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Lotte Eisner



¿Qué día cumple años Lotte Eisner?

Lotte Eisner cumple los años el 18 de junio.


¿Qué día nació Lotte Eisner?

Lotte Eisner nació el día 18 de junio de 983.


¿Cuántos años tiene Lotte Eisner?

La edad actual es 1040 años. Lotte Eisner cumplirá 1041 años el 18 de junio de este año.


¿De qué signo es Lotte Eisner?

Lotte Eisner es del signo de Geminis.


Lotte H. Eisner (Berlín, 1896-1983) fue una de las primeras mujeres críticas de cine, pero su importancia no se debe a este hecho anecdótico, sino a su escrito La Pantalla Diabólica (Buenos Aires, El Cuenco de Plata 2013), considerado un clásico de la crítica cinematográfica y una obra de referencia indispensable en el estudio del cine expresionista alemán. Además fue cofundadora de la Filmoteca Francesa y los cinéfilos han de agradecerle la conservación de centenares de objetos, filmes y testimonios relacionados con el cine alemán de entreguerras.

Lotte Henriette Regina Eisner nació el 5 de marzo de 1896 en Berlín en el seno de una familia judía acomodada. En esta misma ciudad estudió Historia del Arte y Arqueología. En 1924 escribió su tesis doctoral sobre un sugerente tema que anticipa ya su interés por la imagen en movimiento, Die Entwicklung der Bildkomposition auf griechischen Vasenbildern (El desarrollo de la composición gráfica en las imágenes de los jarrones griegos). Su formación incluye el conocimiento de idiomas, desde las lenguas clásicas hasta el español y otras lenguas románicas.

Lotte Eisner leyó el manuscrito de una pieza teatral, Baal, de Bertolt Brecht, y vio la importancia que tendría este autor, a quien llegó a conocer en 1921. En su obra admiraría la combatitividad de su teatro popular y el poder del lenguaje. El escritor la apodaría "Die Eisnerin".

Tras una temporada en Roma dedicada al estudio de la arqueología, regresó a Berlín para cultivar su afición a la música y las artes escénicas, con cierto desdén hacia el incipiente arte cinematográfico. En el teatro, se sintió atraída por las puestas en escena de Max Reinhard, y ella misma hizo crítica teatral en 1927 en el Berliner Tageblatt, importante periódico de la época.

Será un colaborador de F.W. Murnau, Willy Haas, quien la introduzca en este ámbito creativo, el cine, que comenzaba a dar sus pasos significativos en Alemania. Eran tiempos de agitación, nuevas ideas y corrientes de pensamiento y obras de vanguardia; política y arte se influyen mutuamente y en ese torbellino ideológico, Lotte Eisner canta un día la Internacional en una obra de teatro y en 1928, tras un encuentro con el cineasta ruso Sergéi Eisenstein, decide apartarse del comunismo.

En 1924 había asistido a la proyección de Der letzte Mann (El último hombre) de Murnau, una maravilla del Séptimo Arte que se permitía el lujo de prescindir de los subtítulos por completo, pero solo le dedicó el adjetivo rebajador de "sentimental". Pero no durará mucho esta actitud, y el conocimiento de los entresijos del universo cinematográfico la dotará de suficiente experiencia y elementos de juicio como para modificar radicalmente su opinión sobre el film y, ante todo, sobre su autor, Murnau, a quien calificará de "el más grande cineasta que jamás tuvo Alemania" o, simplemente, de "genio".

La fascinación de Lotte Eisner por los estudios de cine, frecuentarlos, la convirten en su asidua visitante. Electricistas, cámaras, actores o directores, todo merece su atención, y, no en último lugar, los decoradores. No pasará desapercibida, Y Hans Feld, redactor de Film-Kurier, la revista de cine más importante en esos años, logró convencerla para que escribiera de continuo allí (junto a su actividad en el Berliner Tageblatt), con lo que se convertirá en la primera mujer crítico de cine de Alemania.

El cine alemán conjuga por entonces el «expresionismo», que viene de ciertos pintores alemanes, con el intimista «Kammerspiel» (teatro de cámara) y el realismo social. Murnau, en plena gloria como director, fue reclamado por Hollywood; pero Lotte Eisner se encuentra entre otros con Pabst, Ludwig Berger o Fritz Lang, de quien será siempre amiga. Tan a conciencia se toma esta actividad "crítica" que el administrador de la publicación, bajo los tentáculos de la omnipresente Ufa, se las ingenia para confiar a Eisner sólo el análisis de los filmes que valora, evitando así sus lamentos por la estandarización de la producción nacional.

Nada es ajeno a la amenaza totalitaria que se cierne sobre el Viejo Continente. Junto con los momentos intensos y la toma de contacto con las grandes personalidades del espectáculo —desde Fritz Lang hasta Louise Brooks o Joséphine Baker—, Lotte Eisner comienza a sufrir los ataques de la prensa nazi, que convierte a Film-Kurier en blanco de sus críticas. La representación de obras de vanguardia y el estreno de películas como El Acorazado Potemkin de Eisentein no pasan desapercibidas a los grupos de extrema derecha. Poco antes de que Adolf Hitler crease la Gestapo, obligada a huir en tren a París.

Su primer artículo en francés está destinado a defender a su amigo ����Fritz Lang a raíz de la prohibición de la cinta Testament des Dr. Mabuse (El Testamento del Doctor Mabuse).

Será en la capital francesa donde asistamos al surgimiento de una nueva faceta de die Eisnerin: la de conservadora del patrimonio cinematográfico alemán. En 1936 Henri Langlois, el director de cine Georges Franju y la propia Lotte Eisner deciden la creación de la Cinémathèque, destinada a salvar de la destrucción o el extravío numerosas copias de películas y que, con el tiempo, hará de Francia la propietaria de un magnífico archivo de cintas expresionistas alemanas, de los más importantes del mundo, junto con infinidad de documentos, carteles y objetos cinematográficos de toda naturaleza.

Lotte Eisner sufrirá la misma suerte que no pocos alemanes residentes en territorio francés tras el ascenso de Hitler al poder y terminará en un campo de refugiados en la zona de los Pirineos. Logrará huir sin embargo, y para permanecer en el país en 1942 deberá cambiar su identidad por la de Louise Hélène Escoffier, nombre ficticio que le permitirá un modesto trabajo oficial bajo la dependencia de la Dirección General de Cinematografía dentro del apartado "inventario de películas". En esta época Henri Langlois será su amigo más fiel y el encargado de ocultarla.

El año en que adopta su nueva identidad francesa, el fallecimiento de su madre durante la deportación la hace renunciar a todo lo que pueda recordarle al país de su juventud. En 1945 se convierte en conservadora en jefe de los fondos de la Cinémathèque Française -cargo que ocupará hasta 1975-. Durante mucho tiempo conservará su nombre falso y en 1952 adoptará la nacionalidad francesa. Tras la Liberación retoma con entusiasmo y tenacidad su labor historiográfica y conservadora del patrimonio cinematográfico. Viaja, vuelve a ver a sus amigos y conocidos de la época de la República de Weimar, realiza multitud de entrevistas y, en general, una actividad infatigable y fecunda al servicio de la Cinémathèque.

Fruto de aquel empeño por recuperar el pasado será su reencuentro con uno de los grandes directores de cine de la época, Fritz Lang, a quien dedicará una importante biografía. Los personajes de Lang serán para Eisner solitarios y románticos héroes nietzscheanos, criaturas trágicas arrastradas por el destino y a menudo incomprendidos por una crítica cinematográfica que ella califica de "burguesa". Fritz Lang se mostrará emocionado y agradecido por el espacio e interés que le dedica la Filmoteca Francesa y colaborará con el proyecto.

En 1964 vio la luz su libro sobre Murnau, considerado su segunda obra más importante tras La Pantalla Diabólica. En 1972 tuvo lugar otro acontecimiento de cuyo éxito absoluto será responsable en buena medida: la inauguración en el Palacio de Chaillot del Museo del Cine. La prensa aclama la exposición como de obra de un "artista" y "coleccionista de genio".

Ella escribirá asimismo para Cahiers de Cinema, o La Revue du Cinéma. Por su parte, Eric Rohmer (L'organisation de l'espace dans le 'Faust' de Murnau, París, 10/18 1977), destacará ante todo su libro sobre Murnau.

Con el Manifiesto de Oberhausen y la llegada en los años sesenta del llamado Nuevo Cine Alemán, Lotte Eisner no renunció a la recuperación del esplendor de tiempos pasados. La película El Joven Törless, de Volker Schlöndorff la hará concebir esperanzas, aunque será Werner Herzog su director favorito entre las nuevas generaciones.

Eisner se convertirá en el icono de los jóvenes realizadores, Wim Wenders le dedica Paris, Texas (1984) y Werner Herzog Jeder für sich und Gott gegen alle (más conocida por "El enigma de Kaspar Hauser", pero la traducción literal del título es "cada cual para sí y Dios contra todos"). Famosa es la anécdota protagonizada por el propio Herzog cuando Lotte Eisner enfermó gravemente en 1974: fue caminando desde Múnich hasta París, donde residía su amiga, para evitar su muerte. Sea como fuere, el "remedio" funcionó, y Lotte Eisner murió nueve años después, el 25 de noviembre de 1983 en Neuilly-sur-Seine, París.

La Pantalla Diabólica, escrita originariamente en francés, es, junto con De Caligari a Hitler, de Siegfried Kracauer, las dos obras fundamentales sobre el cine alemán durante la República de Weimar. Se ha dicho que, mientras Kracauer se ocupó de rastrear los aspectos de la filmografía de la época que presagiaban el advenimiento del nazismo, es decir, del estudio de la psicología alemana como terreno abonado para el desarrollo de una ideología totalitaria y su instalación en el poder -su famosa teoría de que el alemán de la época sólo creía en el caos o la tiranía-, Lotte H. Eisner dedicó sus esfuerzos al aspecto estético, a las características de aquellos filmes expresionistas que dan lugar a una verdadera época dorada del cine alemán y mundial. Se le ha reprochado omitir los que no encajaban en su estudio e, incluso, ignorar aquellas características que no convenían a su exposición, pero, con todo, su obra es una referencia esencial a partir de la cual se desarrolla todo análisis actual. Otra línea de investigación es la de Rudolf Kurtz, para quien el expresionismo no es un estilo artístico propiamente, sino una línea de experimentación fruto de una situación de caos y crisis mundial.

Para su estudio de las características del cine expresionista alemán, Lotte Eisner lo contrapone al estilo de Max Reinhardt, la otra gran influencia sobre la filmografía de la época. El claroscuro reinhardtiano se distingue para Eisner claramente del brutal choque de luces y sombras del expresionismo. El interés de la autora por los decorados está presente, junto con otros factores definitorios, en sus análisis. Otros elementos propios del expresionismo cinematográfico son de origen romántico: el misticismo nórdico, lo onírico, irracional y subjetivo, la fascinación por la muerte o la impotencia ante el destino, curiosamente, eso que caracteriza lo germánico, incluso para el nazismo. De ahí que Lotte H. Eisner deba enfrentarse también a la tarea de defender aquella cinematografía que tanto admiraba de los recelos de quienes veían en ella ciertas afinidades con el nazismo, dado a emplear temas y símbolos similares.

Sobre las injusticias que, en su opinión, el director de cine Fritz Lang sufrió durante su etapa americana, comenta en Revue du Cinema:

La nostalgia por la Alemania de su juventud y esa etapa gloriosa del cine que pudo vivir día a día, en sus pormenores, en la amistad de quienes lo crearon y en cada hora de proyección dominó toda su labor. En estas palabras es especialmente patente:

Ya hemos recalcado cómo Lotte Eisner sigue la huella de la influencia del teatro, del claroscuro y de la arquitectura en el cine expresionista alemán, pues el expresionismo llega relativamente tarde al cine. Aquí tenemos unas frases que sintetizan su idea del expresionismo tras compararlo con el naturalismo:

Si bien reconoce que hay "pocos filmes enteramente expresionistas".

Con cierta ironía comenta sus recelos frente al advenimiento de la nueva era, la del sonido, en 1930:

Werner Herzog ha dicho de ella:

Vicente Sánchez-Biosca dedica múltiples elogios al impagable trabajo de Lotte H. Eisner en su reconocida obra Sombras de Weimar, si bien admite que la autora excluye una parte del cine de entreguerras en Alemania en su estudio:



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