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Michimalongo



Michimalonco (circa 1500-1550) fue un toqui picunche originario del valle de Aconcagua,[2]​ que opuso una tenaz resistencia a la conquista de sus territorios por los españoles.

Su nombre puede provenir:

Nació en torno al año 1500, probablemente en el valle del Aconcagua. Según las crónicas, recibió educación en la ciudad del Cuzco, a la sazón capital del Imperio incaico. Fue investido como curaca junto con su hermano Trangolonco. Ambos señoreaban buena parte del valle del Aconcagua como jefes locales, en conjunto con el apunchic (gobernador incaico) Quilicanta.[4]

Acogió además al primer español en llegar a la zona central del actual territorio chileno, Gonzalo Calvo de Barrientos, que había abandonado el virreinato del Perú afrentado por Francisco Pizarro, quien lo hizo azotar y desorejar como castigo por hurto. Tras recibir de este la confirmación de la caída del imperio, Michimalonco se enfrenta a los loncos que continuaban al servicio del imperio incaico, apoderándose así de las tierras de Naglonco en el Maipo. Más tarde, tras el arribo y la partida del español Diego de Almagro, Michimalonco se enfrenta y expulsa a Quilicanta, quien escapa hacia el sur hasta instalarse en el Mapocho.

Tras haber sido enviado por Francisco Pizarro desde el Perú y realizar una larga travesía desde Cuzco, el conquistador extremeño Pedro de Valdivia llegó al valle del Mapocho, el 13 de diciembre de 1540. Las huestes de Valdivia acamparon junto a las aguas del río, en los faldeos (faldas) del cerro Tupahue y comenzaron lentamente a entablar relaciones con los aborígenes picunches que habitaban la zona, tras lo cual Valdivia convocó a los curacas de la zona a un parlamento donde les explicó su intención de fundar una ciudad en nombre del rey Carlos I de España, que sería la capital de su gobernación de Nueva Extremadura. Los indígenas aceptaron e incluso recomendaron la fundación de la ciudad en una pequeña isla ubicada entre los dos brazos del río Mapocho junto a un pequeño cerro llamado Huelén, en la que se asentaba un centro administrativo incaico.[5]

El 12 de febrero de 1541, Valdivia fundó oficialmente la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo (Santiago de Nueva Extremadura) en honor al Apóstol Santiago, santo patrono de España, en las cercanías del cerro Huelén, renombrado por el conquistador como "Santa Lucía". Siguiendo las normas coloniales, Valdivia encomendó el trazado de la nueva ciudad al alarife Pedro de Gamboa, el cual diseño la ciudad en forma de damero. En el centro de la ciudad diseñó una Plaza Mayor, alrededor de la cual se seleccionaron varios solares para la Catedral, la cárcel y la casa del gobernador. En total se construyeron ocho cuadras de norte a sur, y diez de oriente a poniente, y cada solar (un cuarto de cuadra) fue entregado a los colonizadores, que construyeron casas de barro y paja.

Apenas funda Santiago y se dirige contra Michimalonco, conquistando su fortaleza de Paidahuén.— Como rescate para recuperar la libertad, este ofrece los lavaderos incas de oro de Marga-Marga.

Aguirre y Villagrán visitan los antiguos lavaderos de oro incaicos y establecen su importancia. Michimalonco, forzadamente, suministra operarios para trabajarlos. Las condiciones paupérrimas en las que se desarrolla dicho trabajo además de las insaciable sed de oro de los españoles genera un descontento severo entre los picunches.

Trangolonco se sublevó en Quillota y mató a los españoles, negros e indios peruanos, escapando solo Gonzalo de los Ríos con un esclavo negro. Quemó también un bergantín en construcción en la desembocadura del Estero Marga-Marga en Viña del Mar. Se desató un levantamiento general que comprendió los valles de Aconcagua y Cachapoal.

Michimalonco, como caudillo (toqui) general de los picunches, encabezó contra la recién fundada ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, un asalto el 11 de septiembre de 1541 que terminó en la destrucción de la mayoría de las casas de Santiago del Nuevo Extremo, sin embargo fue incompleta ya que los picunches terminan retirando, merced a la sostenida resistencia de los españoles que guarnecían la plaza. En la defensa de la ciudad, se señaló particularmente doña Inés de Suárez que no dudó en dar muerte a Quilicanta y a siete curacas picunches entre los que se contaba el curaca de Apoquindo, prisioneros de los españoles que el ejército indígena pugnaba por libertar. De lo desigual del combate da fe la desproporción en el número de los combatientes, que fue de unos 10 000[6]​ por parte de los picunches, y de 55 soldados, más 5000 yanaconas auxiliares, por los españoles.

Valdivia conquista una fortaleza de Trangolonco en la cuesta de Zapata.

Fue, con Lautaro y Caupolicán, uno de los caudillos mapuches que más se distinguió en la lucha contra los conquistadores. Combatió bravamente a Pedro de Valdivia en una guerra que se extendería por largos años.

Desde los primeros años del proceso de ocupación hispana. Los antecedentes señalan, que a un año de la fundación de Santiago, los españoles identificaban a los contingentes indígenas que participaron en el asalto a la ciudad en 1541, como fuerzas de Michimalonco y de los diaguitas. Así, lo señala el capitán Rodrigo de Quiroga en la probanza de méritos y servicios de Santiago de Azocar, efectuada el 17 de octubre de 1562, «[...] toda la gente de guerra desta provincia (Santiago) y mucha parte de los indios diaguitas, a quienes ellos (Michimalonco y demás curacas) habían enviado a llamar para les ayudar para destruir esta ciudad, venían sobre ella». La alianza entre mapuches y diaguitas al parecer obedece a la existencia de relaciones políticas entre ambas pueblos. A nivel territorial estos compartían asentamientos. Estas relaciones políticas, y el interés de expulsar al invasor, suponemos están explicando que los Diaguitas sumaran fuerzas con los Mapuches para materializar el asalto a Santiago.[8]

Para la mayoría de historiadores, arqueólogos e investigadores de la historia de Chile, estos "Diaguitas" serían poblaciones del este de Santiago, actual territorio argentino, y no de poblaciones del llamado Norte Chico (Atacama-Coquimbo), ya que el etnónimo "Diaguita Chileno" es una propuesta de Ricardo Latcham en 1928, sin mayores argumentos. El mismo Latcham se encarga de aclarar que utilizará ese nombre hasta que aparezca otra. En otras palabras, no existe ninguna prueba de que los pueblos al norte del río Choapa se autodenominaran como "diaguitas" al momento de la llegada de los conquistadores Incas y posteriormente españoles.

Sin embargo, en 1542, abatido por los continuos reveses que experimentaba su causa, salió del país y, cruzando los Andes, buscó refugio en Cuyo, todavía en poder de los incas. Pobre y sin recursos, se lamentaba diciendo: «Ayer me vi señor y respetado y hoy me veo pobre y sirviendo, despreciado en tierra ajena; mejor me fuera haber obedecido a los españoles y ser señor que verme en esta baja fortuna».[9]​ Movido de estos pensamientos, regresó a Chile en 1549 dispuesto a hacer las paces con sus enemigos.

Reunió a sus antiguos compañeros de armas y les conminó a deponerlas y a vivir en paz con los españoles, «que al fin», les decía, «ya sabemos que cuanto son de bravos y valientes en la guerra, son de mansos y afables en la paz».[10]​ Prestó luego acatamiento y obediencia al gobernador Pedro de Valdivia, ofreciéndose en su servicio, y le pidió perdón por las alteraciones pasadas. Acompañaba estas palabras con unas 200 libras de oro muy fino y «cantidad de ganado y otras cosas».[11]​ Valdivia correspondió con agradecimiento los obsequios y buenos propósitos de Michimalonco, aceptando de buen grado su ofrecimiento siempre que el pueblo picunche no se opusiera a la acción evangelizadora de los misioneros, se sometiera al régimen de las encomiendas y contribuyera con mano de obra a la explotación de las minas y placeres auríferos. A todo se avino el toqui picunche, sellando de este modo la paz entre ambos pueblos.

A finales de 1549, se unió a la expedición de Valdivia a Arauco, como comandante de un cuerpo Picunche o chincha chileno. Participó en la batalla de Andalién, donde hoy se alza la ciudad de Concepción, contribuyendo decisivamente a la victoria sobre el toqui Ainavillo.

El año 1550, Michimalonco fue asesinado por Jerónimo de Alderete, tras las sospechas de traición del caudillo, durante el curso de una expedición de reconocimiento de las tierras al sur del río Biobío.[12]



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