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Pacto de Támara



El Pacto de Támara o las Paces de Támara fue un tratado de paz firmado en Támara de Campos en junio de 1127 en que se delimita el territorio de Alfonso el Batallador y de Alfonso VII el Emperador.

Este pacto se celebró como consecuencia de las acciones llevadas a cabo por Alfonso VII el Emperador en abril de 1127 con la toma del castillo de Burgos. En junio Alfonso el Batallador, rey de Pamplona y Aragón, le salió al paso encontrándose en el valle de Támara. Para evitar el enfrentamiento se negoció el acuerdo. Por él Castilla y León volvían a los límites anteriores a 1054, cuando ocurrió la batalla de Atapuerca con la muerte del rey navarro García el de Nájera y de 1076, tras el homicidio de Sancho el de Peñalén. Devolviendo los terrenos conseguidos en ambas ocasiones por el reino de Castilla y León y regresando a las fronteras del testamento de Sancho el Mayor.

En él se reconocía la soberanía de Alfonso I el Batallador sobre Vizcaya, Álava, Guipúzcoa, Belorado, La Bureba, Soria, San Esteban de Gormaz y La Rioja. Además Alfonso I el Batallador renunciaba al título de emperador y cedía algunas plazas fronterizas.

Según Antonio Ubieto Arteta (1981), por las paces de Támara, en las que actuaron de mediadores Gastón IV de Bearne y Céntulo II de Bigorra, El Batallador se comprometió a devolver las plazas en las que Alfonso VII tenía derecho hereditario (es decir, eran parte de su reino patrimonial). De este modo, a partir de 1127, los enclaves de Frías, Pancorbo, Briviesca, Villafranca de Montes de Oca, Burgos, Santiuste, Sigüenza y Medinaceli pasarían a Alfonso VII de León. Quedarían en manos del aragonés Belorado y Nájera con la Sierra de la Demanda como frontera natural entre los dos reinos en esta zona. Al este, Alfonso I de Aragón conservaría Calahorra y Cervera del Río Alhama; también Ágreda, Almazán y Monreal de Ariza, que fueron fortificadas a partir de 1128 por el rey de Aragón a consecuencia del resultado de este tratado. Soria fue la tenencia más importante de esta zona, había sido repoblada por el Batallador en 1119-1120 y estuvo a cargo de un tenente aragonés de 1127 a 1135. El enclave más alejado en la extremadura aragonesa fue San Esteban de Gormaz, también encargada a un tenente aragonés desde 1128. Para asegurar estas plazas, Alfonso I comenzó a repoblar Almazán antes de agosto de 1128, población a la que Alfonso I llamaba Plasencia, y Monreal de Ariza. Más al sur, los límites de Aragón los marcaban las plazas fuertes de Traíd y Molina de Aragón, en la actual provincia de Guadalajara.[1]

Lema Pueyo por su parte asevera que, tras el verano de 1127, quedarían en manos de Alfonso I de Aragón Álava, La Rioja, Belorado, Pancorbo, Valdegovía, Castrojeriz y Valle de Mena como límites occidentales de su reino, mientras que parte de La Bureba y las tierras que quedaban al occidente de esta comarca hacia Castilla irían pasando progresivamente a poder de Alfonso VII de León.[2]

Crónica de San Juan de la Peña:

José Moret Mendi (en "Anales de la historia") dice:

José María Lacarra (en "Historia de Navarra") apunta:

Toribio Minguella y Arnedo (en Historia de la diócesis de Sigüenza y de sus obispos) dice:

Recuero (en Alfonso VII) sobre los territorios:



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