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Olaf Roemer



Ole Christensen Rømer (25 de septiembre de 1644; Århus19 de septiembre de 1710; Copenhague)[1]​ fue un astrónomo danés, famoso por ser la primera persona en determinar la velocidad de la luz en el año 1676 con un valor inicial de 225.000 km/s. Fue, a su vez, el inventor del micrómetro para observar eclipses y el telescopio meridiano (anteojo meridiano). En 1701, Ole ideó una escala de medida de temperatura llamada Grado Rømer, que hoy ya ha caído en desuso.

En 1672, merced a la intervención de Jean Picard, fue a Francia, ingresando en la recién creada Academia de Ciencias de París. Dicha academia fue creada en 1666 durante el reinado de Luis XIV.

Su ministro Colbert se apercibió de la importancia de que Francia se convirtiera en primera potencia científica y, con fondos aparentemente ilimitados, consiguió que Christian Huygens, Picard y, sobre todo, Giovanni Doménico Cassini se unieran al proyecto.

Merced a la influencia de Rømer se introdujo el calendario gregoriano en Dinamarca en el año 1701.

El 19 de septiembre de 1710, a la edad de sesenta y cinco años, Rømer murió a consecuencia de un cálculo.

Casi todos los manuscritos del ilustre astrónomo se perdieron en el terrible incendio que destruyó el Observatorio de Copenhague el 20 de octubre de 1728.


Las observaciones del primer satélite de Júpiter efectuadas por Römer y Giovanni Doménico Cassini indicaron una desigualdad, que los dos sabios creyeron poder atribuir a la propagación sucesiva de la luz (Observatorio de París, año 1676). Cassini no tardó en desechar esa idea tan justa; por el contrario Römer la mantuvo, uniendo de esta manera su nombre a uno de los más grandes descubrimientos que enorgullecen a la astronomía moderna.

Una noche de 1676, Römer observaba solitario las lunas de Jupiter y cayó en la cuenta de que el lapso del tiempo que transcurre entre los eclipses de Júpiter con sus lunas era más corto cuando la Tierra se movía hacia Jupiter, y más largo cuando esta se alejaba. Con su telescopio observó detenidamente el satélite de Júpiter, Ío, y estimó que la luz tardaba 22 minutos en cruzar el diámetro de la órbita de la Tierra, aunque las estimaciones modernas se aproximan más a los 17 minutos.

Se ha hecho notar que después de la idea tan feliz de atribuir las diferencias que se observan entre las vueltas del primer satélite de Júpiter a los límites del cono de sombra durante la primera y la segunda cuadratura del planeta y de la propagación de la luz, Römer, inexplicablemente, desdeñó demostrar que en la misma hipótesis se encontraba la explicación de las desigualdades notadas también en los otros tres satélites.

Podría extrañar que no haya tratado de evaluar la velocidad de la luz con más exactitud de la que aplicó. Horrebow, el discípulo predilecto de Römer y su más ferviente admirador, fija en 14 m 10 s en vez de 8 m 13 s el tiempo que tarda la luz en atravesar la distancia que separa al Sol de la Tierra.

Römer, que había sido testigo en París de las dificultades para hacer mover en el plano del meridiano la lente de un cuarto de círculo mural, es decir, una lente equilibrada sobre un eje muy corto y obligada a aplicarse continuamente sobre un limbo imperfectamente hecho, imaginó y construyó el anteojo meridiano.

Este instrumento que hoy día puede verse en muchos observatorios astronómicos se debe, por lo tanto, a la inventiva del astrónomo danés.

Se le debe también la invención de un ingenioso micrómetro, de uso muy común hacia finales del siglo XVII en la observación de los eclipses. Con este micrómetro se podía aumentar o disminuir la imagen del Sol o de la Luna hasta que estuvieran entre dos hilos situados cerca del ocular.


A partir de las propiedades de los epicicloides dedujo la forma más adecuada que debían tener los dientes de una rueda dentada para asegurar un movimiento uniforme.



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