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Plan ALTAMAR



El Plan ALTAMAR o según otros autores Plan de Alta Mar o Plan Alta Mar (PAM en su acrónimo) fue un plan publicado a finales de los 80 durante el penúltimo gobierno del PSOE[1]​ y llevado a la práctica por todos los gobiernos habidos sin distinción de color.

Con él se pretendía reformar la Armada, con especial atención a los barcos más grandes, con el fin de dotar a España de una armada de segunda línea, pero moderna y bien equipada.

No está claro si el Plan ALTAMAR es un plan de modernización de la Armada o solamente un estudio del Estado Mayor de la Armada sobre las necesidades más perentorias de la misma en los años 90, cuando el PLANGENAR de los años 60 y renovado en los 70 se había cumplido y no había planes de modernización para sustituirlo. El 27 de febrero de 1991, el ministro de turno dice, contestando a una pregunta parlamentaria del Grupo Popular

Y en la sesión n.º 18 de la comisión de defensa de las Cortes celebrada el lunes, 13 de octubre de 1997 el representante socialista dice

Y, en octubre del 2003, El Almirante General Jefe del Estado Mayor de la Armada (Torrente Sánchez) dice [3]

Por un lado, la página oficial de la Armada hace referencia a varias de sus nuevas unidades como fruto del plan ALTAMAR. Por otro, en las Cortes, cuando hablan del Plan Alta Mar se dice que no es un plan, sino una declaración de intenciones.

Antes del Plan ALTAMAR existía ya otro proyecto para sustituir los buques más viejos por otros nuevos. Se llama PLANGENAR, pero por diferentes razones (probablemente presupuestarias), fue retrasándose y no tuvo continuidad, por lo que en los 90, 10 años después, los buques de la Armada seguían siendo los mismos que los de 1980, salvo el nuevo portaaviones Príncipe de Asturias (R11) y las fragatas clase Santa María (F-80). Los buques que habían sido dados de baja, no tuvieron relevo, salvo los Transportes de Ataque, que fueron sustituidos por otros de segunda mano.

El gobierno del PSOE se propuso atraerse a las Fuerzas Armadas empezando por dotarlas de equipamientos punteros. En esa línea se firmó el Programa FACA sólo 23 días después de tomar posesión de su cargo el nuevo ministro de Defensa Narcís Serra, el 31 de mayo de 1983.[2]​ A este programa le siguieron otros que fueron aumentando el presupuesto de Defensa paulatinamente hasta duplicarlo, tanto para compras como para mantenimiento. Pese a todo, un miembro de las Fuerzas Armadas españolas declaró a TVE:

Tras haber realizado la reforma de las FFAA y haber finalizado la primera modernización del Ejército del Aire con la finalización de citado Programa FACA para comprar los F/A-18, la entrada en el programa que desarrollaría el Eurofighter y la adquisición de radares y otros equipos necesarios para esa arma, le llega el momento de acometer la modernización del material más pesado operado por la Armada Española.

En 1988 la Armada estrenaba el portaaviones Príncipe de Asturias el cual, pese a su pequeño tamaño, se terminó concienzudamente costara lo que costara (salvo en armamento).[4]​ Junto a él estaban las modernas fragatas F-80 muy eficaces contra submarinos. Asimismo, España disponía de varios buques modernos como los submarinos, las patrulleras o algunas fragatas, pero el resto de la flota lo componían barcos viejos o de segunda mano, o las dos cosas, especialmente los de mayor porte. Para remediar esta situación en marzo de 1990 se publicó[1]​ el Plan ALTAMAR que la Armada había desarrollado anteriormente en sustitución del obsoleto PLANGENAR.[5]​ En él se preveía sustituir la flota más antigua, con especial atención a los barcos más grandes, a lo largo de 15 años. Este Plan, como suele ser habitual en las compras y contrataciones de los tres ejércitos españoles, venía precedido de un informe realizado por la Armada donde especificaba sus requerimientos (el llamado Informe de requerimientos operativos) para, más adelante presentar la Memoria justificativa de adquisición donde se especifica las características del material solicitado y la razón de porqué debe reunir dichas características.

Como se verá más adelante los marinos españoles se ciñeron a las mínimas unidades posibles para operar con cierta normalidad, tanto en cantidad como en calidad. Contaban con la experiencia de ocasiones anteriores, donde se habían redactado planes pomposos que nunca llegaron a nada destacado por falta de apoyo político, tecnológico o económico.

Los miembros de la marina de guerra española ya contaban con cambios y modificaciones en los diez o quince años que duraría la ejecución del PAM, por las circunstancias que irían apareciendo a lo largo de ese tiempo. Sin embargo, a principios de los noventa se mantenía la esperanza de obtener parte de lo solicitado y lo que no se obtuviera fuese por causas imprevistas. En este aspecto los gobiernos del PSOE y los posteriores aprobaron casi todo lo que la Armada solicitó aunque no solicitó todo lo aprobado.

El Plan ALTAMAR contemplaba la renovación de todas las partes esenciales de la Armada, dejando fuera dos demandas clasificadas como básicas por los marinos españoles que se tratan más adelante.

Como cuenta Íñigo Puente en su ensayo Plan Alta Mar: ¿sueño de lo que pudo ser o anticipo de lo que será?.[1]

En 1987 la Armada había dado de baja su único buque con dique inundable, con casi el doble de su vida activa ya cumplido. Mantenía dos transportes de tropas (no buques anfibios) y varios buques de desembarco de los años 50, por lo tanto con más de 35 años que es la vida operativa de un barco.

El plan preveía terminar el nuevo buque de asalto anfibio con dique inundable catorce años después de dar de baja el anterior y construir otros cuatro buques de desembarco. En total unas 20.000 toneladas construidas.

Además, se abría la posibilidad de alquilar buques de segunda mano a Estados Unidos.

En 1989 se había ordenado la construcción de un petrolero, el A-11 Marqués de la Ensenada, para dar combustible y, en menor medida, farmacia y pertrechos a los barcos que tuvieran que realizar largos trayectos.

El PAM contemplaba construir un buque de aprovisionamiento logístico para abastecer de combustible a los barcos, JP-5 para los aviones, agua, repuestos, alimentos, medicinas y atención sanitaria a toda la flota.

La Armada contaba con dos destructores (los Clase Churruca (D-60)), cinco fragatas de la Clase Baleares (F-70) y las ya mencionadas cuatro fragatas de las clase Santa María (F-80). Así se planificó:

En total 11 buques en 12 años, dejando el número de escoltas en 15.

Aunque los barcos cazaminas no suelen ser muy espectaculares por su pequeño porte, sus servicios son esenciales para cualquier flota, porque las minas resultan muy baratas de obtener, pequeñas y fáciles de transportar; por lo que hasta un simple mercante puede sembrar la salida de un puerto con ellas, inutilizando a toda una flota de decenas de miles de toneladas.

La Armada contaba con 12 buques entre dragaminas costeros y cazaminas oceánicos. Pero algunos de ellos tenían una edad de 40 años cuando el máximo recomendado, como se ha mencionado, sería de 30 o 35 a lo sumo.

El PAM preveía:

La flota de submarinos no requería muchas actuaciones dado su buen estado (según Iñigo Puente "Quizá la mejor de su historia"). Contaba con cuatro submarinos de los años 70 (los S-60) y otros cuatro de los años 80 (los S-70).

A diferencia del resto de navíos el submarino tiene un ciclo de vida más corto, por lo que estas naves con 25 años ya deben ser sustituidas o estar en vías de sustitución.

Así el Plan preveía:

Al contrario que en planes anteriores fracasados por falta de presupuesto, voluntad política o capacidad tecnológica, el PAM sorprendería a más de uno.

En el Plan estaba previsto un buque con dique inundable (LPD en su acrónimo inglés) para 1998, la situación en los Balcanes hacía necesaria la capacidad de embarcar o reembarcar una fuerza de varios cientos o miles de personas. Tanto es así que llegó a temerse por la vida de los cascos azules españoles destinados a la antigua Yugoslavia, como se comentó en el punto anterior. Se ensayó esta operación con el Príncipe de Asturias en las maniobras Tramontana ’94 y se desplazó al portaaviones hasta el Adriático; pero eso privaba a la flota de su capacidad de disuasión.

Por todo ello el gobierno de Felipe González decidió adelantar la construcción del buque anfibio a 1994, dándole el mismo nombre del navío al que sustituía: el L-51 Galicia. Se trata de un proyecto conjunto hispano-holandés para construir el Rótterdam (de 16.750 Tm y 166 m de largo) y el Galicia (13.815 Tm y 160 m de largo) con capacidad de transportar 600 soldados cada uno. Ambos empezaron a construirse en 1996 y se terminaron en 1997 y 1998 respectivamente.[8]

Pero ni siquiera un barco así podría llevar todo el material de una brigada y los viejos barcos de transporte debían ser retirados en breve. Por lo que se decidió alquilar dos buques de transporte clase Newport por 50 meses con opción a compra. Estos barcos tienen una antigüedad de 20 años y algunos analistas los consideran de los mejores y más eficaces del mundo.[1]

Mientras se terminaba el buque anfibio, en los astilleros de Galicia aumentaba la inquietud por la falta de trabajo y la Junta de Galicia ofreció fondos para reformar los astilleros y construir otro barco en ellos. Por estos motivos el gobierno, por entonces del Partido Popular, consultó a la Armada sobre qué tipo de buque podría necesitar a lo que esta respondió que un nuevo buque anfibio, pero esta vez más orientado al mando y al control. Por este motivo se aprobó la construcción del L-52 Castilla de dimensiones similares a las de su hermano, pero con capacidad para 400 soldados por el espacio ocupado por el puesto de mando y control.

Estos dos buques han realizado misiones en Haití, Nueva Orleans, Irak y el Castilla realizó la coordinación de la Operación RS en 2002.

Finalmente se pasó de 20.000 Tm construidas en 1998 a 40.000 (26.000 entre los dos anfibios y 14.000 entre los dos transportes) poniendo por primera vez desde el siglo XVIII a España al mismo nivel que Francia en este aspecto.

El Plan preveía la construcción de un único buque de aprovisionamiento (AOR en la terminología militar). Dicho buque se entregó a la Armada con el nombre de A-14 Patiño.

Como en el caso anterior se trataba de un proyecto conjunto hispano-holandés de la clase Ámsterdam (una mejora a su vez de la clase Poolster); pero en esta ocasión proyectado por España. Se trata de buques mercantes con modificaciones militares, como la defensa NBQ, que desplazan 17.040 toneladas y hasta tres helicópteros.[8]

Pero la Armada Española cada vez debía realizar misiones más lejanas, como la Operación Libertad Duradera en el océano Índico donde los hombres del Patiño tuvieron que utilizar uno de sus helicóptero para asaltar el buque coreano So Sam. Por este motivo el Ministerio de Defensa encargó la construcción de un segundo AOR en 2002 que con el nombre de A-15 Cantabria entró en servicio en 2010.

Igual que en el caso de los buques anfibios el tonelaje final se duplicó, de 17.000 Tm a 32.000.

La parte de los escoltas era la más importante del plan y también la más cara. Como en los dos ejemplos precedentes la ejecución rebasó bastante lo planificado.

Las dos fragatas F-80 clase Santa María fueron construidas, armadas y entregadas.

Las cuatro fragatas de la serie F-100 estaba previsto que desplazaran unas 3.000 Tm, pero en mayo de 1992 se decidió aumentarlas a 4.000 o 4.500 para que pudiera albergar el doble de capacidad de autodefensa antiaérea y más capacidad antisubmarina con el futuro misil MILAS y helicópteros SH-60 Bloque II. El coste sería de 40.000 millones de pesetas cada una (240 millones de euros).

Sin embargo, en 1994 se fijó el desplazamiento en 4.514 Tm con margen hasta las 5.000 Tm para poder instalar un sonar remolcado con lo que aumentar su capacidad antisubmarina, así como cambiar su autodefensa antiaérea por un sistema de defensa en zona con misiles estadounidenses Standard SM-2MR (de medio alcance) y el holandés Evolved Sea Sparrow (ESSM, de autodefensa). Todo controlado por un sistema informático que debía desarrollarse junto con los Países Bajos y Alemania. El precio del buque sería de 45.000 millones de pesetas (270 millones de euros).

Pero el proyecto germano-neerlandés fue abandonado y se optó, siguiendo con la línea americanófila de la Armada,[9]​ por el sistema AEGIS. Este sistema puede disparar y guiar más de cien misiles contra otros tantos blancos al mismo tiempo y en menos de un minuto, ya sean blancos detectados por el radar del buque, por otros barcos, aviones, satélites, etc; capacidades muy superiores al sistema de las F-80, capaz de abrir fuego solo contra un objetivo por minuto.[8]​ Pese a que el AEGIS data de principios de los setenta; al finalizar el siglo XX seguía siendo el mejor sistema de defensa para barcos,[10]​ con estas mejoras el buque desplazaría 5.761 Tm a un coste de 50.000 millones de pesetas (más de 300 millones de euros).

Finalmente entre 2002 y 2006 fueron entregadas las fragatas F-101 Álvaro de Bazán, F-102 Almirante Juan de Borbón, F-103 Blas de Lezo y F-104 Méndez Núñez con un desplazamiento que superaba en más de 100 Tm lo planificado (5.853 Tm[8]​) lo que sitúa a estos barcos más cerca de los cruceros que de las fragatas.

La serie F-110 quedó finalmente descartada, dejando las unidades en 2/3 de lo planificado, pero con una capacidad muy superior a la inicial. Pese a todo en el 2005 comenzó la construcción de la quinta fragata de este tipo, Cristóbal Colón, entregada en 2012, con la que se cerró la serie.

El Plan contemplaba la construcción de entre 12 y 16 barcos, sumando cazaminas costeros y dragaminas oceánicos para sustituir a las 12 unidades de madera con que contaba la Armada. La clase elegida fue la Segura, una adaptación de un diseño británico.

El Plan se retrasó hasta 1998 cuando entró en funcionamiento el M-51 Segura, en 1999 se entregó el M-52 Sella, en 2000 el M-53 Tambre y el M-54 Turia; posteriormente se construyeron el M-55 Duero y el M-56 Tajo con opción a dos unidades más.[8]​ Debe decirse que estas contrataciones fueron influidas por las fuertes manifestaciones en los astilleros murcianos ante un posible cierre de los mismos. Asimismo el Gobierno de la Región de Murcia presionó y ofreció fondos para permitir la construcción de los cazaminas.

Estas naves gozan con una gran movilidad gracias a sus propulsores de proa y popa y su casco de fibra recubierto con vinilo y poliéster. Cuentan con minisubmarino, equipos de buceo y cámara hiperbárica; pero su número no llegó ni a la mitad del planificados.

Los dragaminas oceánicos fueron finalmente descartados.

La construcción de los submarinos resultó la más lenta al esperar primero a terminar dos unidades para la armada chilena y después otro pedido para la Real Armada Malaya.[11]

En el 2007 debía comenzar la construcción de cuatro naves del modelo S-80. Especificando la Armada contar con más espacio para la tripulación, el cual permitirá travesías menos agotadoras además de contar con la capacidad de embarcar hasta 10 hombres para operaciones especiales, con sus respectivos equipos, y poder disparar misiles Tomahawk estadounidenses. Además, estará equipada con un sistema de propulsión anaerobio para aumentar su autonomía.

Dos sucesos dieron un segundo vuelco a la situación ya entrado el siglo XXI.

Aunque ya se hablaba de un nuevo buque anfibio con cubierta corrida para operar varios helicópteros al terminar la construcción del L-52 Castilla, fue en el 2002 cuando finalmente se definió el citado buque. En este caso era una nave mucho más grande que ninguna de las otras antes construidas, con un desplazamiento de más de 27.000 Tm, cuando un buque de aprovisionamiento logístico mueve poco más de 17.000 y el Príncipe de Asturias unas 19.000. Al mismo tiempo podría desembarcar todo tipo de material, por pesado que fuese, gracias a su dique inundable.

Pero dos eran las grandes diferencias con los buques anteriores:

El nombre provisional fue de Buque de Proyección Estratégica (BPE), más tarde L-61 Juan Carlos I y sería el navío más grande construido por la industria naval española.

Pese a no estar prevista ninguna compra de helicópteros en el año 2004 se adquirieron seis unidades de los norteamericanos SH-60, dos para las nuevas F-80 y cuatro para las F-100.

En agosto de 2002 la Armada anunció la compra de helicópteros no tripulados Fire Scout a la Northrop Grumman para equipar la flotilla de F-100 en la lucha antisubmarina.[8]

Sin embargo, algunos analistas[1]​ consideraban necesarios entre 13 y 15 aparatos más, lo cual excedía cualquier previsión. Por sorpresa el ministro José Bono aprobó en 2005, último año para la ejecución del Plan, la compra de 45 helicópteros NH90 con opción a otros 65 más, para equipar a los tres ejércitos. Las reacciones a esta noticia no fueron unánimes: el Ejército de Tierra se mostró muy complacido (tenía casi todos sus aparatos en tierra por la falta de certificados de aeronavegabilidad), el Ejército del Aire menos y la Armada no se pronunció, pero no acogió la noticia con excesivo entusiasmo por preferir el material norteamericano.[9]

Aún con esta pega, quedaría resuelto el problema del vector aéreo cuando la fábrica de helicópteros de Albacete comenzara su producción.

El Plan ALTAMAR fue calificado acertadamente de posibilista y la Armada no solicitó otra cosa que lo estrictamente necesario.

Ciertamente, en los inicios de los años 90, la Armada se encontraba en una situación precaria, excepto por los escoltas y el Príncipe de Asturias, debido a no tener continuidad el PLANGENAR de la época franquista, aunque algunos se lo achacan al abandono en el que la mantuvo Franco,[12]​ donde algunas adquisiciones databan de excedente de la Guerra de Corea o incluso de la Segunda Guerra Mundial en materia de guerra de minas y anfibios. Quizá por los sucesos del 23 F y su deseo de demostrar lealtad al poder civil,[13]​ o por los años de solicitudes pretenciosas nunca satisfechas[1]​ los militares no se atrevían a realizar pedidos que superasen el mínimo necesario.[9]

Se corría el riesgo de repetirse el desastre de Cuba cuando la Armada tuvo que hacer frente a las novísimas naves estadounidenses con sus viejos buques producto de un descuido en los proyectos de defensa. O que se repitiese la situación de crisis tras la Batalla de Trafalgar donde había barcos de calidad análoga a la de los vecinos; pero no había armamento, mantenimiento, material.[14]​ En esta ocasión las similitudes estaban en carencias como el escaso armamento de los auxiliares, la falta de helicópteros o la falta de personal.

En el siglo XIX las deficiencias venían provocadas por el reducido presupuesto y aún más reducida voluntad política, propia de un régimen que terminaba sus días.[14]​ Pero con el Plan ALTAMAR la situación no parecía ser la misma, pues voluntad política había, ciertamente se produjeron retrasos en varias entregas y cancelaciones de algunos proyectos, como las F-110, la cantidad de escoltas o las dragaminas oceánicos; sin embargo eso no resultaba especialmente preocupante. Quizá la gran diferencia estribara en el régimen político, como comenta Juan Carlos Losada,[12]​ una dictadura, o en su caso un régimen autoritario, puede tener a sus militares cerrados en su mundillo, mal armados y mal formados, pero una democracia necesita de un ejército preparado y eficaz, a cambio le exige lealtad al poder civil. Algunos datos apuntan que en los años 90 del siglo XX en España se daba una actitud y la otra:[13]

Pero sobre todo lo que marcó el cambio con situaciones anteriores fue:

Ciertamente los aumentos antes citados no colocaban a España a la altura de Gran Bretaña o Francia como en el siglo XVIII, pero sí se podía medir la Armada española con la de Italia o Alemania. En cualquier caso el propio Almirante en Jefe de la Armada frente a la Comisión de defensa del Congreso en 2006 declaró que la Armada ya no estaba en los tiempos en los cuales debía navegar con barcos antiguos o de segundo uso.

El único parecido con siglos anteriores puede estar en la falta de marinería, pues, como dijo el Almirante en Jefe en la Comisión:



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