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Objetivismo



El objetivismo es un sistema filosófico desarrollado por la escritora y filósofa ruso-estadounidense de origen judío Ayn Rand que presenta posturas propias en metafísica, epistemología, ética, política y estética. Sostiene que existe una realidad independiente de la mente del ser humano, que este está en contacto con dicha realidad a través de la percepción de los sentidos y que adquiere conocimiento procesando los datos de dicha percepción por medio de la razón (o la «identificación no-contradictoria»). Afirma que a la realidad (naturaleza de las cosas) solo se la domina obedeciéndola, que el propósito moral de la vida es la búsqueda de la propia felicidad o el «interés propio racional»; que el único sistema social acorde con este fin es el capitalismo puro (llamado también capitalismo laissez-faire) y que el papel del arte en la vida humana es la transformación de las ideas metafísicas en una forma física (obra de arte) que se pueda comprender y a la que se pueda responder emocionalmente.

Rand presenta esta como una filosofía «para vivir en la Tierra», enraizada en la realidad y orientada al alcance del conocimiento del mundo natural, para lo cual se rechaza la religión y se busca una interacción armoniosa y mutuamente beneficiosa entre los seres humanos.

Ayn Rand definió el objetivismo como una filosofía «para vivir en la Tierra».

Poco antes de la publicación de La rebelión de Atlas, se le pidió a Rand que resumiera el objetivismo en unas pocas palabras. Su respuesta fue:

2. Epistemología: razón.
3. Ética: interés propio.

La metafísica Objetivista, y por lo tanto toda su filosofía, está basada en axiomas. Dentro del Objetivismo, se entiende por axioma un hecho reconocible por mera percepción y en el que se basa toda forma de conocimiento.[1]​ La naturaleza de los axiomas implica que deben ser admitidos para ser negados. La filosofía de Ayn Rand acepta tres axiomas[2]​:

Debido a su carácter axiomático, solo es posible indicarlos de forma redundante. En este contexto, existencia es un concepto que incluye todo: lo que ha existido, existe y existirá y el primer axioma simplemente subraya el hecho de que existe. El segundo axioma señala al hecho implicito de que somos conscientes de que existe algo. El tercero, de que todo lo que existe es algo en particular, es decir, con una identidad o naturaleza y está implícito en los otros dos.[2]

Existen otros principios en la filosofía objetivista, pero son corolarios de los axiomas:

Los seres humanos individuales se hacen conscientes de la realidad a través de sus sentidos. No hay, pues, «racionalidad colectiva». La razón es el único modo de conseguir conocimiento («las emociones no son instrumentos cognitivos»).

Ayn Rand propugnaba el egoísmo racional, esto es, la autoestima basada en valores objetivos y que, por tanto, nunca tuviese siquiera la pretensión de violentar en modo alguno la vida o la libertad de los demás. Se ha acusado a veces a Ayn Rand de plagiar el concepto de voluntad de poder de Friedrich Nietzsche, lo cual es erróneo, puesto que la autora define esta última como un egoísmo «irracional»; supone la imposición de la propia voluntad a los demás.

Ayn Rand condenaba inequívocamente el egoísmo irracional de entregarse a los propios caprichos irracionales. Llamaba a esta actitud whim-worshipping ("adoración del capricho"), y a sus practicantes les daba el gráfico nombre de «egoístas sin ego».

Según Ayn Rand, el capitalismo puro es el sistema económico más productivo que existe y el que generó mayor bienestar. Pero, decía, este no debe ser el motivo principal para defenderlo. Según Ayn Rand el capitalismo debe ser defendido prioritariamente en términos morales, no prácticos. Y el principio de esta moral sería el respeto a la libertad de todos los individuos, que se relacionan y cooperan de forma voluntaria y no impuesta.

Según ella, el único sistema social moral es el del puro capitalismo laissez-faire, con un gobierno estrictamente limitado a gestionar las instituciones destinadas a impedir o castigar el inicio de violencia por parte de unos seres humanos sobre otros, esto es: sistema judicial, policía y ejército.

El objetivismo sostiene que el arte es al espíritu del hombre lo que la tecnología es a su vida material, y, por consiguiente, el arte debe mostrar al hombre «como podría y debería ser».

Las teorías estéticas objetivistas se plasman en una escuela artística llamada realismo romántico, que tiende a plasmar seres humanos en situaciones de alegría y triunfo.[4]

El objetivismo considera que la práctica totalidad del arte moderno no es tal arte, y que su origen está en la corrupción filosófica pretendidamente introducida por Immanuel Kant en la filosofía occidental.

Algunos conceptos objetivistas resultan chocantes y requieren un poco de explicación.

Para el objetivismo, el egoísmo racional es una virtud y cualquier forma de altruismo es inmoral, ya que no hay ningún motivo racional para poner las necesidades de los demás por delante de las necesidades racionales propias. Para Ayn Rand, el egoísmo es una autoestima basada en la razón y en la reflexión. El altruismo, sin embargo, es descrito por ella (adhiriéndose a la definición original de Auguste Comte) como una filosofía según la cual un individuo no debe vivir para sí mismo, sino para otro. Ella veía esto como un atentado contra la autoestima y lo diferenció claramente de la generosidad, la amabilidad y la compasión que una persona puede sentir hacia otras sin dejar de quererse a sí misma.

A los egoístas irracionales (por ejemplo, a los nietzscheanos), Ayn Rand los llamaba «egoístas sin ego», reivindicando así que el ego consciente es simplemente la razón, no los caprichos emocionales.

Para el objetivismo, el orgullo racional es la corona de todas las demás virtudes. Si cada persona se esfuerza en llevar una vida racional y productiva, se gana el derecho de sentirse orgullosa de los valores morales y materiales que se obtengan.

Inversamente, la humildad (entendida como la baja autoestima) es un vicio, ya que el humilde se considera a sí mismo como de poco valor y no mejor que los demás. Para el objetivismo, encontrarse en este estado y considerarlo como algo bueno mata cualquier tipo de ambición moral en el individuo.

Para el objetivismo, el culto que se les rinde al «término medio», al compromiso y al consenso son sintomáticos de cobardía e inseguridad en los propios valores y en las propias decisiones, consecuencia inevitable de la filosofía de Platón y Kant y de sus derivados, que sostienen que el conocimiento seguro sobre el mundo es inalcanzable. Es por esto que, para el objetivismo, el extremismo es considerado como algo «bueno».

El objetivismo sostiene que, si partiendo de premisas correctas y siguiendo una epistemología correcta uno identifica algo como bueno, lo moral es llevarlo hasta sus últimas consecuencias.

Uno no debe sacrificarse nunca, bajo ninguna circunstancia. Los actos encomiables a los que se denomina «sacrificios» no son tales. Por ejemplo, un hombre arriesga su vida por salvar a su mujer o a sus hijos y la pierde. Este hombre no se está «sacrificando», ya que su vida sin esas personas carecería de valor, por lo que está haciendo simplemente una transacción o intercambio racional, basándose en algo que este hombre conoce y sabe que valora. Si ese hombre arriesgase su vida por salvar a desconocidos, estaría cometiendo un acto gravemente inmoral pues la vida de la gente que no conoces no vale nada para ti.

Igualmente, los obreros de una fábrica no se «sacrifican» nunca trabajando para su empresario, ya que el sueldo que cobran recompensa su trabajo. Si el sueldo les parece insuficiente, son libres de marcharse y buscar un trabajo mejor pagado. Y si no encuentra trabajo al precio que consideres suficiente es digno morir libremente de hambre que mendigar y peor robar para comer.

El objetivismo sostiene que los derechos positivos (derecho al trabajo, a la vivienda, a la atención sanitaria...) son lógicamente contradictorios en su sola enunciación, una contradictio in terminis, ya que generarían obligaciones que destruirían los derechos negativos (los únicos que hay) de terceros.

Por ejemplo, si un individuo tiene derecho al trabajo o a la atención sanitaria, otros individuos tendrán la obligación de contratar a ese individuo y sufragar los gastos que su atención sanitaria genere, lo cual supondría la destrucción de los derechos de propiedad y libertad de terceros. Los objetivistas afirman: «Los mal llamados derechos positivos supondrían un derecho a esclavizar a los demás, y no existe el derecho a esclavizar.»

De acuerdo con este argumento, solo existirían derechos negativos, esto es, derechos a no sufrir interferencias en la propia vida, mientras uno no interfiera en los derechos de los demás. Estos son los derechos recogidos en la Constitución de los Estados Unidos de América: vida, libertad y la búsqueda de la felicidad.

El objetivismo deriva su nombre del concepto del conocimiento y de los valores como «objetivos», en vez de intrínsecos o subjetivos. De acuerdo con Ayn Rand, ni los conceptos ni los valores son «intrínsecos» a la realidad externa, pero tampoco son meramente «subjetivos» (con «subjetivo» Ayn Rand quería decir ‘arbitrarios’ o ‘creados por los sentimientos, deseos, intuiciones o caprichos’). Antes bien, los valores y conceptos debidamente formados son objetivos en el sentido de que están «determinados por la naturaleza de la realidad, pero han de ser descubiertos por la mente del hombre». Uno no puede cambiar la realidad simplemente deseando que sea diferente. El hombre debe interactuar con la realidad comprendiéndola, asumiendo las limitaciones propias e interactuando con ella de acuerdo con la propia capacidad para realizar cambios materiales consistentes con los deseos racionales propios. De acuerdo con el objetivismo, un subjetivista considerará a los valores como arbitrarios, y un «intrinsicista» los consideraría como algo no relacionado con los seres humanos.

«Objetivismo» fue en realidad una segunda elección como nombre para su filosofía. Rand afirmó que «existencialismo» era en realidad un nombre más apropiado, ya que el axioma más básico de la filosofía es la afirmación «La existencia existe». No obstante, Jean Paul Sartre «corrompió», en sus propias palabras, el significado del término «existencialismo».

Rand consideraba sus esfuerzos filosóficos como el inicio de la corrección de los problemas del mundo, problemas que, ella sostenía, eran consecuencia de la aceptación de filosofías erróneas: la filosofía mística religiosa en general y del kantismo en particular.

En el Gráfico de Pournelle, el objetivismo es situado en el cuadrante superior izquierdo (alto grado de libertad y racionalidad), junto al libertarismo.[5]

Rand se consideraba a sí misma correctora y continuadora de la obra filosófica de Aristóteles, al que consideraba el más grande filósofo de la historia.

Ayn Rand también encomió a Santo Tomás de Aquino por introducir la filosofía aristotélica, especialmente la epistemología aristotélica, en el mundo católico.

Rand publicó la mayor parte de sus ensayos (su obra de no ficción) en su propio newsletter The Objectivist, y, con anterioridad, en la revista que ella misma editaba, en la cual solo se publicaban trabajos de acuerdo con las teorías objetivistas. Nunca publicó en revistas académicas convencionales. Gran parte del corpus de no ficción de Ayn Rand quedó registrado únicamente en la amplia colección de archivos de audio de sus conferencias.

La producción de obras de no ficción de Ayn Rand aumentó enormemente tras publicar esta su magnum opus de ficción, La rebelión de Atlas (1957). La creación de esta novela demandó de Rand la mayor parte de sus energías desde 1943 hasta 1957.

El objetivismo ha conocido dos escisiones o «cismas» mayores:

En 1968, Ayn Rand expulsó a Nathaniel Branden del movimiento objetivista. Hasta ese momento, Rand afirmaba públicamente que Branden era la persona que mejor entendía el objetivismo y lo consideraba como su «heredero intelectual».

Los motivos de la expulsión son discutidos. Los que se quedaron con Ayn Rand aducen que la expulsión se debió a una gestión económica deshonesta y a tendencias irracionalistas por parte de Nathaniel Branden. Nathaniel Branden tacha de difamación estas acusaciones y achaca su expulsión a motivos puramente personales, ya que Ayn Rand supo entonces que Branden mantenía relaciones con una tercera mujer (Branden estaba casado y había sido amante de Ayn Rand).

Inmediatamente después de la expulsión, Ayn Rand desmanteló toda la pujante organización que hasta entonces existía para la difusión del objetivismo: el Nathaniel Branden Institute.

Actualmente Branden sostiene que el objetivismo, a pesar de tener muchos valores positivos, carece de una comprensión profunda de la psicología humana, y advierte al estudiante objetivista neófito a que, aun persistiendo en su estudio, tenga esto presente.[6]

Branden ahora colabora con el objetivista «disidente» David Kelley.

Leonard Peikoff, el «heredero intelectual» de Ayn Rand en el momento de su muerte y detentador actual de todos los derechos sobre sus obras, afirma que el objetivismo es un «sistema cerrado», que consiste en lo que Ayn Rand escribió o dijo, y demás elaboraciones posteriores basadas en los fundamentales originales. Peikoff considera cualquier desacuerdo en asuntos esenciales con lo que Rand afirmó como una traición al objetivismo, y está opuesto a la colaboración con no objetivistas (véase la página web oficial de su institución, el Ayn Rand Institute, [5]).[7]

En 1985, Leonard Peikoff expulsó a David Kelley del Ayn Rand Institute.

David Kelley escribió un ensayo titulado «Una cuestión de sanción», en el que argumentaba a favor de la colaboración con no objetivistas. Peikoff argumenta que todos aquellos que no son objetivistas están evadiendo la realidad, y que, por lo tanto, colaborar con ellos supone una sanción (en el sentido de ‘aprobación’) de esa evasión.

En cambio, Kelley aboga también por una concepción del objetivismo como un «sistema abierto», que puede incorporar nuevos conceptos más allá de lo que Ayn Rand escribió o dijo, y corregir sus errores.

Peikoff expuso sus argumentos contra las tesis de Kelley en su artículo «Fact and value». Pensadores objetivistas como Peter Schwartz y Harry Bisnwanger apoyaron a Peikoff.

Kelley fundó en 1990 el Instituto de Estudios Objetivista[8]​ (llamado más tarde El Centro Objetivista y posteriormente La Sociedad Atlas) para difundir su interpretación del objetivismo. Kelley colabora con el movimiento libertario estadounidense, y con otros grupos con los que Peikoff se niega a colaborar. Peikoff y otros miembros del Ayn Rand Institute niegan que Kelley sea un objetivista. Citan, por ejemplo, la oposición de Ayn Rand al libertarismo en la década de 1960 como un motivo para condenar a Kelley, quien se defiende aduciendo que Peikoff y sus asociados toman la oposición de Rand al libertarismo fuera de contexto.



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