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Listeriosis



La listeriosis es una infección debida a la bacteria Listeria monocytogenes.[1]​ Una zoonosis poco frecuente en humanos, pero extremadamente grave. Tiene poca morbilidad, pero muy alta mortalidad (30 %), que en el caso de grupos sensibles se eleva aún más (hasta un 70 %).

La contaminación tiene lugar, generalmente, durante el consumo de alimentos que contienen la bacteria responsable de la enfermedad. Entre estos alimentos están la leche cruda, queso elaborado con esta leche, carne cruda o mal cocida, verduras crudas, embutidos, patés, quesos frescos o poco curados (camembert, brie...). La mujer puede transmitir el bacilo al feto durante el embarazo (a través de la placenta) o en el momento del parto.

La enfermedad afecta principalmente a adultos mayores, personas con sistemas inmunitarios debilitados, mujeres embarazadas y recién nacidos.[2]​ Rara vez, las personas sin estos factores de riesgo también pueden verse afectadas. Una persona con listeriosis generalmente tiene fiebre y dolores musculares, a menudo precedidos por diarrea u otros síntomas gastrointestinales. Casi todos los que son diagnosticados con listeriosis tienen infección invasiva (lo que significa que las bacterias se propagan desde sus intestinos a su torrente sanguíneo u otros sitios del cuerpo). La enfermedad puede ocurrir hasta dos meses después de comer alimentos contaminados.

Los síntomas varían con la persona infectada:

En los casos de infección del SNC, L. monocytogenes a menudo puede cultivarse a partir de la sangre o del LCR (líquido cefalorraquídeo).[3]

Hay de 2 a 7 casos por cada millón de habitantes. Tiene un período de incubación muy largo, unas 5 semanas, siendo muy difícil rastrear el alimento que lo provocó. La susceptibilidad es mayor en niños, ancianos, embarazadas e inmunodeprimidos. Los síntomas son una primera forma intestinal asintomática parecida a la gripe, y después:

La listeriosis se trata con la asociación de dos antibióticos durante un período de tres semanas, aunque hay que tener en cuenta el alto índice de mortalidad.

Para evitar contraer la infección durante el embarazo, hay que tomar algunas precauciones alimentarias como: evitar consumir las verduras crudas o poco cocidas, preferir los embutidos envasados a los que se venden cortados al momento, volver a cocer los alimentos conservados en el refrigerador, no consumir la envoltura o la parte exterior de los quesos de pasta blanda, hervir la leche cruda o pasteurizada antes de consumirla.

Por otro lado, es aconsejable lavarse las manos después de haber manipulado los alimentos crudos y limpiar y desinfectar regularmente el refrigerador.



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