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Erich Raeder



Erich Johann Albert Raeder (Wandsbeck, 24 de abril de 1876 - Kiel, 6 de noviembre de 1960) fue un Großadmiral (Gran Almirante) alemán de la Kriegsmarine durante la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los pocos altos mandos que se atrevió a discutir las decisiones del Führer Adolf Hitler. Fue relevado de su cargo en 1943, siendo sustituido por Karl Dönitz

Raeder nació en Wandsbeck, uno de los siete distritos de la ciudad alemana de Hamburgo. Hijo de un director de escuela, entró a formar parte en la Marina Imperial Alemana en 1894. Combatió en la Primera Guerra Mundial, participando en la batalla del banco Dogger en 1915 y en la Batalla de Jutlandia en 1916.

En 1922 ascendió al grado de Contralmirante y en 1925 ya era Vicealmirante. En 1928 alcanzó el grado de Almirante General y fue nombrado Comandante en Jefe de la Reichsmarine como jefe del Mando Naval (Marineleitung).

En 1933 se declaró públicamente adherente a Hitler; pero no antisemita declarado. Se opuso a la expulsión de los oficiales judíos de la Marina y protestó junto a Günther Lütjens y Karl Dönitz por los sucesos de la Noche de los Cristales Rotos. Formó parte del Consejo consultivo de Defensa de Reich.

En 1935 propuso a Hitler el llamado Plan Z de rearme en secreto de la Kriegsmarine, el cual comenzó en 1939 y debía continuarse hasta 1946. Entre otras medidas se encontraban la construcción de una gran cantidad de navíos de guerra de gran desplazamiento y el equipamiento con cañones similares a los de los acorazados de la clase King George británicos, además de la construcción de los submarinos (U-Boote), que se debía realizar en completo secreto. Dispuso también la conversión de buques mercantes en mercantes armados llamados cruceros auxiliares (Handelsstörkreuzers) con poder de fuego similar al de un crucero ligero. En 1938, formó parte del Consejo secreto de Asuntos exteriores y paso a formar parte de las decisiones en la política exterior del Reich.[1]

El 1 de abril de 1939 recibió de parte de Hitler, el bastón de mando de Großadmiral (Gran Almirante) de la Kriegsmarine, convirtiéndose en el primer oficial naval que alcanzó ese honor desde Alfred von Tirpitz, este rango era equivalente al de Mariscal en el Ejército.

En octubre de 1939, Raeder sugirió a Hitler la ocupación de Dinamarca y Noruega argumentando que Alemania no podría derrotar a Gran Bretaña a menos que se instalaran bases navales en dichos países. En abril de 1940, Hitler autorizó la Operación Weserübung contra dichas naciones, pero aunque el resultado final fue un éxito, las pérdidas que tuvo la Kriegsmarine en hombres y equipo, le parecieron inaceptables. El plan fue concebido por Theodor Krancke.[2]

Raeder se opuso a la Operación León Marino de invasión de Gran Bretaña tal y como era proyectada debido a las restringidas zonas de desembarco y a la presencia de 800 unidades navales enemigas en el área; pensaba que existían otros métodos menos costosos para doblegar a los británicos, especialmente con la fuerza submarina. Advirtió que para llevar a cabo la invasión era imprescindible que la Luftwaffe adquiriera primero el control absoluto de los cielos. Cuando Hermann Göring fracasó en el intento de derrotar a la Royal Air Force (RAF) durante la Batalla de Inglaterra, Raeder le recomendó a Hitler posponer la invasión, finalmente se canceló.


Después del fracaso de la Operación Rheinübung que supuso el hundimiento del acorazado Bismarck, Reader propuso a Hitler la construcción de portaviones para apoyar las acciones navales, que solo se materializaría en el portaviones Graf Zeppelin (1938), avanzado en un 80% pero el cual no llegó a estar operativo.[3]​ La relación entre Raeder y Hitler se comenzó a debilitar después de estos acontecimientos. Hitler desestimó el uso de unidades de superficie en el Atlántico y después del bloqueo del puerto de Brest, Raeder destinó al Tirpitz a acciones contra los convoyes con destino a la Unión Soviética desde los fiordos de Noruega.

En mayo de 1941 se opuso radicalmente a la Operación Barbarroja de invasión de la Unión Soviética, advirtiendo que Alemania no estaba lista para llevar a cabo esa inmensa operación no sin antes asegurar Inglaterra. Adicionalmente la Armada no tenía ningún papel en dicha invasión lo que redundaría en el largo e inconsistente Sitio de Leningrado.

A principios de 1942, Hitler lo reconvino por su aparente impasibilidad ante la situación de los cruceros pesados Scharnhorst, Gneisenau y Prinz Eugen bloqueados en Brest amenazándolo con desarmarlos si no lograba extraerlos del bloqueo, fue el mismo Hitler quien le propuso la Operación Cerberus que finalmente fue llevada a cabo con éxito.

Posteriormente Hitler quedó muy desilusionado con el desempeño de la flota de superficie de la Kriegsmarine después de los éxitos iniciales, siendo su figura oscurecida por la gestión del almirante Karl Dönitz.

Esta difícil relación con Hitler llegó a su límite el 31 de diciembre de 1942, cuando el Lützow y el Admiral Hipper no pudieron detener un gran convoy aliado navegando en el Ártico en la Batalla del Mar de Barents. Hitler entró en cólera criticando toda la actuación de la Kriegsmarine desde la Primera Guerra Mundial, y acusó a Raeder de incompetente. No tuvo en cuenta Hitler el Plan Z de construcciones navales de Raeder, que prácticamente quedó en el papel, dándole más atención a la construcción de submarinos.

El Almirante dimitió el 30 de enero de 1943, siendo nombrado Inspector General de la Kriegsmarine, un puesto puramente honorífico, al que renunció en mayo del mismo año. Fue reemplazado por Karl Dönitz como Comandante en Jefe de la Kriegsmarine, quien mantuvo el cargo de Comandante en Jefe de la fuerza submarina, única fuerza naval de éxito para Hitler.

Capturado por los aliados, fue procesado en los Juicios de Núremberg, y el 1 de octubre de 1946 sería condenado a cadena perpetua, principalmente debido a su plan de invasión de Noruega y Dinamarca, aunque esta sentencia fue un tanto controvertida. Fue puesto en libertad en 1955 por razones de salud, y publicó su autobiografía Mein Leben en 1957 en que ensalza la figura de Hitler.

Falleció en Kiel en 1960, a la edad de 84 años.



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