El Libro de Oseas es un texto bíblico de la Biblia judía y el Antiguo Testamento cristiano. Para los protestantes se trata del primero de los profetas menores, mientras que para los católicos es el segundo. Tanto en las Biblias protestantes como en las católicas se encuentra ubicado entre Daniel y Joel.
Oseas profetizó durante los años de decadencia del reino del norte. Luego del reinado de Jeroboam II se presentaron tiempos difíciles, en los cuales las revueltas, golpes militares y asesinatos de reyes eran episodios comunes, a tal punto que se cometieron cuatro regicidios en un término de quince años escasos.
La anarquía cubrió el país, mientras que el pueblo era víctima de la inseguridad, el robo, la violencia y otros males.
Ante la gravedad de la situación, la corona pidió ayuda, como había sucedido en el pasado, a los grandes poderes imperiales de la región: Asiria y Egipto.
El libro se atribuye al profeta Oseas (profeta), activo en Israel entre hacia el siglo VIII a. C. Según Os. 1:1 Oseas ya habría comenzado su ministerio profético tiempo antes bajo Jeroboam II (787-747 a. C.), y habría terminado durante el reinado del Ezequías de Judá.
Las indicaciones del libro son demasiado vagas y generales como para poder establecer más detalles respecto de la vida del hombre real que escribió el texto. En la obra se hacen referencia a algunos sucesos de la historia israelita de entonces: alianza con reyes extraños (7,16; 8,4), tributo de Menajem al rey de Asiria (5,13; 7,11-12) guerra siro-efraimita del año 735 (5,8-6,6) y recurso a Egipto en tiempos del rey Oseas de Israel (7,11; 9,6; 12,2).
Este caos social, político y económico llevó también a la degradación moral y religiosa, a la que Oseas alude en forma permanente: la piedad judía se desvía de la verdad, llegando a adorar a un becerro de oro en lugar del Señor Yahvéh, vicios que se apoyaban en la prosperidad económica de los años previos. Ante la tribulación presente, el profeta echa en cara a los judíos su impiedad pasada.
La profecía de Oseas es una de las más oscuras y difíciles de interpretar de todo el Tanaj. Sus vaticinios son tan breves y escuetos que más parecen resúmenes de una obra más larga o "ayudamemorias" destinadas a auxiliar en la confección de un texto posterior más completo que, hasta donde sabemos, jamás llegó a escribirse.
Para colmo, el texto hebreo actual ha sufrido interpolaciones, resúmenes, correcciones y adiciones y fue influido por noticias provenientes de Judá que rompen su unidad cultural e intelectual.
El principio de la palabra de Yahveh por medio de Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de Fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Yahveh. Encontramos muchas respuestas a esta profecía de Oseas. Si continuamos leyendo este libro podemos entender muy claramente que Dios está hablando de su pueblo, utilizando la figura retórica para comparar cómo se prostituyó el pueblo de Israel. Oseas se juntó con una mujer fornicaria llamada Gomer y con ella tuvo tres hijos, el primer hijo se llamó Jezrael que significa (Dios siembra) y a la segunda, que fue una hija, le llamó Lo-ruhama que significa (no digno de lástima o No compadecida) y a su tercer hijo le llamó Lo-ammi, que significa (no es mi gente o No mi pueblo).
El estilo literario de Oseas es entrecortado, denso y sentencioso, con figuras léxicas (paronomasias y juegos de palabras, sobre todo) y un nutrido vocabulario. El capítulo 2 contiene una verba florida, menciona los mismos temas más de una vez de forma reiterativa.
Si Amós es el profeta de la justicia, Oseas es el profeta del amor, reiterando siempre la imagen de Dios y el pueblo como un marido y su esposa, que termina siéndole infiel —los judíos—, metáfora característica en la prosa del profeta.
En este contexto, el "Dios celoso" se ve justificado porque su "mujer" lo engaña (con otros dioses falsos): un amor celestial encharcado por bajas pasiones humanas. Esta es la diferencia entre los dioses espurios y Yahvé: ellos aceptan compartir sus altares con otras deidades, pero el Señor no. Su amor es total y completo, pero exclusivo y absorbente.
Oseas, por lo tanto, no acepta el sincretismo, ni nuevas alianzas, ni amistad con otros credos. Los cultos idolátricos y las liturgias naturalistas quedan, a partir de este profeta, completamente fuera de la cuestión.
Al preguntarse por qué el judío no puede amar a Dios como este lo ama a él, Oseas responde que por causa de la comodidad material en que vive el pueblo. Es también, por ende, el profeta de la frugalidad y la pobreza. Mientras Israel vaga por el desierto, clama a Dios y le entrega su corazón, pero cuando está caliente y bien alimentado en su casa se desvía y adora figuras de animales. Cree que no necesita más del Señor; opina que lo pasará mejor sin él, pero está equivocado. Dios le quitará sus bienes físicos y lo pondrá de nuevo en el hambre y la suciedad para que recuerde el verdadero camino de la salvación y le siga de una vez por todas. Finalmente, los israelitas despertarán de su estupefacción y experimentarán de nuevo la necesidad de acercarse al Señor Yahveh.
La profecía está dividida en dos piezas, a pesar de que —especialmente en la segunda— no se siga ningún orden lógico.
La primera parte es de sentido discutible, aunque sería importantísimo establecer de qué se trata, porque la segunda es la aplicación práctica de esta. La interpretación más aceptada dice que Oseas se ha unido con su amada pero esta lo ha abandonado.
Como se ve, el profeta se compara con Dios y teje una vez más la metáfora del esposo y la mujer. El profeta —Dios— ha seguido amando a la joven y la somete a una prueba; superada esta, la perdona y vuelve a llevarla junto a sí. Este es el resumen de la manera audaz e inédita en que Oseas expresa las relaciones de Yahveh con los judíos: amorosas, románticas.
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