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Memoria (psicología)



La memoria es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar la información del pasado.[1]​ Algunas teorías[2]​ afirman que surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, lo que crea redes neuronales (la llamada potenciación a largo plazo). Sin embargo, aunque este fenómeno se ha estudiado por más de 30 años en animales, todavía no hay suficientes estudios sobre su existencia en la corteza cerebral humana.[3]

La memoria permite retener experiencias pasadas y, según el alcance temporal, se clasifica convencionalmente en: memoria a corto plazo (consecuencia de la simple excitación de la sinapsis para reforzarla o sensibilizarla transitoriamente), memoria a mediano plazo y memoria a largo plazo (consecuencia de un reforzamiento permanente de la sinapsis gracias a la activación de ciertos genes y a la síntesis de las proteínas correspondientes). El hipocampo es una estructura del cerebro relacionada con la memoria y aprendizaje. Un ejemplo que sustenta lo antes mencionado es la enfermedad de alzheimer que ataca las neuronas del hipocampo lo que causa que la persona vaya perdiendo memoria y ni siquiera recuerde en muchas ocasiones a sus familiares.

En términos prácticos, la memoria (o, mejor, los recuerdos) es la expresión de que ha ocurrido un aprendizaje. De ahí que los procesos de memoria y de aprendizaje sean difíciles de estudiar por separado.

El estudio de la memoria suele centrarse sobre todo en los homínidos, puesto que estos presentan la estructura cerebral más compleja de la escala evolutiva. No obstante, el estudio de la memoria en otras especies también es importante, no solo para hallar diferencias neuroanatómicas y funcionales, sino también para descubrir semejanzas. Los estudios con animales suelen realizarse también para descubrir la evolución de las capacidades mnésicas y para experimentos donde no es posible, por ética, trabajar con seres humanos. De hecho, los animales con un sistema nervioso simple tienen la capacidad de adquirir conocimiento sobre el mundo, y crear recuerdos. Esta capacidad alcanza su máxima expresión en los seres humanos.[4]

El cerebro humano de un individuo adulto estándar contiene unos 100 000 millones de neuronas y unos 100 billones de interconexiones (sinapsis) entre estas.[5]​ Aunque a ciencia cierta se desconoce la capacidad de memoria del cerebro, puesto que no se dispone de ningún medio fiable para poder calcularla, las estimaciones varían entre 1 y 10 terabytes.[6]​ Según Carl Sagan, tenemos la capacidad de almacenar en nuestra mente información equivalente a la de 10 billones de páginas de enciclopedia.[7]

No existe un único lugar físico para la memoria en nuestro cerebro.[8]​ La memoria está diseminada por distintas localizaciones especializadas. Mientras en algunas regiones del córtex temporal están almacenados los recuerdos de nuestra más tierna infancia, el significado de las palabras se guarda en la región central del hemisferio derecho y los datos de aprendizaje en el córtex parieto-temporal. Los lóbulos frontales se dedican a organizar la percepción y el pensamiento. Muchos de nuestros automatismos están almacenados en el cerebelo.

Los primeros estudios sobre la memoria comenzaron en el campo de la filosofía, e incluían las técnicas para mejorar la memoria. A finales del siglo XIX y principios del XX, la memoria pasó a ser el paradigma por excelencia de la psicología cognitiva. En las últimas décadas se ha convertido en uno de los principales pilares de una rama de la ciencia conocida como neurociencia cognitiva, un nexo interdisciplinario entre la psicología cognitiva y la neurociencia.

El psicólogo William James (1890) fue el primero en hacer una distinción formal entre memoria primaria y memoria secundaria (memoria a corto y memoria a largo plazo, respectivamente). Esta distinción reside en el centro del influyente modelo de almacenamiento múltiple de Atkinson y Shiffrin (1968).[9]

En general, se considera que Hermann Ebbinghaus (1885) fue el pionero en el estudio experimental de la memoria, al haberse utilizado a sí mismo para estudiar fenómenos básicos tales como las curvas de aprendizaje y del olvido e inventar sílabas sin sentido para dicho propósito.

Durante gran parte de la primera mitad del siglo XX, la memoria no constituyó un tema respetable para los psicólogos experimentales, lo que refleja el dominio del conductismo. Sin embargo, algunos conductistas —en particular, los estadounidenses— estudiaron la llamada conducta verbal utilizando el aprendizaje de pares asociados, en el cual se representan pares de palabras no relacionadas, donde el primer miembro del par representa el estímulo y el segundo la respuesta.

Este enfoque asociacionista hizo que el estudio de la memoria tuviera una posición firme dentro del marco conceptual conductista, y que desde entonces se le observa de manera más clara en la teoría de interferencia, que es una de las principales teorías del olvido.

En el proceso de almacenamiento de los conocimientos en la memoria es posible diferenciar las siguientes fases:

Se denomina memoria sensorial a la capacidad de registrar las sensaciones percibidas a través de los sentidos. Constituye la fase inicial del desarrollo del proceso de la atención. Esta memoria tiene una gran capacidad para procesar gran cantidad de información a la vez, aunque durante un tiempo muy breve.

Existe una serie de almacenes de información provenientes de los distintos sentidos que prolongan la duración de la estimulación. Esto facilita, generalmente, su procesamiento en la llamada memoria operativa.

Los almacenes más estudiados han sido los de los sentidos de la vista y el oído:

La memoria a corto plazo es el sistema donde el individuo maneja la información a partir de la cual está interactuando con el ambiente. Aunque esta información es más duradera que la almacenada en las memorias sensoriales, está limitada a aproximadamente 7±2 elementos durante 30 segundos (span de memoria) si no se repasa.

Esta limitación de capacidad se pone de manifiesto en los efectos de primicia y ultimidad. Cuando a un grupo de personas se le presenta una lista de elementos (palabras, dibujos, acciones, etc.) para que sean memorizados, al cabo de un breve lapso recuerdan con mayor facilidad aquellos ítems que se presentaron al principio (primicia) o los que se presentaron al final (recencia o ultimidad) de la lista, pero no los intermedios.

El «efecto de primicia» disminuye al aumentar la longitud de la lista, no así el de ultimidad. La explicación que se da a estos datos es que las personas pueden repasar mentalmente los primeros elementos hasta almacenarlos en la memoria a largo plazo, y en cambio no pueden procesar los elementos intermedios. Los últimos ítems, por su parte, permanecen en la memoria operativa tras finalizar la fase de aprendizaje, por lo que estarían accesibles a la hora de recordar la lista.

Las funciones generales de este sistema de memoria abarcan la retención de información, el apoyo en el aprendizaje de nuevo conocimiento, la comprensión del ambiente en un momento dado, la formulación de metas inmediatas y la resolución de problemas. Debido a las limitaciones de capacidad, cuando una persona realice una determinada función, las demás no se podrán llevar a cabo en ese momento.

La memoria operativa o memoria de trabajo está formada por varios subsistemas, a saber: un sistema supervisor (el ejecutivo central) y dos almacenes secundarios especializados en información verbal (el lazo articulatorio) y visual o espacial (la agenda visoespacial).

Se ha investigado cómo la limitación de recursos de la «memoria operativa» afecta la ejecución de varias tareas simultáneas. En las investigaciones de este tipo se dice a un grupo de personas que realicen una tarea principal (por ejemplo, escribir un artículo) y de otra secundaria (por ejemplo, escuchar una canción) al mismo tiempo. Si la tarea principal se realiza peor que cuando se hace en solitario, se puede constatar que ambas tareas comparten recursos.

En líneas generales, el rendimiento en tareas simples empeora cuando éstas requieren la participación de un mismo almacén secundario (por ejemplo, escribir un texto y atender a lo que se dice en la canción), pero no cuando los ejercicios se llevan a cabo de forma separada en los dos almacenes o subsistemas (por ejemplo, escuchar una noticia y ver imágenes por televisión). Cuando la complejidad de las tareas aumenta y se requiere el procesamiento de información controlado por el «ejecutivo central», la ejecución en ambas tareas se vuelve más lenta, pero no empeora.

Además, se ha demostrado[cita requerida] que las personas ancianas muestran peor rendimiento en las tareas que requieran el uso del componente del «ejecutivo central» de la memoria de trabajo. Por el contrario, las tareas que precisen del bucle fonológico no se verán tan afectadas por la edad. En la actualidad aún no está aclarada esta cuestión.

La Memoria a largo plazo (MLP) es un almacén al que se hace referencia cuando comúnmente hablamos de memoria en general. Es en donde se almacenan los recuerdos vividos, nuestro conocimiento acerca del mundo, imágenes, conceptos, estrategias de actuación, etc.

Dispone de capacidad desconocida y contiene información de distinta naturaleza. Se considera la «base de datos» en la que se inserta la información a través de la «memoria operativa», para usarla posteriormente.

Una primera distinción considerada dentro de la MLP es la que establece el modelo de Squire en 1992[cita requerida] entre la memoria declarativa y la memoria no declarativa conocida como procedimental. La «memoria declarativa» es aquella en la que se almacena información sobre hechos, mientras que la memoria no declarativa nos sirve para almacenar información basados en procedimientos y estrategias que permiten interactuar con el medio ambiente, pero cuya puesta en marcha tiene lugar de manera inconsciente o automática, resultando prácticamente imposible su verbalización.

La «memoria no declarativa» puede considerarse un sistema de ejecución (praxia), implicado en el aprendizaje de distintos tipos de habilidades (se conoce también como memoria procedimental) que no están representadas como información explícita sobre el mundo.[11]​ Este tipo de memoria se activa de manera automática, como una secuencia de pautas de actuación (procedimiento), ante las demandas de una tarea. Consiste en una serie de repertorios motores (escribir) o estrategias cognitivas (hacer un cálculo) que llevamos a cabo de modo inconsciente.

El aprendizaje de estas habilidades se adquiere de modo gradual, principalmente a través de la ejecución y la retroalimentación que se obtenga; sin embargo, también pueden influir las instrucciones (sistema declarativo) o la imitación (mimetismo). El grado de adquisición de estas habilidades depende de la cantidad de tiempo empleado en practicarlas, así como del tipo de entrenamiento que se lleve a cabo. Como predice la «ley de la práctica», en los primeros ensayos la velocidad de ejecución sufre un rápido incremento exponencial, que va enlenteciéndose conforme aumenta el número de ensayos de práctica.

La adquisición de una habilidad lleva consigo que ésta se realice óptimamente sin demandar demasiados recursos de la atención, que pueden usarse en otra tarea al mismo tiempo, de modo que dicha habilidad se lleva a cabo de manera automática.

La unidad que organiza la información almacenada en la «memoria procedimental» es la regla de producción que se establece en términos de condición-acción, y se considera que la condición es una estimulación externa o una representación de ésta en la memoria operativa; la acción se considera una modificación de la información en la memoria operativa o en el ambiente.

Las características de esta memoria son importantes al tratar de desarrollar una serie de reglas que permitan obtener una buena ejecución en una tarea determinada. Esta memoria se explora a través de las praxias, que es la habilidad para poner en marcha programas motores ya aprendidos de manera voluntaria: un movimiento o gesto específico, manejar objetos que requieren una secuencia de gestos, etc.

La «memoria declarativa» contiene información referida al conocimiento sobre el mundo y sobre las experiencias vividas por cada persona (memoria episódica). Un ejemplo de la misma es el día de año nuevo, que recordamos y para todos es diferente. También contiene información referida al conocimiento general, sobre todo respecto a los conceptos extrapolados de situaciones vividas (memoria semántica). Mientras que la semántica es más objetiva y un ejemplo de la misma es que color rojo es algo que aprendimos desde pequeños y que para todos es igual, tener en cuenta estas dos subdivisiones de la memoria declarativa es importante para entender de qué modo la información está representada y se recupera diferencialmente.

La «memoria semántica» da cuenta de un almacén de conocimientos acerca de los significados de las palabras y de las relaciones entre estos significados, y constituye una especie de diccionario mental, mientras que la «memoria episódica» representa eventos o sucesos que reflejan detalles de la situación vivida y no solamente el significado.

La organización de los contenidos en la «memoria episódica» está sujeta a parámetros espacio-temporales; esto es, los eventos que se recuerdan representan los momentos y lugares en que se presentaron. Sin embargo, la información representada en la «memoria semántica» sigue una pauta conceptual, de manera que las relaciones entre los conceptos se organizan en función de su significado.

Otra característica que diferencia ambos tipos de representación se refiere a que los eventos almacenados en la «memoria episódica» son aquellos que se han codificado de manera explícita, mientras que la «memoria semántica» posee una capacidad de inferir y es capaz de manejar y generar nueva información que nunca se haya aprendido en forma explícita, pero que se halla implícita en sus contenidos (entender el significado de una frase nueva o de un nuevo concepto utilizando palabras ya conocidas).

También existe la «memoria fotográfica», que es la capacidad de un individuo de recordar hechos incluso pasados muchos años con una precisión increíble. Este tipo de memoria suele ser muy común en personas con síndrome de Asperger.

La «memoria inmanente consciente» refiere a un tipo particular de memoria consistente en la proyección de un subconjunto de memorias de largo plazo sobre la conciencia. La tesis de la memoria inmanente consciente fue postulada por Federico González, psicólogo argentino, quien la definió como:

Una proyección de la memoria de largo plazo episódica sobre la conciencia, realizada momento a momento. La tesis de la memoria inmanente (MIC) consciente sostiene que un fragmento compactado de información proveniente del sistema episódico  de memoria de largo plazo (MLP) se encuentra proyectado sobre la conciencia, a modo de una macro huella mnémica. La MIC es experimentada conscientemente como un background que confiere significado a la experiencia actual. En tal sentido, la conciencia resulta una síntesis que amalgama simultáneamente la memoria con la experiencia presente.  En consecuencia, desde la perspectiva de la MIC, la conciencia constituye la condensación integradora de un subconjunto de la memoria de largo plazo unido a la conciencia perceptual e ideativa presente. En síntesis, la MIC es una subestructura de la mente que comprende un conjunto de experiencias pasadas que se presenta reflejado o "incrustado" sobre la conciencia.[12][13]

La tesis de la memoria inmanente consciente ha sido aplicada para explicar un vasto conjunto de fenómenos de la vida mental tales: algunos aspectos del tiempo subjetivo como la sensación de duración y la dimensionalidad de antigüedad de los recuerdos, la noción de identidad personal, la naturaleza de las retenciones y protenciones fenomenológicas y la orientación generalizada de la realidad espacio-temporal.

La tesis de la memoria inmanente consciente asume que la conciencia presente contiene mucha más información que se le que le atribuye en el almacén de corto plazo (ACP).También relativiza el postulado que sostiene que para fijar nueva información en la memoria de largo plazo es necesario realizar un repaso mental interno de la misma. Por el contrario, se sostiene la hipótesis de un mecanismo de autoguardado permanente que permitiría almacenar síntesis de experiencias episódicas sin que se busque deliberadamente hacerlo.

La Memoria inmanente consciente también se ha aplicado para comprender algún tipo de sueño donde en la vivencia del soñante se dan por supuestos hechos que, en rigor, no ocurrieron durante el sueño.

Los recuerdos son imágenes del pasado que se archivan en la memoria. Nos sirven para traer al presente algo o a alguien. Se definen también como una reproducción de algo anteriormente aprendido o vivido, por lo que están vinculados directamente con la experiencia.

Las conexiones neuronales de la corteza son estimuladas por la información y se fortalecen y vinculan al contexto emocional en que se formaron. Una vez codificadas reside en la región de la corteza en la que la información fue percibida y procesada. Cuando sea necesario, o suscitado por la emoción, esa memoria se activa para utilizarse como memoria de trabajo.[14]

Según el psicoanálisis, el aferrarse a un recuerdo puede generar depresiones y, en casos extremos, incluso una ruptura con la realidad actual.

Los recuerdos de un colectivo humano nos dan una aproximación más cercana de la realidad que la propia historia, puesto que ella suele saltarse los hechos individuales para centrarse en los acontecimientos globales.

Desde la fenomenología, el filósofo Paul Ricoeur también explica que el recuerdo es una imagen. Al recordar, como suele decirse, representamos un acontecimiento pasado.[15]​ Constituyendo así una estructura común entre memoria e imaginación en el momento que tiene lugar en nuestra mente la representación de algo ausente.

La enfermedad del Alzheimer es una clase de demencia progresiva causada por la aparición de placas y nudos neurofibriliares en distintas regiones de la corteza cerebral y el hipocampo. Al principio, estos nudos y placas, se concentran en la región temporal media, esta zona está relacionada con el establecimiento de nuevas memorias explícitas. Esta zona es vital para el establecimiento de la memoria episódica y contribuye a la formación de nuevas memorias semánticas.

La apolipoproteína E (APOE) es esencial para el catabolismo de lipoproteínas. Además, ha sido vinculada a enfermedades cardiovasculares. La APOE E4 ha sido relacionada con una mayor sensibilidad a desarrollar Alzheimer. El APOE4 tiende a producir una acumulación amiloide en el cerebro, algún tiempo antes de que aparezcan los primeros síntomas del Alzheimer. A pesar de los recientes hallazgos, la presencia del gen apolipoproteína E, no permite explicar todos los casos de la enfermedad del Alzheimer.

La mala memoria está provocada por factores o deficiencias biológicas ajenas propiamente al funcionamiento normal de la misma.[16]​ La amnesia es la ausencia de recuerdos de un período determinado de la vida. El sujeto suele estar consciente de que son recuerdos que existieron, pero que se han perdido. Pueden ser parciales o totales.

Es la disminución de la capacidad de la memoria debido a una dificultad tanto en la fijación como en la evocación. Se observa en personas psiquiátricamente sanas con preocupaciones profundas que acaparan la atención, así como en pacientes con neurosis.

Es el aumento o hiperactividad de la memoria, frecuente en pacientes maníacos o delirantes, y se presenta también en sujetos con entrenamiento especial de la memoria.

Es una alteración cuantitativa que traduce siempre en una disminución de la memoria, imposibilita evocar un recuerdo en un momento dado y evoca otros en forma borrosa o poco nítida.

Se llama así por la dificultad para evocar un recuerdo en determinado momento, pero que más tarde puede ser evocado espontáneamente. Esto ocurre en las personas normales en forma esporádica, al tratar de recordar nombres propios, fórmulas, etcétera. Este es uno de los síntomas iniciales que se da en la senectud. Y en forma permanente en el comienzo de la demencia.

Se han agrupado bajo la denominación de paramnesia, es decir, los falsos reconocimientos o recuerdos inexactos que no se ajustan a la realidad. Los principales son:

Algunas experiencias e investigaciones sugieren que el consumo de Ácido graso omega 3 tiene efectos benéficos sobre el desarrollo del cerebro, y en procesos tales como la memoria y la concentración.[17]​ También hay estudios que sugieren que el consumo de omega 3 durante del embarazo puede tener una buena influencia en el bebé[18]​ e incluso grupos de niños en edad escolar aumentaron notablemente su rendimiento después de ingerir pastillas con aceite de pescado rico en omega 3.

Otra de las ayudas eficaces para mejorar la retención consiste en dedicar una buena parte del tiempo de estudio no a la lectura sino al repaso mental de lo que se ha leído, a su reproducción ordenada sin recurrir al libro más que cuando falla la memoria. De esta forma no solo la retención, sino los mecanismos de captura de lo retenido, se consolidan y perfeccionan. En algún caso, el tiempo dedicado con fruto a este repaso mental ha llegado hasta el 80 %.[16]

Se ha demostrado la asociación entre los trastornos de la memoria con el consumo de gluten, tanto en personas con enfermedad celíaca como con sensibilidad al gluten no celíaca (pruebas negativas para enfermedad celíaca pero mejoría al eliminar el gluten de la dieta). Si bien su papel es controvertido, la dieta sin gluten parece ejercer un efecto protector sobre las alteraciones de la memoria, más efectivo cuanto menor sea el retraso desde el comienzo de los primeros síntomas.[19]​ (Véase también Trastornos neurológicos relacionados con el gluten).

Olvidar es algo normal, incluso necesario, pues nos evita acumular un exceso de datos inútiles. Imagine por un momento que fuese capaz de recordar absolutamente todo lo que ha aprendido y vivido a lo largo de su vida. Por lo tanto, se trata de acordarse de únicamente lo importante.

El olvido puede deberse a varias causas:

No encontramos explicación al hecho de que se olviden cosas que estaban almacenadas en la memoria a largo plazo, pues su capacidad es prácticamente ilimitada. Algunos investigadores afirman[cita requerida] que los recuerdos se conservan de por vida, y lo que falla es el modo de acceder a ellos.

Es conocido el efecto agenda desde la salida de las agendas electrónicas, hoy reforzado por el Efecto Google que es la tendencia a olvidar información que se puede encontrar en Internet utilizando motores de búsqueda, en lugar de esforzarse en recordarla.[20]

Este efecto de olvido producido al navegar en la red también aparece al utilizar otras tecnologías como las cámaras de fotos. En un experimento llevado a cabo en el Museo de Arte de la Universidad de Fairfield, la Doctora en Psicología Lady A. Henkel descubrió que los visitantes que tomaban fotos de las obras expuestas tenían un peor recuerdo tanto sobre qué objetos habían visto como de los detalles de estos, en comparación con aquellos visitantes que se habían limitado a observar. Esto ocurrió a pesar de que ambos grupos de visitantes dedicaron el mismo tiempo a visualizar cada obra. La explicación a estos resultados es que, en muchas ocasiones, las personas confiamos en la tecnología (una cámara de fotos en este caso) para que almacene parte de los recuerdos por nosotros. Este efecto de olvido se podría contrarrestar si, más adelante, dedicásemos un tiempo suficiente a observar de nuevo las fotografías tomadas, lo cual reforzaría el recuerdo de aquellos momentos fortaleciéndolos en la memoria a largo plazo.[21]

Por omisión:

Por comisión:

La memoria es una función cerebral que interviene en todos los procesos de aprendizaje del ser humano. Es vital para la supervivencia del individuo como lo ha sido para la supervivencia de la especie. Esto es un punto común con muchas de las especies animales, por no decir todas y cuando consideramos novedosos aspectos en estudio, como la memoria de las células, también es un punto común con las plantas y los demás seres vivos.

La memoria humana, al igual que el ser humano en sí, es compleja y fascinante. Es a ella a la que mayor atención préstamos y a la que mayor esfuerzo le exigimos en nuestras vidas ya que, nuestra vida existe gracias a nuestra memoria. La vida está formada por recuerdos. La memoria es la capacidad de adquirir, almacenar y recuperar información. Somos quienes somos gracias a lo que aprendemos y recordamos. Sin memoria seríamos incapaces de percibir, aprender o pensar, no podríamos expresar nuestras ideas ni tendríamos una identidad personal, porque sin recuerdos sería imposible saber quiénes somos y nuestra vida perdería sentido. Este mapa conceptual consiste en un resumen del tema de la memoria humana que estamos estudiando. Del título principal «La memoria humana» salen distintos apartados en los que se divide el tema.

En primer lugar se encuentra la «complejidad de la memoria» en el que se explica en qué consiste la memoria y las investigaciones que se han llevado a cabo sobre ella tanto las que estudian la repetición, los esquemas y la memoria a corto plazo. Otro de los apartados es el de la neuropsicología de la memoria que ya habla sobre investigaciones más recientes y científicas sobre nuestra memoria y los procesos que tienen lugar en nuestro cerebro para que esta funcione correctamente.

Los dos últimos apartados que aparecen son los de los procesos básicos de la memoria, en el que se nombran las tres funciones básicas de ésta, y la estructura y funcionamiento de la memoria, en el que se nombran los tres sistemas de memoria que se comunican e interactúan entre sí. Estos sistemas fueron reconocidos por los psicólogos Richard Atkinson y Richard Shiffrin mediante el desarrollo de la teoría multialmacén de la memoria.

Hay fallas en el proceso y la función de la memoria que no son propiamente olvidos o dificultades en el almacenamiento o la recuperación, sino que son distorsiones de la información. Algunos de estos trastornos alcanzan un grado de enfermedad ya y son llamados «paramnesias»; otros por el contrario son bastante poco frecuentes o leves en su ocurrencia. En ambos casos las manifestaciones pueden ser similares, pero diferir en la intensidad o frecuencia.

Entre las anomalías más frecuentes encontramos:



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