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Mita



La mita (en quechua mit'a) fue un sistema de trabajo obligatorio utilizado en la Región Andina, tanto en la época incaica, como en la anterior a la conquista española de América. La mita proveía al Estado de la energía indispensable para construir y conservar caminos y puentes. Era un sistema de trabajo a favor del Estado destinado a la formación de la civilización que implicaba la construcción de centros administrativos, templos, acueductos, casas, puentes, etc.

En la época incaica se practicaba la mita para el desarrollo de obras públicas, como la construcción de templos, acueductos, fortalezas, caminos, etc., era de estricto cumplimiento para los varones y todos los pueblos, los cuales recibían una justa retribución, aunque en muchos casos se convertía en un sistema de esclavitud de gran dureza. Se les daba ofrendas a los dioses, como el sol, la lluvia, etc.[1]

La mita incaica fue rescatada por el Virrey Toledo, transformándola en una especie de tributo al trabajo, en el cual los adultos varones casados, cuya edad oscilaba entre los 18 y 50 años, estaban obligados a cumplir con esta labor; los trabajadores eran principalmente destinados a las minas de Potosí. Para facilitar la implementación de la mita, Toledo dispuso la creación de reducciones o pueblos de indios a cargo de un corregidor que se encargaba de designar a las personas que cumplirían con esta obligación.[2]

En una primera instancia, Toledo había establecido que unos 16 distritos, de Potosí al Cuzco, proveyeran a una séptima parte de los hombres adultos a un año de servicio en las minas, sin trabajar más de una ocasión cada seis años. Esto sumaba un total de 13 500 hombres, que a su vez se dividían en tres grupos de más de 4 000 cada uno, que rotaban y tenían tres semanas de trabajo y otras tres semanas libres, lo que mantenía un abasto constante de fuerza de trabajo.[2]

Los “mitayos” debían recibir un pequeño salario por parte de los mineros y recibir el alimento por parte de sus comunidades, las cuales debían mantener también a las familias de los mitayos ausentes. De este modo, de un solo brochazo, entre la mitad y dos terceras partes de la fuerza de trabajo minera era provista a los propietarios de minas por la Corona a un costo en extremo bajo, lo que estimuló la producción en grande.[2]

La mita fue implementada para reducir los costos laborales de la minería de la plata en Potosí. Era un sistema de trabajo obligatorio (sirviente) y continuó, ya dentro del período bajo soberanía española, ayudando a desarrollar internamente una economía de mercado con productos y servicios para España. Cada grupo de indígenas aportaba a la corona un número determinado de trabajadores durante varios meses del año. Estos trabajadores eran movilizados de sus lugares de origen hacia las zonas en las que se les requería para diversas actividades.

La mita establecía cuotas laborales que debía cumplir la población nativa tributaria según asignación que hiciese el corregidor, tanto para el servicio del encomendero como del poseedor de mercedes de tierra o hacendado. Se sorteaba periódicamente a la población indígena de un determinado lugar para trabajar durante un plazo o tiempo determinado al servicio de la clase española mediante el pago de un salario controlado por las autoridades. Los propietarios de encomienda deducían de los jornales la cantidad que las personas comprometidas debían pagar por concepto de tributo y el resto se les daba a ellas. La duración de la mita minera se fijó en diez meses dentro de cada año y no se podía exceder de un tercio permanente de la población tributaria para ser destinada a estas labores. A cambio de la fuerza de trabajo y de los consiguientes tributos que recibía el encomendero, este tenía la obligación de catequizar en la religión católica a las personas que le habían sido encomendadas. El servicio forzado ejercía una inmensa presión sobre la población, causando mucho daño y cientos de miles de víctimas mortales[cita requerida], sobre todo entre los trabajadores en las minas, como la de Potosí. Esto obligó a la corona española a llevar esclavos negros al virreinato para trabajar de forma precaria de la misma manera.[cita requerida]

La mita fue abolida en 1812 por las Cortes liberales de Cádiz durante la guerra de independencia española[3]​. Sin embargo, los efectos de la mita colonial parecen persistir hasta nuestros días, notablemente en cuanto que la población de las zonas que históricamente fueron sujetas a la mita colonial presentan un nivel general de instrucción más bajo que el promedio nacional de los países afectados (Bolivia, Perú y Ecuador), y en cuanto estas zonas están, hasta el presente, menos conectadas a las redes de caminos y carreteras. Según muestran los datos de los censos arícolas, los habitantes de estas zonas presentan también una probabilidad mayor de practicar la agricultura de subsistencia. Esto se explica por el hecho de que las haciendas, cuya mano de obra residía localmente, habían sido prohibidas en los distritos sometidos a la mita, para minimizar la competencia que habría de enfrentar el Estado, al apoderarse de los escasos recursos de mano de obra mitaya. Significativamente, la aristocracia agraria de las haciendas, que poseía influencia política suficiente para garantizar que las obras públicas (como los caminos) le reportaran beneficios[4]​, aprovechaba sus relaciones para lograr que las carreteras conectaran a todas las haciendas que fuera posible. En efecto, la experiencia mostraba que las carreteras y caminos garantizaban una participación más elevada en el mercado y en las utilidades[5]​.

La única experiencia de aplicación de la mita de un Estado moderno, como política de Estado, en Latinoamérica, la dio Perú, durante los dos gobiernos de Acción Popular con el presidente Fernando Belaúnde Terry (1963-1968 y 1980-1985), cuando se creó una institución estatal a la que se denominó Cooperación Popular y en el mundo entero junto a Perú, la República de Corea (Corea del Sur). Era esta, una institución que personalizaba la antigua tradición de la mit'a (filosofía del trabajo comunal para lograr un bien común). Los resultados de la experiencia fueron espectaculares en esos casi diez años. Se logró realizar en el Perú, más infraestructura que en casi toda la época republicana (de 1821 hasta 1963). Esos resultados derivaron en cientos de kilómetros de carreteras, acueductos, obras comunales y municipales e infraestructura de otro tipo.

En 1964 el gobierno de la República de Corea, dados los resultados espectaculares logrados en el Perú, acreditó una misión de alto nivel ante el gobierno peruano, su misión era: estudiar la metodología y organización de la institución peruana y la factibilidad de aplicación a la República de Corea. Permanecieron algunos meses en el Perú, cumpliendo su cometido y a su regreso, aplicaron la versión moderna de la mit'a ancestral peruana, a sus sistemas de producción (incluyendo a la industria manufacturera). Los resultados obtenidos en Corea, son más espectaculares que los obtenidos en el Perú, debido a un enfoque de desarrollo distinto.

Fue la institución gubernamental, que creó Acción Popular en sus gobiernos de 1963 a 1968 y de 1980 a 1985. El principio fue bastante simple: dado los escasos recursos económicos del Estado, las obras públicas que haría esta institución, debían contar con el "cofinanciamiento" de los beneficiarios, básicamente este cofinanciamiento, estaba dado en mano de obra.

En toda obra estatal, se calcula que entre el 60 % y el 70 %, corresponde a la adquisición de bienes (materiales) y la diferencia a servicios (mano de obra); aplicando el principio de la ancestral mit'a, el gobierno corría con los gastos de adquisición de bienes (60 % a 70 %) y los beneficiarios la correspondiente a servicios (30 % a 40 %); esto le permitía al Estado peruano un ahorro en efectivo de entre 30 % y 40 %, por obra pública, que era invertido en más bienes para otra obra; por otro lado, los beneficiarios, no aportaban dinero, sino su fuerza de trabajo comunal.

Con este sistema, se construyeron centenares de kilómetros de carreteras comunales, represamientos, canales de riego, se incorporaron nuevas hectáreas a la frontera agrícola, pequeñas centrales hidroeléctricas, infraestructura comunal y municipal. Gracias a la ancestral mit'a, Perú logró superar a bajo costo su falta de infraestructura y Corea logró superar el atraso en que estaba sumida, convirtiéndose hoy en un gigante del Asia.



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