Un manuscrito ilustrado o manuscrito iluminado es un manuscrito en el que el texto es complementado con la adición de decoración, tal como letras capitales decoradas, bordes y miniaturas. En la definición más estricta del término, un manuscrito ilustrado es únicamente aquel que ha sido decorado con oro o plata. Sin embargo, el concepto abarca ahora a cualquier manuscrito con ilustraciones o decoración de las tradiciones occidentales e islámicas.
Los manuscritos ilustrados más antiguos que aún perduran son del período 400-600 d. C., elaborados principalmente en Irlanda, Italia, España y otros lugares del continente europeo.
La importancia de estas obras no solo está en su valor artístico e histórico, sino también en el mantenimiento del complicado alfabetismo medieval. De no haber sido por los escritos de la Antigüedad tardía, el contenido entero heredado de la literatura occidental, de Grecia y Roma, habría desaparecido. La existencia de los manuscritos ilustrados como una forma de dar importancia y conmemoración a los documentos antiguos pudo haber sido, en gran parte, una necesidad de preservación en una época en la que las hordas bárbaras habían arrasado la Europa continental.
La mayoría de los manuscritos sobrevivientes son de la Edad Media, aunque muchos manuscritos ilustrados sobrevivieron del renacentista siglo XV, y un número muy limitado de la Antigüedad tardía. La mayoría de estos manuscritos son de carácter religioso. Sin embargo, especialmente del siglo XIII en adelante, fueron incrementándose cada siglo los textos ilustrados. La mayoría de ellos fueron creados a la manera de los códices, aunque muchos se concibieron enrollados o no pasaron de simples pliegos. Algunos fragmentos de manuscritos ilustrados perduraron en papiro. La mayoría de los manuscritos medievales, ilustrados o no, fueron escritos sobre pergamino, aunque los manuscritos ilustrados suficientemente importantes fueron escritos sobre los de mejor calidad, llamados vitelas. Estas eran pergaminos elaborados con piel de becerros nacidos muertos (no natos) o recién nacidos, aunque a veces otros pergaminos de alta calidad de otras pieles también fueron llamados con este término. A principios de la Baja Edad Media los manuscritos comenzaron a ser elaborados en papel. Los primeros libros impresos fueron a veces confeccionados dejando espacios para miniaturas, o letras capitales decoradas, o decoraciones en el margen, pero la introducción de la imprenta contribuyó al rápido declive de la ilustración. Los manuscritos ilustrados continuaron produciéndose a principios del siglo XVI, pero en cantidades mucho más reducidas, sobre todo para los más pudientes.
Los manuscritos ilustrados son los textos sobrevivientes más comunes de la Edad Media. Ellos son también los mejores ejemplares sobrevivientes de pintura, y los mejores preservados. De hecho, en muchos lugares y por mucho tiempo, fueron los únicos ejemplos de pintura que perduran.
La ilustración era un complejo y frecuentemente costoso proceso. Estaba usualmente reservada para libros especiales: una Biblia de altar, por ejemplo. La gente rica a menudo tenía "Libros de Horas" ilustrados, que contenían plegarias apropiadas para distintos momentos del día litúrgico.
A principios de la Edad Media, la mayoría de los libros fueron elaborados en monasterios, para uso propio o para regalo. Sin embargo, el comercio de los textos comenzó a crecer en las grandes ciudades, especialmente en París, Italia y los Países Bajos, y hacia finales del siglo XIV había una significativa industria que producía estos manuscritos, con detalles de la heráldica del comprador, etcétera. Hacia el final de este período, muchos de los manuscritos ilustrados eran pintados por mujeres, principalmente en París.
En la elaboración de un manuscrito ilustrado, el texto solía ser escrito primero. Las hojas de pergamino o vitela eran cortadas en el tamaño que el autor consideraba apropiado. Después de que la configuración general de la página fuera planeada (por ejemplo: letra capital, bordes, etcétera), la página era tenuamente marcada con una varilla puntiaguda, y el amanuense comenzaba a trabajar con tinta y una pluma o plumín. La caligrafía dependía siempre de los gustos y costumbres locales.
Los historiadores del arte clasifican los manuscritos iluminados por períodos históricos y tipos, incluyendo (pero no limitado a): Antiguo tardío, Insular, manuscritos carolingios, manuscritos otonianos, manuscritos románicos, manuscritos góticos, y manuscritos renacentistas. Hay pocos ejemplos de períodos más recientes. En el primer milenio, la mayoría fueron Evangelios. El período románico vio la creación de muchas enormes Biblias –en Suecia, una requirió tres bibliotecarios para levantarla. Muchos libros de salmos también fueron profusamente ornamentados en los períodos anteriores y en el período gótico. Finalmente, el Libro de Horas, muy comúnmente el libro devoto personal de los más adinerados, fueron a menudo ilustrados en el período gótico. Otros libros, litúrgicos o no, continuaron siendo ilustrados en todos los períodos. El mundo bizantino también continuó produciendo manuscritos en este estilo, versiones que se expandieron a regiones orientales cristianas y ortodoxas.
En el período gótico se aprecia un incremento en la producción, y también vio muchas obras centenarias tales como crónicas y obras de literatura ilustrada. La gente rica comenzó a promover sus propias bibliotecas; por ejemplo, Felipe II de Borgoña, Duque de Borgoña, probablemente tenía la biblioteca personal más grande de su época, durante el siglo XV (se estima que poseía alrededor de seiscientos manuscritos ilustrados, mientras que un reducido número de sus amigos tenía solo varias docenas).
Cuando el texto estaba completo, el ilustrador se ponía manos a la obra. Diseños complejos eran planeados, probablemente sobre tablas de cera, que eran los cuadernos de bosquejos de la época. El diseño era entonces trazado o dibujado sobre vitela (posiblemente con la ayuda de alfileres u otras marcas, como en el caso de los Evangelios de Lindisfarne). Muchos manuscritos incompletos supervivientes de la mayoría de los períodos dan una idea de cuáles eran los métodos que se usaban para elaborarlos.
En otros tiempos, la mayor parte de los manuscritos no tenían imágenes. A principios de la Edad Media, los manuscritos tendían a ser libros con numerosas ilustraciones, o manuscritos para estudiosos, con la mayor parte de sus iniciales decoradas. En el período Románico había muchos manuscritos decorados y con iniciales historiadas, y manuscritos esencialmente para estudio que a menudo contenían algunas imágenes, pero raramente en color. Esta tendencia se intensificó en el período gótico, cuando la mayoría de los manuscritos tenían al menos algunas decoraciones, y una proporción mucho más grande tenía imágenes de algún tipo. Los libros del período gótico en particular tenían muchos bordes elaboradamente decorados; una página gótica debía contener importantes zonas y tipos de decoración: una miniatura en el enmarcado, una inicial historiada comenzando un pasaje del texto y un fino enmarcado. A menudo distintos artistas trabajaban en diversas partes de la decoración de un mismo libro.
La paleta del artista medieval era sorprendentemente amplia:
Una letra capital P en una Biblia ilustrada de 1407 en Inglaterra.
Un primer plano de la P ilustrada en la Biblia. La fuente es conocida como letra gótica.
Manuscrito armenio de 1053. Obra de Johannes.
Manuscrito armenio de 1337, hecho por Avag en Sultanía / Tabriz.
Un monje celador catando vino de un barril mientras llena una jarro. De Li Livres dou Santé por Aldobrandino de Siena (Francia, fines del Siglo XIII).
Libro de Dimma, un Evangeliario irlandés de bolsillo del Siglo VIII.
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