pudieron imponer la formación de un gobierno afín, presidido por Evaristo San Miguel. Hasta entonces habían quedado marginados del poder ejecutivo, ejercido continuadamente por doceañistas.
En materia política los liberales exaltados consideraban la monarquía como un órgano únicamente destinado a la realización de funciones ejecutivas. Concebían la revolución liberal como un proceso inacabado, que debería seguir avanzando, y si no podía de momento cambiarse la constitución, mantenían que los aspectos más transformadores de la del 12 deberían aplicarse en su totalidad, y profundizarse con medidas legislativas: Transformación de la propiedad en un sentido plenamente capitalista (desamortización, desvinculación, desaparición de señoríos y mayorazgos). En materia religiosa destacaba su tendencia anticlerical con la disolución de la Inquisición y la Compañía de Jesús. En materia de enseñanza se propuso la estructuración en tres niveles (primaria, secundaria y universitaria). En lo territorial, se produjo una división estatal en 52 provincias.
Con la vuelta al absolutismo, debida a la intervención francesa (los Cien Mil Hijos de San Luis), en el periodo denominado Década Ominosa (1823-1833), los veinteañistas sufrieron la represión política (ejecución de Riego) y el exilio, y protagonizaron intentos de revertir la situación política mediante conspiraciones (carbonarios) y pronunciamientos militares (Torrijos, Mariana Pineda).
Tras volver del exilio a la muerte de Fernando VII (1833), los veinteañistas se organizaron en el reinado de Isabel II con el nombre de progresistas, denominación que se debe a Salustiano Olózaga (1836).
El general Rafael de Riego.
Evaristo Fernández de San Miguel, duque de San Miguel.
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