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Operación León Marino



La Operación León Marino (en alemán: Unternehmen Seelöwe, en inglés Operation Sea Lion) era el nombre en clave que utilizó la Alemania nazi para planear la invasión de Gran Bretaña durante la Batalla de Inglaterra en 1940, en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Dicha invasión nunca llegó a ejecutarse, si bien sus preparativos fueron muy intensos y la amenaza de invasión se mantuvo durante bastante tiempo, primero para mantener una presión psicológica sobre el pueblo y el gobierno británicos, y posteriormente para encubrir los planes alemanes de ataque contra la Unión Soviética.

El plan fue mencionado por primera vez ante Hitler en una reunión el 21 de mayo de 1940, si bien la Kriegsmarine había estudiado la invasión ya en noviembre de 1939 (Plan Norte-Oeste), según órdenes del gran almirante Erich Raeder fechadas en el diario de guerra del mando de la Kriegsmarine el 15 de noviembre de 1939.[1]

El Plan Norte-Oeste,[nota 1]​ como sería conocido hasta julio de 1940, planteaba una invasión por sorpresa a pequeña escala en las zonas de Yarmouth y Lowestoft, con tres o cuatro divisiones de infantería y aerotransportadas seguidas por una segunda oleada que incluiría divisiones panzer y motorizadas. No solo las zonas de desembarco eran distintas de las definitivamente escogidas, también los puntos de embarque diferían: fundamentalmente se contaba con poder utilizar puertos en el mar del Norte y el Báltico, dado que en el momento de gestación del Plan Norte-Oeste no se contaba aún con las bases en los Países Bajos y Francia que proporcionaría la campaña de mayo y de junio de 1940 (Caso Amarillo).

El alto mando de la Luftwaffe reseñó el 30 de diciembre de 1939, examinando el plan, que «la operación planeada puede ser considerada únicamente en condiciones de absoluta superioridad aérea», dada la incapacidad de la Kriegsmarine para proporcionar una adecuada escolta a los transportes que se utilizasen para la invasión, puesto que la Royal Navy tenía un poderío muy superior al alemán en buques de superficie.

Con el éxito alemán en las primeras fases de la Operación Fall Gelb, el gran almirante Raeder planteó a Hitler la posibilidad de una invasión, discutiéndolo en privado con él en una reunión el 21 de mayo de 1940 (según la entrada recogida al respecto en el diario del mando de la Kriegsmarine: «el Führer y el comandante en jefe de la Kriegsmarine discuten en privado detalles sobre la invasión del Reino Unido, en la que el comando de la Kriegsmarine ha estado trabajando desde noviembre»). Hitler no mostró un particular interés en la invasión, sobre la que tal vez Raeder le advirtió de sus grandes dificultades.[2]

Solo cuando se hizo patente que el gobierno inglés no estaba dispuesto a entablar negociaciones de paz, Hitler, muy reticentemente, permitió que se analizase y planificase la operación. De forma autónoma, el Contraalmirante Fricke había elaborado ya el 27 de mayo un memorándum bajo el nombre "Estudio Inglaterra", sobre la base de "Norte-Oeste", en el que las zonas de desembarco se situaban bien en la zona entre Portland y Yarmouth, bien entre el estuario del Támesis y Newcastle. En ese memorándum se reflejaba ya la imposibilidad de conseguir una sorpresa en la operación, así como sus numerosos peligros. Durante junio se suceden distintas conversaciones y aproximaciones en el bando alemán respecto de la posibilidad de invasión. Problemas como la falta de naves de desembarco especializadas para tal tarea dan lugar a anécdotas como la propuesta del Profesor Gottfried Feder, del Ministerio de Economía del Reich, que abogaba desde abril de 1940 por construir unos "cocodrilos de guerra" capaces de transportar 200 hombres en su interior bajo el mar, una posibilidad que únicamente se abandonó en julio de 1940, pese al interés que despertó en Franz Halder, Jefe de Estado Mayor alemán. En ese período también se adaptan un cierto número de tanques para dotarlos de capacidades sumergibles.

La falta de signos de que el gobierno inglés se aviniese a capitular llevó finalmente a que en julio se cursaran las órdenes para preparar la invasión, que se concretó en la directriz número 16, del 16 de julio de 1940. Como nota curiosa, la operación se denominaba en el borrador de Directiva «León», siendo al parecer el propio Hitler el que cambió el nombre a «León Marino». La directiva concebía la operación como un cruce a gran escala de un río, no considerando otra opción que el cruce del Canal por el punto más estrecho del mismo.

El plan volvía al planteamiento original de «operación por sorpresa» ya enunciado en «Norte-Oeste». Se sugería la oportunidad de acciones preliminares, como la toma de la isla de Wight o Cornualles, con un calendario general que indicaba que todos los preparativos debían estar terminados para el 15 de agosto. Ciertas condiciones preliminares se exigían para acometer la acción de desembarco propiamente dicha:

La cadena de mando de la operación situaba a Hitler como máximo responsable, con Brauchitsch, Raeder y Göring al frente de las fuerzas de tierra, mar y aire, respectivamente. Para esta operación se dispuso que el mando alemán tendría sus cuarteles generales en la zona de Schloss Ziegenberg.

Cada rama de la Wehrmacht tenía tareas muy detalladas en la Directiva. El Heer debía ocuparse del plan de operaciones de las fuerzas que compondrían la primera oleada, así como de disponer elementos para las subsiguientes. La Kriegsmarine debía ocuparse de reunir los medios necesarios para el transporte en los puertos de invasión, así como de proteger el cruce con las fuerzas disponibles. En cuanto a la Luftwaffe, además de corresponderle la tarea clave de eliminar la amenaza de la RAF, proporcionaría escolta aérea a la flota de invasión y a los convoyes de suministros que la seguirían y colaboraría también con el ejército una vez se produjera el desembarco, neutralizando las defensas costeras en las zonas de desembarco.

Las fuerzas de desembarco asignadas por el Ejército de Tierra (Heer) consistían en el Grupo de Ejércitos A bajo el mando del mariscal Von Rundstedt. El 9.º y 16.º ejércitos lanzarían así un asalto en tres oleadas según el trazado definitivo de la operación. La primera la compondrían seis divisiones, divididas en dos grupos (unos 90 100 hombres), previéndose el refuerzo de siete divisiones más en las siguientes oleadas, totalizando 260 400 hombres, 61 983 caballos y 34 200 vehículos (incluyendo tanques, artillería y baterías antiaéreas ligeras de la Luftwaffe).[3]​ Sin embargo, ese planteamiento no era el que había esperado inicialmente el Ejército de Tierra. Los alemanes esperaban usar un millón de soldados en la conquista de la isla.

La primera instrucción del Ejército de Tierra sobre el despliegue de fuerzas para la invasión databa del 17 de julio de 1940. En ese primer enfoque se hablaba de una primera oleada consistente en trece divisiones.[4][nota 2]​ Ese despliegue contaba con un amplio frente de desembarco: seis divisiones bajo el mando de Busch desembarcarían entre Ramsgate y Bexhill, mientras que cuatro más, bajo el mando de Strauss (9 Ejército) lo harían entre Ramsgate y la isla de Wight. Por añadidura, tres divisiones del 6.º Ejército (Reichenau) harían un tercer desembarco en Lyme Bay, entre Weymouth y Lyme Regis. Eso suponía un total de 90.000 hombres solo para la primera oleada, con un total de 260 000 tras tres días.[5]​ La segunda oleada supondría además el transporte de ambiciosos elementos mecanizados (seis divisiones panzer y tres divisiones motorizadas), hasta un total de treinta y nueve divisiones más dos aerotransportadas. La operación en su conjunto, según el punto de vista de Brauchitsch, sería «relativamente sencilla y podía completarse en un mes».[5]

Tal ambicioso planteamiento originó desde el principio una fuerte oposición por parte de la Kriegsmarine. Un gran número de documentos ilustran las opiniones cruzadas en ese sentido entre el Ejército de Tierra y la Armada alemanas.[6]​ Según la Armada, la capacidad de transporte que ese despliegue requería estaba totalmente fuera de sus posibilidades, sin contar con las dificultades de protección de los flancos al extenderse el frente de invasión. Desde el 21 de julio, Hitler era consciente de los distintos puntos de vista: en una conferencia celebrada ese día con Brauchitsch, Raeder y Jeschonnek (jefe del Estado Mayor de la Luftwaffe), hizo una consideración de la situación general de la guerra en la que menciona por vez primera la posibilidad de atacar a Rusia y no a Gran Bretaña, dando instrucciones al Estado Mayor para que comenzase a considerar las posibilidades de lanzar un ataque contra la URSS en otoño de 1940. En esa reunión señaló que la Operación León Marino era una «empresa sumamente peligrosa», que no podía ser concebida como la del cruce de un río, sino «de un mar dominado por el enemigo», dictaminando que para llevarla a cabo sería indispensable emplear cuarenta divisiones.[7]​ En conclusión, para Hitler la invasión debía ser acometida «únicamente si otros medios no bastaban para someter a Gran Bretaña». Con todo, instruyó a la Kriegsmarine para que finalizase sus preparativos con la fecha del 15 de septiembre de 1940 como límite.

Un requisito esencial de la operación, como se ha señalado, era la superioridad aérea, clave para que pudiese mantenerse a la Royal Navy fuera de los Estrechos. Por ello, la primera parte de la operación consistió en grandes ataques aéreos en varias fases, realizados por tres Luftflottes (la II y la III desde Francia y la V desde Noruega). En la primera de las fases, se entablaron encuentros a pequeña escala en el Canal, que culminaron con la interrupción del paso de convoyes británicos a la luz del día. En la segunda fase, a partir de agosto de 1940, la Luftwaffe intentó destruir el aparato defensivo aéreo británico en el sudeste de Inglaterra, para lo que se desencadenó la llamada Operación Día del Águila (Unternehmen Adler). A finales de agosto de 1940, la situación del Grupo 12 de caza de la RAF era tan desastrosa que el Jagdführer 2 de la Luftflotte II afirmaba el 29 de ese mes que «la supremacía ilimitada en cazas» era ya un hecho. Sin embargo la incompetencia de Goering y el cambio de objetivo de la Luftwaffe a partir del 7 de septiembre de 1940, cuando, a consecuencia de los ataques de represalia ordenados por el bombardeo británico de Berlín a fines de agosto, se interrumpieron los ataques masivos contra aeródromos y se tomó como blancos principales Londres y las ciudades de producción bélica, hicieron que no se consiguiese la deseada y necesaria supremacía y los mandos alemanes recapacitasen sobre la oportunidad de la invasión.

En aquel entonces, los británicos tenían pocas probabilidades de vencer al ejército alemán en caso de que se pusiera en marcha la Operación León Marino [cita requerida] . Winston Churchill ordenó que se rociaran mil quinientas toneladas de gas mostaza nitrogenado almacenado desde finales de la I Guerra Mundial sobre las tropas de desembarco enemigas. Estas, sin embargo, ya estaban protegidas de este gas, cosa que Churchill ignoraba. Se planeó cubrir la línea costera con cables eléctricos para electrocutar a los enemigos, pero se hubiera necesitado toda la potencia eléctrica británica para que esto funcionase. También se planeó cubrir el agua con combustible para luego incendiarlo y quemar a los enemigos que desembarcaban. No se avanzó mucho en esta técnica, pero pudo resultar. Los británicos llegaron a movilizar un millón y medio hombres para rechazar la invasión.[8]

Las defensas de continente eran muy deficientes. Los británicos solo tenían cuarenta y ocho cañones de campaña y cincuenta y cuatro cañones antitanque entre la costa sur y Londres, la mayoría casi sin munición [cita requerida] . Además, de los sesenta y ocho destructores en servicio de la Royal Navy, la mayoría estaban lejos del Reino Unido. Había otros veintrés destructores, pero estaban en reparación.

Los británicos tuvieron que emplear cañones usados contra los piratas en el mar Caribe en el siglo XVIII e incluso prepararon armas medievales para los civiles, los cuales dispusieron también de una bomba adhesiva contra los panzers.[cita requerida]

Tras los distintos aplazamientos en septiembre de 1940, el 12 de octubre el plan se cancela por una nueva Directiva del Führer, señalándose que durante el invierno la Operación León Marino se mantendría únicamente como un medio de ejercer presión política contra Inglaterra, anunciándose que en primavera de 1941 se analizaría nuevamente si debía activarse por completo el dispositivo de invasión (que tendría por fecha orientativa el mes de mayo de 1941).[nota 3]

En noviembre de 1940 la invasión aún parece tentar a Hitler, pero en diciembre señala a Von Brauchitsch que «no consideraba ya posible la realización de León Marino».[10]​ En la primavera de 1941, León Marino parece ser un gigantesco farol destinado a distraer al mundo del ataque contra la URSS; así, el 24 de abril Von Brauchitsch emite órdenes para la operación Haifisch (Tiburón). Bajo esta denominación se emiten instrucciones detalladas para el desembarco en Inglaterra el 1 de mayo de 1941, esencialmente basadas en las indicaciones de Von Brauchitsch al Ejército de Tierra de 31 de agosto de 1940 sobre la Operación León Marino, con la salvedad de que en «Tiburón» los puertos de invasión se sitúan en un frente más amplio, entre Róterdam y Cherburgo.[11]

Los planes de invasión de Rusia y el inicio de la misma hacen que se pospusiera nuevamente su toma en consideración hasta 1942,[nota 4]​ año en que el plan es abandonado definitivamente por Alemania. Concretamente, el 13 de febrero de 1942 Raeder solicita a Hitler la cancelación definitiva de todos los preparativos, y tras consentir Hitler a esta petición, Alfred Jodl emite el 2 de marzo una Directiva indicando que, de reanudarse la operación, se darían órdenes con un año de antelación.[nota 5]

Numerosos libros y películas de historia alternativa que describen una hipotética victoria del Eje y sus devastadoras consecuencias incluyen la exitosa invasión de Gran Bretaña como uno de los puntos de divergencia de este escenario.

En el videojuego Empire Earth, la Operación León Marino es la última batalla de la campaña alemana, dando a conocer que la VIII Flota atacaría a los alemanes en Inglaterra, pero los alemanes terminarían por hundir los barcos estadounidenses y evitando que la Real familia británica huyera a Canadá, asegurando el dominio sobre Inglaterra.




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