Un Estado socialista (o república socialista) es aquel que se declara constitucionalmente dedicado a la construcción del socialismo o al tránsito hacia una sociedad comunista.
Está estrechamente relacionado con la estrategia política del «socialismo de Estado», un conjunto de políticas gubernamentales orientadas a la creación de una economía socialista en un solo país (esto es, una economía centralizada, planificada y que aplica un modelo de distribución de bienes de consumo con el criterio igualitario). Por otra parte, el término Estado obrero se usa para distinguir a un Estado donde la clase trabajadora controla la maquinaria del Estado pero no se ha establecido aún una economía socialista.
Este concepto se distingue del de Estado socialdemócrata o socioliberal, que generalmente se refieren a un Estado democrático liberal presidido por un partido electo por sufragio y que procura aplicar modelos redistributivos de justicia social, sin que persiga el desarrollo del socialismo. En estos casos el aparato del Estado no está obligado constitucionalmente a una eventual transición socialista hacia el comunismo.
La frase «Estado socialista» (en ocasiones también reemplazada erróneamente por «Estado comunista») es ampliamente utilizada por marxistas-leninistas para referirse a un Estado bajo el control de un partido de vanguardia que organiza los asuntos económicos, sociales y políticos hacia la construcción del socialismo. Esto a menudo incluye por lo menos la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, operada normalmente de acuerdo con un plan de producción, al menos en las principales esferas productivas y sociales. Bajo la definición leninista, el Estado socialista preside una economía capitalista estatal estructurada sobre la acumulación del capital dirigida por el Estado con el objetivo de aumentar las fuerzas productivas del país y promover la revolución socialista en todo el mundo, con la meta eventual, a largo plazo, de la construcción de una sociedad comunista.
La mayoría de las teorías asumen la democracia generalizada como principio básico de un Estado socialista, entendida como la participación democrática de los trabajadores en todos los niveles de la administración estatal y económica, mientras que estas teorías varían en el grado en que consideran deben ser delegadas las decisiones de planificación económica en los funcionarios públicos y especialistas administrativos. Los Estados que carecen de democracia pero cuya economía está en gran medida en manos del Estado fueron denominados por León Trotsky como «Estados obreros degenerados» o «deformados».
A principios del siglo XXI, observadores de derecha, especialmente en los Estados Unidos, han llegado a utilizar el término «Estado socialista» para describir a los Estados que proporcionan disposiciones de bienestar, como asistencia médica y subsidios por desempleo, a pesar de que su base económica esté mercantilizada y opere en función de las ganancias de privados.
La adopción del socialismo, como sistema económico y social, siguiendo los principios ideológicos del marxismo (o sus variantes: el leninismo, el maoísmo, etc.), implica económicamente la propiedad estatal o cooperativización de los medios de producción y de la tierra y políticamente el ejercicio del poder por la clase obrera («dictadura del proletariado»).
No obstante, la ambigüedad de esos conceptos no permite una definición unívoca de su puesta en práctica. En la práctica existieron grandes diferencias de concepto entre estados autodenominados socialistas; aunque la mayor parte de ellos, bien por razones geopolíticas o bien por luchas internas, adoptaron el principio de construcción del socialismo en un solo país (definido en los años veinte en la Unión Soviética por Stalin -estalinismo- frente al principio de revolución permanente de Trotsky -trotskismo-), y el establecimiento de regímenes de partido único (definidos como totalitarios por sus adversarios). Se suele hablar de estados nominalmente socialistas en referencia a las llamadas democracias populares que tienen al marxismo-leninismo o alguna de sus interpretaciones como ideología oficial (especialmente las del Bloque del Este entre 1945 y 1989). Casi todos estos estados destacaron su carácter socialista en su nombre oficial (con la adición de los adjetivos popular, socialista y democrático) y cuatro de los seis estados nominalmente socialistas que hoy existen lo siguen haciendo: República Popular China, República Popular Democrática de Corea, República Socialista de Vietnam y República Democrática Popular Lao (la República de Cuba no lo ha incorporado). La adopción real de un sistema económico socialista por los estados que llevan estos términos en su nombre no se ha producido en varios casos, especialmente entre los países descolonizados, como la República Democrática Socialista de Sri Lanka o la República Democrática Popular de Argelia. Por el contrario, nunca se aplica el término Estado socialista o país socialista a los países capitalistas gobernados por partidos socialdemócratas, aunque estos en muchos casos lleven el nombre de socialistas.
La definición de la filosofía marxista soviética indicaba que el Estado socialista era la parte política de la superestructura del socialismo, instaurado como resultado de la revolución socialista, que la dictadura del proletariado sólo existía durante la transición del capitalismo al socialismo y que una vez derrotado el Bloque Occidental, la dictadura del proletariado se transformaba en Estado de todo el pueblo, hasta que se haya desarrollado la base material y técnica del comunismo y las relaciones sociales comunistas, con lo que el Estado se disolvía y era reemplazado por la autogestión social comunista.
Los Estados socialistas fueron a su vez calificados con el nombre de socialismo real o socialismo realmente existente con el fin de diferenciarlos de las construcciones teóricas y —en cierta forma— justificar las diferencias con éstas y con partidos o grupos que pudieran considerarse socialistas pero opuestos a este tipo de regímenes. Otras denominaciones que también se han empleado para referirse a ellos a tal fin —en especial en círculos trotskistas, comunistas y libertarios— son las de Estado obrero con deformaciones burocráticas y, en términos más estrictamente económicos, capitalismo de Estado.
A pesar de las diferencias conceptuales existentes entre socialismo y comunismo, el lenguaje común habitualmente emplea indistintamente las expresiones países socialistas y países comunistas para denominar a los Estados definidos como socialistas. La utilización de la expresión Estado comunista obvia el oxímoron o contradicción entre ambos términos (Estado y comunismo), entendido este último como la última fase, posterior a la superación del capitalismo por la acción del Estado socialista, en que el mismo Estado dejaría de existir.
Los socialistas como los anarcosocialistas, socialistas libertarios y comunistas consejistas rechazan el concepto de un «Estado socialista», creyendo que el Estado moderno es un subproducto del capitalismo y no puede utilizarse o no es necesario, para establecer un sistema socialista. Para ellos un Estado socialista es antitético al socialismo, y ese socialismo surgirá espontáneamente desde la base de una manera evolutiva, desarrollando sus propias instituciones políticas y económicas únicas para una sociedad sin Estado altamente organizada.
A lo largo del siglo XX han sido varios los países que se han proclamado como repúblicas socialistas, destacándose entre ellos la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que existió hasta 1991, siendo fundada en 1922 como sucesora de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, a la que aglutinó junto con otras cinco repúblicas, y que surgía tras la Revolución de octubre de 1917, siendo considerada a su vez como el primer estado socialista del mundo y por algunos críticos como el único estado socialista genuino, en sentido estricto, al menos hasta los años previos de su integración en la URSS -período catalogado por muchos historiadores como el de la Rusia Bolchevique-. La mayoría de estos estados han surgido en Europa del este y el África subsahariana, acompañados por algunos en Asia oriental (China, Corea del Norte, Vietnam, Laos, Kampuchea Democrática, Mongolia y Birmania ) y América Latina (destacando en el Caribe Cuba). La mayoría de estos estados han resultado ir adoptando sistemas socio-económicos y políticos análogos o afines al del llamado socialismo en un solo país, propuesto y practicado por Stalin, así como por otros políticos y gobernantes afines tales como Mao Zedong en la República Popular China o Kim Il-sung en Corea del Norte, siendo tal sistema cuestionado por muchos de sus críticos o detractores como contrapuesto a los principios del socialismo y a las ideas políticas y revolucionarias de pensadores como Marx y Lenin, a los cuales, a través de las doctrinas oficiales del marxismo-leninismo y del Partido Comunista proclama. Algunos críticos y pensadores, tales como Tony Cliff, han catalogado con posterioridad a estos sistemas como capitalismos de Estado, atribuyendo el surgimiento de los mismos al fracaso hacia principios de los años 1920 del sistema político legado por la Revolución Rusa en su intento por consolidarse o subsistir, como consecuencia del inicial aislamiento político y de los estragos causados por la llamada Guerra Civil, en un momento en que del éxito de otros procesos revolucionarios en Europa, tales como el de la Revolución de Noviembre de 1918, en Alemania, podía depender el futuro en Rusia de la revolución.
La República Popular China, a pesar de estar gobernada por el Partido Comunista de China y ser oficialmente marxista-leninista-maoísta, en los últimos años ha reimplantado muchas características del sistema capitalista en lo que denomina socialismo con características chinas. No obstante, este retorno al capitalismo no es absoluto ni homogéneo, puesto que sólo se da en las áreas costeras y grandes ciudades, y por otro lado la presencia estatal en la economía sigue siendo enorme. También la República Socialista de Vietnam ha dado algunos pasos en ese sentido.
Entre 1989 y 1992 dejaron de existir la gran mayoría de los estados socialistas del mundo. La República Popular Polaca volvió al multipartidismo y al capitalismo en 1990; la República Democrática Alemana fue absorbida por la República Federal Alemana el mismo año. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fue disuelta en 1991, prohibiéndose acto seguido el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Los conflictos nacionalistas acabaron con la República Federal Socialista de Yugoslavia un año después; destino similar corrieron todos los restantes estados socialistas de Europa.
Por su parte, para la misma época los dos estados socialistas africanos más estables, Mozambique y Angola, abandonaron el marxismo-leninismo. En América, la República de Cuba mantuvo en líneas generales inalterable el sistema socialista, pero se vio forzada a permitir la formación de empresas mixtas entre el Estado y multinacionales para hacer frente a la precaria situación económica en que la dejó la desaparición del Consejo de Ayuda Mutua Económica y con él sus principales mercados, sumado al preexistente embargo de los Estados Unidos al país caribeño.
En algunos países que antiguamente eran repúblicas de la URSS como Moldavia, Ucrania, Bielorrusia o la propia Rusia, los comunistas siguen siendo una importante fuerza política. De hecho, en Moldavia, Igor Dodon, Presidente de Moldavia entre 2016 y 2020, fue miembro del Partido de los Comunistas de la República de Moldavia hasta 2011, y en Rusia el Partido Comunista de la Federación Rusa es el principal partido de la oposición a Vladímir Putin. En Alemania el Partido de la Izquierda, heredero del Partido Socialista Unificado de Alemania que gobernaba en la RDA, es el segundo partido con más crecimiento en la antigua Alemania Oriental.
En el siglo XXI el Estado con reconocimiento limitado de Transnistria en Europa oriental tiene en su bandera de forma oficial la hoz y el martillo, símbolo característico de un Estado socialista, aunque el propio gobierno de Transnistria no se reconoce así mismo como socialista. Por otro lado, en la sudamericana Venezuela como parte del proyecto del Socialismo del siglo XXI se llevó a cabo un referéndum de reforma constitucional en 2007 para convertir al país en un Estado socialista, el resultado fue la negativa de la población a la propuesta.
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