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Paracelsus



Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim,[1]​ también Theophrastus Bombast von Hohenheim,[2][3]​ conocido como Paracelso o Teofrasto Paracelso (n. en Zúrich, en la Teufelsbrücke, Einsiedeln, 10 de noviembre de 1493 - Salzburgo, 24 de septiembre de 1541), fue un alquimista, médico y astrólogo suizo.[4]​ Fue conocido porque se creía que había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos alquímicos y por haberle dado al zinc su nombre, llamándolo zincum.[5]

Es considerado a veces como el «padre de la toxicología» con su célebre frase dosis sola facit venenum, es decir, «solo la dosis hace al veneno», máxima de la disciplina.[6]

El nombre Paracelso (Paracelsus, en latín), que escogió para sí mismo y por el que es generalmente conocido, significa «igual o semejante a Celso», un médico romano del siglo I.

Su incesante búsqueda de lo nuevo y su oposición a la tradición y los remedios heredados de tiempos antiguos le postulan como un médico moderno, adelantado a sus contemporáneos. En cambio, en su concepción del misticismo y la astrología se podría decir que mantuvo una postura inmovilista sobre los conceptos más arcaicos.[7]

Nació y fue criado en Einsiedeln (Suiza), hijo del médico y alquimista suabo Wilhelm Bombast von Hohenheim y de madre suiza.

En su juventud trabajó en las minas como analista. Comenzó sus estudios a los 16 años en la Universidad de Basilea, y más tarde en Viena. Se doctoró en la Universidad de Ferrara.

Trabajó como cirujano militar al servicio de Venecia en 1522, por lo que es probable que él estuviera implicado en muchas guerras entre 1517 y 1524 en Países Bajos, Escandinavia, Prusia, Tartaria y, posiblemente, el cercano Oriente. [9]

Discrepaba con la idea que entonces tenían los médicos de que la cirugía era una actividad marginal relegada a los barberos.

Sus investigaciones se volcaron sobre todo en el campo de la mineralogía. Viajó bastante, en busca del conocimiento de la alquimia. Produjo remedios o medicamentos con la ayuda de los minerales para destinarlos a la lucha del cuerpo contra la enfermedad. Otro aporte a la medicina moderna fue la introducción del término sinovial; de allí el líquido sinovial, que lubrica las articulaciones. Además estudió y descubrió las características de muchas enfermedades (sífilis y bocio entre otras), y para combatirlas se sirvió del azufre y el mercurio. Fue además el primero en identificar una enfermedad producida por el trabajo.[10]

El orden cósmico era lo que interesaba a Paracelso en primera instancia y lo halló en la tradición astrológica. La doctrina del Astrum in corpore es su idea capital y más querida. Fiel a la concepción del hombre como microcosmos, puso el firmamento en el cuerpo del hombre y lo designó como Astrum o Sydus (en español, astro o constelación). Fue para él un cielo endosomático cuyo curso estelar no coincide con el cielo astronómico, sino con la constelación individual que comienza con el «Ascendente» u horóscopo.

Se le atribuye la paternidad del término Espagiria.

Uno de los principios de Paracelso fue: «Únicamente un hombre virtuoso puede ser buen médico»; para él, la medicina tenía cuatro pilares:

Introdujo el uso del láudano. Su principal libro fue La gran cirugía (Die Grosse Wundartzney).

A pesar de que se ganó bastantes enemigos y obtuvo fama de mago, contribuyó en gran manera a que la medicina siguiera un camino más científico y se alejase de las teorías de los escolásticos.

También aportó datos alquímicos. A Paracelso se le atribuye la idea de que los cuatro elementos (tierra, fuego, aire y agua) pertenecían a criaturas fantásticas que existían antes del mundo. Así pues, la tierra pertenecería a los gnomos, el agua a las nereidas (ninfas acuáticas), el aire a los silfos (espíritus del viento) y el fuego a las salamandras (hadas de fuego).

Igualmente, Paracelso aceptó los temperamentos galénicos y los asoció a los cuatro sabores fundamentales. Esta asociación tuvo tal difusión en su época que aún hoy en día, en lenguaje coloquial, nos referimos a un carácter dulce (tranquilo, flemático), amargo (colérico), salado (sanguíneo, dicharachero) y el carácter ácido pertenecería al temperamento melancólico.

Murió a la edad de 47 años en Salzburgo y sus restos fueron enterrados según sus deseos en el cementerio en la iglesia de San Sebastián en Salzburgo.



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