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Nuevo Testamento



El Nuevo Testamento (NT) es la segunda parte de la Biblia cristiana. El Nuevo Testamento narra la vida, ministerio, crucifixión y la resurrección de Jesús, así como los eventos del cristianismo del siglo primero. Compuesto entre los años 50 y 100 dC.

Está formado por un conjunto canónico de libros y cartas escritas después de la crucifixión de Jesús, que la tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia, aparta otros textos considerados apócrifos (griego: από 'lejos', κρυφος 'oculto'; latín: apócryphus). Se le designa como Nuevo Testamento desde Tertuliano en la Iglesia cristiana. Al contrario con el Tanaj hebreo, llamado por los cristianos Antiguo Testamento, los judíos (a excepción de los llamados judíos mesiánicos), no tienen el Nuevo Testamento en común con los cristianos.

Las versiones más antiguas de los textos del Nuevo Testamento, que se conservan, están escritas en el griego denominado koiné, la lengua franca en el Mediterráneo Oriental en época romana. La mayoría de los especialistas cree que este fue el idioma en que originalmente se redactaron, aunque algunos libros puedan haberse escrito primero en idioma hebreo o arameo, la lengua semita hablada por Jesús y su entorno.[1]​ Aún hoy existen textos manuscritos fechados como desde el siglo V (cercanos a los más antiguos manuscritos griegos completos) en arameo como la Peshita siríaca, la Harclense y la Curetoniana, pero la mayoría de los estudiosos los consideran traducciones del griego.

El uso del término «testamento» proviene del vocablo hebreo berith ('alianza, pacto, convenio o disposiciones entre dos contratantes'), a través del griego diatheké, y del latín testamentum. Algunos autores presentan los nombres Antiguo y Nuevo Testamento con que se designa las dos grandes secciones en que se divide la Biblia cristiana como el resultado de un error de interpretación de la palabra diatheké, que significa: 'deseo' o 'voluntad', y también 'acuerdo’ o 'convenio'.[2]​ Con este criterio diatheké en griego haría referencia al antiguo y al nuevo convenio de Dios con la humanidad más que a las Escrituras mismas.

Según otros autores, el término «testamento» proviene de la traducción de la Vulgata y del paso del concepto hebreo al griego, y sería el resultado de una búsqueda consciente.[3]​ Los traductores de la Septuaginta habrían querido evitar que al hablar del berith (la alianza entre Dios e Israel) se entendiera que era un pacto entre iguales. Por eso no usaron el término griego syntheké (que se traduce por 'alianza'), sino que escogieron diatheké, que se traduce por 'testamento' o 'voluntad', que es la obligación de uno solo con respecto a otro que solo recibe beneficios.[3]​ De esta forma destacaron más la disparidad entre las partes (es decir, entre Dios y los hombres). Luego, esa es una de las acepciones de la palabra testamentum, y de la castellana «testamento» (no entendida solo como última voluntad ex mortis, como en el uso coloquial). De allí que las versiones latinas, como la de Jerónimo de Estridón, y la mayoría de las versiones de la Biblia cristiana siguen utilizando el término «testamento» en lugar de «alianza» para referirse al Antiguo Testamento (alianza del Sinaí) y al Nuevo Testamento (alianza en la sangre de Cristo).[3]

La composición del canon neotestamentario se fijó poco a poco en los primeros siglos del nuevo movimiento. La lista más antigua se supone redactada hacia el año 170 d. C.

La lista actual fue publicada originalmente por Atanasio de Alejandría en 370 y consagrada como canónica en el Tercer Concilio de Cartago de 397. Sin embargo, las disputas sobre la composición del canon no cesaron. Martín Lutero cuestionó la pertinencia de incluir la Epístola de Santiago, la Epístola de Judas, la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis de Juan o Libro de la Revelación; aunque finalmente, a diferencia de los deuterocanónicos del Antiguo Testamento, no fueron nunca rechazados. Sin embargo, la canonización de 2 Pedro, 2 Juan, 3 Juan, Santiago y Judas, así como de Hebreos y Apocalipsis, sigue siendo[cita requerida] tema de debate.

El Nuevo Testamento comprende los cuatro evangelios canónicos, los Hechos de los Apóstoles, las epístolas de Pablo de Tarso, siete epístolas católicas de diversa atribución y el Apocalipsis, como se puede observar en el esquema que se encuentra a continuación.

Comprende, en total, 27 libros en el canon de la Iglesia católica, aceptado por la mayoría de las Iglesias de la Reforma. La Iglesia Siria solo acepta 22 libros en su canon. Libros como 1 y 2 de Clemente, el libro de la Alianza, el Octateuco y otros, han sido motivo de disputas, y se encuentran canonizados por parte de otras iglesias Católicas Ortodoxas.

Según Robert W. Funk, fundador del Jesus Seminar (‘seminario de Jesús’), existen muchas variantes en los distintos manuscritos griegos del Nuevo Testamento que han llegado hasta la actualidad; algunas son variantes menores sin trascendencia, pero también hay cambios significativos. Él asegura:

Los textos maestros se clasifican según criterio en "texto mayoritario recibido" o "Receptus" y "Texto Crítico". El primero prioriza las variaciones mayoritarias y tradicionales sin importar su antigüedad, se basa en la compilación iniciada por Erasmo. El segundo prioriza las lecturas más antiguas según criterio de jerarquía temporal, basándose en los textos más antiguos encontrados, aun recientemente, como el códice Sinaítico (costumbre seguida en las obras críticas de textos clásicos seculares). La vigésima séptima edición Nestlé-Aland es el texto maestro refinado más reciente y base para las traducciones vernáculas modernas.

Los manuscritos completos más antiguos del Nuevo Testamento son los códices pergaminos Sinaítico y Alejandrino, pero en cuanto a papiros, de data anterior existen cerca de cien papiros fragmentados (algunos caben en la palma de una mano).

El papiro Rylands (P52) es el más antiguo de los manuscritos que se han encontrado de los cuatro evangelios canónicos. Se descubrió en el desierto de Egipto. Se publicó en 1935. Contiene algunos versículos del capítulo 18 del Evangelio de Juan (Jn 18,31-33.37-38). Según el estudio grafológico es anterior al año 150 (suele datarse hacia 125-130 d. C).

Fue encontrado en una tienda de antigüedades en Luxor (Egipto) a finales del siglo XIX. Fue adquirido por un sacerdote llamado Charles Bousfield Huleatt, quien tras su muerte donó el papiro al Magdalen College de Oxford, donde pasó a denominarse Gr 17. (suele datarse de 200 d. C).

Se trata de papiros descubiertos por M. Martin Bodmer. Del conjunto de cuatro papiros Bodmer (P66, P72, P73, P74) que se conservan en la Biblioteca de Cologny, en Ginebra, destaca el P66. Encontrado en Egipto y datado hacia el año 200, contiene catorce capítulos del Evangelio de Juan.

Por su parte, los papiros Bodmer 14 y 15, conocidos como P75, fueron descubiertos también en Egipto en 1956 y están datados del año 175 al 225 d. C. Contienen cerca de la mitad de los Evangelios de Lucas y de Juan, a saber:

P75 constituye el manuscrito más antiguo que mantiene unidos a dos Evangelios. Esto fue interpretado por diferentes escrituristas como una demostración de que, para las primeras comunidades cristianas, los Evangelios formaban una unidad. Pertenecieron a la Fundación Bodmer de Cologny (Ginebra). En 2007, fueron donados a la Biblioteca Apostólica Vaticana donde se conservan actualmente.[4]

Son tres papiros (P45, P46 y P47) escritos antes del año 250 d. C. Contienen fragmentos de las epístolas de Pablo, del Apocalipsis y de los Evangelios.

Data de mediados del siglo IV.

De mediados del siglo IV.

Del siglo V

Del siglo V.

Del siglo V. Solo contiene los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. El texto de los Hechos difiere algo de otras versiones.

Del siglo V. Solo contiene los Evangelios.

Se descubre el códice sinaítico (K. Tischendorf, 1859). Los códices Sinaiticus y Vaticanus dan lugar a los textos actuales.

En el año 397 el papa Siricio convoca el tercer concilio de Cartago donde se impone la vulgata (traducción de la Biblia al latín vulgar realizada por San Jerónimo del 382-405) y finalmente se edita el Nuevo Testamento.

Por siglos la Biblia fue el libro de mayor distribución en España, habiendo disponibles copias manuscritas en latín y, por varios siglos, hasta en la lengua gótica. Diversas historias bíblicas, salterios (o salmos), glosarios, relatos morales y obras similares se convirtieron en libros de mayor venta de la época. Copistas adiestrados reprodujeron concienzudamente exquisitos manuscritos bíblicos. Aunque a 20 escribas les tomaba todo un año producir un solo manuscrito de primera clase, muchas Biblias latinas y millares de comentarios sobre la Biblia latina circulaban en España para el siglo XV.

Cuando el idioma español empezó a desarrollarse, surgió interés en tener la Biblia en el lenguaje vernáculo. Para el siglo XII la Biblia se tradujo al romance o español antiguo, el lenguaje que hablaba la gente común.

Posteriormente la disidencia entre valdenses, lolardos y husitas hizo que por precaución a la herejía, la Iglesia prohibiera la traducción de la Biblia en lengua romance (Concilio de Toulouse, Francia, 1229). Por los siguientes doscientos años la única Biblia católica oficial publicada en España —aparte de la Vulgata latina— fue la Políglota complutense, la primera Biblia políglota, patrocinada por el cardenal Cisneros. Solo se imprimieron 600 ejemplares. Contenía el texto bíblico en hebreo, arameo, griego y latín.

A principios del siglo XVI Francisco de Enzinas, hijo de un rico terrateniente español, empezó a traducir el Nuevo Testamento al español mientras todavía era un joven estudiante. Luego consiguió que se imprimiera su traducción en los Países Bajos, y en 1544 trató de obtener la autorización real para distribuirla en España, la cual le fue rechazada y terminó acusado ante la inquisición. Pocos años más tarde se imprimió una edición revisada de esa traducción en Venecia, Italia, la que Julián Hernández introdujo secretamente en Sevilla, siendo prendido y posteriormente ejecutado por herejía.

Solo posteriormente se empezó a traducir la Biblia entera al español con la obra de Casiodoro de Reina (Biblia del Oso 1568-1569), por parte del protestantismo, y Felipe Scío de San Miguel (1790) y Félix Torres Amat (1823) en el catolicismo.

Brit Jadashá o Brit Hadashá es el término hebreo para el Nuevo Testamento. Etimológicamente, Brit proviene de la palabra hebrea «pacto», y Jadashá del vocablo «renovado» o «nuevo». También se le ha llamado Brit HaJadashá, siendo Ha el artículo definido «el», «la», «los» o «las» (en este caso haciendo la función de un «el»).

La diferencia entre el Nuevo Testamento cristiano y el Brit HaJadashá, es que este último incluye palabras hebreas intercaladas. Por ejemplo, en lugar de decir Jesucristo, dice Yeshúa HaMashíaj, o en vez de decir: Apóstol Pablo, dice: Shaliaj Shaúl o Rabí Shaúl.

Algunos cristianos afirman que los usuarios del término Brit Jadashá pretenden hebraizar a los cristianos (o cristianizar a los judíos). A pesar de eso, el término Brit Jadashá es muy recomendado por las congregaciones judías mesiánicas.

Una de las razones fundamentales de la crítica de los apologetas cristianos acerca de quienes promueven el uso del término Brit Jadashá (Pacto Renovado) en vez de Nuevo Testamento, es que no existe actualmente ningún manuscrito antiguo neotestamentario escrito en hebreo, pero si más de 5000 pergaminos neotestamentarios completos escritos en griego común o koiné. De manera que quienes afirman que el Brit Jadashá es una “traducción literal” de los manuscritos antiguos neotestamentarios hebraicos, están errando en su apreciación.[cita requerida]

Solo existen manuscritos antiguos del Tanaj (Antiguo Testamento) en hebreo y arameo. Mientras que todos los pergaminos antiguos del Nuevo Testamento están en griego koiné. Los académicos concuerdan que los idiomas de la Biblia son el hebreo y arameo para el AT, y el griego para el NT.

El término Brit Jadashá es utilizado por el Movimiento de los Nombres Santos, Nuevos Judíos, o Judaizantes.[cita requerida] Ellos promueven descontinuar el uso de la Biblia (especialmente el Nuevo Testamento) de origen gentil o greco-romano, por ser una traducción de los manuscritos griegos (ya que consideran que los manuscritos fueron manipulados y tergiversados por escribas helenistas, destruyendo así los manuscritos originales hebreos neotestamentarios).[cita requerida]

Debido que los nombres como Jesús, Cristo, Jesucristo, Iglesia, y Espíritu Santo (entre otros), son de origen griego, los miembros del Movimiento de los Nombres Santos consideran estos términos como «nombres profanos».[cita requerida] Por eso, en sus versiones neotestamentarias hebraicas literales, utilizan «Yeshúa» en vez de Jesús, «Kejilá» en vez de Iglesia, «Ruaj Ja Kodesh» en vez de Espíritu Santo, etc.[cita requerida]



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